AntebelluM - 30 Seconds to Ma...

By SGabrielaD

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¿Alguna vez te has preguntado cómo nace un copo de nieve? . . . #TomoMilicevic, #JaredLeto & #Shanno... More

INTRO
Prólogo
Capítulo 1 - El Festín
Capítulo 2 - Esa Alma
Capítulo 3 - Rosas nocturnas y aterciopeladas
Capítulo 4 - Dulce Caos
Capítulo 5 - ¿Zorro o Pomerano?
Capítulo 6 - Artificios
Capítulo 7 - Lazos Consanguíneos
Capitulo 8 - ¿Olvidar o recordar?
Guia Multimedia de Personajes
Capítulo 9 - Gacelas y Depredadores
Capítulo 10 - Combustible Negro
Capitulo 12 - Nuestros propios dioses
Capitulo 13 - Las voces del mañana
Capitulo 14 - Amo esta Vida
Capitulo 15 - Bajo Presión
Capitulo 16 - Esos Cuatro Muros
Capitulo 17 - Ella era Diferente

Capitulo 11 - El Desafío del Ángel

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By SGabrielaD


El Desafío del Ángel

"Todos somos como la luna brillante, todavía tenemos nuestro lado oscuro" ―Khalil Gibran.



La proyección de dos líneas de luz se unieron sobre la arena un instante y luego avanzaron paralelas por esta, criaturas del mar, pequeños predadores, correteaban al ser sorprendidos en la oscuridad de la noche.

La Luna, con la sonrisa del gato del País de las Maravillas había desaparecido hace más de dos horas entre un amasijo de nubes grises, y ahora en la inmensidad de aquella playa de Malibú solo quedaban dos sonidos: el de las olas del mar crecido chocando contra la orilla y el de los pasos de Shannon y Valentina hundiéndose sobre la arena.

Se movían en silencio por la orilla, sintiendo el frescor del agua en sus pies descalzos y el calor en sus cuerpos, la humedad seguía aumentando en la atmósfera y con ella aquel calor insoportable.

El calor, esa era una de las principales razones por las cuales Valentina aceptó alejarse de la celebración cafetalera, la segunda quizás mucho más importante, que ya no tenia ánimos de seguir conociendo gente ni hablando de su pasado con extraños. Por suerte Shannon era más perspicaz de lo que pensaba y en cuanto vio que se alejaba del grupo hacia el lado más alejado de la terraza, no tardó en seguirla y proponerle una larga caminata por la playa.

― Así que tienes dos hermanas ―comentó Shannon para romper el silencio que se mantenía desde que salieron del bungalow.

Valentina asintió― Yo soy la ultima de la tres.

― ¿La consentida? ―inquirió dándole un empujoncito con su hombro mientras alzaba las cejas con diversión.

― No tanto, en mi familia valoran la independencia y la capacidad que puedas tener para valerte por ti misma. ―recordó sin muchos ánimos― Si tuviese un título sería el de "La problemática"

― Te comprendo ―dijo mientras perseguía con su linterna a los cangrejos, obligándolos a huir despavoridos por diversión― Veo que tenemos más cosas en común de lo que pensaba ­―comenzó a contar con sus dedos puntualizando cada relación― tenemos dos hermanos, somos las ovejas negras de la familia...

― Y somos adictos al café, no lo olvides ―rió

― Estoy de acuerdo, y también somos fotógrafos.

― ¿De verdad? ―preguntó dudosa deteniéndose, él lo hizo un poco más allá al ver que no le seguía y se giró.

Cabía la posibilidad que solo lo dijese por caerle bien, por tener un tema de conversación del cual agarrarse.

― Claro, ¿Quién crees que hizo las fotos de nuestro primer álbum? ­―sonrió― ¿O de nuestra publicidad en nuestros inicios?

Valentina se quedó un instante analizándolo, percibiendo en él algún aura de engaño con su empatía, pero nada, absolutamente nada. O era muy bueno en ello o decía la verdad, como fuese, esta era la segunda vez por esa noche que juzgaba mal al baterista por un chisme.

Dio el primer paso en su dirección y luego otro, acortando las distancias. Una momentánea corriente de aire circuló entre ambos, despeinando ligeramente sus cabellos.

