Te besé como lo hacía en aquellos dulces sueños que tenía cada noche, en donde tu y yo éramos los protagonistas y no existía nadie más.
Pero, como en todas las historias, el oxígeno hacía falta y tuvimos que separarnos.
-Me gustas, Bon ¿Ya te lo había dicho?
-B-bonnie, t-tu n-no me gustas
¿Escuchaste eso, Maestro?
Fue el sonido de mi corazón rompiéndose en mil pedasos.