1990.

By nicollase

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En 1990 todo venía de sorpresa. Las calificaciones, el clima y hasta la moda. Para la clase de los noventa n... More

La fiesta de Otto.
Rumores.
Aretes de sol.
El rincón de los ochenta.
Rey de la selva.

C está aquí.

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By nicollase

                                              | cleo en galería |





El verano había pasado hace mucho. Ya casi era invierno y se notaba en la vestimenta que las personas empezaban a usar en su día cotidiano. Era ahí cuando entraba Cleo. Pálida como la nieve e incorrecta como algunas teorías. Era difícil saber lo que quería expresar. Tan difícil como saber si se había retocado sus labios e incluso su cintura. Pero a pesar de aquello, de esos rumores, de esos insultos, de esas miradas; seguía ahí, caminando sin querer tropezarse por las botas de su madre.



Quizás ella no fue lo que captó la atención de todos al entrar a la escuela. Quizás tampoco fue el hecho de que se presentó después de dos meses en ausencia. Sólo caminó y se dirigió al que solía ser su casillero, el cual estaba intacto. Sonrió, para sus adentros. Tenía dieciséis, cursaba el primer año de la segunda fase y nunca había tocado aquel casillero. Vacío. Ningún libro ni tareas sin hacer.


A lo lejos vio a Bruna. Usaba la blusa que Cleo ocupó en una de sus fiestas de chicas. Bruna era todo lo que Cleo quería en alguien. Siempre estuvo ahí y por eso le perdonaba el nunca haberle mensajeado en su ausencia. Eso era una cualidad mala de Bruna, que al mismo tiempo era buena. El ser muy fácil de manipular.


Le sonrió, mostrando su dentadura a lo que Bruna sólo reaccionó con un levantamiento de cejas. No se lo esperaba. No lo deseaba. Pero de todas maneras corrió a abrazarla. Cleo había vuelto.





Apoyada en su cuello, Bruna se atrevió a hablar; —¿Cleo?


—¿Quién más? —respondió. Suavizó su voz debido a la cercanía. Aunque siempre mantenía ese nivel junto a ella.


—Estás mas alta. Tu cabello... Está marrón —Cleo solía ser peli-negra en esa época en donde era tendencia esa moda. Juntó su dinero e hizo una de esas locuras que cualquier chica de su edad haría. Tintarse—.


—Ya lo entiendo, Nana.





Se separó de la más baja y le acarició el cabello. Aún mantenía esa sonrisa.





—Está es tu carta de disculpas por no haberme mensajeado.





Cierta emoción que había decorado el rostro de Bruna por aquel apodo antiguo que Cleo le puso, se destruyó por lo último dicho.





—Lo lamento.


—¿Lo ves? —Cleo soltó una risa y se apoyó en el casillero —No, no quiero esto. Quiero tres cosas.





Bruna, estupefacta, soló abrió sus labios esperando a que su acompañante hablara.





—Lo primero, quiero que me cuentes todo lo que ha pasado —Bruna asintió, sonriendo —Segundo, quiero que olvides todo esto de las disculpas.





Nuevamente asintió, poco convencida.





—Y tercero, te quiero a ti de vuelta.








*








—¿C está aquí?





¿Qué estaba pasando? Marlon no tenía idea de nada. Tenía la pierna derecha enyesada. Faltó las primeras horas del día sin saber cuantas cosas pasarían.





—¿C? ¿Hasta cuándo con los códigos secretos? Cleo está aquí.





Tragó fuertemente. Era verdad. Lo escuchó en muchas partes y aún no lo creía. Luego de aquello que pasó pensó que no volvería. Cleo era más de refugiarse en su cama antes de mostrarse a todo el mundo.





Marlon, quizás, no la conocía como pensaba hacerlo.





—No puede ser tan malo —en cada palabra mencionada había inseguridad, pero incluso así trataba de creérselo él mismo —Cleo es agradable. Solía serlo. Lo más probable es que congenie rápido y...





