El espantoso mundo de Disney

By ElizabethFaustino

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Más que un reclamo personal, un reclamo de miles de princesas sin corona. Gracias Disney por pintarme el mund... More

El espantoso mundo de Disney

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By ElizabethFaustino

¿Quién no ha visto alguna vez una película de Disney? Un film de esa fábrica de maravillosos sueños, de esa fábrica de muñecas ingenuas que pasaron de ser solo de plástico y cabello sintético a ser actualmente de carne y hueso.

Niñas en todas partes del mundo viven con la idea de que todo es como en sus hermosos cuentos de hadas y por consiguiente, son incapaces de afrontar más adelante la realidad, la cruda realidad, el crecer de un día para otro y empezar a apoyar el capitalismo que año tras año apoyamos, sin conciencia de que el dejar sus muñecas de lado para salir a buscar empleo es solo el comienzo de todo lo terrible que puede llegar a suceder.

Toda esta revolución tiene como fundador al gran productor, director, guionista y animador estadounidense Walter Elias Disney que pasó decenas de sus años, con 22 premios Óscar incluidos, haciendo creer a niñas del mundo que toda historia termina en el paso del villano al lado bueno, en una bruja mala convertida en una amorosa madre de familia o en el encuentro de dos amores imposibles por su contexto social; sí, cada vez hay más fábricas de pensamientos surrealistas, cada vez hay más “canales infantiles” y hasta una industria de jóvenes estereotipadas también conocidas como “Barbies”.

Y así es como las guerras terminan “derramando” kétchup en vez de sangre, una explosión nuclear es seguida de un majestuoso arco-iris multicolor y los presidentes dan generosos “regalitos” a sus congresistas acompañado, obviamente, de la sonrisa desinteresada de su adorable y nada autoritaria esposa; todo en ese mundo feliz donde no existen robos, sino préstamos que luego serán devueltos por la fuerte carga de conciencia de un honesto y confundido ratero. Es un mundo donde no existen las violaciones, solo muestras de cariño obligatorio, un mundo donde los hombres no golpean a “sus” mujeres, solo tratan de “corregirlas”, por ellos no existe el feminicidio, solo los “No quise hacerle daño, se me pasó la mano”, un mundo donde los pobres tienen hadas madrinas que les cumplan deseos sin pedir nada a cambio, es un mundo donde los adolescentes no adolecen de beber ni drogarse, solo tratan de hallar pociones mágicas para la vida eterna, amén. Así de bello y perfecto es el espantoso mundo de Disney.

Tan bello y perfecto que hasta nos cambian el final de la historia para hacernos creer que el final feliz sí existe aunque distintos cibernautas que curiosos sobre este tema investigaron más a fondo dieron como resultado las verdaderas historias detrás de los hermosos cuentos de Disney, como en el conocido foro “Taringa!”, mostrándonos finalmente que aunque nos pinten todo de rosa la realidad es distinta…

“La Cenicienta, una historia con muchas versiones, la mayoría de ellas provienen de la tradición oral. Las más conocidas son la del francés Charles Perrault escrita en 1697 y la de los hermanos Grimm, de 1812. En esta última versión las hermanastras, en un intento desesperado por hacer que el zapato de cristal les quedara bien, se cortaron el dedo gordo del pie y el talón, cuando el príncipe vio el zapato ensangrentado se dio cuenta del engaño. Como castigo los pájaros sacaron los ojos a ambas hermanastras. Los pájaros llevan a la nueva princesa los ojos de su ex familia como regalo de bodas.”

No recuerdo ninguna escena sangrienta en el largometraje de Disney Channel, ¿ustedes sí? Dudo que mis papás me hayan dejado ver de pequeña una película con ese contenido.

“Caperucita Roja, cuento originario de la tradición oral europea tiene versiones más extremas que las que se han dado a conocer. Una de ellas es que el lobo es más un licántropo que un animal y tras comerse a la abuela de la niña, invita a ésta a ingerir la carne de su abuela y beber su sangre. En otras versiones, la niña percibe la trampa y escapa. Engaña al lobo, diciéndole que necesita ir al baño pues no quiere hacerlo en la cama de la abuela.”

El canibalismo no es algo que haya escuchado hasta cumplir los diez u once años más o menos, pero en nuestro Maravilloso mundo de Disney solo nos preocupábamos en si sus orejas eran lo suficientemente grandes como para oírnos mejor…

“Blanca Nieves, originario de Alemania, esta narración tiene en sus orígenes una versión más extrema que la más conocida. La tradición oral indica que los enanos son ladrones; otras versiones afirman que fueron tres los intentos de la madrastra para matar a la protagonista, el primero de ellos es con un lazo amarrado al cuello, el segundo con un peine enterrado en la cabeza y el último el del fruto envenenado. Cuando el príncipe logra despertar a Blanca Nieves y le propone matrimonio invita a la madrastra. La madrastra llega a la boda y ahí es reconocida por Blanca Nieves, la mujer es capturada y obligada a bailar hasta morir con unos zapatos hechos de hierro ardiente.”

