The Senior Year (Secuela de S...

By EMMolleja

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Nuevos personajes. Nuevas locuras. Nuevas amistades. Nuevo chico. La secuela de She is one of the boys está a... More

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Prólogo
Capítulo 1: «Feliz primer día»
Capítulo 2: Almuerzos voladores
Capítulo 4: De problemas existenciales y llamadas telefónicas
Capítulo 5: Aula 300: Detención
Capítulo 6: Cosas perdidas
Capítulo 7: Fuego y Hielo
Capítulo 8: Invitaciones surreales
Capítulo 9: Skype, Mattlan y un poco de Hunter McLaggen
Capítulo 10: Homecoming night
Capítulo 11: Mexicanos, enchiladas y un domingo por la tarde
Capítulo 12: Una tregua convencional
#PrayForVenezuela. Comunicado.
Capítulo 13: Johnny Bravo con mucho bótox
Capítulo 14: Problemas que Dylan Carter tiene que resolver
Capítulo 15: Wolfer
Capítulo 16: Dylan Carter vs The World
Capítulo 17: De "terapia emocional" clandestina
Capítulo 18: De "terapia emocional" clandestina. Parte 2
Meeting - Maracaibo.
Capítulo 19: La culpa, el karma y la desesperación
Capítulo 20: La visita de Sawyer
Capítulo 21: Asuntos Incompletos
Capítulo 22: Cierres
Capítulo 23: La Nueva Realidad
Capítulo 24: Visitas Inesperadas
Capítulo 25: Un Halloween para recordar
Capítulo 26: Prisioneros
Capítulo 27: Dylan 'La Rompe Relaciones' Carter
Capítulo 28: La Srt. Prince, depresión y Paul's Hardware Store
Capítulo 29: Dentro de Paul'S Hardware Store
Capítulo 30: Empoderamiento a la Carter... Algo así
Capítulo 31: Friends Will be Friends
Capítulo 32: En Algún Lugar de Nueva Jersey
Capítulo 33: Caminata de la vergüenza
Capítulo 34: Caminata de la vergüenza. Parte 2
Capítulo 35: Incómodos (primeros) encuentros
Capítulo 36: El regreso de la vieja Dylan
Capítulo 37: Westlan
Capítulo 38: De hermanos y sorpresas
Capítulo 39: El mejor momento de reconciliación en... ustedes saben el resto
Capítulo 40: Happy F*cking Thanksgiving Parte 1
Capítulo 41: Happy F*cking Thanksgiving Parte 2
Capítulo 42: Carter y McLaggen
Capítulo 43: La familia McLaggen
Capítulo 44: De cambios trascendentales
Capítulo 45: Dylan Osito Cariñosito y su modo ataque
Capítulo 46: Mensajeros misteriosos y conversaciones a puerta cerrada
Capítulo 47: Cálidas bienvenidas
Capítulo 48: Sorpresas, sorpresas
Capítulo 49: A Lot Like (In) Christmas
Capítulo 50: Cumpleaños Feliz
Capítulo 51: ¿Qué Pasó Ayer? Parte 1
Capítulo 52: ¿Qué Pasó Ayer? Parte 2
Capítulo 53: ¿Qué Pasó Ayer? Parte 3
Capítulo 54: Después del descontrol
Capítulo 55: De conversaciones pesadas
Capítulo 56: De corazones abiertos
Capítulo 57: New Jersey State of Mind
Capítulo 58: Los Tigres de Princeton
Capítulo 59: Juegos, chapuzones y un poco de la novia cavernícola
Capítulo 60: La cita caliente
Capítulo 61: De crisis existenciales y ratas imaginarias
Capítulo 62: De bromas crueles, rituales y limosinas
Capítulo 63: El Baile de Graduación
Capítulo 64: De Finales
Epílogo
Nota final de la autora
Especial de Halloween: La Casa Embrujada

Capítulo 3: El que ríe de último, ríe mejor

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By EMMolleja

—Bueno, ¿qué se supone que haremos con ustedes? —Patch se encorvó sobre su escritorio en un resoplido—. Hunter, yo pensé que no harías nada malo hasta no sé... la primera semana, pero eres más impulsivo de lo que creí.

Él se removió incómodo en la silla junto a mí. De nuevo, era impresionante ver cómo Patch parecía tener algún poder sobre... cualquiera en particular.

