Latido del corazón © [Complet...

By KralovnaSurovost

1.5M 194K 47.6K

Sebastián Videla poseía los ojos de un demonio melancólico, tan frágil y dañado que Ángela nunca recuperó lo... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Anexo, Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
II Parte
Capítulo 22
Capítulo 24
Capítulo 25
Anexo, Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Anexo, Capítulo 40
Capítulo 41
III Parte
Capítulo 42
Primera carta
Capítulo 43
Segunda carta
El Malo
Capítulo 44
Capítulo 45
Tercera carta
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Anexo, Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Epílogo
Agradecimientos
Capítulo extra
¡Consigue esta novela en PAPEL!
Fotografías del libro en papel

Capítulo 23

24.2K 2.7K 349
By KralovnaSurovost

Miré el reloj despertador junto a mi cama y noté que eran pasadas las once de la noche. Dentro de unas horas debía levantarme para estar puntual en el hospital y no había logrado conciliar el sueño después de una preocupante pesadilla que tuve, en la cual un hombre con una espesa barba y familiares ojos oscuros aparecía moribundo frente a la puerta de mi departamento, solo para morir entre mis brazos. El dolor que sentí durante el sueño resultó tan real que me levanté con el pecho rebosante de desconsuelo. Las pesadillas fueron algo normal durante el primer par de años desde que él se marchó, pero desaparecieron conforme adquiría madurez y comenzaba a levantarme de entre las cenizas.

Llevaba horas dando vueltas en la cama, analizando todo lo que podía recordar sobre mi sueño, intentando retener en mi mente el rostro del hombre furibundo por al menos unos momentos, pero cuanto más intentaba centrarme más borroso se volvía. Era inútil, así que solté un suspiro de exasperación y pateé las mantas fuera de la cama, las cuales cayeron sobre el pobre Félix, mi pequeño que dormía como un oso. Me asomé por el borde de la cama para observarlo y tuve que corregirme a mí misma: mi labrador había sido un cachorro dorado cuando lo sostuve entre mis brazos, pero ahora su cuerpo apenas cabía en su vieja cama de perro. Tendría que deshacerme pronto de sus antiguas cosas y comprarle unas nuevas, a excepción de los juguetes que tanto amaba dejar tirados en los lugares menos esperados.

Bajé de la cama y caminé descalza a la cocina. Me sorprendió ver la luz encendida, así que me acerqué y encontré a Camila apoyada en la isla, de cara a nuestro refrigerador. Cuando estudiábamos en el liceo ella tenía el cabello rizado y largo, pero al entrar en la universidad decidió hacerse un alisado permanente y mantenerlo apenas debajo de los hombros. Vestía un pantalón de pijama con los personajes de Miraculous Ladybug que me hizo sonreír.

—¿Tampoco puedes dormir?

Sostenía una taza de té frente y sus ojos desenfocados de pronto se centraron en mí. Me regaló una sonrisa suave.

—Tuve un mal sueño —admitió con tristeza—. El mismo sueño de siempre.

Su declaración me congeló en la entrada de la cocina. De pronto era consciente de la fría temperatura nocturna y no podía controlar mis latidos. Algunas palabras podían producirme ansiedad si estaban ligadas a alguno de mis recuerdos, pero Camila se veía realmente melancólica y tuve que obligarme a abrir la boca para intentar ayudarla.

—Han pasado seis años, Cam. Éramos muy jóvenes en ese momento, todos nosotros —ofrecí como consuelo—. Hemos madurado, la universidad nos ha cambiado. Ahora hemos descubierto quiénes somos en realidad.

Ella soltó una pequeña risa y dejó la taza sobre la encimera. Me enfrentó, abrazándose a sí misma y levantando una de sus cejas.

—Quién iba a decir que terminaría siendo bisexual.

—Bueno —reí también—, ciertamente nunca lo imaginé. Han pasado muchas cosas que a los diecisiete años habría considerado imposibles.

—Entiendo a qué te refieres. —Suspiró—. Aún no me perdono la manera en que me comporté en el pasado. Por momentos me detengo y pienso en lo indulgentes que son ustedes por haberme perdonado todo lo que les hice.

