Dragon Mate ¡YA A LA VENTA!

Bởi Caster_Of_Books

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¡Cuidado! Si lees mi historia conocerás hechos que jamás deberían haber ocurrido o, peor aún, ser revelados a... Xem Thêm

Dragon Mate
INTRO. Una reflexión que no se hace todos los días
ACTO I: Introducción a lo desconocido
00. Las cuatro paredes de siempre (I)
00. Las cuatro paredes de siempre (II)
01. Columpiándome por la jungla estudiantil (I)
01. Columpiándome por la jungla estudiantil (II)
02. Me acosa un callejón (I)
02. Me acosa un callejón (II)
03. Michael Bay dirige mi vida (I)
03. Michael Bay dirige mi vida (II)
04. Miradas que derriten (I)
04. Miradas que derriten (II)
05. El palacio Predator (I)
05. El palacio Predator (II)
06. El juicio del Capitán Ramius (I)
06. El juicio del Capitán Ramius (II)
07. Cosmogonía desconocida (I)
07. Cosmogonía desconocida (II)
08. Secretos ocultos a simple vista (I)
08. Secretos ocultos a simple vista (II)
09. Pudor (II)
10. El tour del lagarto gigante (I)
10. El tour del lagarto gigante (II)
11. La rata y la reina de las sardinas (I)
11. La rata y la reina de las sardinas (II)
12. Filosofía mágica básica (I)
12. Filosofía mágica básica (II)
13. El mensaje de una vida (I)
13. El mensaje de una vida (II)
14. El auténtico callejón sin salida (I)
14. El auténtico callejón sin salida (II)
FIN DEL ACTO I
1ª ENCUESTA DE POPULARIDAD
ACTO II: Debacle estudiantil
15. La fuerza de un apellido (I)
15. La fuerza de un apellido (II)
16. Las lecciones del Rey de los Monos (I)
16. Las lecciones del Rey de los Monos(II)
17. El despistado caballero alemán (I)
17. El despistado caballero alemán (II)
18. Llego tarde a la Fortaleza de la Soledad (I)
18. Llego tarde a la Fortaleza de la Soledad (II)
19. Siempre es posible hacerlo peor (I)
19. Siempre es posible hacerlo peor (II)
20. Lágrimas multicolor (I)
20. Lágrimas multicolor (II)
21. Individuos de mecha corta (I)
21. Individuos de mecha corta (II)
22. Marketing demoníaco (I)
22. Marketing demoníaco (II)
23. La profesora preadolescente (I)
23. La profesora preadolescente (II)
24. Intento no parecer desinteresada (I)
24. Intento no parecer desinteresada (II)
25. Charla paternofilial (I)
25. Charla paternofilial (II)
Fin del ACTO II
2ª ENCUESTA DE POPULARIDAD
ACTO III (FINAL): Voluntad de conflicto
26. Garantía expirada (I)
26. Garantía expirada (II)
27. Las profundidades de la debilidad (I)
27. Las profundidades de la debilidad (II)
28. El abrazo del erizo (I)
28. El abrazo del erizo (II)
29. Bailando con cuchillos (I)
29. Bailando con cuchillos (II)
30. Redfang (I)
30. Redfang (II)
31. Como perros y gatos (I)
31. Como perros y gatos (II)
32. Acoso y derribo (I)
32. Acoso y derribo (II)
33. Al demonio con todo (I)
33. Al demonio con todo (II)
34. La rana y el escorpión (I)
34. La rana y el escorpión (II)
35. La víctima colateral (I)
35. La víctima colateral (II)
36. Cara a cara (I)
36. Cara a cara (II)
37. Entre la espada y la pared (I)
37. Entre la espada y la pared (II)
38. Juramento de Almas (I)
38. Juramento de Almas (II)
39. Hacer sangrar a una diosa (I)
39. Hacer sangrar a una diosa (II)
40 (FINAL). El fin de la supervivencia (I)
40 (FINAL). El fin de la supervivencia (II)
EPÍLOGO
N/A
Dragon Mate ¡YA A LA VENTA!

09. Pudor (I)

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Bởi Caster_Of_Books

Poder dormir hasta la hora que quisieras era un privilegio exclusivo de las mañanas de los sábados en el Orfanato Saint George. Entre semana había que madrugar para ir al instituto o a lo que te tocase, mientras que los domingos debíamos levantarnos a primera hora para acudir a la iglesia adosada al viejo edificio.

