Un, no muy claro, porqué [ACR...

By OhMonthOfMay

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Un chico melómano con una suerte muy extraña, la chica prohibida que duerme en la habitación de enfrente, el... More

Un, no muy claro, porqué - Sinopsis
I M P O R T A N T E +
Personajes
Capítulo uno | The hardest button to button
Capítulo dos | How deep is your love
Capítulo tres | Ho Hey
Capítulo cuatro | Slowtown
Capítulo cinco | Dancing Queen
Capítulo seis | Tighten Up
Capítulo siete | Taken for a fool
Capítulo ocho | Just my imagination
Capítulo nueve | The middle
Capítulo diez | The joker
Capítulo once | Dumb
Capítulo doce | Happy Together
Capítulo catorce | These boots are made for walking
Capítulo quince | Mardy Bum
Capítulo dieciséis | Awkward
Capítulo diecisiete | Cold Coffee
Capítulo dieciocho | Read my mind
Capítulo diecinueve | Shut up and let me go
Capítulo veinte | Don't wanna be your girl
Capítulo veintiuno | Creep
Capítulo veintidós | A certain romance
Capítulo veintitrés | Gives you hell
Capítulo veinticuatro | Everybody's changing
Capítulo veinticinco | Instant Crush
Capítulo veintiséis | L.I.F.E.G.O.E.S.O.N.
Capítulo veintisiete | Use Somebody
Capítulo veintiocho | Too young
Capítulo veintinueve | Young Folks
Capítulo treinta | Love love love
Capítulo treinta y uno | Young blood [parte 1]
Capítulo treinta y uno | Madness [Parte 2]
Capítulo treinta y dos | Carried Away
Capítulo treinta y tres | Mr. Brightside
Capítulo treinta y cuatro | The less I know the better
Capítulo treinta y cinco | Suck it and see
Capítulo treinta y seis | Feels like we only go backwards
Capítulo treinta y siete | Wonderwall
Capítulo treinta y ocho | Junk of the heart
Capítulo treinta y nueve | Runaways
Capítulo cuarenta | Home (Último)
Epílogo + Nota

Capítulo trece | Riptide

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By OhMonthOfMay

Estaba acalorado, tanto que sentía el sudor recorrer su cuerpo como si hubiese corrido un maratón. Sus músculos dolían de una forma inexplicable y no sentía la existencia de su brazo izquierdo. Se quejó en voz baja queriendo recobrar sus sentidos; después de ese par de segundos en los cuales sus ojos se acostumbraron a la luz, Wesley se dio cuenta de que estaba boca abajo sobre el tapete de la sala en una posición no muy cómoda.

Bostezó de inmediato buscando su brazo desaparecido y notó como lo tenía levantado para que éste llegara al sofá; sintió un cosquilleo molesto gracias a que lo tenía entumecido. Intentó moverlo pero se percató de que Claire lo tenía sujeto mientras dormía, con su rostro pegado a su ante brazo y en posición fetal queriendo soportar el frío que había la noche anterior.

Wesley pudo zafarse de su agarre en el segundo intento y, a pesar de que aquello pudo despertarla, Claire apenas si se inmutó.

Auch, auch, auch —se quejó en voz baja queriendo recuperar la circulación de su brazo y cerró sus ojos para poder soportar la extraña sensación—. Claire... —llamó con un poco de duda al ver el reloj de la pared que marcaba las ocho de la mañana.

Se habían quedado dormidos y no se habían dado cuenta de que la luz regresó; todos los focos del departamento estaban encendidos al igual que la calefacción, razón número uno por el cual él sentía todo ese sudor bajando por su cabeza.

Movió su brazo de forma violenta para poder regresarlo a la normalidad sin importarle que aquello le causara un dolor combinado con un cosquilleo que le hacía reír. Se puso de pie y lo primero que hizo fue quitarse los abrigos que tenía encima sino pronto iba a asarse.