Hasta ahí llegó. Detuvo aquel discurso sobre Cleo que ni quiso empezar, por algo que realmente quería ver terminar. Cleo y Bruna. Sentadas en las escaleras a unos metros de ellos. Mirándose como si nada. Y es que realmente no había nada malo en ellas.


En el sí.






—¿Y...? —Cody, su amigo, no parecía estarle creyendo nada —Vaya, Marlon, y yo pensaba que no se te iba la cabeza por cualquier chica —siguió esperando. Aún no había respuesta —¿Marlon?


—¿Sabes qué, Cody? —se levantó y le lanzó unos billetes —Dile al chico ese que si iremos. Te encargo el producto.





Y como si nada, se fue. Cody estaba satisfecho. No pensó que hablar de Cleo le haría convencer a su amigo.





Paso a paso Marlon se preguntaba si estaba bien lo que hacía. Acercarse a Cleo. Acercarse a Bruna. Cualquiera le diría que está loco. Lo estaba. Pero nadie sabe lo que ha hecho.





Empujó su chaqueta hacia atrás y escondió sus manos en los bolsillos de esta. Marlon era un alumno más. Él estaba en segundo de la segunda fase. Era algo así como el consentido de los profesores. Todo porque su madre solía ser alumna de la escuela. A veces se preguntaba el porqué sólo lograba agradarle a gente mayor y no a los de su edad. Y la verdad es que no habían tantas razones. Él alejaba a todos.


Como lo hizo con Cleo.





Se apoyó en el barandal de unos escalones más abajo. Ella estaban en los primeros. Sonrió. No había hablado aún y las dos chicas ya lo miraban. Supo de inmediato que fue el torpe golpe que dio con su yeso sobre uno de los escalones. Cleo mantuvo su vista en él. Bruna se notaba más insegura. Desviaba su mirada en cada segundo.





—¿Ya decidiste volver a casa? —preguntó en forma de broma. Punto en contra hacia Marlon. Los chistes no iban con él.


—No me quedaba de otra. Acá está todo lo que quiero.





Mientras su mirada aún observaba la de él, presionó la mano de Bruna con calidez. Marlon miró aquello con incomodidad.





—Ya veo —esta vez se concentró en Bruna, quien a duras penas lo observaba —Que bueno que vuelvan a estar juntas. Faltaba el dúo icónico en los recreos.





Bruna quería hablar. Cleo sólo quería acabar con el momento. Aunque, ¿realmente iba a ser todo así? No quería eso. No quería que la relación de ellos dos fuera sólo palabras fingidas y miradas evasivas. Cleo sólo quería volver a ser una alumna más de primero con calificaciones regulares.





Así fue como Marlon volteó con sus cejas alzadas. Y pudo confirmar lo que se planteaba.


Realmente no conocía a Cleo.








*





Cody hundió sus manos en su cabello. Solía hacer eso cuando estaba relajado. A veces frustrado e incluso asustado. Pero en ese momento no dejaba de sonreír ante los ojos del otro chico. Gracias a los billetes que Marlon le dio minutos atrás, se le hizo todo más fácil a Cody. Otto, de tercero, contó con paciencia. Quince billetes.





—¿Esta es la mitad, no? —Otto preguntó. Él era muy bueno haciendo negocios. Más cuando se trataba de Cody, quien sólo se quedó boca abierta.


—Es todo —alzó ambas manos — No tengo más para darte.


Otto soltó una risa, pero no de esas irónicas. Cody realmente le causaba risa —Veamos. Tú vienes aquí, me traes quince billetes y quieres que te de una caja entera. Te apuesto un diente a que reprobaste matemáticas


—Esto no tiene nada que ver con sumas, restas o lo que sea —era cierto. Quizás lo único coherente que decía Cody en el día —Pero vale, ¿qué más quieres?


—Invita a las de primero.


