Latido del corazón © [Complet...

By KralovnaSurovost

1.5M 194K 47.6K

Sebastián Videla poseía los ojos de un demonio melancólico, tan frágil y dañado que Ángela nunca recuperó lo... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Anexo, Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
II Parte
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Anexo, Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Anexo, Capítulo 40
Capítulo 41
III Parte
Capítulo 42
Primera carta
Capítulo 43
Segunda carta
El Malo
Capítulo 44
Capítulo 45
Tercera carta
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Anexo, Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Epílogo
Agradecimientos
Capítulo extra
¡Consigue esta novela en PAPEL!
Fotografías del libro en papel

Capítulo 18

24.9K 3.3K 785
By KralovnaSurovost

—Sí, amor, lo noté.

Fingí no haber escuchado su apodo cariñoso. Podría seguir diciéndome "pequeña" o de esa nueva forma que me negaba a repetir, pero yo actuaría como si no fuera nada relevante. Tenía la esperanza ciega de que las amistades entre hombre y mujer normalmente fueran así de emocionantes y con una infinidad de apelativos afectivos. De lo contrario, ¿por qué Traian me trataba de esa manera? ¿Era así de afectuoso con todas las mujeres o solo conmigo? No era que la idea de él llamando a otra chica por mi mismo apodo me molestara, era solo curiosidad.

Llevé los dos platos repletos de panqueques y tocino hasta la isla de la cocina. Rellené los vasos con más jugo de manzana y coloqué todo de tal manera que estuviésemos listos para comer. Entonces, respiré profundo y rodeé la isla para ir a sentarme junto a él en uno de los bancos de madera favoritos de mi madre. Inmediatamente mi hombro rozó el brazo de Traian así que sutilmente alejé mi asiento.

Tuve que mantener fija la mirada en la comida frente a mí y así no parecer más extraña al observarlo comer. Mi curiosidad por cada cosa concerniente a Traian, desde su tatuaje hasta su forma de masticar, era muy inusual, por no decir que temía que no fuera sana. Ya había estado en una relación tóxica antes y si notaba que esta nueva amistad comenzaba a perjudicarme tanto como la anterior, iba a alejarme. No era opcional.

—¿Le pasa algo a tu comida? —preguntó. Estábamos tan callados que pude sentir en mi plato la vibración de su voz.

—Solo estaba pensando. —Hace unos momentos mi estómago gruñía, pero al divagar en mis pensamientos se extinguió mi apetito. Empujé mi plato hacia Traian, que ya había acabado más de la mitad del suyo—. ¿Quieres?

—¿Qué está mal? —bajó sus utensilios y centró toda la intensidad de sus ojos en mí.

Odiaba y a la vez amaba ser la receptora de tal preocupación. Definitivamente yo era una maraña de emociones confusas y contradicciones.

—Solo no tengo hambre. Son apenas las diez de la mañana, desayuné hace pocas horas.

—Vi cómo mirabas la comida hace un momento y lucías hambrienta. —En su plato cortó trozos de tocino que pinchó con el tenedor. Giró su cuerpo hacia mí y acercó el alimento a mi boca—. Ábrela.

—¿Qué? —Debía estar bromeando. Yo no iba a permitir que me alimentara—. No.

—Ábrela grande, Ángela. Te estoy dando de comer a partir de ahora.

No pude evitarlo y me eché a reír.

—No soy una bebé.

Entrecerró sus ojos y dio un rápido escaneo a mi cuerpo. Lucía más preocupado que otra cosa.

—Estás demasiado delgada.

Casi me caigo de mi asiento ante el ataque de risa que me produjo su afirmación.

—Tengo diez kilos de más, campeón. Me urge comenzar la dieta.

Traian bajó el tenedor y lo dejó en su plato con un pequeño estrépito. Me alegraba que renunciara porque definitivamente yo no iba a permitir que me diera de comer. Era increíblemente extraño y parecía un acto tan íntimo que analizarlo demasiado podría sacarme de quicio.

—¿Por qué eres una chica tan difícil? —cuestionó.

—Creo que de otra forma no te interesaría.

Me arrepentí en cuanto las palabras salieron de mis labios. ¿En qué estaba pensando? Sugerí que yo le interesaba y él podría tomarlo en el sentido romántico. Me sentía tan avergonzada. Abandoné mi asiento de un salto y sin atreverme a mirarlo caminé hasta la televisión de la sala y la encendí. Necesitaba que la voz de un extraño inundara mi casa ante el repentino, aunque justificado, silencio de mi invitado. Temía que respondiera mis últimas palabras porque sabía que me haría sentir aún más humillada. Tendría que aprender a cerrar mi boca.

—Mira —señalé el televisor, necesitando borrar la repentina incomodidad— es Sandra Bullock. Me encantan sus películas.

