The Senior Year (Secuela de S...

By EMMolleja

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Nuevos personajes. Nuevas locuras. Nuevas amistades. Nuevo chico. La secuela de She is one of the boys está a... More

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Prólogo
Capítulo 1: «Feliz primer día»
Capítulo 2: Almuerzos voladores
Capítulo 3: El que ríe de último, ríe mejor
Capítulo 4: De problemas existenciales y llamadas telefónicas
Capítulo 5: Aula 300: Detención
Capítulo 6: Cosas perdidas
Capítulo 7: Fuego y Hielo
Capítulo 8: Invitaciones surreales
Capítulo 9: Skype, Mattlan y un poco de Hunter McLaggen
Capítulo 11: Mexicanos, enchiladas y un domingo por la tarde
Capítulo 12: Una tregua convencional
#PrayForVenezuela. Comunicado.
Capítulo 13: Johnny Bravo con mucho bótox
Capítulo 14: Problemas que Dylan Carter tiene que resolver
Capítulo 15: Wolfer
Capítulo 16: Dylan Carter vs The World
Capítulo 17: De "terapia emocional" clandestina
Capítulo 18: De "terapia emocional" clandestina. Parte 2
Meeting - Maracaibo.
Capítulo 19: La culpa, el karma y la desesperación
Capítulo 20: La visita de Sawyer
Capítulo 21: Asuntos Incompletos
Capítulo 22: Cierres
Capítulo 23: La Nueva Realidad
Capítulo 24: Visitas Inesperadas
Capítulo 25: Un Halloween para recordar
Capítulo 26: Prisioneros
Capítulo 27: Dylan 'La Rompe Relaciones' Carter
Capítulo 28: La Srt. Prince, depresión y Paul's Hardware Store
Capítulo 29: Dentro de Paul'S Hardware Store
Capítulo 30: Empoderamiento a la Carter... Algo así
Capítulo 31: Friends Will be Friends
Capítulo 32: En Algún Lugar de Nueva Jersey
Capítulo 33: Caminata de la vergüenza
Capítulo 34: Caminata de la vergüenza. Parte 2
Capítulo 35: Incómodos (primeros) encuentros
Capítulo 36: El regreso de la vieja Dylan
Capítulo 37: Westlan
Capítulo 38: De hermanos y sorpresas
Capítulo 39: El mejor momento de reconciliación en... ustedes saben el resto
Capítulo 40: Happy F*cking Thanksgiving Parte 1
Capítulo 41: Happy F*cking Thanksgiving Parte 2
Capítulo 42: Carter y McLaggen
Capítulo 43: La familia McLaggen
Capítulo 44: De cambios trascendentales
Capítulo 45: Dylan Osito Cariñosito y su modo ataque
Capítulo 46: Mensajeros misteriosos y conversaciones a puerta cerrada
Capítulo 47: Cálidas bienvenidas
Capítulo 48: Sorpresas, sorpresas
Capítulo 49: A Lot Like (In) Christmas
Capítulo 50: Cumpleaños Feliz
Capítulo 51: ¿Qué Pasó Ayer? Parte 1
Capítulo 52: ¿Qué Pasó Ayer? Parte 2
Capítulo 53: ¿Qué Pasó Ayer? Parte 3
Capítulo 54: Después del descontrol
Capítulo 55: De conversaciones pesadas
Capítulo 56: De corazones abiertos
Capítulo 57: New Jersey State of Mind
Capítulo 58: Los Tigres de Princeton
Capítulo 59: Juegos, chapuzones y un poco de la novia cavernícola
Capítulo 60: La cita caliente
Capítulo 61: De crisis existenciales y ratas imaginarias
Capítulo 62: De bromas crueles, rituales y limosinas
Capítulo 63: El Baile de Graduación
Capítulo 64: De Finales
Epílogo
Nota final de la autora
Especial de Halloween: La Casa Embrujada

Capítulo 10: Homecoming night

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By EMMolleja

A pesar de la insistencia de Hunter por fingir que esto era una cita normal para el baile, no iba a dejar que él me llevara a ninguna parte, por lo que el trato era; o yo conducía, o podía olvidarse de mi ayuda. Gracias a los dioses, eligió bien, porque no pensé demasiado en las consecuencias de si se negaba a mi petición.