—¡Claire! —llamó de nuevo a la chica pero ésta solo se encogió más en el sofá y tapó su rostro rehusándose a la luz—. ¡Claire! —la movió con su pie en las costillas de la rubia mientras él seguía quitándose todo.

—¿Qué? —murmuró de mala gana.

—Es Navidad —le dijo.

—¡¿Ya?! —se levantó de golpe. Tenía el sofá marcado en la mejilla y un poco de saliva seca pegada en su barbilla—. ¿Qué haces? —preguntó confundida cuando vio que Wesley se quitaba la última camisa quedado con el torso desnudo frente a ella. Él solo la lanzó al suelo y tomó su teléfono de la mesa sin mucha preocupación.

—Hace calor, la calefacción regresó —le informó un poco obvio mientras revisaba todo lo que tenía en su celular.

—Oh, ¿nos quedamos dormidos? Wow —exclamó lentamente poniéndose de pie con un poco de torpeza y sintiendo la ola de calor de repente. Imitó lo que Wesley hizo con sus abrigos—. Feliz Navidad —soltó con duda.

Wesley rio y levantó la vista del aparato.

—Feliz Navidad —sonrió.

—¿Crees que podamos ir a casa pronto? —preguntó ella.

—Les tomará un poco de tiempo limpiar la nieve de las calles y autopistas, supongo que nos quedaremos un tiempo más. Eso si no viene otra tormenta o hubo muchos daños de los cuales somos inconscientes, pero quiero confiar en que estaré en casa para Año Nuevo.

—Si... Solo esperaba que me tranquilizaras y dijeras que sí.

¡Ja-ja! Feliz Navidad, perdedores —leyó él ignorando las palabras de la chica y enarcó una ceja buscando alguna reacción por parte de ella—. Fred es muy considerado, ¿sabes? —le dio a entender que había leído un mensaje de parte del rubio y se dispuso a responderle.

Claire se quedó solo con la primera blusa que estaba sobre su cuerpo dejando los cuatro suéteres y el enorme abrigo sobre el sofá. Peinó su cabello detrás de sus orejas y buscó su teléfono celular el cual estaba debajo de todos los suéteres de Wesley.

—Tres llamadas de Charles —dijo como si eso se lo esperaba. Un poco molesta y decepcionada.

Wesley no sabía si porque eran demasiadas o realmente muy pocas, así que no preguntó y mejor se dedicó a responder todos los mensajes que Mia le había dejado desde las seis de la mañana.

—Quince de mi madre, dos de papá. Una de Joy y decenas de mensajes de Feliz Navidad... Esto es triste —terminó diciendo la rubia.

—¿Por qué? Eso demuestra que te extrañaron, ¿no?

Claire, nadie te extrañó porque cuando me veían creían que era tú, así que prácticamente es como si hubieses estado aquí. No me lo agradezcas. Feliz navidad —leyó con aburrimiento—. Perra maldita —escupió entre dientes mientras tecleaba con rapidez.

—¿Quién envió eso?

—Joy, ¿quién más? —bloqueó el teléfono después de enviar y se cruzó de brazos—. Estoy de mal humor, ¿has visto a Pepino? —talló su ojo derecho con sus nudillos.

—No, de hecho iba a... —dijo él buscándolo a su alrededor.

Un maullido recorrió todo el departamento y ellos intercambiaron miradas de inmediato queriendo adivinar de dónde venía. Maulló de nuevo y algo rebotó en el suelo dándoles a entender que se trataba de un plato de plástico que había caído de algún lugar; desviaron su atención a la cocina donde el enorme gato había subido a esta y se dirigía al fregadero donde los restos de la lasaña de Claire seguían desde la noche anterior.

Wesley inmediatamente tocó su nariz con el dedo índice de su mano izquierda.

—Es tu turno.

La rubia resopló sin muchos ánimos de discutir el tema de los cuidados de Pepino, después de todo, tenerlo había sido su idea y la verdad era que agradecía mucho que el castaño ayudara a ocultarlo, pues aún no sabían cómo decirle a Fred que lo tenían.