Me senté en el sillón y clavé mis ojos oscuros sobre el televisor. Realmente no tenía idea de qué película era, pero tenía los músculos del cuello tan tensos que podría partirse a la mitad. Me negaba a mirar hacia la derecha, donde Traian permanecía en silencio mientras terminaba de comer. Sabía que ambos estábamos pensando en lo que yo había dicho y no sabía qué más hacer para que lo olvidara. Sería más cuidadosa a la hora de abrir la boca a su alrededor.

—Ella es genial —volví a hablar después de un rato de crudo silencio. Seguía sin saber de qué iba la película, solo veía a la actriz peleando contra tipos enmascarados—. Mira esos movimientos, es una mujer increíble.

Escuché las patas del asiento rasgar el suelo cuando Traian se levantó. Yo podría hacerme pasar perfectamente por una estatua de mármol en ese momento. Lavó los platos en el fregadero, los secó y los guardó. Debo confesar que estaba espiándolo un poco por el rabillo de mi ojo. Le tomó un par de minutos y entonces ni la película fue capaz de apaciguar la incomodidad que nadaba entre los dos.

Inhaló aire como si lo necesitara. ¿Planeaba venir a decirme unas cuantas verdades? Con mi visión periférica supe que se dirigía hacia mí. Fingí estar profundamente interesada en la extraña escena que se estaba desarrollando en la pantalla, decidida a ignorar la manera en la que se erizaron los vellos de mis brazos cuando se detuvo a mi lado.

—¿Verás la película conmigo? —por más que lo intenté no logré camuflar el nerviosismo de mi voz.

Se sentó. Permanecí tan quieta que no era natural. Sabía que cualquier movimiento de mi parte haría que nuestros cuerpos se rozaran, pues el sillón no era de un tamaño muy grande. Si estiraba mi brazo podría tocar su pierna y si giraba mi cabeza solo estaría a unos cuántos centímetros de la suya.

Percibí su mirada en mi perfil. ¿Qué tanto observaba? Casi podía sentirla como una caricia sobre mis facciones. ¿Se estaría preguntando qué tan mal de la cabeza estaba yo como para sugerir que tenía algún tipo de interés romántico en mí?

—Tienes razón —dijo al final.

—Sí —tragué. Los nervios me hacían juguetear con las manos en mi regazo—, es una actriz estupenda.

—No me refería a eso —pronunció con lentitud.

A partir de ese momento, ninguno de los dos volvió a hablar. Íbamos por la tercera película cuando me quedé dormida.

Al despertarme no estaba plenamente consciente y sin embargo tenía muy claro que me encontraba sobre Traian. El día se había enfriado y los sonidos de un anuncio en la televisión eran lo único que lograba percibir. Mantuve los ojos cerrados mientras poco a poco comenzaba a volver en mí. La única razón por la que no saltaba y me alejaba de él era porque aún estaba somnolienta y podía hacerme creer que todo era un sueño con tal de mantenerme unos cuantos segundos más en aquella posición. Mi brazo izquierdo se encontraba doblado entre nuestros pechos, mi mano derecha colocada en algún lugar cerca de su corazón. Tenía la nariz enterrada bajo su barbilla y mis piernas estiradas sobre las suyas.

Ahora era plenamente consciente, pero decidí permanecer invidente. La respiración de Traian era lenta pero fuerte y me hacía ascender y descender sobre su pecho con facilidad. Aspiré todo el aire que me fue posible y llené mis pulmones con su aroma. Sabía que tenía que alejarme de él y proferir gritos con indignación, pero me sentía tan cómoda por primera vez en años que no planeaba distanciarme pronto, aunque las hipócritas reglas de la decencia y la sociedad exigieran lo contrario.

¿Estaba dormido también? No lo sabía, así que me convenía fingir que yo seguía soñando con tal de que no me apartara. Sin lugar a dudas ese día había resultado más bizarro de lo que podría haber imaginado, pero me estaba gustando. ¿Para qué lo iba a negar? Fui maltratada por un cretino por mucho tiempo y ahora me sentía encantada por la atención que recibía de un hombre que apenas conocía. A muchos les parecería amoral o algo de lo cual avergonzarse, pero me importaba muy poco en ese momento. Había llorado tanto que no iba a separarme de quien estaba consiguiendo hacerme sentir una chica atractiva que poco a poco comenzaba a levantar su autoestima.

Que se jodiera la gente, que se metieran su puritana opinión donde quisieran. ¿Que no era correcto acurrucarme tranquilamente con un extraño? Quizá no lo era. ¿Que no estaba bien sentirme confortable al lado de alguien cuyos secretos más oscuros desconocía? Pues no lo estaba. Pero era la realidad que estaba viviendo, sintiendo un placer que merecía después de muchas lágrimas. No iba a negármelo para aparentar ante los demás. ¿Qué harían ellos por mí cuando volviera a sentirme mal?

Acaricié el cuello de Traian con un movimiento de mi nariz y él soltó un diminuto suspiro. No tardé mucho en volver a caer en un sueño profundo.

