INOCENTE ANGELITO MÍO

By BellaArtimania

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Liam es un niño dulce y tierno que ama las travesuras casi tanto como el chocolate... Y así y todo, su papá l... More

INOCENTE ANGELITO MÍO

Capítulo 2

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By BellaArtimania


Para Ignacio, contemplar el rostro de su hijo durmiente era un privilegio que no tenía comparación. Era como admirar una de las obras más maravillosas del mundo y no poder ponerle precio. Ese niño, con sus ojos cerrados, sus labios apretados y su cabello tapando parte de la cara, era la imagen latente de un pequeño angelito en reposo.

Con sumo cuidado, pasó su mano por el rostro aniñado. Las lágrimas de Liam aún parecían brillar en sus mejillas y eso le remordió la conciencia. Había sido duro con el castigo dado a su niño, pero cuando revivía en su mente el recorrido que tomó el fuego, llegando casi hasta la base de la cabeza de su sobrina, su corazón empezaba a agitarse. Florencia era una niña muy hermosa, la estrellita de una familia poblada de hombres. Sabía que si algo malo le hubiera sucedido, su padre no se lo hubiera perdonado. Él no se hubiera perdonado por no estar más atento a las travesuras de su bebé. En eso pensaba, cuando un susurro venido de los labios de Liam lo distrajo.

- Si..sigues enojado conmigo?. - Susurró el pequeño al notar la mirada sería de su padre, dejando caer lágrimas frescas.

- Shhhuuu ... no, mi amor... claro que no. Papá está pensando solamente- Dijo, limpiando las gotas saladas con sus pulgares.

Liam se mordió los labios para no soltar un puchero. No había creído en las palabras de su papá. En su corazoncito, él sabía -o pretendía saber- que todos estaban muy enojados con él y eso lo mortificaba desde lo más profundo de su alma.

- Hey! Estás bien?- Peguntó papá, sobándole la pancita que le hacía ruidos.- Quieres comer algo? - Volvió a preguntar cuando no tuvo respuestas de su bebé.

El niño suspiró. No quería levantarse, estaba relativamente cómodo en el cálido nido improvisado por los brazos de su padre, pero tenía mucho hambre, por lo que movió la cabecita lentamente en gesto afirmativo.

- Quieres que papá te prepare leche con chocolate? Mmhh..?! Podemos buscar galletas también...- Iba tentando Nacho, buscando la sonrisa en una carita apagada por la culpa.

Pero el niño no podía ocultar la pena que reflejaba. Se sentía tan mal. Sólo recordar los gritos, los retos de sus abuelos, las palmadas de su papá y el llanto de Florencia, hacían que la pancita le doliera mucho. Era esa propensión a la culpa que pasaba factura con intereses y todo a su tierno corazón. Y su padre lo sabía.

Ignacio levantó con cuidado a su hijo de la cama y lo llevó a upa en sus brazos hasta la cocina. -Quieres ayudarme a preparar las cosas, bebé? - Preguntó calmadamente, invitándolo a cocinar con él.

Tímidamente, el niño asintió. Ignacio lo puso sobre sus pies en el piso y le pidió que buscara la leche de la heladera y unas barras de chocolate mientras él buscaba las tazas para hacer los submarinos. Calentó la leche y puso una abundante cantidad de galletitas con chips de chocolate en un plato, sabiendo que eran las preferidas de su hijo.

- Trae el chocolate, Liam, por favor.

- Sí, papi....Mmm... puedo ponerlo yo, por fis?!- Preguntó más animado, juntando sus manitos. Le encantaba tomar submarino y más si era con esas galletas que eran sus favoritas. Y ver cómo se deshacía la barra de chocolate con el calor de la leche, era la parte que más le gustaba de la preparación.

- Claro, monito. -Respondió papá, con una sonrisa genuina, contagiado de la alegría de su bichito. No cabía duda, su hijo era aquella luz intensa por la que él vivía, el sol que lo despertaba cada mañana.

Después de preparar sendas tazas de la bebida calentita y deliciosa... -y de que Liam terminara de comer las tres barritas de chocolate que había sacado en una distracción de su padre- ambos se dirigieron al sillón y se dispusieron a ver una película, mientras disfrutaban de más chocolate. Cuando Ignacio quitó su concentración de la TV. se dio cuenta que Liam se había quedado dormidito, acurrucado a su lado, con la cabeza apoyada sobre sus piernas. Sonrió satisfecho, pensando que su hijo ya no evidenciaba esa culpa que lo había estado siguiendo desde el almuerzo. Relajó su espalda contra el sillón, acomodando a su pequeño para que estuviera más cómodo y continuó mirando la película, mientras le acariciaba los cabellos, hasta que una hora más tarde oyó un quejido proveniente del niño.