― No tenía idea, no es algo que aparece en los medios cuando se habla de ti.

― Digamos que en mi familia al que le cae siempre la prensa es a Jared

La fotógrafa recordó a su hermana Leonor, como era perseguida y alabada por todos gracias a su perfección, tanto física como en las acciones que realizaba.

Shannon ladeó un poco la cabeza, la pelinegra se veía en otra parte luego de escuchar sus palabras y sin querer, creyó que las había interpretado como envidia hacia su hermano― No me malinterpretes, disfruto mucho la atención durante los conciertos, esa energía y esa calidez del Echelon pero no me veo siendo perseguido por un paparazzi día y noche. Es muy probable que le hubiese dado un puñetazo a alguno de ellos en lo que va de mi carrera si se cruzan mucho a mi espacio personal.

«Oh Shannon, si supieras que hacía para ganarme la vida antes» pensó ladeando la comisura de sus labios hasta formar una sonrisa de lado.

― Yo igual, debe ser muy frustrante. ―comentó adoptando el papel de inocente― Y dime ¿Qué tipo de fotografías haces?

Shannon alzó su dedo índice y lo movió de un lado al otro en señal de negación.

― Alto ahí señorita, de mi trabajo no puedo hablar por cuestiones estéticas, pero si mostrártelo. Y puedo enseñarte el portafolio que tengo en casa con todo gusto.

Ya se había tardado en sacar su lado pícaro. ¿Quién le mandaba a preguntarle? ¿Quién?

― Cuestiones estéticas eh ―Valentina reanudó su andar pasándole por un lado― No será que haces fotos porno, ya sabes, tipo Terry, su amigo el Neoyorquino.

Una profunda carcajada se escuchó a su espalda y antes de darse cuenta, el mayor de los Leto se encontraba a su lado nuevamente.

― Yo hago arte, no porno linda.

― Pero admites que existe una relación entre tu trabajo y el de Terry.

― No admitiré nada de nada hasta que veas mis fotos.

― ¿Estás tratando de persuadir mi lado curioso para que vaya a tu casa Shannon?

«Si Valentina, pero me está costando trabajo lograrlo contigo»

­― Un artista nunca persuade, un artista insinúa. ―soltó finalmente sin querer darle una respuesta concreta― Y estoy seguro que no soy el único que hace fotos ajenas a su trabajo ¿o me equivoco?

Por supuesto que no se equivocaba, cualquier fotógrafo que se respetara tenía un portafolio personal con sus mejores trabajos. ¿Los de ella? De los viajes que realizaba por el país: personas, paisajes, animales.

Pero... ¿Qué fotos podía tener Shannon en el suyo? La tentación era demasiado grande.

― Qué me dice a mí que no intentarás nada extraño.

― Soy un hombre de palabra, esta noche te prometí una celebración agradable y así fue.

― La noche es joven...―canturreó.

― Nosotros también.

Pero la noche, con su juventud y todo, se arruinó con prisa.

Una gota, luego otra y así, en segundos, una cortina de lluvia cubrió todo Los Ángeles en una fuerte tormenta. Ambos regresaron a la reunión, pero al tener lugar en los espacios abiertos de la terraza no tardó en ser concluida también y los comensales poco a poco dejaron el lugar, entre ellos Valentina.

Su edificio quedaba en el lado opuesto de la ciudad, así que debía conducir casi una hora antes de retornar a su dulce hogar, tomó la avenida principal, a esas horas casi desierta y encendió las luces de cambio para moverse al carril de alta velocidad.

A pesar de que no veía autos en la vía, miró por el retrovisor para asegurarse antes de cambiarse. Una vaharada blanca le hizo considerarlo y en vez de girar a la derecha, se movió en dirección contraria hacia en carril más lento.

¿Era neblina?

No podía estar segura bajo aquel aguacero, disminuyó la velocidad poco a poco y reparó, muy pronto y para su mala suerte, que la espesura blanca que observaba no era neblina, sino humo blanco saliendo de su motor trasero.

«¡Joder!»

Detuvo por completo el auto en el bordillo y espero unos segundos. Era la segunda vez que le pasaba aquello y si sus cálculos eran correctos solo debía quedarse allí hasta que el motor se enfriara.

