AMBER ©

By TRomaldo

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Aaron Foster nunca supo en qué momento las cosas cambiaron con ella. Empezó siendo solo un juego para él, bes... More

AMBER
Prólogo
CAPÍTULO 1: Primera vez
CAPÍTULO 2: Promesas
CAPÍTULO 3: Odiosa diversión
Capítulo 4: ¿Interesado, Aaron?
CAPÍTULO 5: La primera fiesta
CAPÍTULO 6: Discusiones
CAPÍTULO 7: Expectativas equivocadas
CAPÍTULO 8: Tensión
CAPÍTULO 9: Los amigos de Megan
CAPÍTULO 10: ¿Verdades?
CAPÍTULO 11: Una fiesta cualquiera
CAPÍTULO 12: Hermanos Bradford
CAPÍTULO 13: Chantaje
CAPÍTULO 14: Auto sabotaje
CAPÍTULO 15: ¿Celoso?
CAPÍTULO 16: ¿Amigos o enemigos?
CAPÍTULO 17: Corazones rotos
CAPÍTULO 18: Volver a verla
CAPÍTULO 19: Amber y Trent
CAPÍTULO 20: Jane
CAPÍTULO 21: Fuera de lugar
CAPÍTULO 22: Cogorza
CAPÍTULO 23: De verdad y dolores
CAPÍTULO 24: Secretos
CAPÍTULO 25: Descubierto
CAPÍTULO 26: De encuentros y juegos
CAPÍTULO 27: ¿Juegas?
CAPÍTULO 28: La última noche
CAPÍTULO 29: Es Marcel
CAPÍTULO 30: Problemas
CAPÍTULO 31: Tú, nada más
CAPÍTULO 32: Emily Prescott
CAPÍTULO 33: La familia de Aaron Foster
CAPÍTULO 34: Revelaciones
CAPÍTULO 35: ¿Estás dispuesto?
CAPÍTULO 36: ¿Aaron o Marcel?
CAPÍTULO 37: Adiós
CAPÍTULO 38: La decisión correcta
CAPÍTULO 39: Verte de nuevo
CAPÍTULO 40: El amor
CAPÍTULO 42: Cómo intentar olvidarla, por Aaron Foster
CAPÍTULO 43: Confesión
CAPÍTULO 44: ¿Eras?
CAPÍTULO 45: Final
EPILOGO
Último anuncio.

CAPÍTULO 41: No podría odiarte

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By TRomaldo

Thinking out loud -Ed Sheeran

«Nunca podría odiarte»

«Nunca podría odiarte»

Aaron Foster estaba muy ocupado siendo feliz al recordar lo bien que había resultado todo con ella como para notar lo que sucedía a su alrededor.

—Entonces el viernes vamos, esas fiestas son jodídamente grandes, las mejores —puntualizó Joe a su lado—. Le toca conducir a Aaron, así que...

—Da igual, nunca tomo.

O al menos no solía hacerlo. Porque ahora había conseguido un increíble gusto por los tragos fuertes. Aunque ahora, después de haberla visto y sentido una vez más, no necesitaba de nada.

—Pues bien porque es tu turno. No quiero tener que llevarte a rastras —rió Rex mientras salían al estacionamiento casi descampado del bar.

El lugar estaba ligeramente desolado y, por lo tarde que era, no había nadie más allí afuera hasta altas horas de la noche por lo frío que estaba. Apenas habían unos cuantos autos y nadie más.

—¿Qué es eso?

Y entonces los vio. Aaron sintió la furia corroer sus entrañas al ver cómo un alto muchacho, grande y fornido, sacudía a una castaña bruscamente contra un auto. La manera en la que se acercaba a ella y la tocaba le dieron tantas náuseas que todo su rostro empalideció al instante. Estaba desbordando de ira, se sintió tan enfermo al ver a aquel idiota forcejeando con la joven y tocándola por todos lados que por primera vez en toda su existencia no pensó en contenerse.

—Aaron, tranquilo.

—Suéltame, Joe —dijo antes de sacudirse violentamente y avanzar hecho una bestia hacia la pareja de jóvenes—. ¡Que me sueltes, joder! —bramó tan alto que su voz se oyó en todo el sótano.

Forcejeó brusco y fastidiado, escaso de paciencia como para pensar al menos en tranquilizarse.

—Déjalo, Joe —murmuró Rex.

Los brazos de su amigo lo soltaron para alzarse en señal de rendición, extendidos sobre la cabeza. No perdió siquiera ningún segundo y tampoco esperó a que ellos lo acompañarán. No necesitó a nadie. Nunca se había sentido tan furioso como en aquel instante. Fue molesto y dando firmes pasos, presionando las manos en un par de firmes puños.

—¡Suéltame, Ray! —vociferó desesperada una voz femenina, angustiada—. ¡Por favor!

—Tu también quieres esto, ¡deja de hacerte la difícil!

Un par de autos apenas permitía dejar ver lo que sucedía pero aquello no fue suficiente para que Aaron se calmará al menos un poco. Tan angustiado como furioso, dio pasos veloces hasta que quedó tras del idiota que quería aprovecharse.
No esperó ninguna señal y lo sujetó del cuello de la camiseta con toda la fuerza que le fue posible.

Estaba tan molesto, tan enfurecido entonces que no le supo ninguna dificultad levantarlo a centímetros del suelo y golpearlo contra la camioneta negra en la que yacía apoyada la castaña. Lo estampó rápido y sonoro, manteniéndolo quieto con los dedos engarrotados en el cuello del estúpido enfermo. Sus ojos azules brillaban rojizos cuando alzó el brazo y pegó su puño firme y directo contra él.

—Vuelve a tocar a Amber, jodido animal... —rió con dureza antes de pegarle aún más fuerte—. Tócale un solo cabello y voy a matarte.