Entonces, heme ahí, conduciendo el jeep en silencio, con Hunter de copiloto. No iba a negar que estaba un poco nerviosa. A lo largo de mis años con los chicos, habíamos hecho alguna que otra cosa jodida en la escuela, pero nada que pudiera costarnos una expulsión, nada tan grave como meterse en el salón de profesores y robar exámenes.

Pero... no tenía otra opción, ¿cierto? 

El collar era mi prioridad y no pensaba regresar a casa sin él.

Mantuve mi vista enfocada en el camino. No quería dirigirle la palabra a Patch Junior, no éramos amigos, ni siquiera conocidos; de hecho, Hunter estaba rozando la línea del archienemigo de película. Apreté la mandíbula cuando noté de reojo que encendía un cigarrillo. Chase se moriría si supiera que alguien —precisamente él—, estaba llenando de bacterias a «su bebé».

—Abre la ventanilla si vas a fumar —le espeté, sin poder resistir el humo resecando mi garganta—. No estás en tu moto.

Lo escuché reírse de mi petición; sin embargo, mantuve mis ojos en la carretera, ignorándolo.

—Sí, señora —dijo en tono burlón, obedeciéndome.

Bufé, tomando una respiración profunda. «Solo tienes que soportarlo por esta noche, Dylan. Haz el trabajo, recupera lo que es tuyo y podrás olvidarte del chico».

—¿Por qué tan callada? Un viaje en auto es el mejor lugar para socializar —comentó, manteniendo el brazo con el cigarrillo estirado fuera de la camioneta—. Vamos, háblame un poco del collar, Lanie, ¿por qué es taaaaan importante para ti?

—¿Y por qué debería de responderte eso? —expresé, girando el volante a la izquierda—. Tú y yo, no somos amigos, y tampoco estoy interesada en serlo, así que ahórrate las preguntas personales.

—Y yo que quería que me contaras todo sobre tu triángulo amoroso...

Frené bruscamente en un semáforo, haciendo que Hunter saliera expulsado hacia delante y dejara caer su cigarrillo en el asfalto. Hubiese sido divertido verlo golpearse con el tablero de la camioneta. No obstante, su cinturón de seguridad me privó de ese pequeño placer de la vida.

—¡Joder, Lanie, conduces como la mierda! —me reprochó, girándose hacia mí.

Lo miré con dureza.

—Estoy haciendo un esfuerzo sobrehumano para poder soportar esta noche contigo —le espeté—. Si es posible odiar a alguien en tan poco tiempo, tú lo has conseguido; no me agradas, McLaggen, no has hecho otra cosa más que molestarme desde que llegaste y después de que tenga mi collar de vuelta, no quiero cruzarme de nuevo contigo, ¿me entiendes? No más Hunter en mi camino, ¿me entiendes?

—Estás tratando demasiado a que yo no te agrade, Lanie —se rio, divertido.

—Que te den —gruñí por lo bajo, frustrada por su inhabilidad de entender mi desprecio.

Lo ignoré el resto del camino. Él intentó de nuevo sacarme conversación, pero hice un trabajo admirable fingiendo que no estaba ahí. Luego de diez minutos de charla incesante, logró entender que no pensaba responder a nada de lo que dijera.

—¿Estás lista para la mejor noche de tu vida? —me preguntó Hunter mientras ambos caminábamos hacia el gimnasio de la escuela.

—Sí —contesté, sarcástica—, porque será jodidamente inolvidable.

—Después de hoy, estoy seguro de que le quitarás el sarcasmo a tus palabras —aseguró.

Puse los ojos en blanco y aceleré mi paso, dejándolo atrás para salvarme de más charla forzada de su parte.

—Es blanco, rojo o celeste. —La chica de la entrada miró a Hunter con el ceño fruncido—. Y tú no estás usando ninguno de esos colores.

—Esto es blanco, ¿no? —Él señaló la camiseta bajo su chaqueta de cuero.

Ella apretó los labios con disgusto. La conocía, también era de último año, su nombre era Betty y participar en todos los comités organizadores para los bailes y eventos de la escuela era como su más vívida pasión. Se lo tomaba en serio, a tal punto que tener a Hunter contradiciendo sus reglas parecía tenerle al borde de una crisis.

