Los Deseos de Demetrius (�...

By Donatella1212

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Un nuevo siglo empieza. En pleno año 2000, Demetrius Strauss lucha por salir a flote después de la muerte de... More

Prólogo
El Universo
El paquete
Retroceder
La cita fallida
El autosabotaje
El crucero
Demasiado tarde
Aceptando culpas
Una noche en un millón
Frustración
El plan
La ansiedad
No hay nada como la familia
Trascender
La sexualidad pasó de moda
La verdad sobre Matheus
Vivir en pecado
Las frustraciones
Momentos
Mathilde se come el mundo
Perdiendo la razón
El santo desorden
El suicidio
Si fuese por el sexo
Relación directa con la ilusión
Nostalgia de último momento
Sacude tus cimientos
Aire fatuo
Gélida como la nieve
Amistad fallida
Salvaje e imparable
Felino
Sorpresas
Lo real y lo efímero
Epílogo
Portada y booktrailer

Disputas

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By Donatella1212

   Abro los ojos a las seis y salgo de mi cama a las siete, no preocupo por nada. Porque preocuparse es una pérdida de tiempo.

Mi madre y yo tenemos la suerte de tener una relación cercana, soy su único hijo. Le he contado sobre Monique y lo que pasa entre ella y el rubio.

—¿Hasta cuando seguirán con la mentira?

—No lo sé.

—No crees que ahora es el momento adecuado para decirle a la madre de Matheus que su hijo no le dará ningún nieto.

—No es mi decisión. Creo que lo mejor va ser esperar —agregué—, yo no quería decirle nada, quería ser más paciente.

—¿Lo hacés por presión, verdad?

Mi madre vio varias veces a Mathilde presionarme para que haga cosas. Pero en este caso Monique insistió que se hiciera su voluntad, así que accedí a seguirles el juego. Me di por vencido. Así que mamá no estaba teniendo una buena impresión después de toda esta falacia.

Así es. Mathilde dijo que si no guardaba silencio me guardaría rencor por siempre.

—Me preocupa mucho la madre de Matheus. Yo no puedo compartir un café en esta mesa y fingir que todo esta bien.

—Lo sé.

—Y ¿cómo explicaré que esto es solo un embuste? —Su voz sonó como si dijera algo incongruente.

—Puedes tener por seguro que esa mujer se enfadará. Pero ¿qué tiene que ver esto con nosotros, contigo y conmigo?

—Hijo, es la lealtad.

—Si supieras cuán distraído estoy por no meter la pata, no insistirías con tanta obstinación en este tema. Puedes decirle a la señora lo que creas que debas decirle. Yo saltaré el charco. ¡Y... asunto concluído!

—Esta bien. Gracias por darme el visto bueno —dijo mi madre juntando sus palmas arriba de la mesa.

—Lo último que quiero hacer es causar complicaciones. Ya no puedo ser útil con este engaño —dije—. Además sostienes sin cesar que lo dirás.

Mi madre suspiró.

—Demetrius, no seas infantil. ¿Quieres que esa mujer se ilusione? No quiero que todo termine en desgracia.

—Entonces ¿La vas a llamar por teléfono?

Solo entonces abrió los ojos.

—¿Te has vuelto loco? Iré a su casa. Yo no soy como Lalo que cuenta los chismes por teléfono, yo los digo de frente y a la cara.

—Pues, confío más en Lalo. Él tiene un pensamiento neutral. Deberías ir con él a visitar a la señora. Seguro que si habla Lalo, en modo Enchanté evitarás el mal trago.

Mi madre negó con la cabeza, levantando sus ojos y dijo:

—Invita a cenar a las dos arpías —su voz sonó como si tuviese ira.

—¿Quién?

—Mathilde y Monique —dijo mi madre.

—Está bien. Pero quiero que prometa que meditarás sobre tus palabras —le dije en un tono risible.

—El día que vino tu compañera me desagradó verla fumando como un cerdo — inquirió mamá.

—¡Ja! ¿te cayó mal?

—No tanto como su hermana con cara de loquita y una vida vacía —masculló mamá, elevando una ceja.

—Esa es Rubí. ¡Mamá sos ordinaria! — exclamé, soltando una carcajada.

—Sí, sí, claro. Vos decís eso. Pero bien que te la follaste.

—¡Mamá! —exclamé ojiplático.

Me incorporé asustado en la silla de madera. Aunque debí pensar que mi madre estaba durmiendo ese día con un ojo abierto.