¿Dónde quedó el espejito espejito? Ese tipo de castigos solo puede ser contrastado con la muy conocida “Justicia popular”, recordemos algunos titulares del colorido portal informativo de El Comercio:  “Delincuente murió tras ser quemado en Juliaca por asaltar a comerciante”, “Pueblo boliviano quemó vivos a dos brasileños acusados de asesinos”, “Jaén: madres agarraron a correazos a sus hijos por haber robado”, “Pobladores asesinan a supuesto ladrón de ganado en Chimbote”, “Golpean y pasean desnudo a ladrón que fue capturado tras robar laptop en Juliaca”. El castigo a la reina pudo haber sido peor en el pueblo peruano luego de tres claros intentos de homicidio, claro que si se hubiera hecho cargo nuestra honorable Policía Nacional, hubiera salido en libertad después de 48 horas  y tres coimas aproximadamente.

“La Sirenita es considerado uno de los cuentos más representativos de Hans Christian Andersen y se publicó en 1897. La historia es la narración de un amor no correspondido entre un príncipe y una sirena. El elemento trágico se da cuando ésta decide volverse humana para estar junto a él, a cambio de esta transformación ella debe permanecer muda. Al final, ella sacrifica su vida.”

Lo que La Sirenita no sabía es que su “historia de amor”, según Disney, tendría una segunda y tercera parte, pobre Sirenita, murió pensando que su muerte sería el final de la historia.

 “Hänsel y Gretel, la tradición de esta historia tiene sus raíces en la Edad Media, época en que la pobreza extrema de algunas familias los obligaba al infanticidio. Bajo esta premisa se desarrolla la historia ya que los padres de la pareja de hermanos los abandonan en el bosque con la intención de que mueran. Los niños encuentran la casa de la bruja y después de quemarla en el horno roban todas sus pertenencias y regresan a disfrutarlas con su padre”.

Aún en la Edad Media habían existido los pirañitas aunque esto no nos muestra el canal del ratoncito, como podrán leer en el blog de la alcaldesa madrileña del Partido Popular Español, Ana Botella, donde menciona alegremente la enseñanza que le dio: «Este cuento nos demuestra que en la ficción, como muchas veces en la realidad, las buenas acciones tienen su recompensa. Nos enseña, además, cómo con la inteligencia y la prudencia podemos resolver situaciones adversas. Pero lo más importante y de lo que debemos tomar ejemplo, es del cariño entre los dos hermanos. Se protegen continuamente y consiguen superar todas las dificultades».  ¿Disney, dónde?

     Por último para terminar de endulzar sus hermosos cuentos manipulados por el majestuoso canal 44, en Movistar TV, el maravilloso cuento de la Bella Durmiente…

“Se sabe que la versión de los hermanos Grimm de La bella durmiente, en la que la princesa es despertada por el casto beso del príncipe que la rescata, es una alteración que elimina los elementos de canibalismo, violación y adulterio del relato original.  Éste apareció por el año 1528, y en él, el príncipe, que no logra, por más que grita, despertar a la princesa durmiente cuyo nombre es Talia, procede a abusar sexualmente de ella para luego regresar a casa con su esposa. La princesa da a luz gemelos y es el hecho de que éstos mamen de sus pechos lo que la hace despertar. Cuando el príncipe pasa de nuevo por el lugar y ve que Talia ha despertado y tiene dos hijos suyos se los lleva a todos a palacio. La esposa, que no tiene hijos  propios, trata de matar a los niños diciéndole al cocinero del reino que los prepare para la cena. Pero el príncipe se da cuenta a tiempo del macabro plan y arroja la mujer al fuego. Por último se casa con Talia y viven felices... por siempre.”

Un típico cuento del espectáculo “Chollywoodense”, con  tantas seudo-noticias de este tipo no me hubiera asombrado que la historia original hubiera tenido muchos seguidores, o mejor dicho, muchas seguidoras, con  tantas “comadritas” existentes empecinadas en saber hasta el minúsculo e insignificante escándalo, claro que las niñas no pueden visualizar ese tipo de “malos actos”, aunque irónicamente sean las primeras en encender el televisor a las 6:30 p.m. para que al igual que sus madres no perderse ningún chisme de Esto es Guerra, sin interés en generalizar; de tal palo, tal astilla.

¿Y el príncipe azul? Ese es otro cuento…

Yo a los cinco años tenía noción de que algún encontraría a mi “otra mitad”, a mi “felices por siempre”, o eso fue lo que me pintó Disney. A los cinco años muchas niñas como yo ya se hallaban enamoradas de un príncipe azul en 2D, a una edad donde lo que más nos preocupaba del futuro era no perder el zapatito de cristal mientras bajábamos las escaleras apuradas porque eran las doce y se iba a deshacer el hechizo. Hoy con quince no recuerdo ni el nombre de todas las princesas con las que soñaba ser de grande, sino fórmulas, hormonas, químicos, filósofos, historiadores, funciones de órganos vitales, etc. ¿Gran contraste, verdad? Es que el cuento de hadas duró solo dos horas y el resto es cosa de nosotras.

