Ella se quedó en la reducida habitación tratando de recordar lo que había sucedido. En su mente flotaba un conjunto escenas surreales.
- Ven - Beatriz se había acercado a su maestro. Lentamente pasó sus dedos por el brazo de él, sintiendo como las piernas se le doblaban con apenas un roce.
- ¿A dónde, niña? - Fabricio jugueteaba entre su papel de maestro y la coquetería que la joven le inspiraba.
Había llegado a la fiesta esperando que ella fuera y pensando en todas las posibilidades. "Pero no puedo hacerlo" pensaba mientras se dirigía al lugar "aunque verdaderamente quiero".
- Que importa - Tiz había bebido de más.
Fabricio trataba de mantenerse distante con poco éxito.
- ¿Vas a venir? - Tiz insistió cuando notó que él la miraba de arriba a abajo una y otra vez.
-Vamos.
* * *
Entraron al baño entre las luces azules y el humo de cigarro que inundaba el ambiente. Ella entró primero, entre risas, y luego le indicó a él que era seguro pasar. En realidad no sabía si alguien los había visto, pero no le importaba demasiado.
- Sabes lo que quiero - ella se miró de reojo en el espejo. Quería que el momento fuera perfecto. En su mente ella era la protagonista de alguna de las muchas películas de amor que había visto y quería que todo luciera como si fuera a ser captado por la cámara. Con un vistazo comprobó que eso no iba a ser posible.
Fabricio estaba recargado contra la puerta. Vestía una camisa negra con estampado de plátanos, un pantalón del mismo color y botas militares. El maquillaje de ella ya se había corrido y sus ojos estaban rojos. Los de él también.
- Ven - intentó subirse al lavabo mientras lo decía, pero en cuento subió una pierna sintió que el mueble no era capaz de aguantar su peso. "Mierda" pensó.
Fabricio comenzó a reír.
- Sí te aguanta.
Puso sus manos en la cadera de ella y la ayudó a subir. Luego fue subiendo sus dedos lentamente hasta llegar a su cuello.
* * *