—Pero... —Betty quiso reprocharle.

—¿Estás segura de que no quieres dejarme entrar? —la cortó mi compañero—. ¿No ves que llevo puesto algo blanco? No es justo que no quieras dejarme entrar si tengo algo blanco, ¿sí sabes que soy el sobrino del director Patch, cierto?

Betty comenzó a tener un tic nervioso en su ojo derecho.

—Uh... Solo... Solo... —tic, tic, tic—. Solo entren. —tic, tic.

No sabía si sentirme mal por la pobre chica, o reírme de Hunter y su ridícula movida de "soy el sobrino del director".

—¿Quién iba a decir que la carta de Patch te funcionaría? —le comenté, divertida—. La pobre estaba a punto de tener un recalentamiento cerebral. Casi pude ver el humo salir de su cabeza.

—¿Lo viste también? —se rio McLaggen.

Me uní a sus risas, hasta que recordé con quién me encontraba, y la broma ya no me pareció tan graciosa. Dejé de mirarlo y me enfoqué en nuestro alrededor, volviendo mi cabeza fría y entrando en modo negocios.

Dentro del gimnasio, la iluminación era una mezcla entre rojo y azul, había mesas organizadas estratégicamente alrededor del lugar, enfundadas en manteles blancos y sillas de ambos colores. Del techo caían espirales de papel azul, simulando el hielo, supongo, y de hecho, a lo lejos, pude ver una escultura de hielo verdadero en la mesa de bocadillos.

Supongo que Betty tenía razones para dedicarse a esto.

—Bien, ya estamos aquí, tú déjame saber cuándo quieras hacer el trabajo, mientras tanto estaré con Matthew —le dije, impaciente por alejarme de él antes de que la gente se percatara que había venido con el sobrino del director.

—¿A dónde vas? —me preguntó, sujetándome del brazo para detenerme—. Tenemos que permanecer juntos, Patch no pareció muy convencido cuando le dije que me gustaban los bailes, así que debe estar vigilándome y esperando cualquier paso en falso. Necesitamos vernos felices de estar aquí, eso significa... —Me jaló a su costado, haciendo que chocara con su cadera—, que vamos a tener la increíble experiencia completa de un baile, juntos.

—Perdón, pero fingir que me caes bien no era parte del trato —le comenté, propinándole un codazo en la costilla que lo hizo saltar lejos de mí—. Y por el bien de tus pelotas, te aconsejo que mantengas tus manos para ti mismo.

No esperé respuesta de su parte, lo miré con desprecio una última vez y caminé hasta la mesa de aperitivos, esperanzada de que Matthew llegara al rescate. Y quizá para comer algo de la mesa. No podían culparme por la tentación, Betty también había escogido bien el catering.

Oye, necesito apoyo moral, ¿ya llegaste?

Le envié el mensaje de texto a Matt y alcé la vista hacia la multitud de adolescentes.

Estar en el baile me hizo recordar el baile de graduación de los chicos. Terminó yendo mucho mejor de lo que creí. Patch como protagonista de la noche, borracho hasta el culo —al igual que los chicos—, quienes todos juntos terminaron bailando una torpe y graciosa versión de la Macarena. Espectáculo que quedó grabado en video y guardado en un lugar seguro por si lo necesitaba en algún momento de mi vida futura.

Sin embargo, ahora, nada de lo que veía a mi alrededor me causaba la más mínima diversión.

—Dylan, ¿es que recordaste de último minuto que hoy había un baile y simplemente te pusiste un vestido y viniste hasta aquí?

Cerré los ojos y tomé una respiración profunda. Por supuesto que Becka tenía que estar para completar mi noche de mierda.

Me giré hacia ella de mala gana, y tuve que entrecerrar mis ojos al verla porque las luces del baile se reflejaban en su corto vestido de brillantes y molestas lentejuelas rojas.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —inquirí, estirando mi mano para alcanzar un canapé de la mesa y llevármelo a la boca.

Ella enarcó una ceja con arrogancia, como si estuviese retándome en silencio a continuar alimentando la posible discusión que terminaríamos teniendo.

No era como si dejaría que alguna vez ganara en estas cosas. Ganar nuestros ataques verbales era uno de mis tantos entretenimientos favoritos.

