Hoy se levantó muy temprano, su nueva vida hace maso menos siete años ha sido viajar de un lado a otro huyendo de los policías. La abuela Mizu le dijo que hoy eso terminaría. Su padre la ha dejado con su abuela. Hace tres años que ella no se mueve de aquel pueblo de Japón. No sabe nada de su madre ni de la familia Agreste. Tampoco se ha preguntado cómo está Marinette. Supone que a estas alturas ella ya está casada con Adrien.
-Rosse Merry... -pronuncia un chico azabache de ojos azules mientras le toca los hombros con suma delicadeza- ¿Hoy podemos salir a la convención de libros? Necesitaré algunos cuantos para el viaje de graduación y quiero que me ayudes a escoger...
-Puedes hacerlo solo. No soy muy buena con los libros...-expresó ella rascándose la nuca- ...soy una mujer, quizás mis gustos no sean igual que los tuyos...
-Oh vamos... hemos asistido a la misma escuela por 3 años. Sé cuáles son tus gustos...-Si los supieras no estuvieras conmigo ahora, pensó ella.
-Claude... ¿puedo decirte un secreto? –dijo Ross mientras sonreía apaciblemente, cualquiera en aquella circunstancia creería que era una persona normal. Pero no era así. Su querida y adorada amiga era demasiado terrible. Tenía trece años y ya era un terror al igual que su padre.
-Claro, puedes decirme todo lo que quieras Ross Merry –Claude por su parte era el ser más ingenuo. Y por ella, Ross aparentaba ser lo que no era. Una chica dulce y tierna. Era su único amigo.
-Hay alguien que quiero volver a ver. Pero ese alguien está en Paris...- expresó ella tocándose el pecho. Le dolía, recordar a Félix le dolía tanto como recordar a su madre, aún era muy pequeña cuando su padre la trajo a Japón a vivir la vida como la conoce ahora.
No recordaba el hecho del por qué termino pensando de esa manera. Pero cuando se dio cuenta ya estaba sintiendo cosas por su pequeño amigo de la infancia. Aquel Rubio serio y de actitud prepotente. Se preguntaba si había cambiado un poco o quizás, a estas alturas ella y Bridgette estaban saliendo. Tenían trece años y quizás eso era lo correcto. Si el corazón del rubio había sido atrapado por la pequeña peliazul de ojos azules sabía que debía estar tranquila. Se paró en seco en medio del camino de la escuela a su casa mientras Claude la abrazaba a él. Por alguna razón dolía pensar en eso.
-Me gustas, Me gustas mucho Ross... desde aquel día que me convertí en tu guía en la escuela – Ross, había decidido en ese mismo instante que lo mejor era disfrutar de su vida. Pero, ¿debía aceptar esos sentimientos?
-Lo siento... pero tú no me gustas... - Dijo seria mientras sonreía amablemente- Tengo a alguien que me espera en Paris...
-Pero... él no ha tratado de comunicarse contigo ni una vez. ¿Cómo puedes sobreponerlo por sobre mí?
-Eso es cosa mía. Claude. No intentes buscarle una razón lógica, no la encontrarás...-dijo ella soltándose de él bruscamente. ¿Qué se creía él?
-Iré contigo a París. Competiré directamente con él...-Claude iba a luchar por ella. Por el amor de una Ross que no conocía. ¿Estaba haciendo lo correcto?- Ya he presentado mi traslado e iré a Francia cuando yo lo decida...
-Puedes hacer lo que quieras. No cambiará lo que siento...-dijo ella caminando rápidamente.
-Cambiará cuando te des cuenta que nadie te ha esperado como piensas. Todos siguen sus vidas, incluso nosotros...-el viento sopló fuertemente haciendo bailar su cabello al compás de las ondas de aire. Algunas hojas secas pasaron frente a su rostro. Otoño se hacía presente mientras ella tronaba un poco su cuello.