Claire dejó caer sus brazos y avanzó hasta la cocina seguida del castaño quién se había planteado el buscar algo para desayunar, además de que había prometido que le ayudaría a limpiar su desastre en su intento de lasaña. La chica entró por la puerta pero se detuvo en esta como si de repente recordara algo y dio media vuelta topándose con el cuerpo de Wesley.

Ambos se quedaron congelados por el momento e instantáneamente miraron por encima de ellos hasta el muérdago que Fred había colgado en el marco como broma. Wesley sintió como se formaba un nudo en su garganta cuando regresó su vista a Claire quien no dejaba esa expresión de sorpresa y que hacía ver sus ojos más grandes de lo que eran.

El castaño solo se dignó a reír un poco nervioso y cerró sus ojos quitando todas esas ideas de su mente.

—No lo hagas —pidió ella en voz baja.

—No iba a hacerlo —dijo de inmediato.

Claire sonrió con bastante malicia. Se puso de puntillas y dejó un pequeño beso en la mejilla de Wesley; de forma rápida y casi como un golpe, el típico beso que una hermana le daría a su hermano mayor por haber sido obligada por sus padres.

—No matemos más las tradiciones por este día —añadió.



—¿Por qué mi cuarto huele a persona vieja?

Wesley arqueó sus cejas sin dejar de ver su desayuno sin muchos ánimos pero con bastante sorpresa a la vez gracias a la frase que acababa de salir de su abuela; miró a su hermano quien estaba a su lado en la mesa de la cocina. Erik sonrió sin dejar de comer, cosa que casi causó que se ahogara.

—Ojalá pudiese responder eso como quisiera —murmuró Wes. Erik enarcó una ceja como si le retara a hacerlo pero el castaño negó de inmediato. Sacó la silla que estaba vacía a su derecha—. No sé, tal vez solo necesite limpiarse —dijo buscando a su abuela con la mirada, ella se acercaba lentamente para tomar asiento al lado de su nieto.

—¡Wesley! —la distinguida voz de la anciana, esa misma que hacía cuando le regañaba por no comer cuando era pequeño, salió con sorpresa, como un pequeño reproche y a la vez mezclada con alivio—. ¿Dónde estabas? ¿A qué hora llegaste? —se acercó al chico tomándole del rostro donde dejó un sonoro beso y después lo abrazó, sin importarle que solo lograra hacerlo con su cabeza.

—Ah... —habló con dificultad gracias a que la mujer lo tenía en contra de su pecho—. A media noche, eso creo —terminó por decir—, como sea, estabas dormida.

—¿Cómo te fue? Te extrañamos en Navidad, tu padre no sabe usar tu guitarra para tocar villancicos —se apartó —. ¿Ya te graduaste? ¿Algo nuevo que deba saber? ¿Te casaste? ¿Te hiciste un tatuaje que tengo que quitarte con el rayador de queso? ¿Hay algún nuevo bisnieto que deba conocer? —soltó sus típicas preguntas exageradas.

Wesley suspiró e hizo una mueca con sus labios como si pensara. Su madre se acercó a la mesa con un plato dejándolo frente a su abuela, quien le agradeció en voz baja, y tomó asiento frente a él

—Me fue bien, no me he graduado, no me he casado, mi piel sigue intacta y no hay un nieto nuevo... Eso espero.

Su madre le miró de mala gana ante ese último comentario y Wesley no pudo evitar burlarse como si le gustara tentar a la muerte. Su mamá era una persona demasiado dulce pero tendía a ser muy seria en los temas que tenían que ver con el que sus hijos fueran personas buenas y responsables.

Tal vez no lo había logrado mucho con sus hermanos mayores quienes siempre fueron más —exageradamente— relajados en la vida y un dolor de cabeza para todos en cada lugar que visitaban, pero Wesley siempre fue diferente a ellos desde pequeño; un poco más noble y listo. Cuando él se metió en la cabeza el estudiar en Vancouver a ella solo le daba temor de que el estar en la ciudad solo lo cambiara para mal. Pero, para su mejor suerte, eso no había pasado hasta ahora.