—¿Eres alguna especie de masoquista, Ashton? Porque en verdad parece que lo fueras —retomé entonces, masticando toscamente para causarle asco.

Becka arrugó la nariz ante mi gesto.

—¿Con quién viniste esta noche? Porque es curioso que de repente que tus chicos no están, te comiencen a interesar los bailes —indagó, juzgándome abiertamente con la mirada—. ¿Ya tan rápido engañas a West? Si no ha pasado ni el mes.

Metí otro canapé en mi boca, ahogando con comida mis ganas de hacerle saber que estaba a un paso de hacerme cabrear en serio.

«No puedes meterte en problemas aquí, Dyl, no puedes, recuerda el collar, necesitas pasar desapercibida. No puedes meterte en problemas».

—Repito, ¿eres alguna especie de masoquista, Ashton? —la presioné, sintiendo cómo mi mano libre se convertía en un puño blanco.

—No, es solo que aposté con mis chicas cuánto te tardarías en dejar botado a West por otro —contestó, mordaz—. Por lo que estoy haciendo un sondeo a ver qué tanto dinero terminaré ganando cuando eso ocurra.

Apreté la mandíbula y sentí cómo mis fosas nasales se expandían mientras mi respiración se volvía agitada. ¿Sí están de acuerdo con que la chica le encantaba sacarme de quicio, hacerme explotar y sufrir las consecuencias de eso?

Sí, ella definitivamente era una masoquista.

Di un paso adelante, pero la mano de alguien me jaló hacia atrás. Lo siguiente que supe, fue que Hunter apareció a mi lado, apretando su agarre en mi hombro como si hacía unos minutos no le hubiese dicho que mantuviera sus manos para sí mismo.

Joder.

—Aquí estabas —dijo él, con un falso tono de voz que registré enseguida—. Estaba buscándote para que bailáramos un poco.

Becka parpadeó hacia McLaggen, viéndose sorprendida de que él estuviese hablando conmigo.

—¿Dylan es tu cita? —le preguntó, riendo entre dientes—. ¿Después de todo lo que te dije sobre ella?

Sabía que había sido ella la chismosa, no había que ser demasiado inteligente para descifrar ese misterio.

—Sí, las rompe hogares son mi tipo, ¿qué puedo decir? —le contestó, casual.

Iba a matarlo después de esto.

—¿Haciendo un movimiento con el sobrino del director en apenas dos semanas de haber llegado? —Becka me encaró, mirándome con una satisfacción molesta—. No me equivoqué cuando aposté que West no duraría ni el mes, después de todo.

Hunter volvió a salvarla de mi furia cuando me arrastró lejos de la chica, hacia la pista de baile. En el momento en que Becka no estuvo a la vista, me sacudí con fiereza de su agarre.

—¿Qué hablamos sobre la posible patada en las pelotas, McLaggen? —le gruñí, dedicándole una mirada asesina—. No quiero que me vuelvas a tocar, mucho menos bailaré contigo.

—Bueno, de alguna manera tenía que salvar un posible espectáculo de tu parte que mandaría todo a la mierda —explicó, sarcástico—. Te dije que Patch estaría vigilando, no podemos estar llamando la atención.

—¿Por eso entonces te estás comportando como un jodido búho acechador? —repliqué.

—Pusiste con ella la misma expresión que cuando te lanzaste sobre mí en la clase de Gimnasia, así que sí, tuve que intervenir antes de que decidieras golpear también la nariz de la Hoompa Loompa.

En cualquier otra ocasión, me hubiera reído del apodo que McLaggen le había puesto a Becka, pero el enojo que sentía por atenerme a sus reglas, opacaba cualquier parte de mí que quisiera estar de acuerdo en algo con él.

—Está bien, buena salvada o lo que sea, pero independientemente de eso, no bailaré contigo —le repetí, dispuesta a girarme y alejarme lo más que pudiese del chico.

No podía permitirme tener a Becka haciéndose una idea errónea de todo el asunto. Después de lo que había hecho en el Halloween pasado, con West y con Sawyer, sabía el alcance que tenía cuando se proponía a joderme la existencia.

Sin embargo, mi escapada se vio comprometida al visualizar a Patch junto a Timothy, parados en el escenario y mirándonos directamente. La expresión en sus rostros me confirmaba que Hunter no había estado mintiendo con lo de vigilancia.