—Y usted, señorita Carter. Pensé que ya sus días de venir a esta oficina habían terminado, pero veo que no.

Luché con todas mis fuerzas para no ponerle los ojos en blanco.

—Señorita Preston, a usted sí que no me sorprende verla aquí, aunque lo que sí me sorprende es verla involucrada con estos dos. —Hizo una pausa para señalarnos con su bolígrafo dorado.

—Le dije que fue defensa personal —masculló la chica, molesta.

—Veamos... —Levantó una hoja blanca y se colocó sus anteojos, ignorando el último comentario—. Fomentaron el desastre, hicieron que se desperdiciara comida, dejaron la cafetería hecha un completo campo de guerra, y... no se están disculpando por eso.

—Déjeme decirle, Dir. Patch, que la culpa es de este imbécil —intervine, señalando a Hunter con la mirada—. Su hijo, nieto, sobrino, tío, primo, abuelo, lo que sea de usted, fue quien comenzó todo, si él no hubiese...

Patch alzó un dedo en un ademán para callarme.

—Primero, señorita Carter, no acepto ese lenguaje en esta oficina —me indicó, sorprendiéndome por la autoridad en su voz—. Segundo, el castigo que recibirán por todos los daños causantes será quedarse hasta tarde y limpiar el desorden que ocasionaron en la cafetería...

—¡¿Qué?! —Los tres nos quejamos en voz alta.

Mierda y más mierda.

—Y, tendrán que cumplir dos horas en detención después de clases, durante una semana.

Bufé, indignada. «¿Detención durante una semana? Joder, Dylan, ahora sí la liaste».

—¡Esto no es justo! —saltó la chica Preston, igual de indignada que yo—. Si tenemos que sufrir todos estos castigos, ¿por qué los demás que participaron no?

Buen punto, chica de primero.

—Señorita Charlotte...

—Charlie —lo corrigió, sonando irritada.

—Señorita Preston. —Patch sacudió un poco la cabeza antes de seguir—, porque yo soy el que dicto las reglas y no usted. Ahora, pueden irse a lavarse antes de que impregnen toda mi oficina con ese horrible olor que traen encima.

—Pero... —Ella intentó insistir.

—Ramón los estará esperando en la cafetería. Eso sería todo —la cortó.

Ambas resoplamos, derrotadas y resignadas a que tal vez los días donde Patch no tenía la más mínima pizca de autoridad, habían terminado.

Salimos los tres de la oficina, lanzándonos miradas de odio mutuamente. ¿"Feliz primer día"? Veamos: La cabeza me palpitaba. Mi ropa estaba arruinada. Mi cabello parecía ramas secas adornadas con una tostada a un costado. Tendría que limpiar una puta cafetería completa. Y asistir a detención.

De ahora en adelante, sin duda, esa sería una frase maldita.

—¿Estás bien? ¿Qué te dijo el director? —me preguntó Matthew, levantándose de golpe de su silla en cuanto nos vio salir.

—Pues, tenemos que limpiar la cafetería y, detención por una semana —contesté, respirando hondo.

—Rayos —expresó, sorprendido—. ¿Era Patch el de allá adentro? No suena como algo que él haría.

—No lo sé, algo está seriamente mal con él —comenté, encogiéndome de hombros mientras trataba de deshacerme de la tostada en mi cabello.

«Olvídalo, Carter, la tostada vivirá ahí para siempre».

—West acaba de llamar —dijo segundos después, haciendo que me rindiera en mi misión.

Lo miré a los ojos, enarcando una ceja. ¿Por qué siempre omitía la información importante y la dejaba para lo último?

—Quizá debiste comenzar por eso, Matt —repliqué.

—Relájate, no fue una llamada larga, solo quería comprobar si estabas bien, estaba llamándote a tu celular y sonaba apagado —explicó.

Mi mano fue automáticamente hacia el bolsillo de mis vaqueros para revisar mi teléfono. Genial, había estado muerto todo ese tiempo.

—Espero que no me mates, pero le he contado lo que ha pasado en la cafetería —confesó, cauteloso.

—¿Qué más da? —Hice un ademán con mi mano—. Igual iba a enterarse.

—Dijo que te llamaría luego del entrenamiento.

—Está bien, de todas maneras, necesito ir a lavarme. Creo que se me ha tapado la nariz con el hedor.

Matthew se echó a reír.