—Te veo muy ojeroso, ¿no estás enfermo? —preguntó Erik pellizcándole fuertemente la mejilla como si quisiera burlarse. Wesley se apartó dándole un golpe en la mano de inmediato.

—Estoy bien.

Su hermano rio.

—Yo pienso lo mismo, Wes —comentó su madre apoyándose sobre sus codos y entrelazando sus manos; sintió sus grandes ojos marrones sobre él como si quisiera encontrar cualquier detalle desperfecto para alarmarse, algo muy típico.

Por un momento recordó aquellos momentos cuando tenía quince años y comenzó a tener sus típicos problemas adolescentes; solo que ahora en vez de ocultar su leve estado de ebriedad y el efecto de alguna pequeña calada de cannabis, quería demostrar que no estaba siendo consumido por la monotonía y siendo preso del tiempo. Igual, ambas situaciones se trataban de lo mismo, no quería preocuparla.

—Solo me veo cansado —se encogió de hombros—, pero no soy el único.

—El otro día vi a Fred en el supermercado y se ve como siempre, creo que hasta tiene más vida que antes. ¿Seguro no te robó el alma? —se burló Erik al estirarse después de dejar su tenedor en señal de que había terminado.

—La explicación es lógica: Es Fred. Se duerme a las nueve y despierta a las nueve todos los días, solo asiste a las clases a las cuales logra llegar.

—¿Sabes a quién vi yo? —su abuela colocó su mano alrededor de la muñeca de Wesley como si de pronto lo hubiese recordado—. A Liz, ¿te acuerdas de Liz?

—Era su novia, claro que se acuerda —le dijo su hija, suspiró y negó con su cabeza un tanto harta del tema; sabía que era algo irrelevante ahora pero su madre no dejaba de preocuparse por ese tipo de cosas—. Está embarazada —le aclaró a Wesley lo que su abuela quería decirle.

—Ah —el chico solo frunció sus cejas y apretó sus labios, miró a su abuela esperando a que ella soltara su típico discurso sobre esos temas aunque ella a la edad de diecisiete ya tenía su primer hijo—. Está embarazada, eso es... ¿bueno? —intentó adivinar los pensamientos de la anciana a su lado.

—Pudiste ser tú —dijo ella con mucha seriedad

—¡Pudiste haber sido tú! —bromeó Erik ante la preocupación de su abuela, tomó el último trago de su vaso de zumo de naranja ganándose una mirada un poco mala de parte de su madre.

—Claro que no, terminamos hace cinco años.

—No es tanto por eso, sino que eso me hizo pensar que tus padres nunca te dieron la charla —la anciana palmeó el dorso de la mano de Wesley como si se preparara para iniciar.

—Oh, no —Wesley arrugó su nariz pidiendo clemencia a su madre con la mirada, pero ella solo se limitó a reír—. Tengo veintiún años, ¿no crees que es demasiado tarde para eso?

—Más vale tarde que nunca —soltó Erik ahogando su risa. Se puso de pie dispuesto a marcharse antes de que su abuela lo quisiera atrapar a él también.

—¡Si! —la anciana le señaló—. Más vale tarde que nunca, no quiero que un día de estos llegues de la nada y en vez de traerme un título universitario me traigas a un bebé.

—Sí, Wes, sería como botar todo a la basura —Erik dijo por último echando más leña al fuego, con un tono burlón y bastante confiado de sí—. Buenas suerte —le dijo a su hermano menor antes de salir por la puerta de la cocina.

—¿A dónde vas? —preguntó su abuela con un poco decepción gracias a que creía que se quedaría a escuchar.

—Iré a revisar el auto—oyeron como cada vez estaba más lejos.

Wesley miró a su abuela pidiendo un poco de compasión pero ella no abandonó su compostura.

—Bien, él se lo pierde.

—No necesito esto —insistió—, ya nadie da esas charlas, las escuelas y la televisión hacen todo el trabajo.