Mierda.

Encaré a McLaggen, resignada a que tendría que fingir disfrutar bailar con él, aunque fuese una canción.

—Te lo dije —masculló él, tocándome, de nuevo, para acercarme a su cuerpo.

—Alto ahí. —Puse una mano en su pecho y estiré mi brazo hasta donde pude, colocando una distancia de alrededor de un metro entre nosotros—. Existen bailes sin contacto, ¿sabes?

—¿Qué clase de baile es sin contacto, Lanie? —gruñó, claramente impacientándose por mi terquedad.

—El que acabo de inventar —gruñí de vuelta, manteniendo mi brazo extendido hasta que se hiciera la idea de que la única manera en que bailaría con él era esa.

Hunter puso los ojos en blanco, pareciendo fastidiado.

—No estás siendo una compañía tan entretenida como esperaba —resopló, comenzando a seguirle el ritmo a la canción.

Gracias a los dioses, no era una lenta.

—¿Qué esperabas? ¿Que luego de ser chantajeada por ti para arrastrarme a un evento escolar que detesto, fuese a convertirme de repente en una Giselle y cantarte Beso de Amor? —ironicé, irritada.

—¿De qué coño hablas? —preguntó, confundido ante mi referencia.

Argh, de que eres un idiota si pensabas que de alguna forma te haría las cosas fáciles —le expliqué.

—Bueno, intenta al menos sonreír y no pisarme los pies, recuerda que si nos llegan a atrapar, no habrá trato —enfatizó las últimas palabras.

Apreté la mandíbula, no dije nada más y me concentré en dar una buena actuación para nuestros espectadores.

Mi nuevo baile sin contacto fue todo un fracaso. No había manera de no rozar nuestros cuerpos al movernos, había demasiadas personas a nuestro alrededor y era inevitable no terminar como sardinas en lata. Busqué a Matthew con la mirada entre la multitud, desesperada por tener una excusa —no sospechosa— para alejarme.

—¿Alguna vez te relajas? —inquirió Hunter, haciendo una extraña mueca entre su sonrisa falsa.

—No contigo —contesté, manteniendo mi sonrisa falsa también.

—Voy a dejar que termine el baile porque es doloroso ver lo mal que finges, Lanie —comentó de mala gana—. Pero cuando Patch suba a coronar a la reina, será nuestro momento de escabullirnos.

—Vaya, todo un plan perverso, ¿no es así? —dije, sarcástica.

—Eres una llaga en el culo —dijo, poniendo los ojos en blanco.

—Créeme, si yo soy una llaga en el culo, tú eres como la diarrea, McLaggen —contraataqué entre dientes—. Iré a buscar a Matthew.

Me alejé, pisando fuerte su pie en mi camino hacia la entrada del gimnasio. Lo escuché quejarse y no pude evitar sonreír. Por primera vez, deseé haber tenido zapatos de tacón. Eso habría dolido más.

Logré encontrar a Matthew unos minutos después. Este, con su traje completamente blanco, había estado observando el baile entre Hunter y yo desde lejos. Me dio una mirada de perplejidad y antes de que le diera un cortocircuito a su cerebro, le expliqué toda la situación.

—Dylan, ¿qué hay si Timothy logra atraparlos? —preguntó Matthew, asustado—. Sabes lo que eso significa, ¿no?

Resoplé.

—No será complicado, él tiene una llave maestra, no vamos a dejar evidencia. Le sacaremos copias a los exámenes, los dejaremos donde estaban y listo —le expliqué para tranquilizarlo—, tú solo tienes que actuar normal y disfrutar del baile, todo saldrá bien.

—Luego de lo que me acabas de decir, no creo poder actuar normal, Dylan —confesó, mordiéndose el labio—. Esto no es una buena idea, dijiste que Hunter solo quería venir al baile contigo, no que... harían eso.

—Sé lo que dije, esto también me sorprendió a mí —reconocí—. Pero necesito recuperar ese collar.

—Lo sé, Carter, tienes serios problemas de racionalidad, pero lo sé. —Él pasó una mano por su rostro, claramente estresado—. Está bien, estaré aquí y te avisaré si veo algo extraño.