- Liam? Estás bien, cariño?! Te duele algo, bebé?- Preguntó al notar las lágrimas bajando de las mejillas de su chiquito. Cuando quiso limpiarlas con sus dedos, sintió muy caliente la zona.- Oh, por Dios, hijo! Tienes fiebre. -Exclamó al registrar el calor de la frente y los cachetes. Su hijo ardía en fiebre.

Ignacio se levantó del sillón con el niño en brazos y lo llevó hasta su cuarto, lo depositó con suavidad en medio de la cama y después se dirigió al baño para traer toallas humedecidas en agua y un termómetro. Con los nervios vibrando en su cuerpo, pudo tomar la temperatura. -Maldición! 39.2. Ahora qué hago?! - Maldijo en voz alta, sintiéndose un verdadero inútil. Es que su hijo era un niño tan sano, casi nunca había enfermado, así que no tenía ningún remedio para darle, ni una simple aspirineta!, si ese termómetro no tenía ni idea de cómo llegó a su cajón. Seguro había sido su padre!

- Paaaapiiii, duele aquiiii.... Buaaaaa- Lloriqueó Liamcito, tocándose la barriguita. En realidad le dolía todo. Se sentía muy débil y enfermo. Pero no quería preocupar a su papá.

Ignacio se sentó al lado suyo en la cama y le apoyó la mano en la pancita -Tranquilo, monito. Te pondrás bien, ya verás. Te llevaré al doctor y... Eso es... Qué tonto soy -Se retó a sí mismo - Voy a hablar al abuelo para que venga a verte.... - Dijo más calmado. En su nerviosismo hasta había olvidado que su papá era doctor... retirado, pero médico al fin y al cabo. Y sabía que sólo bastaba con decirle que Liam estaba enfermo para tenerlo en 10 minutos en su puerta.

Pero la respuesta de Liam lo sobresaltó. - Nooo, no, papito. A él nooo... - Suplicó, tomando con desesperación el brazo de su papá. - Buaaa... Al abue.. Sniff Sniff al abuelo nooo.

-Pero mi amor. Necesito que te curen. Y el abuelo es un gran médico. Él siempre atiende a tus primos cuando están enfermitos y también vino a atenderte a ti cuando enfermaste de anginas... Lo hace porque te ama, mi cielo.

-Pero ahora no, papito. Es que el abuelito debe snif debe seguir e..enojado conmiiigoo.. Buaaa... y..y me va a querer pinchaaar. - Liam era tan transparente con sus sentimientos que no podía callar su verdadero miedo. Miedo a que su abuelo quisiera vengarse pinchándole las nalguitas.

-No, mi rey, cómo crees eso, Mmm?! Tu abuelito te quiere tanto. Sólo quiere lo mejor para ti. Ya verás que te cura en un ratito y ya no te dolerá nada, bebé. Y si tiene que ser pinchacito, casi ni lo sentirás. Lo prometo - Nacho le dio un beso en la frente y se levantó con cuidado para ir a comunicarse con su papá, dejando a su hijo llorando desconsoladamente en la cama.

Cuando tomó el teléfono, Nacho aún escuchaba los sollozos de su niño y no pudo evitar dudar un momento antes de marcar el número de la casa de sus padres, duda que duró los segundos que le tomó recordar la fiebre de su pequeño y automáticamente marcó el teléfono - Hola, papá. - Dijo cuando escuchó la voz de Víctor, respondiendo la llamada.

- Hola, hijo. Cómo estás?! Cómo está mi nieto? No fuiste duro con él, verdad?! - Preguntó el señor algo angustiado. Había tenido tiempo de pensar en lo que había sucedido ese mediodía en su hogar y ahora podía entender los motivos de sus otros nietos para hacer lo que hicieron.... Aunque claro que no los justificaba.

- Papá, necesito que vengas a la casa. Liam tiene fiebre y no sé qué hacer... Puedes venir?

- Cómo?! Pero claro que puedo ir. Ahora mismo salgo para ahí... Pero qué le sucede a Liam?! Te fijaste en su garganta?! Bueno, no importa. Ya estoy saliendo... No tardo nada, hijo. Cuida a mi niño. -

Víctor casi ni dejó a su hijo hablar. Él necesitaba ir y revisarlo personalmente para estar seguro de que no corría peligro o para ver qué tratamiento debía aplicar. Tomó lo necesario y lo colocó en su maletín, se despidió de su esposa y salió rumbo a la casa de su hijo menor.

Mientras, en casa de Nacho, Liam seguía llorando acurrucado en el medio de su cama. Su papá le había puesto paños fríos en la frente pero sólo logró que bajara casi nada la fiebre. Nacho estaba tan preocupado y esa preocupación se le notaba en el rostro, hasta había estado llorando, pero trataba de que su hijo no lo notara. Suficiente tenía el niño con sus propias lágrimas. Cuando quiso cambiar el paño por otro, sonó el timbre de la casa, así que salió corriendo a atender a su papá.