—Hijo no eres nada razonable.

—Perdón... —murmuré con voz seca.

Cuando mamá escupió esas palabras, sentí un miedo indescriptible. La voy a decepcionar, pensé; pues la imagina cosas que no son y que no vé.

......
Construyes una relación firme en tu trabajo. Cada vez que nos vemos en el horario laboral, hablamos de tonterías y nos reímos. Si le quitas eso a Matheus, por supuesto que se sentirá mal por la pérdida.

Matheus había sido suspendido en el trabajo porque Monique declaró un abandono de persona. El paragua lo pensó durante unas horas y luego resolvió que el rubio sería suspendido durante nueve días sin goce de sueldo.

—Escuché cosas increíbles sobre ti — bromeó Patty, con una voz melosa.

—Señorita Boyd, yo soy Demetrius — agregué con voz átona— Matheus ya está por llegar. Hoy es el retorno del emperador.

—¡Hola, ya estoy de vuelta! —bramó el rubio con fuerza.

—¿Volviste? exclamó Mathilde, sin vacilación, ni temor.

—Así es. El período de suspensión
terminó —vociferó el rubio a todo volumen.

—¿Cómo has estado? ¿Qué estuviste haciendo durante esos nueve días de castigo? —preguntó Monique con una voz teatral y afectada.

—La verdad hice muchas cosas aunque no lo crean. Una exclusiva empresa de banquetes para eventos me contrató como ayudante de cocina —comentó el rubio con una risilla.

—Parece que tu billetera está llena nuevamente —agregué.

—¡Ja! No entiendo como siempre tienes suerte con la guita, porque con las
mujeres... —cuestionó Monique.

—Gané mucha plata haciendo tostadas con salmón ahumado como aperitivo, en dos bodas —dijo Matheus con voz jadeante.

—Tal vez sos un gran chef o un gran embustero —dijo Monique con un voz distante y fría.

—Dígame, Monique, ¿Por qué le pediste al paragua que me suspenda? —preguntó el rubio con una mirada nerviosa.

—¡Ja! Estoy embarazada y me has dejado caer al pavimento —dijo Monique sollozando.

—¿Qué quiere de mí? —preguntó perplejo —, ya se lo sé todo.

—Claro que no —respondió ella.

—¿Qué nos dice usted, ciudadana? —dijo Matheus mirando de cerca a Mathilde.

—Cálmense. Esta lloviendo. Deberíamos ir al café de la esquina a la noche para pláticar con tranquilidad —agregué con la voz quebrada.

—¿Está usted lista, ciudadana? —dijo Matheus  mirando por el rabillo del ojo a la rubia.

—¡Cállese, subnormal! —chilló Mathilde, tirando su chaqueta al piso con estrépito.

—Ven, no te tengo miedo —susurró el rubio.

—Matheus, te lo merecías por hijo de
puta —gritó en la cara al rubio— , vos hacés lo que querés y no das marcha atrás.

—¡Ajá! Vos estás demente y nadie te dice nada —le dijo Matheus, cuando le subían las lágrimas.

Tranquilícese, Matheus. Yo estoy bien — dijo Monique—. Y ¿cómo te enteraste que había sido una mentira lo de mi embarazo?

—No lo diré. Pero debo decir que una gentileza de una buena mujer que se apiadó del corazón de mi madre.

Luego Matheus se irguió y se dirigió hacía mí y me dijo al oído un gracias.

Abrí redondos los ojos para expresar mi asombro y lo miré como suelo mirar a una película de terror.

—Conmigo nunca debe tener secretos y mucho menos de estas magnitudes —dijo Matheus con un sonido gutural.

Matheus, desconcertado había comenzado a llorar. Las lágrimas corrieron por sus mejillas rojas y tuve que sentarme a su lado para abrazarlo.

—¿Ahora abrazás a los ineptos? —dijo Mathilde, mirándome con asombro.

—Por Dios, ¿acaso querías ser padre? — exclamó Patty, curvando la comisura de sus labios.

—Sí.

.....

   Él ya no quiere jugar juegos de niños. Hace tiempo que no empata un partido. Cuando sintió el fuego en su pecho, no se atrevió a tocar la llama y ahora finge que todo esta bien.

—Todos se preguntan por qué. Si Matheus es un hombre joven, inteligente y atractivo — dijo Mathilde, mientras caminábamos hacía el bar de la esquina del hipermercado, tomados del brazo.