—¡Y ahora, todos en silencio, por favor, estamos a punto de dar los resultados de la elección del Rey y la Reina de este Baile de Bienvenida con nuestro director Patch McLaggen! ¡Un aplauso para él! —El director Patch comenzó a subir las escalerillas del escenario y como Hunter predijo, todas las personas en el baile pusieron su atención en él.

—Vale, es hora —le avisé a mi querido amigo.

—Ten cuidado, por favor —me pidió, dándole un apretón de apoyo a mi brazo antes de que me fuera en busca de McLaggen.

Por suerte, no tuve que buscarlo mucho, ya que él me encontró primero.

Salimos del gimnasio sin problemas. Todos estaban concentrados en el momento de la elección del Rey y la Reina, por lo que nuestra huida no fue demasiado visible, incluso Timothy Cabeza de Condón se había distraído con el discurso de Patch. Eso logró tranquilizar un poco mis nervios.

—¿Cuál es el atajo para llegar al aula de profesores más rápido? —me preguntó Hunter en voz baja, mientras caminábamos por el solitario pasillo principal.

—Por aquí —le indiqué, girando a la derecha, dirigiéndonos al pasillo que llevaba a la cafetería—. Tenemos que atravesar la cafetería y así acortamos un poco de camino.

—Excelente —dijo, manteniéndome el paso.

—¿Qué es lo que sigue en tu plan perverso? —inquirí, atenta a cualquier movimiento extraño a mi alrededor—. Entramos, fotocopiamos los exámenes y salimos, ¿eso es todo?

Yo entraré —puntualizó—. Tú te quedarás en la puerta vigilando que nadie se aparezca. En tal caso, das dos golpecitos a la madera y corres lejos como el infierno.

—Aún no puedo creer que no llevas ni un mes en esta escuela y ya estés manejando estos "negocios" —confesé, verdaderamente sorprendida—. ¿Acaso hacías esto mismo en tu otra escuela? ¿Eras todo un experto en robar exámenes y venderlos?

Una pequeña sonrisa se elevó en sus labios.

—Pensé que no debíamos hacer preguntas personales, ya que no somos amigos —me dijo, sin dejar de sonreír—, pero no, no era "todo un experto en robar exámenes y venderlos". Tenía otros tipos de diversión.

—Vaya, qué fascinante —ironicé, aunque de repente sintiéndome curiosa por saber más.

«Dylan, él no es tu amigo y tampoco lo será».

Cierto.

—Si logramos salir ilesos de esta, no te preocupes, te daré una parte del dinero, además del collar. —Nos detuvimos en la puerta de la cafetería y nos miramos.

«Él no es tu amigo».

—No quiero el dinero —lo rechacé, frunciendo el ceño—. El collar es suficiente —aclaré, rompiendo contacto visual y poniendo mi atención en abrir la puerta sin que crujiera—. Tiene valor sentimental.

¿Por qué carajo acabo de decir eso? A callarse ya.

—Ya entiendo, ¿de tu novio? Un poco cliché a mi parecer, pero la intención es lo que cuenta, ¿no? —opinó, burlón.

—Eres un idiota —resoplé, enojada conmigo misma por siquiera sacar el tema a relucir.

Cruzamos la cafetería en silencio y salimos por el otro pasillo. La rara atmósfera de antes se había disipado, lo cual agradecí. Creo que tantas dosis de Hunter McLaggen en una noche comenzaba a afectarme las neuronas.

Sin embargo, cuando llegamos al aula de profesores, la tranquilidad que me había experimentado al salir del gimnasio sin ser vistos, también hizo acto de ausencia. Mi corazón se encontraba inquieto, miraba a los lados como una loca paranoica, imaginándome la horrible posibilidad de que Timothy se apareciese tras de mí, con una sonrisa macabra diciendo: "Juego terminado, Carter". Me estremecí ante ese escenario.

Joder, Hunter tenía que apresurarse.

Revisé mi celular al menos unas tres veces, por si Matthew me enviaba un mensaje de texto advirtiéndome de algo. Y gracias a Dios, eso no ocurrió. Hunter salió con una fina pila de papeles en su mano, cerró la puerta de nuevo con llave y me dedicó una sonrisa llena de satisfacción.

—Como te dije antes, pan comido, Lanie. —Agitó el papel frente a mi cara y se guardó la llave en el bolsillo.