Diez minutos después el vapor de agua iba en aumento. Tenía dos opciones, llamar una grúa para que la llevaran a un taller y pagar una considerable suma por ello o, bajarse e intentar arreglar personalmente el problema. No tenía mucho dinero, así que la segunda opción fue la única que pudo escoger.

Revisó su cartera en busca de su destartalado pero fiel paraguas rojo antes de salir. Nada. Hurgó en la guantera y allí lo encontró. No tenía más remedio, abrió de mala gana la puerta y bajó del auto.

Lo primero que la golpeó al estar de pie en el exterior fue una intensa ráfaga de aire, que se coló debajo de su artilugio protector con intensiones de arrebatárselo de sus manos. Se debatió con la brisa unos instantes hasta que el paraguas adoptó una forma convexa, la tela impermeable se desprendió y se fue volando en la tormenta.

― ¡¿POR QUÉ?! ―gritó al viento con frustración, alzando el mástil y el enjambre de varillas de metal que le quedaron en sus manos al cielo. Buscando en el proceso captar un rayo para completar la escena.

Una que, gracias a los vientos huracanados, la lluvia que arreciaba y los vívidos relámpagos, contaba con todos los elementos de un buen montaje de Hollywood.

El agua fría le caló los huesos de inmediato y los segundos que le tomó moverse desde la puerta hasta el motor fueron suficientes para darse un buen baño, pegándole el vestido azul claro al cuerpo que rápidamente se tornó en oscuro.

La cosa iba de mal en peor, en cuanto subió el capó y una gran nube de vapor de agua se dispersó con la lluvia, pudo ver el motor tan ígneo como la boca de un volcán.

Acercó su mano para revisar el depósito del líquido refrigerante y al sentir que la punta de sus dedos se derretían se alejó profiriendo maldiciones.

Estaba claro, no tenía idea qué hacer a continuación, sus conocimientos en mecánica automotriz eran nulos y sus recuerdos de los tutoriales en YouTube habían sido borrados por los Hombres de Negro. Bajó la tapa de un manotazo y regresó al interior destilando agua, lanzando los restos del paraguas al asiento trasero.

― Vas a tener que llevarme a casa con o sin el motor recalentado. ―le habló al auto, como si de un ser vivo se tratase girando la llave en el interruptor.

Un chasquido, dos chasquidos. El bombeó del acelerador con el pedal y el posterior quejido de la carrocería dando su último aliento.

Su escarabajo lapislázuli...había muerto.

Cruzó los brazos sobre el duro volante y apoyó la cabeza contra estos antes de soltar un quejido de pura frustración. ¿Por qué siempre le pasaban estas cosas? ¿Era acaso una manera de pagar por su huida de Ónix? ¿Por desear una vida entre los humanos siendo una bruja?

Giró la cabeza hacia la ventana sin levantarla, dos autos pasaron a toda velocidad y el pensamiento de pedir la cola a un extraño se desvaneció cuando recordó las escenas de la película "Masacre en Texas".

Dos autos mas y luego una moto.

«¿Una moto?»

¿Qué loco pasaría bajo aquella tormenta montado en una motocicleta? Alzó la cabeza y siguió la forma con la mirada. El individuo se estacionó a unos diez metros de su carro e hizo ademanes de bajarse.

Sus peores pesadillas se activaron cuando vio al hombre, forrado en cuero y con un gran casco negro acercarse. Unas pesadillas en las que debía huir de un hombre igualmente vestido con un gran cuchillo.

«Estoy muerta» sentenció.

El tipo llegó en instantes a su lado, se inclinó ligeramente a la ventanilla y tocó con los nudillos el cristal. Valentina rápidamente le pegó la mano a las llaves y giró nuevamente el interruptor para tratar de encenderlo, ninguna respuesta, su estúpido auto no quería encender.

El hombre metió los dedos en la palanca de la puerta y la abrió, justo a tiempo en que Valentina salía a toda prisa por la puerta opuesta y se daba a la fuga por la calle, presa del pánico.

«No pienso morir en manos de un psicópata, no señor» se dijo corriendo lo más rápido que podía con aquellos tacones, que si bien no eran muy altos, les estaban matando los pies.