-Puede ser...-Se giró para mirarlo a los ojos- En ese caso y solo en ese caso serás las sobras que he de comer...
-Te enamorarás de mi...-expresó Claude con las mejillas totalmente rojas- Entonces te casarás conmigo...
-No es algo que tú decidas por mí...-Ross rió un poco acomodando su cabello, la armonía de sus pasos y su actitud le gustaban a Claude. El sabor a misterio. La sensación a maldad y perversidad a pesar de ser tan joven. Lo hacían sentir tan adrenalinico al perseguir a esa chica.
Cuando la chica llegó a casa encontró dos ataúdes sobre la mesa, en uno se encontraba la abuela Mizu y en el otro su padre. Se quedó estupefacta cuando los vió a los dos pálidos, como si estuvieran durmiendo. Los cuerpos inertes estaban siendo velados. Cuando los dejó el día viernes estaban vivos y encontrarlos en estas condiciones era lo extraño. Hoy era sábado. Sábado veintitrés de diciembre. Los hombres de su padre estaban parados uno a lado de cada ataúd. Ross se quedó muda, ni siquiera lloró simplemente se arrodilló en el suelo esperando una explicación a lo que estaba sucediendo pero al no encontrarla comenzó a entrar en Shock.
-Señorita Lazzo...- expresó uno de ellos, un hombre de cabellos blancos de unos veinte años con un cigarro en la boca- Me he de suponer que usted será la que estará en la cabeza de esta organización de ahora en adelante...
-Mi padre está muerto...-dijo ella mirando fijamente a la foto de él y de su abuela que se encontraba en medio de los dos ataúdes.
-Parece ser que aún no cree en lo que ve. Verá... La policía mató a su padre y su abuela murió de un infarto al enterarse de la muerte de su hijo...-dijo el hombre.
-No quiero estar en esta puta organización. Quédate con todo... Solo regrésame a casa... -dijo ella apretando sus manos tan fuerte que estaba comenzando a herirse a sí misma.
-Me temo que eso no era lo que quería su padre... -giró un poco su cabeza, esos ojos brillantes y llenos de emoción se habían convertido en dos opacas esferas verdes.
-Es una orden. Estoy diciendo que nos regresaremos a París, viviremos allá... cuando cumpla la mayoría de edad te podrás quedar con todo... No me interesa el dinero sucio...
-Vaya, tu padre no estaría contento que dijeras que su dinero era sucio. Después de todo es el dinero con el que comes todos los días...-Se levantó Ross del suelo y se puso frente a él cruzando sus brazos- Vas a tener que esperar al verano que viene, prepararé tus papeles para el traslado...
-¿Eso quiere decir que viajaremos después de la graduación? – El muchacho asintió acariciándole la cabeza.
-Si, por ahora puedes dejar de ser fuerte. Llora si es lo que quieres, yo te protegeré entre mis brazos, princesa...-dijo aquel hombre que la abrazó con delicadeza a su cuerpo. Ross se quedó estática. Pensaba en ese momento que era lo que le esperaba ahora. Su madre, sus amigos y los de más la estarían esperando.
Romper el llanto...
Bridgette estaba a punto de llorar cuando se torció el tobillo al bajar las escaleras de la casa de los Dupain. Hacía tiempo que no veía a Félix y estaba feliz de al fin poder tenerlo frente a ella. Se intentó parar pero no pudo. Se tomó de las barandas quedando inmediatamente de pie. Cuando vió la melena rubia y perfectamente peinada de Félix asomarse por la panadería no pudo esperar para correr hacia él y aventarse a sus brazos. Cuando notó esta reacción, Félix se hizo aún lado dejándola caer de lleno contra el piso.
No iba a dejar que ella lo abrazara. No de esta manera, no ahora. Se quedó allí mirándola, torció los ojos un poco los ojos al verla retorcerse en el suelo. A regañadientes extendió su mano para que ella la tomara, cuando ella estuvo fuertemente sostenida Félix la levantó cual princesa y la subió a su cuarto. Se quedó parado en el filo de la cama mientras ella se sentaba en la cama mirando su tobillo lacerado por la caída.
