Tuve ganas de llorar tras aquel suceso.
No nos hablábamos, pero tu simple rechazo rompió mi corazón, estando acostumbrado a que me amaran.
Y tú lucias como una pequeña fuente de luz en una esquina del salón de la que todos estaban cegados porque no estaban a la altura de merecerla.
Pero yo sí te vi, y por eso me sentí especial.
Sentí que nadaba contra corriente entre aquella multitud de personas que actuaban de la misma manera y compartían los mismos pensamientos huecos y egoistas.
Y creí que tu me podías liberar.
Tú no me escogiste. Yo te elegí.