Volví a despertarme. Tenía que averiguar qué hora era pues mi madre llegaría a casa del trabajo cerca de las seis de la tarde. Además, me estaba muriendo de hambre. Creo que fue el movimiento en mi estómago lo que me despertó. Si no, posiblemente hubiera seguido durmiendo hasta la noche. Traian no era tan suave como una cama pero fue su presencia la que sirvió como embrujo para hacerme descansar en compensación por todas esas noches que pasé en vilo.

Abrí los ojos y tuve que pestañear hasta volver a adaptarme a la luz; eso solo era una pista de todas las horas que había pasado durmiendo. No me extrañaría que fueran pasadas las tres de la tarde. Necesitaba espabilarme, conseguir algo de comida e ir al baño con urgencia. Alcé la cabeza y me encontré con Traian quien también estaba durmiendo, justo como lo sospeché. Sus pestañas eran del color del ébano y hacían parecer sus mejillas aún más blanquecinas. Era un contraste que me dediqué a estudiar por varios segundos silenciosos. Estaba sumergido en un sueño profundo y tenía el privilegio de poder examinar su rostro sin temor a quedar como una acosadora, así que me fijé en cada pequeño detalle sobre su tez y en la forma en la que sus labios entreabiertos dejaban escapar su respiración. 

Él tenía sus brazos envueltos alrededor de mi cintura, con una cantidad de fuerza que podría sugerir que no era del todo consciente de lo que estaba haciendo. Requirió demasiada voluntad separarme y con delicadeza desenvolver sus brazos de mi cuerpo. Toqué el suelo con mi pie y logré levantarme sin despertarlo. Permanecí de pie junto al sillón, pensando otra vez en cuán inverosímil resultaba mi situación. Tenía al chico de ojos grises y actitud intimidante con su cabeza apoyada en el reposabrazos de mi sofá, el cuerpo estirado y sus brazos ahora sin alguien a quien aferrarse. Casi podría hacerse pasar por una criatura inmaculada en esa posición.

—No puedo creer que te hayas acurrucado con él.

Solté un pequeño grito y me giré. En cuestión de segundos la adrenalina había corrido como fuego por mis venas y estaba preparada para lo peor. Nunca imaginé encontrarme con mi antiguo mejor amigo con su espalda apoyada contra la pared junto a la puerta cerrada, los brazos cruzados con fuerza sobre el pecho y mirándome con tal cólera que podría convertir mi voluntad en cenizas.

—¿Cómo demonios entraste? —no grité, pero requirió un gran esfuerzo poder moderarme. Mi corazón estaba a punto de desmayarse.

Traian se removió mas no se despertó y la mirada de Sebastián cayó sobre él con una mueca de puro disgusto.

—No le conoces y ya han dormido juntos —sonó tan frío que me estremecí.

—¿Cómo entraste, Sebastián?

—La puerta de esta casa siempre estuvo abierta para mí, y siempre lo va a estar.

—¡Lárgate! —pronuncié con un grito ahogado. Mi cabeza comenzaba a doler y no podía creer lo que estaba pasando. ¿Estaría soñando otra vez?—. ¡No vuelvas a entrar a mi casa sin mi consentimiento!

Parecía hacer un gran esfuerzo para no comenzar a gritar. Su contención era tan peligrosa como la mirada en sus ojos.

—Esta fue mi casa también. Nunca tuve que pedir ser invitado.

—Eso es el pasado. ¿Crees que puedes entrar —grité— y observarnos dormir como un enfermo?

—La puerta estaba abierta.

—¡No me importa! ¡Fuera de mi casa! ¿Te escapaste del colegio?

—Necesito hablar contigo. —Presionaba sus dientes juntos con tal fuerza que podrían romperse. Separó su espalda de la pared, sin embargo, no se acercó a mí. Mantuvo las manos echas puños a sus costados y sus ojos echaban chispas al igual que los míos.

—No voy a hablar contigo —sentencié con dureza.

—¡Joder, necesitamos hablar!

—¡Fuera de mi casa!

—Ángela... 

—¿Qué parte no entiendes? ¡Fuera! 

—Mi mamá tiene leucemia.



Continue Reading

You'll Also Like

16K 4.3K 36
Todo cambió ese día, ese día arruinó mi vida, ese día se llevó todo lo que quería, ese día acabó con la Allison que creía conocer. Me llamo Allison...
6.2M 308K 81
¿Qué haríais si una modelo realmente famosa viene a tu instituto pero tú no la reconoces? ¿Cómo te llevarías con ella si fuera una modelo disfrazada...
15K 918 33
kaito , guardaespaldas profesional de 22 años , se le ha contratado cuidar a hatsune miku de 17 años , hija del presidente de la empresa Vocaloid...
3.7M 149K 75
El, el fuego que calentó su Artico Ella, el frío que congelo su infierno