—Un poco pequeñas, ¿no crees?





Lo miró, serio.





—Pequeñas van a ser las botellas que te voy a dar.





Ambos estaban en un pequeño rincón cerca de la cancha de fútbol. Ahí era el famoso escondite de Otto cuando hacía negocios. Aunque para los profesores no era más que una charla sobre como arreglar el centro estudiantil. Creíble o no, Otto era el delegado.





Cody se rindió y asintió. No le quedaba de más. Era el momento para hacerse destacar en la escuela.





—Vale —se levantó y sacudió sus pantalones — Las llevaré. Pero cumple con lo tuyo.


—Cumplido —con su dedo índice, hizo la forma de un correcto. Luego guardó el dinero en su bolsillo trasero —Ah, sí. Y no le digas a Marlon.


—¿El qué?


—El que llevas a las de primero.


Cody alzó sus cejas y miró a un lado —¿Qué tiene de malo?


—Vamos, Cody. Ambos sabemos como se pone cuando cierta persona está ahí —y era así, pero Cody era bastante bobo para notar que pasaba en la cabeza de su mejor amigo —Te veo allí.





Otto se fue y lo dejó ahí. Pensando en qué podría estar pensando Marlon. O en qué le haría si se entera de que le ocultó aquello. A final de cuentas, Cody siempre terminaba siendo el perjudicado.








*








Faltaba una clase más antes de que el día escolar acabara. Cleo estaba en química. Mientras Bruna y Marlon disfrutaban poco de su clase de gimnasia. Solían compartir esa hora juntos a pesar de que sean de primero y segundo. La escuela decidió hacerlo así con las ramas más artísticas. Ambos estaban separados, cada uno en una esquina diferente. Siempre dividían chicas y chicos. Luego los hacían mezclarse y así iban turnando. A pesar de la distancia, Marlon miraba a Bruna, tratando de buscar su mirada. Muchas veces coincidían, otras simplemente no.





Marlon, al estar enyesado, estaba en una banca observando todo. Tenía al menos una semana más así, aunque la gimnasia tampoco era su cosa favorita. Se cruzó de brazos, se apoyó en la muralla y esperó al toque de timbre, el cual parecía muy lejano.





De pronto, el profesor Gates se acercó y le lanzó una botella de agua. Bastante helada. Hasta se le resbaló de las manos.





—Poco sentido del reflejo, Marlon —negó. Tomando asiento a su lado.


—Sólo me distraje, profesor —excusas. Marlon siempre lo hacía —De todas formas, ¿por qué me dio una botella? No he movido ni un dedo.


—¿Eso? —apuntó a la botella y sonrió —No es para ti. Significa que tú repartirás el agua hoy. Así que, de pie —Marlon se levantó junto al profesor —Demuestra que el yeso es sólo apariencia.





Lo miró irse con una expresión seria. Sabía que venía por algo así. Hubo una vez que el profesor tuvo yeso en la pierna izquierda y aún así lo corrió todo. Por eso cree, que el que Marlon no lo ha hecho es sólo por no tener coraje. Pero Marlon sigue pensando que es muy diferente comparar a el profesor Gates, metro noventa, músculos gigantes y gorras ochenteras a él, en segundo, gorras de lana y de a penas metro setenta y cinco.


Con el recipiente lleno de botellas, Marlon lo colgó cruzado por su hombro y empezó a caminar por la avalancha de compañeros sudados y cansados.


Primero fue a los chicos, no por preferencia. Pero es que las chicas estaban ya en el baño arreglándose. O al menos alguna de ellas. Les lanzó las botellas, una por una y riéndose por cada reacción.





—¿Nuevo empleo, Marlon? Ya te hacía falta.


—¡Hey! Te faltó traer tu sonrisa. Así no te compro nada.


—¿Qué haría sin ti, Lonnie?





