Fue la primera vez que te digo un halago.
Me dejas quedarme a dormir en tu sillón, con una cubeta al lado por si me entran de nuevo las náuseas.
Antes de que te retires a la cama, y yo estando más lúcido, sujeto tu mano con firmeza.
"Hablaba en serio. De verdad eres hermoso, y de verdad quiero que me perdones."
Intentas zafarte, y al ver la facilidad con la que deshago mi agarre, te encuentras confundido.
Me quito las sabanas de encima y me pongo en pie para besarte.
Tú no me detienes.
Nos conduzco hasta tu cama.