—Resulta que no es un problema para nosotros y no haces más que quejarte y ¿querés que te diga una cosa? Nosotros no tenemos derecho a opinar. El quiso tener un hijo y eso no sucedió —dije con aplomo.

—¡Cállate, Demetrius! —exclamó con voz seca—, no ves que tengo miedo.

—Sé que estas muy nerviosa. Ustedes quisieron armar ese plan. Ahora él lo sabe todo. Lalo y mi mamá se lo dijeron a su madre. No me culpes, no soy un desgraciado, ¡eh!

—¡Ay, carajo! —exclamó con la voz trémula —, tu madre parece el ser más noble de la tierra, ¿por qué le fue con el chisme?

—Simplemente, porque la madre del rubio estaba viniendo a tomar el té con mi vieja a mi casa y mamá se sintió culpable. La señora estaba pensando que su hijito debía casarse.

—¡Pobre mujer! —dijo Mathilde, mientras tomábamos asiento en una mesa en el interior del café.

—Me dió pena.

—Matheus tiene un temperamento tan volcánico. Me dejó boquiabierta. No se encolerizó tanto esta vez — agregó la cajera.

—¿Te imaginas a Matheus casado con esa fiera? —dije con una risilla.

—¡Qué horrible! Matheus es un soltero empedernido. ¿Qué edad tiene ese zángano?

—Veintinueve años —dije, apoyando los codos en la mesa.

—Demetrius, ese tesoro no tiene sentimientos reales.

—Ahora te pareces a tu hermana...

—Rubí te quiere... te quiere como una inyección juvenil que solo un chico de veintitrés años le puede dar — dijo, lanzándome una mirada traviesa.

—Ahora me siento como tónico revitalizante —agregué lanzando una carcajada.

—¡Ay, criatura de Dios! ¡Cómo podes ser tan charlatán! —se burló en mi cara.

—¡Pero que estás diciendo! A mi me gusta tu hermana aunque sea mayor. La edad es un número —tartamudeé nervioso— , ahora cuéntame sobre tu aventura con Matheus.

Con una cómica timidez encogió los hombros, riendo abiertamente.

—Las veces que fui a la casa del rubio... ¿cuántas veces fuí? —agregó la muchacha, mirando en la dirección de la puerta del local— , después te digo. Ya están aquí.

Matheus llegó del brazo de Boyd, nos vió y tomaron asiento en nuestra mesa.

—¿Y bien? —dijo Matheus levantando sus cejas finas, mirandome con interés.

—¡¿Te bañaste en colonia?! —dijo Mathilde ladeando la cabeza— , parece la colonia Old Spice que usa mi abuelo.

—¡Es verdad! Hueles a anciano decrépito — dije lanzando una carcajada.

—¿Dónde esta Monique?  ¿No se abrá ido del brazo del vendedor de bocadillos de salchicha? —bromeó nuevamente Mathilde.

—Matheus ha vuelto a llorar —dijo Patty — , no es hora para el humor negro.

—¿Pero usted que está haciendo aquí? — dije con una voz temblorosa de excitación.

—Yo soy... soy la amiga y confidente de Matheus.

El silencio mortal entre nosotros.
Solo se escuchaba el murmullo de los comensales y el sonido de los cubiertos metálicos.

—Eso lo dices porque sos una chusma y venís aquí a envenenar la noche —dijo Mathilde, con el rostro deformado por la ira.

—¡Habló la zorra! 

—¡Ja! Habló la puta —dijo Mathilde de pie, señalando con el dedo.

Era evidente que Patty no sabía defenderse de la rubia. Además, no tenía ninguna duda de que terminarían a los golpes.

—¡Poca cosa! —chilló Boyd, cubriendo su rostro con su antebrazo derecho.

Al verlas pelear, todos callamos tímidamente hasta que por fin llegó Monique y dijo en un tono vacilante:

—Pero, dulce, ¿qué te ocurre? ¡No ves que estas dando un espectáculo?

— ¡Claro! Yo vine a cenar con Matheus y a cambio recibí insultos de este proyecto de mujer —gritó Boyd.

Mathilde levantó los ojos y tomó su cartera con intención de irse y dijo:

—Me das asco.

—¡Uff! Esto me inquieta bastante —dijo Mathilde burlándose de Patty.

—¡Tú te creés el terror del barrio, Mathilde!

—¡Me largo de aquí! —dijo la rubia con el rostro lleno de enfado.

Durante el pleito, Matheus no hizo nada más que sonreír. Con certeza para él, esta es una noche memorable.

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