—Sí hueles mal —me indicó entre risas—. Pero mira el lado bueno; si sobrevives a este día, estoy seguro de que sobrevivirás a los demás que faltan.

Sí, claro.

***

Esperaba que la sopa de tomate no dejase ninguna mancha en la camiseta de West que había usado hoy. Era una de mis favoritas.

Después de un baño de emergencia en los vestidores del gimnasio, logré quitar el mal olor de mi cuerpo. Sin embargo, cuando pensé que no había forma de que mi día empeorara, la única ropa de repuesto guardada en mi casillero era el atuendo de gimnasia del año pasado. Y Matthew tenía razón en que había aumentado de peso durante el verano, los shorts azules que llevaba puestos, ahora eran de una talla menos.

Joder, necesitaría una tarde relajante en un spa cuando el día se terminara.

—No tienes que quedarte, Matt, ni siquiera sé cuánto tiempo nos tardaremos limpiando —le dije a Matthew, al tiempo en que caminábamos hacia mi miserable condena.

—Me ofrezco como voluntario, mi agenda no está explotando con ocupaciones —me propuso, poniéndole más atención a las uñas de sus dedos que al pasillo.

No había que ser un genio para darse cuenta de que él estaba distraído, probablemente pensando en su rompimiento con Patrick. Por mi parte, había estado esperando su regreso, sobre todo porque sabía que recibiría un eufórico resumen de su verano. En cambio, el Matthew que había vuelto de Inglaterra lo menos que quería hacer era hablar del tema.

La distancia era una mierda.

«Eh, Dylan, puede que no seas la candidata perfecta para hacer ese comentario».

—¿Estás seguro? —inquirí—. Podría tomarnos horas, no hay nada divertido en limpiar, ¿sabes?

Él apartó la vista de sus uñas y me dedicó una media sonrisa.

—No me molesta, Carter, incluso eso aceleraría un poco el proceso y podríamos ir a Mikey's por unas malteadas de chocolate luego. ¿Recuerdas? Técnicamente, hoy se hace un año desde que nos conocimos.

Le devolví la sonrisa al notar que sus ojos volvían a llenarse de su brillo característico. Tan cursi como eso sonara, en realidad sí era como nuestro aniversario de amistad. Y si desintegrar nuestros dedos en grandes cantidades de cloro, y hartarnos de malteadas de Mikey's mantendría su mente alejada de Patrick, no había motivo para decirle que no a su plan.

—Aceptaré la oferta entonces —dije, enganchando su brazo con el mío—. Ahora que lo pienso mejor, tenerte ahí evitará que termine pateándole las pelotas a Patch Junior. Es como un ganar-ganar para los dos.

Mi amigo soltó una carcajada.

—Tienes que admitir que esa guerra de comida fue genial —comentó Matt, divertido.

—Fue épica —me reí sin poder evitarlo—. Tan épica como la guerra esa de Narnia.

Nah, creo que más como la de Harry Potter.

—Una combinación de ambas —añadí.

Sí, éramos unos tontos a veces.

El horrible olor de la cafetería azotó todos mis sentidos, era tan espantoso que mis ojos se tornaron vidriosos. Olía a... ¿cebolla quizá? ¿Al menos sirvieron algo con cebolla en el almuerzo? Me pellizqué la nariz con mis dedos, dándole un descanso a mis pulmones mientras le echaba un vistazo al lugar.

Ramón se encontraba parado en la cima de una larga escalera, trabajando en quitar el sucio de los viejos ventanales, refunfuñando cosas en español que en su mayoría eran insultos. La chica de primer año también se encontraba allí, limpiando una de las tantas mesas sucias, vestida con ropa de gimnasia al igual que yo y sumergida en su mundo de música punk.

—¡Bien! Manos a la obra —saltó Matt, demasiado entusiasmado para el trabajo que nos tocaría.

Estuve a punto de seguirlo cuando el violento sonido de la puerta abriéndose hizo que todos nos giráramos hacia esta. Incluso Charlie, la cual tenía la música a todo dar, escuchó el estruendoso portazo del idiota McLaggen al entrar.

Él ni siquiera nos miró. Se dirigió a zancadas a una de las mesas y dejó caer su cuerpo en una silla. Así, nada más, sacó el teléfono de su bolsillo y pude jurar que ahora jugaba Pacman. Me quedé muy quieta frente a su mesa, esperando a que él, llegando a la cafetería a jugar Pacman, fuese solo una broma de mal gusto. Sin embargo, Hunter permaneció sentado ahí, ignorándonos. Lo de la guerra de comida había sido más su culpa que la de nosotros, ¿y él pretendía sentar su culo imbécil toda la tarde sin ayudarnos?