El frío había desaparecido de mi cuerpo y fue sustituido por una pequeña calidez. Camila se veía frágil en la cocina, abrazándose a sí misma como si estuviera sola en el mundo. Lo cierto es que tenía tantos amigos como Valerie y yo, pero no parecía ser ella misma a su alrededor. Siempre se mostraba animosa y amable, pero no les permitía adentrarse demasiado en su vida. A Val le había tomado mucho tiempo acercarse a ella al principio, durante nuestro tercer año, ambas cuando coincidieron en la cafetería del campus y una Camila con una apariencia totalmente diferente a la que recordábamos se acercó para ofrecerle una disculpa. 

Recuerdo que Valerie llegó impactada a contarme lo sucedido y tenía razón en estarlo. Yo ni siquiera sabía que íbamos a la misma universidad.

La Camila que yo recordaba era una chica frívola, insolente y problemática que solo buscaba maneras de humillarme por tener alguna relación con su novio. Al acercarse a Valerie ese día hacía dos años y ofrecerle una disculpa por lo que había hecho en el pasado me hizo pensar que la chica había sido suplantada por extraterrestres. Fue hasta que seguimos encontrándonos con ella en la cafetería, donde se desvivía ofreciéndome disculpas, cuando comencé a dejar ir un poco del recelo que sentía. 

No nos volvimos amigas de la noche a la mañana, de hecho pasaron siete meses antes de que la invitáramos a sentarse en nuestra mesa. A partir de ese momento, su nueva personalidad nos dejó tan pasmadas como encantadas; era humanitaria, relajada y bondadosa. Estudiaba Filosofía en ese momento, pero siguió saltando entre carreras y Valerie tenía más oportunidad de salir con ella, pues yo pasaba en la biblioteca con la nariz enterrada entre libros de Anatomía.

Cuando Camila confesó ser bisexual, casi me desmayo. Que Valerie admitiera que le gustaba fue lo que me hizo ir directo al suelo. Habían pasado seis meses desde que iniciaron su relación y yo aún pensaba que había algún tipo de cámara escondida, pero lo aceptaba y, aún más importante, las apoyaba. 

—Cam —le dije, de regreso a la realidad—, te disculpaste y desde entonces has hecho todo lo posible para demostrarnos que cambiaste. Además, nosotras tampoco fuimos amables contigo y te tratamos bastante mal.

Ella puso los ojos en blanco.

—La que me ponía en mi lugar la mayoría del tiempo era Valerie —manifestó con voz divertida—. Me ponía furiosa no poder dejarla nunca con la última palabra, siempre encontraba algo que replicar o una forma de tomar revancha. —Repentinamente exclamó—:¡Aún recuerdo lo del hámster!

Ese viejo recuerdo había estado enterrado en mi cerebro por muchísimo tiempo, pero las palabras de Camila lo trajeron a flote y no tuve más opción que reírme. La manera en la que había pasado el tiempo era tan increíble que a veces pensaba que solo estaba soñando y a la mañana siguiente despertaría en mi pequeña habitación en casa, con mi madre silbando en la cocina y el olor del desayuno inundándolo todo. Lo cierto es que sentí un nudo formarse en mi garganta producto de la melancolía. Yo había crecido muy rápido y había cosas que se me había dificultado dejar atrás. Recordar algunos momentos me llenaba los ojos de lágrimas y me empujaba más cerca del borde del abismo que tanto me esforzaba por evitar.

—Lo del hámster no fue adrede —hablé para poder cambiar el rumbo de mi mente—. Honestamente, nunca fue para ti. Ese día había perdido accidentalmente la mascota de la profesora Torres y todo se volvió un desastre bastante cómico. Me equivoqué a la hora de escribir el mensaje y Valerie creyó que debía dejártelo a ti.

—Oh, estoy segura de que ella no lo pensó mucho antes de ponerme ese roedor encima. Accidente o no, ustedes lo disfrutaron bastante —lo dijo sin una pizca de rencor, lo que demostraba que se lo tomaba con humor como nosotras y ya no sentía resentimiento por niñerías pasadas.

—¿Será que el vídeo todavía está en YouTube? —cuestioné de pronto, emocionándome ante la idea.

—Sí —rió Cam, volviendo a tomar su taza de té—. Tiene bastantes visitas, me sorprende no ser famosa ahora.

—Siempre podemos ponerte otro hámster encima y ver qué pasa —me encogí de hombros.

—Quizá fue culpa suya que al final yo terminara escogiendo Veterinaria —chasqueó. Entonces me miró, cambiando su expresión divertida por una de sincera preocupación—: ¿Por qué estás despierta a esta hora? Usualmente duermes sin problemas.