Será tal vez por eso que vemos en el noticiero chicas llorando desgarradoramente en el piso porque no consiguieron entradas para su gran ídolo Justin Bieber, o hasta vendiendo su virginidad con tal de conseguir dinero para unos minutos de playback, así como lo dio a conocer un canal de televisión mexicano:  “Verónica Isabel, polémica quinceañera de la ciudad de Monterrey que canjeó su virginidad por un boleto a Justin Bieber confesó en su página “Mi Virginidad por un Boleto para Justin Bieber, Urgente” que el joven al quien le puso su “primera vez” en bandeja de plata, le otorgó un ticket FALSO.” 

Es triste ver que al salir a la calle  lo primero que encuentro son miles de copias mal hechas de mini-princesas, con vestidos “innovadores” y maquillajes extravagantes, hijas de señoras que desde pequeñas se llenaban de hermosos cuentos de Disney y que a la larga no han aceptado la idea de que su príncipe azul con el que se casaron para tener un felices por siempre era en realidad un pitufo disfrazado, que no aceptaron la idea de que a su hada madrina se le atrasó el avión desde Disneyland- Florida, y buscan tener una segunda oportunidad de ser parte de la “nobleza” como madres de princesas, o mejor dicho, suegras de príncipes gerentes de empresas.

Estas mujeres  son las típicas madres estadounidenses que llegan a gastar cientos de dólares para que su apreciada princesita se lleve el título de reina de belleza desde sus primeros meses de nacida y ella, dicho sea de paso, los miles de dólares que dan de premio, un ejemplo de este caso es Isabella Barrett que ha sido noticia en los últimos días. A sus 6 años, ha ganado varios concursos de belleza. Su línea de ropa, maquillaje y juguetes le ha dejado en su cuenta de ahorros más de 6 millones de dólares. La prensa internacional se ha hecho eco de su situación, así como ha cuestionado el papel de su madre como impulsora de la comercialización de la imagen de la niña. Barrett saltó a la fama luego de participar en el reality show “Princesitas” de la cadena televisiva Discovery Home and Health, el programa que retrata la competencia y el insólito mundo que esconden los concursos de belleza infantiles en Estados Unidos. Ahí se muestra el tortuoso camino que recorren niñas de hasta 12 años para convertirse en sonrientes reinas: extenuantes horas de sesiones cosméticas, implantes, bronceado artificial y todo cuanto las haga más atractivas ante el jurado encargado de calificarlas, donde lamentablemente se aprecia que la mayoría de las niñas ni siquiera lo disfrutan y solo lo hacen por obligación o para ver felices a esas mujeres que llegan hasta tal punto por dinero, sus madres.

Pobres princesas, la corona no llegó y tuvieron que admitir que lo mejor es coger un libro, un cuaderno y un lapicero para tomar apunte de las interminables razones trigonométricas o de lo contrario salir en busca de un trabajo de medio tiempo mientras cargan con su enorme barriga de ocho meses y medio.

La vida nos obliga a cambiar la casita de la Barbie por la escuela, la limo rosadita por el “microbús” o “combi” y de regalo tráfico, embotellamiento, choques y mañoseos al paso en un carro donde no entra ni un alma más, sin embargo siempre “al fondo hay sitio”.

Muchas al pasar este cambio radical “sufren” en el intento, al ponerse “depres” porque les vino la regla o porque OUCH!, su príncipe encontró otra nueva esposa, pobres princesas, hijas de Disney.

Sí, pobres, toda su vida engañadas y ahora con veinticinco años encima tienen que manejar todo un país, todo un planeta, si tan solo hubiera salido al aire una princesa de Disney presidenta, empresaria, científica, matemática en vez de una simple chica dormida esperando que llegue el príncipe a salvarla, todo hubiera sido distinto.

Si tan solo les hubieran enseñado a multiplicar y dividir en vez de enseñarles los colores combinables en la ropa. Si tan solo les hubieran enseñado a crear compuestos químicos que más adelante podrían ser la cura al cáncer o al sida en vez de enseñarles marcas de joyas y perfumes, todo hubiera sido distinto.

 “Si tan solo, si tan solo”, pero no, es demasiado tarde, la princesa se casó con el primer ojiverde que se le cruzó, la princesa entró en depresión porque no encontraba trabajo, la princesa amenazó con suicidarse porque no encontró entrada para el concierto de Justin Bieber y… ¡Oh, pobres princesas!

Claro, todos y todas tenemos derecho a disfrutar nuestra infancia, pero nadie dijo que eso implicaría disfrazar de una manera tan superficial y plástica la realidad, realidad que luego descubriremos como si nos cayera un baldazo de agua fría, realidad que hará que nuestro rosa se destiña y nuestro pegaso multicolor nos aviente a un mundo del que no estamos preparadas, realidad en el que nos sentiremos perdidas, realidad que nadie nos advirtió porque no era “apto para todo público” , realidad que todos sabían ,excepto nosotras, que tarde o temprano tendríamos que afrontar. Pobres miles de princesas, la gran desilusión de nuestras vidas de un momento a otro.

Gracias Cenicienta, gracias príncipe, gracias Disney, ahora sí nuestro “The end” está más que escrito.

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