Oh, no, eso no iba a pasar.

—Dyl, déjalo, recuerda que no quieres meterte en más problemas. —Matthew tocó mi brazo, percatándose que mis ojos estaban a un paso de desintegrar el rostro del idiota.

—Matt, creo que estás consciente que el muy hijo de puta está jugando Pacman ahora mismo, ¿o no? —le dije, sin apartar mi mirada de Hunter—. Que sea un McLaggen no quiere decir que no tenga que cumplir con su castigo. Alguien debe dejarle eso claro.

Él resopló con cansancio.

—Por más que quiera detenerte, tienes razón, alguien debe decirle algo, pero iré yo, no tú. No confío en que no te alterarás.

Buena decisión, Matt, buena decisión.

Fingí estar limpiando la mesa contigua para poder escuchar la conversación e intervenir en caso de que Patch Junior se atreviera a ser grosero de nuevo con mi querido amigo.

—Eh... Hunter, ¿no? —Escuché que Matthew le decía.

«Vamos, Matt, tú puedes, confío en tu superpoder de convencimiento».

—Hay mucho trabajo que hacer, ¿sabes? Deberías empezar si queremos irnos temprano —añadió, firme.

Giré un poco mi rostro hacia donde se encontraba y observé la expresión en el rostro de Hunter. Él dejó de manipular su celular para alzar la vista hacia mi amigo y enarcarle una ceja, pareciendo casi divertido por la interrupción.

Oh, es David Bowie de nuevo —dijo, ladeando su cabeza mientras le daba una repasada a Matt—. ¿Es que cuando no cantas te dedicas a ser el policía de la limpieza?

Mis dedos se apretaron con fuerza alrededor del trapo entre mis manos.

Matthew aclaró la garganta con incomodidad y siguió.

—El director te asignó...

—A ver... —lo cortó, irguiéndose sobre su silla para enfrentarse a Matt—. No me importa una mierda lo que el tonto quiera, ¿sí? Solo vine para hacerle pensar que lo escucho. Estoy cansado, seguiré jugando y supervisaré el trabajo. Ahora, ¿podrías darte la vuelta y alejarte? Iba a batir mi récord en Pacman y me has desconcentrado.

—Hablaré con Ramón si no levantas tu trasero de la silla y te pones a trabajar. —Mi boca cayó abierta de la impresión. Nunca pensé que escucharía a Matthew hablar así.

Hunter se puso de pie, haciendo chirrear la silla, y se paró frente a Matt en la misma posición defensiva que conmigo en el aparcamiento.

—¿De verdad crees que eres capaz de intimidar a alguien mientras usas esos pantalones ajustados? —le dijo Patch Junior en tono burlón.

—¡Oye! —Pensé que había sido el eco de mi voz, pero en cuanto me giré, entendí que la chica de primero también había salido en defensa de Matthew.

Las dos nos interpusimos entre él y Matt.

—¿Por qué no dejas de hablar tanta mierda y te pones a trabajar? —le espetó Charlie—. Ejercita a tu cerebro que parece necesitarlo.

—No creo que el imbécil tenga uno —comenté, sarcástica.

Él se volvió hacia mí y por un segundo, pensé que lo había cabreado en serio. Eso, hasta que alzó sus labios en una amplia sonrisa burlona.

—No sé por qué me da la impresión que en tu vida pasada fuiste un buen gallito de pelea.

—Dylan... —resopló Matthew tras de mí.

Me había cansado de evitar problemas.

—No sé quién demonios te creas, ni de dónde es que vienes, McLaggen, pero aquí, imbécil, aquí no eres nadie, seas lo que seas del director Patch, tendrás que cumplir con el castigo así como todos. El día todavía no termina, ¿entiendes? Y aún tengo oportunidad de pasar mi Jeep por encima de tu ridícula motocicleta, así que no me pongas a prueba.

—¿Sabías que cuando te cabreas te sobresale una vena en la sien, Cara Bonita? —se burló, soltando una risa odiosa.

—Mi jodido nombre es Dylan —gruñí, irritada—. Ya deja de llamarme Cara Bonita.