Pasó de largo la moto y avanzó unos cuantos metros más hasta que una mano la agarró del antebrazo; y con la misma rapidez que se detuvo, se giró y le propinó un fuerte golpe en pecho al extraño para seguir su escape.

Acto que no funcionó de mucho al ser agarrada de espaldas por la cintura.

― ¡Déjame ir imbécil! ―chilló forcejeando y pataleando. 

Tranquila Valentina, tranquila

Escuchó que le gritaban de vuelta. «¿El psicópata acaba de decir mi nombre?»

Soy yo, Shannon.

Y tras decir eso la liberó para quitarse el casco y mostrar su rostro. Valentina dio un traspié antes de volverse, en efecto, Shannon estaba allí de pie junto a ella mirándola como si estuviese loca.

― ¿Qué rayos? ¡Casi me matas de un infarto!

― Te dije que era yo cuando toqué la ventana. ―se defendió señalando el lugar donde estaban antes.

― Qué se supone que iba a escuchar con esa cubeta que traes en la cabeza, más esta tormenta. ―replicó furiosa y aliviada al mismo tiempo― Como sea ¿cómo supiste que era yo?

­― Eres la única que conduce un fósil en esta ciudad. ―bromeó dedicándole una de sus amplias sonrisas.

― No le veo el chiste.

Pero a esas alturas una sonrisa ya cruzaba su rostro producto del miedo y la incertidumbre que había acumulado.

― Claro que si, de lo contrario no estarías riéndote conmigo. Ahora vamos ―extendió su mano y cuando ella la tomó, la atrajo hacia sí para abrazarla por el hombro en un rápido movimiento― revisemos que le pasó a ese dinosaurio tuyo.

Cinco minutos después seguían allí con nada más que el ruido de la lluvia cayendo sobre sus cuerpos.

Valentina observaba con detenimiento a Shannon ojear el motor, no quería molestarlo ni tampoco poseía un tema de conversación para esa escena. Al no tener idea de que estaba haciendo con el motor sus ojos lentamente se desviaron a la silueta de hombre a su lado y en cómo le destilaba el agua por su cuerpo.

Su cabello corto, en vez de pegarse a su rostro, había tomado una forma de cresta de gallo muy graciosa sobre su cabeza mientras que el resto de su cuerpo apenas se inmutaba por la chaqueta de cuero y el pantalón de mezclilla que llevaba dándole ese aire de chico rebelde que tanto le gustaba en los hombres. En síntesis, el baterista se encontraba abrigado y ella no.

Acción que no tardó en notar Shannon cuando vio como ella temblaba a su lado igual que un lindo gatito abandonado, abrazando su casco con ambas manos como si su vida dependiera de ello.

― No hay nada que pueda hacer aquí, no sin herramientas ―le dijo cerrando nuevamente el capó.

― Así que, Doctor Shannon, debo resignarme a quedarme varada hasta que amanezca. ―ya se veía a sí misma durmiendo dentro de aquella chatarra.

― No precisamente, llamaré a un amigo que tiene un taller cerca para que te lo remolque hasta su garaje y no tengas que lidiar con la policía si te lo llevan a su depósito, cosa que harán muy pronto, créeme.

― ¿Y cuánto cobra tu amigo por repararlo?

Le preguntó siguiéndole los pasos, Shannon había iniciado su andar de regreso a la motocicleta.

― Para mí, que le debo un par de favores, nada. ―mintió, no sería de caballeros dejar que ella pagara por aquella reparación, no al ser el principal culpable de sus desgracias por invitarla a su fiesta aquella noche. Aprovechando así la oportunidad de reunirse nuevamente― En cuanto lo tenga listo me llamará y pasaremos juntos a buscarlo.

Shannon comenzó a bajar el cierre de su chaqueta y a sacársela por los hombros.

― ¿Qué estás haciendo?

― Pareces una gelatina en una montaña rusa, toma, te abrigará. ―indicó extendiéndole la chaqueta y quitándole a su vez el casco que tenía en las manos.

Rápidamente observó como su camisa de seda se pegaba a su cuerpo igual que una segunda piel, marcándose a la altura de sus hombros y brazos, unos bastantes fuertes a sus ojos cabía decir. «Vamos Valentina, no es tiempo para andar buceándote al baterista de 30STM. ¿O sí?»