- Papi, gracias por venir tan pronto. Pasa por favor - Dijo dándole un beso y haciendo lugar en la puerta para que Víctor ingresara.

- No agradezcas nada, hijo. Vamos a ver al pequeño príncipe cuanto antes. Qué le sucedió?!

- Pues... no sé, papá. Después que lo castigué durmió un rato y cuando despertó, preparamos submarinos y comimos galletas y..y se volvió a dormir. Cuando despertó tenía fiebre y dice que le duele la pancita. Papá y si tiene apendicitis?!

-No lo creo, hijo. Pero vamos a revisarlo.

Cuando Ignacio abrió la puerta de su habitación, tanto él como Víctor se sorprendieron al encontrar al niño cubierto con las mantas hasta la cabeza.

- Hijo? El abuelo ha venido a verte, cariño. Puedes quitarte eso de la carita, por favor?! - Dijo Nacho, tratando de bajar la manta pero Liam hizo fuerza para sujetarla sobre su cabeza.- Vamos, hijo. No seas así. Suelta eso y deja que tu abuelo te revise. - Insistió con impaciencia.

Liam negó con la cabeza aún cubierta y fue un gesto que no pasó desapercibido. -Cariño, hazme caso, por favor. No quieres curarte?

- Hijo, déjame a mí, por favor. Yo hablaré con Li. -Ignacio afirmó con la cabeza y se acomodó a un costado de la habitación, él no se apartaría más de su bebé- Liam? Qué pasa, campeón? no quieres verme? Estás enojado conmigo porque te jalé la orejita en casa? Mhmm... es eso, mi pollito? - Víctor pudo observar cómo por debajo de la manta se iba formando un pequeño piquito en donde debía estar la boquita del niño; seguro su nieto estaba haciendo un puchero. De ahí que él lo llamara cariñosamente Pollito.

Víctor tomó nuevamente la manta de las manitos de Liam y la bajó para descubrir el par de luceros aguados. - No llores, mi bebé.... Shhhh... Ya todo pasó, mi ángel... - El abuelo alzó al pequeño y lo acomodó sobre sus piernas para que quedara acurrucado entre sus brazos.

- Perdoooooón... Buaaa... Abuuuu.. Yo.. yo no quería las... lastimaaar a.. a Florenciaaaa... Buaaaa... - Lloró Liam, tirando sus bracitos alrededor del cuello de su abuelo.

- Shhhh... Lo sé, mi amor, lo sé. Eres un buen niño, Liam...

- Es que.. sniff... Ella le puso sal a.. a mi helaaadoo, abuelito..Sniff Sniff.. Y.. y papá después no quiso darme más... Buaaa... Y todos me odian- Añadió dejando un sentimiento de culpa plantado en el corazón de su abuelo. Él había sido el que lo había retado más.

- Shhhhhh... No, cariño. Claro que no te odiamos, si eres nuestro pollito adorado. - Le respondió con ternura, apretando el cuerpito entre sus brazos.

Liam lloró unos minutos más, sintiendo las palabras consoladoras que su abuelo susurraba muy cerca de su oído mientras sus manos sobaban su espalda y cabeza. - Shhh... Shuu... Ya está, mi angelito. Ya está... Ya pasó, bebito. No llores más que te va a doler la cabecita. - Lo consolaba. Su voz era tan arrulladora que Liam empezaba a adormecerse. Víctor lo notó y decidió que era el momento de empezar a revisarlo.

- Vamos a ponerte en la cama, hijo. - Indicó y lo puso en la cama, levantó la camisa del pijama y empezó a palpar el abdomen.

- Auuuu... Abuelito dueleee... Buaaa... - Gimió, dejando caer un par de lagrimones.

- Shhh... Listo, Pollito, ya no te toco más ahí... Quieres contarme qué comiste, bebé?! - Preguntó elevando una ceja. Su nieto tenía todos los síntomas de una indigestión.

Li agachó la mirada, concentrándose en sus deditos que jugaban con los botones de su pijama.

- Liam, tu abuelo te hizo una pregunta, hijo. Contéstale. - Ordenó papá, modulando su voz para que no sonara tan autoritaria.

- Papiiii... - Liam puso un lindo pucherito en sus labios.

- Contesta, jovencito. - Fue todo lo que dijo antes de colocar sus brazos en jarra. Pose que solía intimidar al niño.

- Me comí el.. el baño de chocolate que la tía Lizzi ponía a los helados... y... y...y luego los chocolatitos que papá usa para hacer submarino.

- Tú solo, hijo? - Preguntó Víctor, levantando las cejas, robando la pregunta de los labios de su propio hijo. Vaya que habían motivos para el dolor de estómago.