Sí, normalmente lo hacía, sin embargo al comienzo todo fue un desastre de noches sin poder descansar ni un solo minuto, dando tantas vueltas en la cama que mamá iba a mi cuarto con pastillas para dormir que no me ayudaban en nada. La veía con el rostro demacrado y sus propias ojeras, lo que no hacía más que aumentar mi preocupación. Los dolores de cabeza se volvieron mi compañía durante muchos de esos días y apenas comía algo. Falté con tantas tareas que no reprobé el año porque ya eran los últimos meses y Valerie se encargaba de hacer todos los trabajos restantes sin mi ayuda; le debía el haberme graduado sin contratiempos.

Las pesadillas comenzaron tres semanas después del día que marcó mi vida, cuando el cansancio me vencía y comencé a dormir otra vez. Despertaba con lágrimas frescas y el corazón desbocado, por lo que me negaba a volver a cerrar los ojos. Era todo tan trágico que recordarlo ahora despierta el fantasma del viejo dolor. Desearía poder borrar todos esos momentos y solo quedarme con el ahora, en el que era una gran estudiante, pronto una profesional, con buena calidad de vida y personas que me amaban, pero tenía muy claro que mi adolescencia y sus giros inesperados fueron los que forjaron quien era yo en ese momento.

Y estaba más que orgullosa de ello. Había sufrido tanto que pocas cosas podrían derrumbarme ahora. Me había convertido en alguien que no se daba por vencida con facilidad y que si no lograba lo que se proponía de una determinada manera buscaría otra para lograrlo. No permitía que nadie abusara de mí ni me menospreciara y me daba mi lugar cada vez que podía. Saqué la cabeza de mi lugar seguro y comencé a desarrollar mis habilidades sociales con el paso del tiempo, permitiéndole a las personas acercarse solo lo suficiente para alimentarme de su diversidad. Y lo más importante: comencé a quererme a mí misma, porque me di cuenta de que nadie más iba a hacerlo y que llorar como una magdalena no solucionaría nada al respecto.

Así que allí estaba, con mi cuerpo un poco más delgado, facciones cambiadas, el cabello rubio más largo y una mentalidad completamente renovada. Era más fuerte de lo que nunca imaginé que podría llegar a ser, había madurado lo suficiente para ver las cosas de una forma diferente y menos dramática que antes. Guardé los malos recuerdos en un lugar recóndito de mi cerebro, extraje todo el aprendizaje que pude de ellos pero evité seguir reviviendo en mi cabeza momentos que no iban a cambiar. Decidí levantarme y hacer algo para alterar la vida que tendría de ese día en adelante.

—Volvió una de mis viejas pesadillas, al igual que la tuya —le confesé a Cam.

Sus ojos se ensancharon con preocupación y se acercó, ofreciéndome consuelo. Lo que no sabía era que, después de pensar en ello, realmente no lo necesitaba.

—Lo siento mucho. ¿Quieres hablar?

—No —le regalé una sonrisa, sosteniendo su delicada mano—. Solo venía por un té para calmar los nervios y volver a dormir. No quiero hablar de cosas que han quedado enterradas.

Ella se sorprendió pero pude divisar un poco de orgullo en su mirada. Eso hinchó mi corazón con emoción. Yo realmente había cambiado, ¿verdad? Ahora podía verlo un poco más claro, y me sentía profundamente optimista por ello.

—No me molesta en lo absoluto —insistió. Sabía que hablaba en serio y quería ayudarme, pero nuestras pesadillas eran causadas por la misma persona —aunque yo desconociera de qué trataban las suyas—y hablar de ello solo lo traería a colación. No había mencionado el nombre de ese hombre durante años y trataba incluso de evitar pensarlo.

Despertar ese fantasma del pasado no nos haría bien ni a ella ni a mí, así que opté por acercarme y abrazarla hasta que dejó la taza a un lado y me apretujó también. Apenas llevaba seis meses de relación con Valerie y solo habían pasado dos desde que había comenzado a dormir algunas noches en nuestro departamento, pero nos habíamos acercado con bastante rapidez. La historia que teníamos en común fue lo que nos unió, pues sabíamos que nos entendíamos mutuamente y nos identificábamos de una manera que solo Val podía comprender. 

Debía ser visto como algo hipócrita que quienes fueron supuestas enemigas ahora se tuvieran tal grado de familiaridad, pero eran muchas las cosas que habían cambiado y, o me adaptaba a ello, o dejaba mi vida pasar sin sacar la cabeza del agujero.