Hmmm, no lo sé, Dylan es aburrido, creo que un diminutivo te iría mejor... ¿Qué tal Lanie? Me gusta, sería como un apodo irónico. Definitivamente, serás Lanie a partir de ahora.

—Mira, idiota... —comencé a decir, cansada de su actitud de payaso de circo.

Nadie, ni siquiera Matthew, lograría calmar mis instintos asesinos esta vez.

—¿Hay algún problema formándose aquí, señorita Dylan?

Joder, nadie, excepto Ramón.

—No, ninguno, señor Ramón —le aseguré, rompiendo contacto visual y encarando al conserje con mi mejor sonrisa—. Hunter se sentía indispuesto, pero ya todos comenzaremos con la limpieza, ¿no es así?

Coloqué uno de los trapos que sostenía en la mano de Hunter, tal vez con más fuerza de la necesaria. Lo escuché gruñir entre dientes, sabiendo que ya no podría evadir su responsabilidad.

—Está bien, estudiantes, no quiero tener que decirle al director que estaban formando más problemas, ¿eh? —añadió, levantando una ceja con suspicacia.

—Estamos bien, no hay de qué preocuparse.

Él asintió, todavía no muy convencido de mi amabilidad, sin embargo, nos dedicó una sonrisa reservada antes de darse la vuelva y volver a la escalera.

—Maldita sea —murmuró Hunter, chocando su hombro contra el mío en su camino a comenzar el trabajo pesado.

No pude evitar sonreír triunfante.

Dylan: 1. Patch Junior: 0.

Luego del espectáculo número tres del día, nos limitamos a limpiar cada uno por su lado. No sabía si asustarme o alegrarme de que al fin había entendido la indirecta, pero Hunter fue el primero en abandonar la cafetería cuando cumplió con sus tareas, sin decir ninguna otra palabra o comentario sarcástico. No podían culparme por dudar, su silencio era demasiado perfecto para ser verdad.

—¿Podemos ir a Mikey's ya, por favor? —preguntó Matthew durante nuestro viaje hacia la salida—. Mis dedos están en llamas.

—Sí, creo que mañana tendré cayos en mis manos —lo secundé, echándoles un vistazo a mis palmas—. Pero nada que unas deliciosas malteadas no puedan solucionar.

—Podría tatuarme esa frase en mi pecho —sonrió Matt, divertido—. Dyl, ¿puedo pedirte algo?

—Claro —accedí enseguida.

—De ahora en adelante, trata de evitar al chico, ¿quieres? —me pidió, preocupado—. Es un idiota que solo quiere buscar problemas. No vale la pena seguirle el juego.

—Lo sé, pero no puedes culparme si continúa molestándome y en un giro desafortunado de eventos, se queda sin pelotas.

Él dejó escapar una suave risa.

—Dylan, prométeme que no le prestarás atención, vas a terminar metida en un gran problema por su culpa.

Resoplé. Los consejos de Matthew siempre eran sabios, pero por cómo iban las cosas, no podía prometerle que no me defendería si Hunter volvía a provocarme.

—Eh, Dyl...

Salí de mis pensamientos y me giré hacia Matt, quien había entrado en un estado de repentina conmoción mientras miraba fijamente las llantas del Jeep. No fue hasta que pude acercarme a detallar mejor, que me percaté que una de las llantas delanteras se encontraba vacía, y no vacía por alguna falla mecánica, sino a consecuencia de un agujero demasiado grande como para ser accidental.

—¡¿Pero qué...?! —Ni siquiera podía hallar las palabras adecuadas entre todas las palabrotas que se estaban mezclando en mi cabeza—. ¿Cómo...?

—Dejó una nota —comentó Matthew, frunciendo el ceño hacia un pedazo de papel que sostenía.

—¿Qué carajos dice?

"El que ríe de último, ríe mejor. No digas que no te lo advertí, Lanie."—leyó él en voz alta.

—¡Oh, esto es guerra! —expresé, dándole un puntapié a la inservible llanta para aliviar un poco la rabia infernal que sin duda sentía por Hunter.

Y por primera vez en el día, Matthew estuvo de acuerdo con eso.

N/A 2014: Bueno, lo prometido es deuda, entonces, aquí lo tienen. Hunter sigue ganandose mi odio xD Y pues, Dylan siempre es Dylan.

No olviden comentar, bebés.

I love you all!

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