Y justo en ese momento, fue cuando escuchamos un ruido.

No nos dio tiempo de ver quién era realmente; si era Ramón, un ratón, o algún profesor, lo único que sé fue que corrimos antes de que quienquiera que fuese, pudiera pillarnos.

Con el corazón cerca de salirse por mi garganta, corrimos pasillo abajo. Gracias a Dios, pudimos pensar con un poco de racionalidad y nos propusimos a cruzar al azar de pasillo en pasillo, en caso de que ese alguien nos estuviera siguiendo.

Al cabo de unos minutos de nuestra loca persecución, nos percatamos que en realidad, nadie nos seguía.

Pienso que la adrenalina nos afectó, ya que de repente, nos estábamos echando a reír. A carcajadas.

¡Jodido susto que acabamos de pasar!

—¡Eso fue genial! —se rio Hunter, jadeante por la reciente carrera—. ¿No crees que fue genial, Carter? ¿Qué se siente ser parte de una persecución? ¿Dirás algo sarcástico ahora?

—No jodas el momento, McLaggen —me reí también, intentando recuperar el aliento—. Permíteme disfrutarlo.

Su carcajada se vio ahogada por el tono de llamada de mi teléfono.

—Por supuesto que no silenciaste tu teléfono —me regañó Hunter, dejando de reírse abruptamente para darme una mirada de reprenda.

Shhh —lo callé, apresurándome a sacar mi celular para revisarlo—. No hables tan alto, y por supuesto que no lo hice, le pedí a Matthew que nos avisara si veía algo extraño.

Mierda, no era Matt quien llamaba... se trataba de West.

—¡Yuuuuuuju! ¿Eres Dylan Carter? —Una voz que no era la de West, fue lo que me contestó en la otra línea—. ¿Eres la ardiente novia de mi gran, gran amigo West?

—¿Kyle? —Fruncí el ceño, reconociendo aquella voz masculina—. ¿Qué rayos haces llamándome tú del teléfono de West?

Se escuchó un coro de borrachas carcajadas en el fondo.

—¿Me tienes en altavoz?

—Pues, sí, verá, señorita Carter, aquí estos chicos junto a mí querían llamarla, así que solo les di un empujoncito, o mejor dicho, solo apreté un botoncito, ¿me entiendes? ¿Entiendes el chiste? —Volvió a carcajearse.

¿Qué diablos...?

—¡Dame mi teléfono! —West se escuchó al fondo—. ¡Bebé! ¡¿Estás ahíííí?!

Oh, Dios, no podía lidiar con ebrios alocados ahora mismo.

Hunter me hizo un ademán para que colgara la llamada, pero le di la espalda y lo ignoré. Necesitaba un momento para pensar en una manera de deshacerme de los borrachos sin que se percataran de nada.

—West, ¿cómo es que estás tan ebrio?, ¿dónde están Chase y Sawyer? —le pregunté en voz baja.

—¡Chiiiiicos! ¡Dylan quiere saber dónde están! —balbuceó él con un eufórico entusiasmo.

—¡Aquíííí! —Los chicos gritaron en el fondo, igual de ebrios que él.

—Joder, ¿pero qué les ha pasado? —inquirí, sin saber si reírme por su estado de ebriedad, o llorar por la inoportuna llamada.

—Bebé, mi bebé —suspiró West—. Hemos ganado el partido y luego hemos ido a celebrar. Ha ido genial, ¿sabes? Hasta me siento orgulloso de mí mismo... Anoté unos cuantos touchdowns, y quise dedicártelos a ti, pero no estabas en las gradas, así que... así que no pude hacerlo. Te extraño, ¿entiendes? —Su voz se hizo más ronca en sus últimas palabras—. Te extraño como un loco. ¿Dónde estás ahora? Quiero saberlo, dime dónde estás, qué llevas puesto. Dylan, te amo, ¿lo sabes, cierto?

—West... estás borracho...

—Deja de Westearme, no estoy taaan ebrio. —Se echó a reír—. Solo quería hablar contigo para contarte eso. Y para decirte que no sé si es siquiera posible, pero desde que estoy aquí, creo que me he enamorado más de ti. Te amo, quisiera tenerte aquí conmigo, quiero hacerte el amor, ¿sabes? Esta maldita abstinencia está acabando conmigo —Volvió a echarse a reír—. Mierda, te amo, bebé. Te extraño, ya te lo dije, ¿no? No... creo que no.