- Es que estaba muy rico, abuelito. Pero... pero no fui yo solo, también... - Y el pichoncito calló nuevamente. Él no era un traidor.

- Ah, sí? Y quién más fue entonces?!! - Volvió a interrogar el hombre mayor, teniendo una idea de quién más había sido.

- No, abu... no puedo decirte...- Murmuró bajito y con vergüenza el pequeño goloso.

Víctor bufó ruidosamente, pero no dijo más nada al respecto. - Bueno, el chocolate quedará fuera de tu dieta por al menos un par de días, nada de comidas pesadas, papá te hará una rica sopita y con un jarabe estarás bien, hijito.

Liam asintió aliviado, se había librado del pinchazo, así que él no se quejaría de la sopa de su papá. Pero el rostro serio de Ignacio lo tenía un poco afligido.

- Vamos, Ignacio, tampoco fue para tanto, hijo. Qué niño se puede resistir al chocolate?! Y hablando de eso, tengo que preguntarle a tu hermana y a Lucas si los chicos están bien... -Víctor se hallaba camino a la puerta principal en compañía de su hijo, tras haberse asegurado que su nieto hubiera tomado la medicina y que esta empezara a hacer efecto, tratando de tranquilizar a su muchacho, pues no quería que volviera a castigar a Liam por una travesura así. Si bien era cierto que la situación pudo haberse puesto peor, era un acto lleno de inocencia.

- Papá?! A Li le pudo dar apendicitis por esto?!- Ignacio necesitaba saber ese dato para decidir qué hacer después.

Víctor hizo una mueca, entendiendo por dónde iba su hijo menor. - No, mi amor. Puedes estar tranquilo. Por suerte al niño no le dio diarrea ni vómitos, que hubiera requerido suero en caso de tornarse severo, pero estará bien con el jarabe.... Nacho, sé que no debería entrometerme en tus decisiones con tu hijo, pero... piénsalo, mi pequeño. Liam estará bien y estoy seguro que no lo volverá a hacer... No lo castigues.- Suplicó, tomando la mano de su hijo en una de las suyas.

-Papá... - Murmuró Ignacio, indeciso- está bien, te prometo que no lo castigaré, papá- Contestó al fin, sonriendo al ver la alegría en el rostro de su padre. Víctor le dio un beso en la frente y se despidió de él, prometiendo volver a la mañana siguiente.

Ignacio regresó al cuarto a inspeccionar a su hijo. El niño parecía estar bien nuevamente aunque su semblante reflejaba nerviosismo.

- Cariño, qué sucede?- Preguntó papá,acercándose hasta la cama.

-Papito, lo siento...yo..yo no quería que el abuelo se tuviera que molestar en venir...y...y tampoco quería que tú te perdieras la peli... snif snif...perdón...soy un tonto...- Se dijo a sí mismo, perdiendo de vista el enojo que invadió a su padre.

Nacho tomó el brazo de su hijo y jaló de él hasta hacerlo quedar de lado contra el colchón, le bajó el pijama y el calzoncillo y descargó 5 nalgadas dolorosas en las pompas todavía sonrosadas. Le había prometido a su padre que no castigaría al niño, sí...pero esa promesa era sólo por lo de los chocolates....jamás permitiría que se hiciera de menos ni que hablara así de él.

-PLAFFF PLAFF PLAFFF PLAFF PLAFFF - Cayeron todas juntas, tomando por sorpresa al angelito, quien no pudo oponer resistencia.

-Auuuuuuu.... ayayayayyyy...noooo, papiiiii, perdónnnn.....buaaaa!!!!- Sollozó desconsolado. Su colita aún estaba resentida de la paliza de más temprano.

-Que no te vuelva a escuchar referirte a ti como un tonto, sino vas a recibir más que cinco palmadas. Eres un niño brillante y no quiero que pienses eso de ti mismo. -Regañó, subiendo la ropa por encima de las nalgas recientemente castigadas.

- Snifffff... buaaaa... perdónnnn...- Fue lo único que dijo.

Ignacio lo levantó de la cama y lo acomodó entre sus brazos- Shhhh... bueno, mi amor. Ya está... shhhhh... ya pasó. -Consoló con ternura, meciendo a su principito hasta que este finalmente se durmió. Lo acomodó en la cama y lo cubrió con una manta, mucho más tranquilo sabiendo que la indigestión ya estaba siendo tratada y que su pequeño glotón estaría bien.

Nacho se encontró contemplando nuevamente el rostro de su durmiente angelito, ésta vez sentado a su lado, sosteniendo su manito en una de las suyas, dando gracias al cielo porque su pequeño estuviera bien, hasta que el cansancio del día terminó por vencerlo a él también y la noche los sorprendió a ambos durmiendo abrazados.




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