Así pues, despertarme sin el grave retumbar de las campanas armando escándalo mientras sentía el cálido sol sobre mi piel desnuda era señal más que suficiente para mí de que me aguardaba una gloriosa mañana de sábado y de que todavía podía remolonear un rato más.

Mi aletargado cuerpo secundaba esa moción, agotado tras cinco días hasta arriba de exámenes, aunque resultaba algo extraño que eso me hubiera agotado, pues tampoco recordaba haber invertido demasiada energía en mis pruebas académicas. No era de esas personas mal de la cabeza que incluso se abstenían de dormir durante los períodos de evaluación.

La mosca alrededor de mi oreja surgió, irónicamente, del silencio y la tranquilidad a mi alrededor:

Que lo mío fuera mantenerme aferrada a las sábanas el mayor tiempo posible una vez el sueño me alcanzaba no significaba que Alva, mi compañera de habitación, compartiese esa actitud. Mucho menos las trabajadoras del orfanato, o el resto de la ciudad más ruidosa del mundo.

Medio adormecida, pero aún así intrigada, levanté el brazo para descargar un puñetazo sobre la parte inferior del colchón de Alva, situado encima del mío. Para mi sorpresa no golpeé ni colcha, ni tablas, ni metal... sólo aire.

Abrí los ojos de par en par.

Allí estaba pasando algo raro.

Sobre mí no había cama alguna, sino un techo de algo similar al mármol, material lo suficientemente caro como para tener una metafórica orden de alejamiento de cualquier lugar en el que yo soliese dormir.

Abofeteada por aquella anomalía, giré mi cabeza cada vez más despejada en busca de la escalera de mano situada al lado de mi almohada. Me había golpeado contra ella las suficientes veces como para desear que estuviera colocada en cualquier otra parte de la litera pero, justo ahora que esperaba encontrarla, tampoco había ni rastro de ella. Sólo una pared blanca desconocida situada a varios pasos.

¿No había dormido en mi litera? 

La sangre bulló con fuerza por mis venas en un desesperado intento de ofrecerle combustible al cerebro que debía darle sentido a todo aquello. Teniendo el rostro hundido en una almohada demasiado mullida para ser la mía, sólo logré notar en mi oreja los latidos desbocados de un corazón sobresaltado. El mío.

Finalmente, la renqueante maquinaria que era mi mente recién despertada me ofreció una rápida sucesión de escenas tan fugaces e inquietantes como un mensaje subliminal: recuerdos de callejones puestos en bucle, sombras vivientes con complejo de Freddy Krueger, así como personajes y edificios demasiado increíbles como para haberlos inventado mi limitada imaginación.

—Así que todo eso no fue una pesadilla —mascullé en una especie de gruñido ahogado por la almohada.

Ya recordaba cómo había llegado hasta allí: El día anterior, justo cuando había tomado la iniciativa dándoles luz verde a Georgson y Weissman para borrarme la memoria, este último había intervenido.

Según él, todos estábamos alterados y el asunto resultaba demasiado complejo como para resolverlo aquella noche, así que nos había invitado a retirarnos hasta la mañana siguiente.

A mí no me había hecho gracia alguna, mucho menos al caballero de la Orden de San Jorge, quien había protestando blandiendo multitud de argumentos concernientes al peligro que suponía mi presencia allí, tanto para ellos como para mí misma. No obstante, el anciano había insistido y Drake no había dudado ni un momento en ejecutar su sentencia llevándome hasta una habitación de invitados antes de que alguien cambiase de idea.

Por mi parte, tras otro viaje en el ascensor psicodélico, me encontraba tan cansada que opté por conformarme con que mi habitación tuviese una cama y una puerta con la que darle en las narices al dragón. Y así había sido, razón por la cual me había despedido de él con el correspondiente portazo, quitado la ropa y metido en una cama que era todo lo que mi desmesurado cansancio reclamaba.

—¿Por qué demonios no podían borrarme la memoria? —suspiré ahora al incorporarme.

Habría sido todo un alivio despertar en mi habitación sin recuerdo alguno de la jornada anterior. Bueno, tal vez no, pero sin lugar a dudas habría sido menos estresante.