-Parece que esto se inflamará un poco...-expresó con voz chillona la peliazul mientras se frotaba el tobillo- Siento ser una molestia...
-Debería tener cuidad...-expresó él sentándose en el filo de la cama- Han pasado dos años desde que no nos vemos... y sigues siendo una torpe...
-Oh, no digas eso. He crecido mucho a comparación de ti. Conservas el mismo tamaño...-dijo Bridgette quien se echó a reír de manera delicada observando el rostro de incomodidad del rubio.
-Bridgette... es cierto que entrarás al instituto Francoise Dupoint...-expresó él tomando el tobillo de Bridgette con delicadeza entre sus manos.
-Sí...-dijo ella poniéndose completamente roja- Oh, tus manos están heladas...
-Lo siento, a veces se me ponen así por el frio...-le ofreció una sonrisa el rubio. Luego sonrió sarcásticamente, algo como Adrien, algo pícaro y divertido. Todos los Agrestes tenían esa sonrisa sarcástica que enamoraba a cualquier fémina.
-Eres cruel conmigo...-dijo ella en susurro, casi imperceptible.
-¿Dices algo? –frotó su tobillo haciendo que este comenzara a calentarse. Sonrió mientras Bridgette ocultaba su rostro tras un cojín- Sabes, roja te vez hermosa... siempre lo he pensado de esa manera...
-Pero tu... -se puso aún más roja mientras intentaba no patalear de la emoción.
-Dame mi tiempo, corresponderé a tus sentimientos en el momento debido...
Debido, pero... cuando es el momento debido...
Ross tomó una bocanada de aire al separarse de su acompañante. Agitada por el abrazo terminó por salir corriendo a su cuarto. Se encerró allí para meditar todo lo que había pasado. Cuando cayó en cuenta de los acontecimientos se echó a llorar hasta que sus pulmones le dolieron. Se quedó profundamente dormida. En sus sueños, lejos de la realidad se encontraba ella con su amada abuela Mizu y su padre disfrutando de un día de picnic junto a Claude. Mientras ella llevaba un vestido floreado.
Se encontraba sentada en el pasto leyendo uno de los libros más llamativos de aquel entonces. Levantó la mirada para ver a sus acompañantes y vió que el pasto se marchitaba y tras ella aparecía una figura que no tardaría reconocer como su alter-ego. Se quedó callada mientras su otra parte se reía de ella. La miró con un tanto de ira mientras cerraba su libro.
-Entonces, ¿Qué deberíamos hacer?...-preguntó Ross mientras tiraba el libro aún lado.
-No es obvio. Si ella no hubiera aceptado a ese hombre, esto jamás hubiera sucedido con nosotras, no merecíamos sufrir...-expresó la otra mujer a la que Ross llamaba Layla – Ella debe pagar... por todo lo que nos ha hecho...
-Lo siento, no creo que sea una buena idea...-dijo ella parándose de su lugar- La abuela no hubiera querido que hiciera cosas contra mi madre...
-Fiorella debe sufrir y la única forma de hacerlo es asesinando a Alí...-Layla se cruzó de brazos- Aunque quizás solo debamos separarlos... ¿Sabes que le dolería a mami? Que Alí nos prefiriera a nosotras en vez de a ella...
-Estás loca...-dijo Ross riendo un poco y luego miró al frente- No podría hacerlo, jamás...
-Entonces solo tienes que tomar mi mano, yo guiaré tu camino...-Su alter-ego, Layla, expresó lo que quizás ella nunca se atrevería a pensar siquiera. Extendió su mano, la decisión era de ella. Tomar o no aquella mano.
Serías la mala del cuento solo por saciar tus dudas existenciales...