—Mamá, déjalo —intervino la madre de Wesley riendo—. No es un niño, vive solo y al parecer le va bien, creo que...

—¿Dónde está papá? —preguntó queriendo cambiar la conversación rápidamente, sabía que si metía algún otro tema interesante su abuela abandonaría el pasado y no lo volvería a mencionar hasta su próxima visita—. ¿Tú sabes? —cuestionó a la anciana de inmediato, ésta solo retiró su mano de la de Wesley y se alejó como si intentara recordarlo.

—Se fue con Vicent temprano, sus hijos no pueden estar sin ver a tu padre por mucho tiempo —suspiró con una sonrisa y recargó sus brazos sobre la mesa.

Siempre era así, prácticamente tenían que turnarse para poder tener la presencia de su padre y más en esas épocas de fiestas. Wesley no convivía mucho con sus medios hermanos; los tres ya eran mayores y tenían familias, su padre se tomaba bien su papel de abuelo sin importar que tuviese que ver a su ex esposa seguido.

Su madre evitaba ir a todas esas reuniones porque prefería quedarse aparte de esos momentos familiares. Wesley y sus hermanos hacían lo mismo desde siempre.

—¿No te molesta? —preguntó cortando el silencio que se había creado y que solo era un poco opacado por el ruido de los cubiertos de su abuela.

—¿Qué? —cuestionó confundida su madre frente a él esbozando una sonrisa demasiado positiva aunque ella sabía a lo que él se refería. No solían tomar esos temas muy a menudo. Wesley arqueó sus cejas y ella negó con su cabeza dándose por vencida—. Claro que no, Wes —sonrió—, me agrada que tu papá siga viendo a sus hijos después de todos estos años. ¿Qué tal si hubiese sido al revés? ¿Te gustaría que a ti te olvidara solo porque las cosas conmigo no funcionaron?

—No —aceptó.

—Son cosas que aceptas con la madurez, si tu padre se hubiera quedado con la custodia Vicent, Alice y Mel cuando se separó de Marissa yo los hubiese cuidado con gusto. A veces, cuando en verdad quieres a alguien, no te importa lo que hay en su pasado —se encogió de hombros.

Los padres de Wesley tenían una historia bastante peculiar y un poco graciosa. Pues se conocían desde ya bastante tiempo, incluso desde antes de que su padre se casara por primera vez; su abuela presente en la mesa, como enfermera en aquel tiempo, recibió a quien años después se convertiría en su yerno, Willem, con una herida causada gracias a su trabajo en jardinería.

Marion, la madre de Wesley, estaba presente ese día porque hacía un proyecto para su escuela y éste se trataba sobre la profesión que desempeñaba su mamá como enfermera. Según lo que contaban, se hicieron amigos porque su papá no dejaba de bromear aunque estuviese muerto de dolor, y lo fueron hasta que la madre de Wesley se fue marchó de la pequeña ciudad para poder continuar sus estudios y ser enfermera como su abuela. Cuando logró establecerse de nuevo en su ciudad natal, Willem ya contaba con su segundo hijo.

Lo demás fue cosa del destino, palabras de Marion, quién creía plenamente en él.

A Wesley solo se le veía a la mente Claire y esas palabras que soltó vagamente cuando se refería a Mia: A veces se confunde el amor con el estar enamorado, y lo segundo, tarde o temprano, se acaba.

Nunca había pensado en ese tipo de cosas, nunca se había detenido a pensar sobre el amor y lo complejo que le era. Y la verdad era que no quería meterse mucho en él.



Golpeaba el volante del auto con el ritmo de alguna canción que tenía dentro de su cabeza para poder entretenerse un poco, miró el reloj de su muñeca corroborando que habían pasado cinco minutos desde que estaba esperando y después buscó alguna señal afuera; la casa de Fred parecía estar vacía. Fred vivía en una casa enorme en un vecindario de casas lujosas con su padre, su madrastra y su hermanastra quien era solo cuatro años menor.