En vez de eso, allí estaba: despertándome en una sala que, para no hacer descender el nivel de rareza instaurado con anterioridad, no contenía nada más que la cama donde estaba.

¡Y menuda cama! Había oído alguna vez usar el eslogan "Como dormir en una nube", aunque hasta entonces lo había considerado otra exageración publicitaria. Sin embargo, esta tenía el punto exacto entre dureza, adaptabilidad y suavidad que invitaba a quedarte en ella mientras ninguna fuerza mayor lo impidiese. Si así eran todas las camas, yo había estado durmiendo en un colchón relleno de cartón y forrado en papel de burbujas.

En todo caso, saqué fuerzas de algún recóndito lugar de mi ser que desconozco para abandonar su cálido abrigo y levantarme a inspeccionar el lugar donde había trasnochado. Tampoco había mucho que ver: estaba en un cubículo de superficies blancas e impolutas, más grande que mi habitación habitual, pero absolutamente vacío.

La luz entraba a raudales por una de las paredes, formada en su totalidad por un enorme ventanal en el que no me había fijado la noche anterior. Al ser lo único diferente no me fue complicado el decidirme por asomarme a él, tal vez así tendría una mejor idea de dónde estaba

Me deshice de las finas telas que me cubrían y posé mis pies descalzos en el suelo. Pese a su aspecto cristalizado, resultaba cálido al tacto. Tras estirarme para desentumecer todo el cuerpo avancé con curiosidad creciente hacia la cristalera y dicha sensación no dejó de aumentar al comprobar que, por mucho que me acercase a ella, no dejaba de ver un infinito cielo azul en todas direcciones.

Agradecí el no tener vértigo cuando me pegué al ventanal, pues la pared en la que estaba situado caía en vertical una cantidad obscena de metros y, aunque en algunos puntos de la misma interrumpían el descenso algunos cristales semitransparentes brotando como ramas de la misma, me resultaba imposible ver dónde tocaba fondo.

En algún lugar lo hacía, eso seguro, pues a mis pies pude ver un gran jardín cubierto por la colorida alfombra de una flora difícil de distinguir, también salpicada aquí y allá por multitud de estalagmitas.

Y más allá del jardín el mundo se acababa... literalmente. Mirase donde mirase, la tierra se abría dando paso al azul de un cielo que parecía extenderse incluso bajo la superficie del edificio (por raro que suene eso).

—A Alva le daría algo —murmuré para mí misma.

La frase fue una puñalada de realidad autoinflingida y retorcida con saña en mi interior. Pensándolo bien, Alva debería haber sido la arrastrada a aquella locura. Seguro que (de superar el infarto inicial) habría llegado a disfrutar el hecho de que las fantasías de sus libros y películas fuesen reales.

Además, aunque nadie más en todo el orfanato le diese importancia a mi repentina ausencia más allá de para tener preparado un castigo acorde a la misma, no me cabía duda: Ella estaría loca de preocupación.

Mis pensamientos se vieron interrumpidos sin previo aviso por un destello anaranjado que ascendía a toda velocidad desde el exterior hacia mí. Más por reflejo que por cualquier otra razón, salté hacia atrás en una pose defensiva que de poco serviría si algo me atacase, pero que al menos impidió ver mi cara salpicada de cristales cuando el ventanal estalló en mil pedazos desperdigados por doquier.

La fuente de tan súbito caos en mi anormal (pero hasta entonces tranquilo) despertar entró de lleno en la habitación y se deshizo del enjambre de esquirlas que lo cubrían con otro fogonazo que apenas duró una décima de segundo. Sonrisa de oreja a oreja en ristre, se limpió el polvo de la ceñida camiseta escarlata sin mangas que llevaba puesta antes de soltar un alegre:

—Eso ha estado chupado ¡Eh, Diana! ¿Quieres-?

Sin embargo, cuando los inconfundibles ojos flamígeros de Drake Redfang se encontraron conmigo, cualquier pregunta que estuviese a punto de formular quedó ahogada en su garganta conforme su rostro se iba volviendo casi tan rojo como los mismos.

Escandalizado, cambió su interrogante anterior por un gritito ahogado que contenía la frase más estúpida que había realizado hasta el momento:

— ¿Po-p-por qué estás desnuda?

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