Y además sabía quién era él, reconocía a aquel idiota que había intentado propasarse con su chica. Era Ray, un amigo de Marcel que conoció algún día. Era ese idiota quien había intentado tocar a Amber Larousse.

Le golpeó furioso una y otra vez sin descanso, incapaz de detenerse del cansancio por la tensión que tenía encima de ver tan solo aquellos detestables ojos verdes. Podía oír los quejidos de Ray y los jadeos de dolor que profería, pero también lograba oír un sollozo bajo y quedo a su lado,

—Ella... Sólo... —jadeó el muchacho, girando el rostro con desesperación a todos lados, los labios rojizos ensangrentados—. Quería esto...

—Lo dudo, imbécil. No te quiero ver —golpeó— tocándola —pegó una vez más— ni hablándole —estampó el puño hacia Ray— nunca jamás.

Dejó el cuerpo casi inerte caer al suelo y le importó una mierda oír cómo soltó un gemido de dolor tan profundo que se oyó en todo el lugar. Entonces respiró profundo y se contuvo como pudo al ver a Amber abrazándose a sí misma a un lado de ellos, distante a varios metros.

Camino hacia ella a pasos lentos, su corazón latiendo aún frenético por el encuentro y dejó que la tranquilidad lo invadiera al notar que verla bien era tan relajante como pacífico. Inspiró profundo y no esperó nada hasta que ella estuvo una vez más protegida entre sus brazos. No le importaba si Amber era su ex y debía mantener distancia con ella. Jamás dejaría que absolutamente nadie volviera a maltratarla ni ha hacerle daño. Pasarían primero por encima de él antes de volver a ver herida a su...

—¿Estás bien? —Le susurró al oído, examinándola preocupado una vez estuvieron separados a una distancia corta pero considerable—. ¿Te hizo algo? Porque...

—Estoy... bien... —Lo tranquilizó, temblando ligeramente antes de abrazarse a él con fuerza—. Ahora lo estoy... Aaron, no te vayas nunca, ¿sí?

Fue al oírla cuando notó que Amber no estaba bien en lo absoluto. Hablaba tan lento y extraño que se obligó a sujetarla del rostro con firmeza de la preocupación para examinarla cuidadosamente. Lucía borracha.

—¿Qué diablos tomaste? —exigió saber con molestia, deseando saberlo para volver descargar su furia una vez más.

Los labios de la castaña temblaron hacia él en un puchero apenas perceptible.

—Sólo tomé un poco —dijo arrepentida—. ¿Estás molesto conmigo? —lloriqueó.

¿Un poco? Lo dudaba. La última vez que ella había estado borracha, Aaron terminó acompañándola hasta el baño.

—Sólo fue un poco, amor, lo prometo —insistió Amber con aflicción, abrazándolo tan fuerte como podía, como si temiera alejarse de él—. Pero estoy bien, bebé, tranquilo, ¿sí?

Y el corazón de Aaron se detuvo antes de romperse de la manera más dolorosa posible. Le dolió en el pecho oírla llamarlo de aquella manera, le dolió tanto que no pudo sentirse menos culpable por haber herido a Amber cuando sólo deseaba protegerla. "Amor"

—Vamos a casa —suspiró profundo antes de cargarla en brazos, ignorando cómo ella gritaba y se ponía a darle besos en todo el rostro y, sobretodo, dándole largos e interminables besos en todo el cuello.

Aaron apenas estiraba la cabeza en un ridículo intento por alejarse de los labios de Amber, y no porque no deseara tener con ella un momento íntimo, sino porque no era precisamente ni el lugar ni el momento para derretirse por ella una vez más. Pensaba dejar que aquella borrachera le pasara después de haberle dado una ducha helada, pero Amber quedó algo dormida y pacífica como una niña, diciéndole cosas que le rompían el corazón en miles de pedazos más.

—Quédate aquí conmigo —susurró Amber cuando la dejó en su cama y abrazó las sábanas como si fuese él—. No quiero que me dejes sola aún —lloriqueó con un puchero en los labios que lo hizo ceder al instante.

Se acomodó a su lado y se insultó internamente por ser tan débil a sus pedidos incluso cuando ella estaba casi inconsciente. Se había encargado muy bien de cuidarla y de dejarla en su propia cama . Estaba seguro que al final ella no recordaría nada de lo que hizo al día siguiente, pensó somnoliento mientras se tumbaba a su lado y, con la mano en la cintura, la estrechaba contra su cuerpo.

—Extraño estar así contigo —La oyó decir en voz baja—. Extraño sentirte tan cerca, así incluso... —rió antes de, soltando un suave sollozo que logró oír, esconder el rostro en su pecho.

Aaron frunció el ceño confundido al sentir cómo ella aferraba los dedos en su camisa, cómo prácticamente se escondía bajo sus brazos como si le avergonzara. Se alejó lo suficiente de ella y, tomándola del mentón, alzó el rostro de Amber hacia él con una sonrisa enamorada en el rostro.

—¿Así incluso qué? —preguntó expectante, contemplándola en la escasa luz que entraba en la habitación.

Ella suspiró y soltó otra mueca de tristeza que hizo su estómago removerse inquieto.

—Así incluso pareciera que te importo un poco —dijo ella antes de girar sobre la cama y darle la espalda—. No entiendo por qué me odias. Yo te amo tanto, Aaron.

Demonios, era un idiota. Se sintió más estúpido cuando la abrazó aún más como respuesta y espero hasta que terminara de quedarse dormida para salir de allí. Era ella todo lo que le importaba y nada más.


—No te odio, Amber, jamás podría odiarte.

Falta poco para acabar AMBER! Espero les esté gustando mucho los capítulos;) no olviden votar y comentar. Gracias!


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