La madre de Wesley le había pedido que fuese a comprar unas cosas para la cena al supermercado y justo cuando estaba pagando en la caja, el rubio le llamó preguntándole por sus planes del día. Ahora estaba ahí, esperando a que Fred saliera para incluirlo en todo lo que fuese a hacer ese día, eso aunque lo único que tenía planeado era ver televisión y comer en lo que resta de la tarde.

Justo cuando iba a llamar para pedirle que se apresurara, vio a su mejor amigo salir por la puerta principal apresuradamente con algo en su mano derecha. Bajó los escalones de un salto y atravesó el jardín, el cual estaba cubierto de nieve, sin importar que sus pies se hundieran en ésta. Bien pudo seguir ese camino de piedra que ya había sido limpiado por alguien más pero a Fred nunca le gustaba hacerlo, decía que desperdiciaba su tiempo al ir en curva por ese camino en vez de ir directo pisando el césped. Más de una vez terminó empapado por culpa de los aspersores, pero eso sí, su tiempo intacto.

Wesley suspiró y dejó caer su teléfono en el lugar para bebidas. El rubio solo rodeó la camioneta de la madre de Wes y entró en el lugar del copiloto, parecía estar de malas y como si no quisiera hablar de eso. En su mano llevaba una natilla de chocolate.

—¿Mal día? —preguntó el castaño encendiendo el motor.

—Eso creo, Caroline está dando a luz y creo que no podrá hacer la cena. Tengo hambre —dijo. Wesley arqueó las cejas cuestionando, pero el rubio parecía estar más preocupado por abrir su natilla que por el hecho de que su hermano estaba por nacer.

—Fred —Wes insistió. El rubio le miró y rodó los ojos.

—Bien —soltó nefasto y se puso el cinturón de seguridad—. No es tan justo, ¿sabes? Voy a tener que compartir mi mes de cumpleaños con un bebé, no me he sentido así desde que había otro Fred en mi clase de xilófono.

—¿No deberías estar con ellos en el hospital? —preguntó poniendo en macha la camioneta y fijando sus ojos en el camino.

—Eso creo, pero cuando desperté ya no estaban. Solo he comido natillas y Laurie no deja de alterar mis nervios. De hecho, iba a decirte que te quedaras en casa y que comiéramos pizza pero ella está ahí, por eso tardé en salir —comenzó a lamer la tapa.

—¿Preguntó por mí?

—Ajá, le dije que eras tu hermano. Deberíamos ponerle una orden de restricción, ¿no crees?

—Es tu hermana —rio.

—No, no lo es. Es solo la hija de Caroline que está obsesionada contigo desde los once. No es un título muy lindo para que alguien se haga llamar mi hermana, puedo aceptar que se obsesione con One Direction pero, ¿contigo? Bah.

—¿Y la dejaste sola? —rascó su barbilla cambiando un poco el tema, pues las anécdotas en las cuales fue acosado por una niña y sus amigas por varios años, no era algo muy divertido para él. Aunque no iba a negar que le hacía sentir bien hasta cierto punto.

—Creo que iban a ir sus amigas locas en un rato, como sea, tenía que salir de ahí. Además, todos en esta ciudad se volvieron muy aburridos después de la graduación, y tú... Tú al menos puedes alimentarme en tu casa. ¿Qué vamos a cenar? —buscó dentro del bolsillo de su abrigo del cual sacó una cuchara y se dispuso a comer la natilla como si fuese un niño.

—¿Podrías tener cuidado con eso? —le señaló sin mirarle—. Y no sé, no pregunté pero sé que mi abuela hará su Soufflé de limón, así que has ganado por este día.

—Oh, sí —se dejó caer en el asiento como si de repente tuviese un orgasmo—. Ese Soufflé es la gloria. Me agrada tu abuela, ojalá mi abuela me hiciera postres, pero lo único que hace es darme dinero y decirme que me vaya con su aliento con olor a tabaco —habló con dificultad al tener una cucharada de natilla en la boca—. ¡Hey! —limpió sus dientes con la lengua—. No me has contado lo que hicieron en Navidad.