― ¿Y qué pasará contigo? ―la sensación de tibieza al colocarse la prenda fue reconfortante, era como abrazar una oveja, cálida y suave.

― Creo que sobreviviré un par de minutos ―sonrió pasando una pierna por encima del asiento y, una vez sentado, con ambos pies apoyados del pavimento le hizo señas para que fuera a sentarse detrás de él.

Valentina nunca se había subido a una motocicleta y la idea en ese momento no le resultaba muy placentera, pero tampoco lo era quedarse allí mojándose. Se devolvió unos instantes a por su cartera, cerró con llave el escarabajo y luego regresó.

Con algo de dificultad tomó asiento detrás de él apoyándose de sus hombros y disimuladamente acomodó su vestido corto, aprisionando la tela bajo sus muslos para que no saliera despedido en cuanto iniciaran movimiento y la demandaran por exhibicionista.

― ¿Eres buen conductor? ―le dijo, sintiendo como su corazón comenzaba a latir cada vez más a prisa.

― El mejor en su clase. ―se regodeó mientras se colocaba nuevamente el casco― Aunque mi recomendación es que te agarres así ―tomó sus manos y las llevó alrededor de su cintura, uniéndolas por delante― fuerte, mira que si te caes a medio camino no me hago responsable.

― Pues mas te vale que lleguemos sanos y salvos Leto, si muero hoy, personalmente volveré de la tumba a molestarte.

Valentina no le escuchó reír, pero la vibración en sus dedos provenientes de la caja torácica del baterista le indicó que lo hacía.

Shannon giró el manillar produciendo un rugido del motor y aceleró para conducir avenida abajo a toda velocidad.


///


Seis horas y media después...

Jared acercó la mano derecha a la puerta de la habitación, tocó dos veces con el puño cerrado y luego abrió la misma sin esperar una respuesta. Estaba aprovechando una brecha de oportunidad aquella mañana, el zorro acababa de entrar al baño de invitados y eso quizás le daba cinco minutos a solas con Valentina sin sus interrupciones.

Luego de entrar con sigilo, cerró y presionó el seguro.

La única fuente de luz en aquel reducido espacio era la que se colaba por la ventana que tenía en frente, una difuminada por cortinas de tul blanco. Esta luz a su vez hacia visible los objetos dándoles esa curiosa apariencia de fotografía Vintage por los tonos blancos y pasteles del mobiliario.

La cama era de dos plazas y estaba atravesada en el medio, con el espaldar pegado a la pared, mientras que dos mesitas de noche a los lados compuestas de maletas antiguas le brindaban esa simetría particular. El resto de los objetos se reducían a una cómoda de seis gavetas, un escritorio/peinadora con una silla y un aerocloset.

Un ruido a su derecha le indicó que Valentina se encontraba dentro del cuarto anexo y que aun se estaba bañando. Decidido a esperar un poco mas, inició un pequeño recorrido por la estancia mientras hurgaba algunos objetos que le resultaban llamativos entre lo que él consideraba un gran caos.

Si bien Jared era el principal desordenado, la chica que habitaba ese cuarto era tres veces peor. La cama era un revoltijo de telas, sobre la silla, la cómoda y algunas zonas del suelo se encontraban ropas tiradas y, en algunos puntos, zapatos, bolsos y más tarde un sostén rojo guindado en el espejo.

«Parece una adolescente» se dijo con grandes ganas de ponerse a recoger, detallando a su vez algunas fotografías instantáneas de Polaroid colgando de una línea de cuerda sobre el espejo. Eran imágenes muy bellas, pero en ninguna se veían personas, ningún familiar que le diera una pista de su pasado para su mala suerte.

Llegó al escritorio y papeles, envases de perfumes y cremas se debatían por un lugar en aquel recuadro de apenas un metro por dos. Levantó los envases y leyó un par de etiquetas, sin dudas tenía una afición por la esencia de cerezo.

Los documentos y libros se iban más a su profesión, manuales de fotografía para principiantes y avanzados. Cuadernos de notas y lo que parecía un diario.

«¿Un diario?»