Un nudo se hizo presente en mi garganta. A pesar de que sabía que West se encontraba probablemente al borde de la inconsciencia, sus palabras incoherentes lograron llegar hasta la Dylan Sensible.

—Yo también te amo y te extraño —le respondí en un hilo de voz.

—¡Tío, que yo también quiero hablar con ella! —Al parecer, la versión ebria de Sawyer le arrebató el teléfono a West—. ¡Dyyylan! ¡Al fin puedo hablar contiiiiiigo!

—Sawyer, de verdad tengo que colgar... —le dije, observando de reojo cómo McLaggen tenía cara de pocos amigos.

—¡Ni te atrevas a colgarme! —me espetó, sorprendiéndome—. Dylan, Dylan, Dylan... necesito que me escuches, he querido decirte algo, pero, pff, nunca me dejan, joder. ¿Puedo decírtelo ahora? ¿Puedo? Di que sí. Si West acaba de ser honesto contigo, yo también quiero serlo.

No sabía si me gustaba el rumbo que estaba tomando la conversación.

—Bueno, lo diré de todos modos —balbuceó, sin dejarme objetar—. Te haré una sola pregunta, Dyl, una sola ¿está bien? Quiero que me seas sinceeeera, jodidamente sincera al responderla, ¿está bien? Bueno... aquí va... Dylan, ¿qué hubiese pasado si te hubiera seguido aquel día? ¿Recuerdas? Cuando terminamos y te fuiste, y yo fui un imbécil y en vez de seguirte, te dejé ir.

»Debí hacerlo, ¿cierto? Debí seguirte y todo hubiese resultado tan diferente ahora. Probablemente, estaríamos juntos, ¿cierto? No es como si me molestara que estuvieras con West, ¿entiendes? Solo... quiero saberlo, ¿estaríamos juntos? Puedes decírmelo, no estoy para naaaaada ebrio, para naaaaada, así que mañana recordaré todo, ¿entiendes?

—Sawyer, por favor... —resoplé con cansancio, sin querer ir ahí.

—¡Maldición, quítenle el teléfono! —exclamó Chase.

El claro sonido de las pisadas de una persona, me hizo automáticamente bloquear las voces de mis ebrios amigos.

—Alguien viene —me dijo Hunter, intentando ocultar su pánico—. Tenemos que escondernos. Rápido.

Miré a mi alrededor, alarmada.

Casilleros, casilleros, más jodidos casilleros, y... ¡la cueva de Ramón!

—¡Ahí! —No esperé que estuviera de acuerdo con mi plan, simplemente lo jalé tan rápido como pude para arrastrarlo conmigo hasta el cuarto del conserje.

Los pasos que habíamos escuchado se hacían cada vez más cercanos, haciendo que mi corazón estuviera cerca de sufrir un infarto.

Mierda, mierda, mierda, estábamos atrapados.

Alcé la vista hacia Hunter, en busca de ayuda. Esperaba que él tuviese un plan en mente, porque mi cerebro se encontraba en total blanco.

Los pasos se detuvieron, justo frente a la puerta. Lo supe porque pude ver la sombra de la persona a través del pequeño cristal polarizado.

Mis ojos volaron a la manilla, la cual se comenzaba a girar, y luego volvieron hacia los de mi compañero, rogándole en silencio por un plan.

Entonces, sin previo aviso, sin poder hacer algo para impedirlo, Hunter colocó su mano en mi nuca, arrastró mi boca hasta la suya y atacó mis labios con los suyos.

Nota de la autora 2014: Seré breve, estoy demasiado cansada, pero creo que necesitaban capítulo. Comencé la universidad así que tendrán que tenerme paciencia con los días de publicación, ¿bien? No puedo partirme en diez, así que no me presionen porque de la presión no sale nada bueno xD.

P.D: No me maten por lo último.

Paz,

Los quiero,

No olviden comentar.

Besitos.

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True Colors By chime

Teen Fiction

53.1M 3.7M 58
Abby prefiere la música. Nate el silencio. Abby es libre. Nate quiere serlo. Abby ha viajado por el mundo. Nate no ha salido de su habitación por un...