—Nada, solo ver televisión y esperar.

—¿Nada? ¿Quieres que te lo crea? —bufó.

—¿A qué te refieres?

—No lo sé, solo que a veces, el estar atrapado con alguien a en un lugar te hace a hacer cosas indebidas, si sabes a lo que me refiero —suspiró—. Eso o he visto demasiadas películas de adolescentes de mal gusto.

—Creo que es lo segundo.

—¿Te das cuenta que estamos en la friendzone instantánea con Claire? Es como... Completamente prohibida. Aunque no tuviese novio y yo no saliera con Sue, aun existiría esa extraña jaula transparente alrededor de ella que me hace retractarme de cualquier cosa.

—Bravo —se detuvo en un alto y miró a su amigo con sorna—. Al fin estás teniendo respeto por los demás, y yo no lo llamaría friendzone, solo no hay interés —soltó no muy seguro.

Fred resopló.

—Si te soy sincero, Claire me da un poco de miedo a veces. Y tal vez mi cerebro cree que está enamorado de Sue, pero como sea —metió una última cucharada de natilla a su boca haciendo una pausa—. Este día por fin tendré el hermano que siempre quise cuando tenía siete, ya tendré a quién malcriar para que quiera adueñarse del mundo conmigo y para hacerle la vida imposible a Laurie.

—Me encantan tus planes sin lógica, pero más me gusta verlos fallar —murmuró el castaño deteniéndose nuevamente en otro alto. Fred no dijo nada más y solo se limitó a ver por la ventana.

La iglesia en la que solía tocar cuando estaba en ese grupo de jóvenes. Escuchó como Fred carraspeaba su garganta aguantando una carcajada.

—Tengo decenas de fotos tuyas cantando el Aleluya. No puedo creer que papá me hiciera traer a Laurie todos los domingos solo porque quería verte.

Wesley frunció sus cejas.

—No puedo creer que me haya tomado tantas fotos.

—Me da miedo, creo que adora a satanás porque vi una especie de altar raro con una foto tuya que me robó hace años y... oh —detuvo su típica explicación sobre todo lo que conllevaba el ser el mejor amigo de Wesley—. ¿Es Liz? —preguntó.

El castaño buscó con la mirada lo que el rubio veía. El otro lado de la acera caminaba una chica morena y de rebeldes cabellos rizados, iba de la mano de un hombre que no reconocía y, por la expresión de sus rostros, la plática que tenían era bastante feliz.

Liz era parte del grupo donde Wesley tocaba, la conoció en la iglesia cuando su madre lo fue a inscribir en contra de su voluntad como castigo. La chica tocaba el piano y fue una de las pocas personas con las cuales se sintió cómodo en su estadía allí, y meses después ella se convirtió en su novia. Pero no era más que pasado.

Ahora, estaba corroborando lo que su madre y abuela le contaron.

Pudo haber tomado otros caminos para ir de vuelta a casa pero no, su mente —tal vez— le hizo pasar por esa calle sin darse cuenta —o tal vez no—, ya que por ahí se encontraba ese hogar que él visitaba muy a menudo el tiempo que duró su relación. Quería verlo con sus propios ojos y lo logró; de la mano de otro chico, con un vientre abultado y evidentemente feliz.

Le resultaba increíble de repente; no por ella, no por él, sino porque hubo un tiempo —hace cinco años para ser casi exactos— en el que se supone que eran ellos.

Como sentía que el corazón le latía más rápido cada vez que la sentía cerca, como se besaban por largos ratos y decían que se querían sin saber que se estaban mintiendo inconscientemente. Porque si fuese verdad aun estarían juntos, habrían encontrado una manera de resolver el problema que causó que se separaran, o —en el caso de Wesley— recordaría qué fue exactamente lo que pasó entre ellos.