Para Jared, la mujer que conocía tenia más de asesina serial que de típica niña mimada que llevase un diario, pero la tentación de revisar aquel pequeño y aterciopelado cuaderno bermellón fue enorme. Miró una vez más la puerta del baño, el agua de la regadera no sonaba, pero ella aun no salía.

Quitó el elástico y ojeó el interior, en efecto, todas las páginas contenían escritos datados en una caligrafía de molde muy pequeña, unos más largos que otros. Se regresó al inicio y buscó la primera fecha:

"30-10-2008"

Casi una década de distancia, ¿Acaso en ese entonces Valentina vivía todavía en Ónix? Aquel pequeño diario podía contener más información de su mundo mágico que los miles de libros digitales que residían en la tableta.

El sonido de la puerta al abrirse le obligó a actuar con determinación, levantó con una mano su camisa, metió el diario en la parte posterior de su pantalón y la dejó caer justo en el instante que la fotógrafa entraba en el espacio secándose en cabello con una toalla.

Al ver al vocalista allí de pie, dio un respingo y ahogó un grito del susto.

Qué rayos...

Jared alzó su dedo índice y se lo llevó a los labios, haciéndole señas de que mantuviera el silencio.

― Tu amigo el guardián no sabe que estoy aquí. Aún. ―puntualizó avanzando hasta donde se encontraba, sintiendo como los bordes del diario se le clavaban en la espalda.

Por su parte, Valentina no sabía qué hacer, no llevaba nada puesto sino un simple paño alrededor del cuerpo y uno de los más famosos hombres del planeta estaba allí, a veinte centímetros suyos mirándola con interés.

― Si estás aquí para decirme que me de prisa, estoy en ello ―comentó nerviosa, avanzando hasta el gavetero a grandes zancadas para sacar ropa interior― Olvidé poner el despertador anoche y Macklix no me...

― No estoy aquí para que te apures ―le interrumpió llegando a su lado, cerrando la gaveta que ella revisaba para que dejara de evitarle la mirada― Estoy aquí para que hablemos de tus prácticas de magia y las mías.

― Oh Jared, no es momento para eso. Tengo mucho trabajo que hacer en el Laboratorio de Mars y tú también ―le recordó, escabulléndose por un lado en dirección al aerocloset.

La cercanía de su alta silueta le obligaba a actuar de forma errática y esa sensación de no tener el control le molestaba a sobremanera.

― Yo soy tu jefe y el de todos, así que puedo decidir tus horarios de trabajo.

Frustrado de que le diera la espalda nuevamente, la sujetó de los hombros con sus largos dedos y la hizo girarse con agilidad.

― Sabes como yo que necesitas practicar Valentina, mañana o pasado cuando uses tus poderes alguien puede darse cuenta si te equivocas

― Puedo evitar hacer magia ―propuso con una fingida inocencia, característica recurrente que usaba cuando quería evitar algún tema de conversación. Tener los grandes y azulados ojos de Jared clavándole la mirada no era una tarea nada fácil de soportar, y si a eso le incluía en sentir sus cálidas manos sobre sus desnudos hombros, mucho peor.

― No, no puedes. Eres una bruja y dudo que sea una simple prenda que te quitas cuando no te gusta. Me tienes aquí para ayudarte, tienes a tu guardián y él a su vez me comentó que tienes una amiga vecina que es bruja ¡¿Qué estas esperando?! ―le presionó, aguzando el tono de voz y el agarre.

Jared no estaba seguro que atacarla de esa manera fuese una buena idea, pero su paciencia tenía un límite y ya se estaba cansando de esperar o de perseguirla sin éxito para obtener resultados.

No quería sentarse a leer horas y horas, deseaba una maestra, y si debía persuadir a la pequeña figura asustadiza que le devolvía la mirada con aquellos ojos grandes y bonitos, estaba dispuesto a hacerlo sin piedad.

― ¡No lo sé! ¿Está bien? ¡No lo sé! ―chilló frustrada golpeándole el pecho para soltarse, en vano, porque era diez veces más fuerte que ella y el doble de alto. Finalmente sucumbió, dejando caer los hombros y apoyando la frente con pesadez contra su pecho― Yo solo quiero volver a casa. ―le dijo, ahogando la frase contra la tela de su camisa que poseía un curioso aroma a canela.

