Maratón 4/4
Narra Mía.
Lo primero que vi al abrir los ojos fue las sombras de los muebles, gracias a los pequeños rayos de sol que se colaban por la ventana.
Miré el despertador, aún faltaban 20 minutos para que sonara el despertador, sip, eran las 6:40.
Aún así, me levanté de la cama, modo zombi, claro. Y me dirigí a la ducha.
Cuando salía del baño, ya vestida, sonó el despertador, in-cre-í-ble, veinte minutos para ducharme y vestirme. Récord.
Apagué la alarma del móvil, y caminé a la cocina, odiaba tanto madrugar, a pesar de andar medio muerta por ahí, no tengo ningún apetito a estas horas.
Hice un gran esfuerzo y comí los cereales de chocolate con leche.
Acabé toda mi rutina a las 7:35, osea, si no me llego a despertar, llego tarde fijo.
Agarré mas llaves del coche y puse dirección a la ciudad deportiva, en eso, vi mi salvación. Redoble de tambor, porfavor. ¡Starbucks!.
Paré el coche, y me adentré en la cafetería. Era normal, ni grande, ni pequeña. Después de un par de fotos en la cola. Pedí al chico un frapuccino White Chocolate Mocha, lo único que me despierta, vamos.
° ° °
¿Porque. Esto. Es. Tan. Grande?
- Hola... -saludaron detrás de mi.
Me di la vuelta y vi a un hombre de 40 años, aproximadamente. El Cholo, y porque lo veo en las noticias, que si no, no sabría quien es.
- Hola -saludé con un sonrisa y con la voz más dulzona que pude poner.
- Mía Castro... ¿Verdad?
- Ajá.
Me indicó que lo siguiera, y eso hice. Acabamos en una gran sala llena de máquinas varias para el deporte.
- Chicos -dijo el Cholo, dirigiendose a una gran masa de hombres-. Vuestra invitada ha llegado.
Todos los ojos se enfocaron en mi.
- Es mí invitada —salió Torres, llegando hacia mi y pasando un brazo sobre mis hombros—. Fus chicos, fus.
— No la hemos visto fuera —canturrearon, después de un golpe seco de la puerta—. Antoine se está poniendo nervioso, porque piense que no va a venir.
Y por fin, se pudo ver quien era esa voz, Koke, Saúl y Antoine. Llegando por la puerta contraria por la que yo entre.
— ¡Mía! —gritó Koke mientras se acercaba corriendo hacia mi.
La verdad, me asusté, hasta pensé en salir corriendo. Pero cuando me di cuenta, ya me había agarrado por la cintura y yo daba vueltas en el aire.
Fue divertido.
Hacía mucho que nadie me hacia una demostración de afecto.
No así.
— ¡Que bien que hayas venido! —ensanchó su sonrisa—. El Francés se estaba poniendo nervioso.
Señaló a un chico rubio, con ojos hermosos y profundos. Y claro está que era el mismísimo y guapísimo, Antoine Griezmann.