Adoraba a esos chicos. Algunos eran prepotentes. Pero como cualquier chico de segundo y primero. Pasando de ellos, se dirigió a las chicas. Ellas le sonreían y Marlon se sentía en el cielo. Les dio la botella y guardó una para el final. Bruna estaba amarrando sus cordones, aunque sabía que Marlon se acercaba. Lo vio desde el inicio.





Él no sabía que decirle. Cómo llamar su atención. Por lo cual, sólo dejó la botella al lado de su zapatilla y se quedó quieto. Esperando a ver si es que ella hacía algo.





Y así fue. Tomó la botella y bebió un poco. Para después levantar su mirada y encontrar la del masculino en la de ella.





'¿Ya decidiste volver a casa?'





Marlon abrió sus ojos. Sabía lo que ella hacía. Le estaba sacando en cara lo que había hecho horas atrás.





—¿Qué querías que le dijera, Bruna?


Bruna se levantó y lo miró sin mucha expresión —No sé, quizás un 'Hey, Cleo, lamento todo. Lamento lo que te hice y lamento el estar saliendo a escondidas con tu mejor amiga'.






Hace exactamente dos meses que empezaron a salir. Justamente una semana después de que Cleo se fue. Bruna no era algo así como una traicionera. Quería decirle. Realmente quería. Pero no era tan fácil. Incluso lo había escrito un millón de veces para ir a su casa a recitarlo. Estaba asustada. Marlon era lo contrario. Tenía planeado el decírselo cuando volviese, pero nunca pensó que sería tan rápido.





Bruna realmente le gustaba. Igual que Cleo. Hace dos meses.






—Primero, no salimos a escondidas...





Antes de poder seguir, Bruna lo interrumpió.





—Marlon, sólo nos vemos en nuestras casas después de clases. Me has llevado sólo dos veces al cine y de seguro sin ganas —Marlon abrió sus labios, pero Bruna siguió con lo suyo —; ¿sabes qué es lo peor? El no poder ir a abrazarte o besarte cuanto te veo en la escuela.


—¿Tuvo que venir Cleo para qué me puedas decir todo esto?


—Sí — asintió, tragando fuertemente —Cleo es una buena chica, Marlon. No vio lo malo en mí y a pesar de lo que hicimos, ella sólo quiere rescatar lo bueno —se adelantó, dispuesta a irse.





Pero antes, volteó a él.





—Y prefiero mil veces a Cleo que a ti.





Le lanzó la botella en el pecho. Se fue y Marlon nuevamente no sabía que hacer.





*






Los labios de Otto se curvaron cuando dejó salir el humo de sus labios. Era el segundo cigarrillo que fumaba en los pasados veinte minutos. Y sin duda, no sería el último. Su mirada se dirigió al aparato antiguo que su hermana intentaba arreglar. No había arreglo. Sin embargo, él no quería decírselo. Hace unos meses intentó arreglarlo a solas cuando fue invitado a una celebración de los graduados del año anterior. No pudo y lo único que recibió fue un baño en aceite y un olor infernal.


De la nada, el disco de jazz empezó a sonar. Otto no podía creerlo, su hermana lo había arreglado. Él era el hermano distante, no le importaba mucho lo que ella hacía y por eso se impresionaba por cualquier cosa que demostraba.





—¿Cómo hiciste eso? —Otto frunció su ceño y se encaminó al aparato.






Alma sonrió, alzando sus hombros. Ella era buena en eso. Hace meses lo pudo arreglar pero dejar en ridículo a su hermano era mucho mejor.





—¿Por qué debería decírtelo? —responder con una pregunta, el viejo truco de la menor en la familia —Tú eres bueno con los negocios o esas idioteces que haces —se levantó, ya que estaba a la altura de aparato—, yo soy buena en otras cosas, como ves.


—No me lo creo —Alma era bastante inteligente e incluso muchas veces le ayudaba en sus asuntos. Pero Otto sabía perfectamente a que iba a llegar —Ahora es cuando me pides algo.