Era la primera vez que Valentina soltaba aquellas palabras en alto, pero la tensión acumulada en esa semana, iniciando con la aparición del guardián, el reencuentro con su familia y por último el descubrimiento de sus poderes la obligaron a sincerarse, sin quererlo, con él.

Jared se volvió de piedra unos segundos, nunca esperó aquella respuesta de su parte o por lo menos, no tan pronto. Estaba tan preocupado en sus intereses que olvidaba por completo la situación por la que ella estaba pasando y lo sola que se encontraba.

Instintivamente quitó las manos de sus hombros y las deslizó hasta su espalda baja para estrecharla en un abrazo, intentando recomponer la situación que había ocasionado.

― Pero no puedes ¿cierto?

Ella negó, aun sin levantar la vista.

― Te propongo algo, no te prometo que te llevaré a casa, pero sí que te ayudaré a mejorar tus habilidades. ¿Y sabes cuál es la mejor parte de eso? ―le preguntó, sosteniéndole la barbilla con cuidado para que alzara la mirada― Que es muy probable que en el camino encontremos una forma de lograrlo.

Valentina no se había dado cuenta de lo mucho que necesitaba aquel apoyo y afecto de su parte hasta ahora; con una sonrisa sincera de su parte pronunció las dos únicas palabras que su mente pudo formar― Gracias Jared.

― No hay de que agradecer, todavía. ―miró disimuladamente su níveo pecho apenas cubierto y notó la comprometedora situación que los envolvía en aquel pequeño y desordenado espacio. Ella recién bañada, con aquel exquisito aroma a flores de jazmín emanando de sus húmedos cabellos negros, la tibieza de su menudo cuerpo estrechándose al suyo ¿Y él? demasiado humano y sensible para seguir soportándolo, aunque la mayoría de las veces actuase como una bestia sin sentimientos― Ahora termina de vestirte, tenemos que comenzar ese entrenamiento ―y la soltó con prisa para encaminarse a la puerta.

Valentina se sostuvo del mueble más cercano con disimulo al recibir el cambio de actitud por parte del mayor, evitando perder el equilibro en tan repentino abandono. Y con la misma rapidez se irguió sobre su eje y lanzó la pregunta más importante del día; si Jared podía pasar de una emoción a otra con tanta facilidad, pues ella también lo haría igual que una campeona.

― ¿Qué sucederá con la banda hoy?

― Ya me inventaré una excusa, no es la primera vez. ―le guiñó un ojo de forma encantadora y salió para encontrarse con un iracundo zorro del otro lado― Buenos días.

― ¿Te divertiste? ―le preguntó Macklix aun sin aflojar los brazos que tenia cruzados sobre su pecho.

― Mucho. ―respondió con una amplia sonrisa cerrando la puerta― Ahora si me disculpas, tengo un desayuno que preparar antes de que Valentina comience sus prácticas de magia.

El guardián se descolocó, olvidando por completo su enojo matutino para reemplazarlo con incredulidad.

― ¿Valentina piensa practicar hoy? ¿Contigo?

― Así es y antes de que preguntes cómo lo conseguí, la respuesta es muy simple, los humanos somos más persuasivos de lo que crees. Así que ve preparándote, tú me vas ayudar.

Macklix soltó un bufido llegando con él a la sala antes de dejarse caer de largo a largo en el mueble y agarrar una revista de la mesita central― Seguro, tendré a la mano el extintor y una hoz.

― ¿Qué quieres decir con eso? ―Jared detuvo su mise en place del desayuno, colocando una mano en la cintura para observarlo con atención.

El zorro sonrió con malicia y se tomó el tiempo suficiente para contestar sin despegar la vista del ejemplar de Vogue.

― Pues que todo aquel que haya visto a una bruja en entrenamiento sabe que son como un mono con pistola, MUY peligrosas. ¡Ah, pero lo olvidaba! Tú nunca has visto una bruja en entrenamiento antes. ―su sonrisa se ensanchó mostrando todos los dientes― Te divertirás, te lo prometo.

Y sin decir más, se perdió detrás de su revista riendo por lo bajo. 



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