—Hablo en serio, Cam. No necesitamos hablarlo, solo evitar pensar en ello —respondí con sinceridad—. Ahora, será mejor que yo me vaya a acostar y que tú vuelvas a la cama con Val.

Me encontraba revisando las constantes vitales de una paciente cuando otra enfermera interrumpió en la habitación. Llevaba tres semanas como interna en el hospital, sin embargo pasaba tan ocupada que apenas había intercambiado unas cuantas palabras con el resto del personal a excepción de mi supervisora, y mucho menos había tenido la oportunidad de aprenderme todos sus nombres. La mujer que se dirigió a mí parecía rondar los cuarenta y tantos, con indicios de canas en su cabello oscuro y la mirada cansada. Vestía su uniforme blanco y zapatillas antideslizantes al igual que yo, pero sabía que ella era una de las más experimentadas y aunque se veía bastante severa, su tono de voz se me hizo amable.

—¿Cómo va todo? —me preguntó.

—La señora Godoy se encuentra bastante bien y si sigue así estará en casa pronto —señalé a la paciente de ochenta y seis años que dormía gracias al medicamento que le había suministrado, mientras yo tomaba nota de su progreso en un portapapeles y firmaba con cuidado.

—El doctor Martínez te solicita otra vez en la sala de urgencias —soltó de sopetón, siguiéndome mientras salía de la habitación y ambas caminábamos a través del laberinto de pasillos del hospital.

Solo me detuve cuando llegué a la puerta de mi siguiente paciente. La miré hacia abajo, preguntándome cómo hizo para seguirme con tanta rapidez sin perder el aliento a su edad, pero supuse que con tantos años de laborar en tal frenesí ya estaba acostumbrada.

—Mi supervisora me dio una lista de pacientes a los cuáles rondar hoy —le expliqué con frustración—. No puedo dejarlos de lado solo para cumplir con las exigencias de Martínez.

—Me ha dicho que me encargue yo de tu trabajo. La doctora Fernández ya sabe de esto —se refería a mi supervisora— y está de acuerdo.

Solté un lento suspiro. ¡Por supuesto que ella iba a estar de acuerdo! El Hospital Estatal parecía regirse por una regla tácita donde los doctores exitosos o atractivos eran quienes lo controlaban todo. No importaba que hubiera una jerarquía donde Isabella Fernández fuera la jefa de todo el mundo, porque el doctor Martínez acabaría manipulándola con una sonrisita y unas palabras cargadas de significado hasta que ella lo aceptara todo. Ahora me tocaba sumergirme en el área del hospital con más desesperación, sangre, gritos y locura solo porque el doctor así lo exigía. ¡Tenía tantas otras enfermeras más que dispuestas a acompañarlo y babear por él, pero me llamaba a mí! A veces creía que lo hacía solo para sacarme de mis casillas, pero debía admitir que desde que trabajábamos juntos algunos días había adquirido más conocimientos de los que podría conseguir durante años aquí arriba.

Volví a suspirar y le di una sonrisa falsa a la pequeña mensajera que envió Martínez para decirme, de una manera educada, que más me valía hacer lo que a él se le pegara la gana porque ya había engatusado a la jefa.

—De acuerdo, me voy. ¿Tienes la lista de mis pacientes? —La enfermera asintió—. Muy bien, gracias.

Caminé con rapidez a lo largo del pasillo hasta llegar al ascensor que me llevaría a los pisos subterráneos. Iría a decirle al cuarentón y arrogante doctor Martínez dónde podía meterse sus manipulaciones y sus exigencias.


Continue Reading

You'll Also Like

16K 4.3K 36
Todo cambió ese día, ese día arruinó mi vida, ese día se llevó todo lo que quería, ese día acabó con la Allison que creía conocer. Me llamo Allison...
42.8K 2.7K 52
¿Qué es una mala idea? Según Google, una mala idea está relacionado con una idea descabellada, imprudente, etc. Según Chloe, una mala idea es... lo...
78.4K 0 1
Libro I - Trilogía Caricias. - Déjalo entrar Alec, Mateo te necesita - - No puedo, ya no siento amor Hannah - me dice frustrado. - ¡Por supuesto que...
6.2M 308K 81
¿Qué haríais si una modelo realmente famosa viene a tu instituto pero tú no la reconoces? ¿Cómo te llevarías con ella si fuera una modelo disfrazada...