—Déjame ir a tu fiesta.


—No, Alma, ya sabes las reglas.





Alma bufó. Las estúpidas reglas.





'No debemos interrumpir el espacio ajeno si esta persona lo dice' —lo miró fijamente —'No debemos tener ninguna relación con ningún acompañante de la persona' —de todas maneras, Alma sí era amiga de muchos de los compañeros de Otto —'No debemos insistir, llegar al llanto o amenazar para conseguirlo'.


—Tú estás siendo una molestia ahora. Así que, muchas gracias. Mañana te daré esa camiseta que querías —la llevó a la puerta de su habitación —Ahora, fuera.





La puerta se cerró frente a los ojos de Alma. Ella iba en primero, se llevaban sólo dos años y odiaba que por eso Otto la considere fuera de sus planes. No quería pasar tiempo con su hermano. Siempre lo veía cuando no estaba encerrado en su habitación; ella sólo quería ir a una de sus fiestas.





¿Qué podría estar ocultando Otto tras esas fiestas, esa apariencia y sus extraños asuntos? Alma siempre se lo preguntó. Y quizás finalmente podría saberlo.





De todas maneras la fiesta era en su casa. Ella estaría en su habitación. Es cosa de segundos el equivocarse de pasillo para poder llegar al lugar. Como dijo Alma, ella siempre ha sido inteligente. Y era el tiempo de demostrárselo a su hermano en otra cosa que no sea su servicio.








*





—Entonces le dije 'Otto, deja de ser una nena. Tengo todo controlado, sólo espérame ahí con las botellas y lo otro es asunto mío'.





Cody se veía muy entusiasmado contando lo que supuestamente pasó cuando le dio el dinero a Otto. Junto a él estaba Marlon, dos chicos más de su clase y la novia de uno de ellos. Como siempre, Cody trataba de verse como el mejor. Pero ya ninguno de sus amigos le creía. Él era muy obvio.


Gael, uno de los acompañantes, se adelantó y golpeó el hombro de Cody en forma de burla.





—¿En serio, Cody? —todos conteniendo la risa, desviaron la mirada —¿En cuál de tus miles de sueños fue? ¿En el mismo donde besaste apasionadamente a Isabella?





Isabella solía asistir en la escuela. Salió el año anterior y sin duda era la sensación en ese entonces. Largo cabello, ondulado, de color negro y unos ojos azules despampanantes. Curvas envidiables, pero un carácter horrible.


Los demás rieron y Cody sólo levantó su dedo corazón hacia Gael.





—Isabella dijo que mis labios eran arte —los presionó. Era en serio, o al menos así quería creer —Como sea, gracias a mi están aquí. Y gracias a mi tendrán un poco de acción hoy —guiñó su ojo. Pero se detuvo en la parejita —Excepto ustedes, a menos que sean un poco traviesos.





Entre charla y charla, historias falsas de Cody y besos de los enamorados, llegaron a la casa de Otto. Un lugar regular, normal. Los rumores decían por ahí que la familia de Otto y Alma eran muy ricos, pero que por una mala relación de sus padres con el resto, no quisieron darle nada. Aún así, era una casa enorme.


Los chicos entraron, pero antes de que Marlon entrara, detuvo a Cody en la puerta.





—Cody, prométeme que no te metiste en problemas con Otto.





Cody se quedó serio unos segundos. Si bien, no se metió en problemas. Pero había hecho algo que quizás lo metiera en unos: traer a las de primero. Sólo negó y sonrió lo más normal posible.





—Claro que no lo hice, Marlon. ¿Qué creías? Ahora entra y disfruta de la fiesta.





Ambos chicos soltaron una risa y entraron. Aquella fiesta era de las primera que asistían en aquel mes. Marlon al pisar el suelo de Otto, no debió haber pensado en qué se le vendría. Al igual que Cody, sólo que él si sabía lo que le vendría. O quizás, no del todo.

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