Recordaba los planes locos que tenían, esas ideas locas sobre dejar la ciudad y huir de todo, y todas esas noches en las cuales charlaban sobre qué pasaría si desaparecían de la vida de los demás. Pero no recordaba exactamente cuando fue que todo eso se desvaneció.

Pero ahora, ella veía feliz y él podía decirlo que también lo era, a su manera, claro. Tal vez no eran el uno para el otro como llegaron a creerlo pero no paró de pensar en ello.

¿Por qué unas parejas funcionan y otras no? ¿Cómo saber que pueden funcionar? ¿Cómo saber todo eso antes de meter la pata? ¿Cómo darse cuenta cuando estás cegado por un efímero enamoramiento?

Aquello causó que pensara en Mia y en como todo ese proceso se asemejaba tanto a lo que pasó con Elizabeth. ¿Quería que en verdad funcionara? No lo sabía y la verdad era que temía un poco el averiguarlo.

—Elizabeth Simper y Joshua Avery —murmuró Fred sacándolo de sus pensamientos.

Wesley dejó de mirar y solo se percató de que el semáforo había cambiado de color; el auto detrás usó el claxon y él solo se limitó a avanzar.

—Joshua Avery nunca fue muy inteligente, ¿recuerdas la clase de sexualidad cuando teníamos que hacer ese ejercicio con la banana y el condón? Estaba en mi mesa y se alegró bastante cuando pusieron la banana delante de él porque tenía mucha hambre y faltaba mucho para el almuerzo. Se la comió y tuvo la brillante idea de inflar el condón como globo... Ahora entiendo por qué pasó.

Fred siguió hablando todo el camino de vuelta a casa sobre el hambre que tenía y lo harto que estaba de las natillas de chocolate aunque estuviese lamiendo la cuchara como un desquiciado. Wes se mantuvo en silencio y solo respondió con palabras cortas cuando el rubio le pedía alguna opinión.

Cuando llegaron a casa Fred solo entró de forma triunfal por la puerta fingiendo que a todos les alegraba su llegada, después de eso fue directo a la cocina en donde la abuela de Wesley lo atrapó con la misma charla de la mañana, solo que Fred si la escuchó con atención y actuó como si en verdad aquello le importara, la familia de Wesley eran las únicas personas con las cuales Fred no era realmente un pesado —no contaban los hermanos del castaño, con ellos ser pesado era un trato normal—. Wesley solo se limitó a dejar todo sobre la mesa y se alejó rápidamente para ir directo a su habitación con la excusa de que quería cambiarse de ropa.

Podía escuchar las voces de su padre y hermanos hablando en la sala de estar. Los gritos de su sobrina junto con ellos y las quejas de su cuñada ante su tonta plática sobre el trigo y el maíz.

Se quitó su abrigo en cuanto puso el primer pie dentro y escuchó el maullido de Pepino quien estaba recostado sobre el viejo tocadiscos que su abuela le había regalado cuando cumplió los catorce. Wesley siseó como broma y se dispuso a buscar una camisa nueva en su armario.

Sintió algo pasar por sus pies mientras veía todo lo que tenía ahí; el gato gordo caminaba entre sus piernas pidiendo algo de él. Wes se inclinó para tomarlo y se encontró con parte de su colección de vinilos que guardaba ahí; en una caja de plástico junto con algunas otras cosas que no había tocado en muchísimo tiempo.

—Wes, Wes, Wes —se dijo así mismo al arrastrar la caja para poder ver lo que había ahí.

Una radio antigua que compró en un bazar, un Game Boy descompuesto, un yoyo de madera, un reproductor de casetes y varios de ellos sin cinta, cuadernos lleno de dibujos tontos y dos frascos —antiguamente de mayonesa— repletos de estrellas de papel. Tomó uno de ellos y se burló de sí mismo.

Había historias curiosas detrás de todas ellas; algunas buenas y otras no tanto. Y ahora le daba mucha gracia el haber llegado a pensar que Liz las tendría. Después de todo, siempre fue un niño muy bobo y, al parecer, no había dejado de serlo.

Riptide - Vance Joy

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