¡Va a ser mío!

By Mabib_

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Todo el alumnado femenino de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, está de acuerdo con que... More

Derechos de autor.
Sinopsis.
Uno.
Dos.
Tres.
Cuatro.
Cinco.
Seis.
Siete.
Ocho.
Nueve.
Diez.
Once.
Doce.
Trece.
Catorce.
Quince.
Dieciséis.
Diecisiete.
Dieciocho.
Diecinueve.
Veinte.
Veintiuno.
Veintidós.
Veintitrés.
Veinticuatro.
Veinticinco.
Veintiséis.
Veintisiete.
Veintiocho.
Veintinueve.
Treinta.
Treinta y uno.
Treinta y dos.
Treinta y tres.
Treinta y cuatro.
Treinta y cinco.
Treinta y seis.
Treinta y ocho.
Treinta y nueve.
Cuarenta.
Cuarenta y uno.
Cuarenta y dos.
Cuarenta y tres.
Cuarenta y cuatro.
Cuarenta y cinco.
Cuarenta y seis.
Cuarenta y siete.
Cuarenta y ocho.
Cuarenta y nueve.
Cincuenta.
Epílogo.

Treinta y siete.

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By Mabib_

 No escuché con claridad lo que dijo después que el valor se me impregnara en la sangre, estaba totalmente cegada y confiada en mi objetivo, no se me iba a escapar de las manos como alguna que otra vez, porque no sólo pensaba besarlo, hacerlo cambiar de opinión requería de muchas cosas y el sexo era la mejor opción para hacerle dudar hasta de su nombre.

Era favorable que estuviera tan entregado, o al menos eso parecía y pude notarlo cuando abrió los ojos segundos después que lo besé. No se inmutaba, pero la energía que me trasmitía su mirada no me hacía dudar del pase que me estaba dando a hacer lo que yo quería. Su beso fue otra demostración de eso, ya que no dudó en responder de la manera más intensa que seguramente conocía.

Me sentí confiada y con su permiso entré nuevamente en el juego, donde lo besé suavemente y bajé mis labios a su mentón, pronto empecé a dejarle pequeños chupones sin marcarlo por todo su cuello e hice un camino de besos hasta detrás de su oreja. Retenía el aire y eso me encantaba, porque pudo liberarse cuando yo me aparté un poco y bajé con mi cuerpo para levantar su camiseta, lo que le hizo cerrar los ojos.

—Cali...

—Relajate, no pienses que soy yo.

—Es imposible.

Para mí no lo era, si quería pensar que era yo muchísimo mejor, pero mi objetivo no estaba ahí si no en hacerlo recordar por un rato lo que era estar con una mujer, después de todo él me había enseñado a no tener prejuicio en el sexo y quería saber qué tan buen maestro era, dijo que no se negaría a una mujer y pronto lo confirmaría, porque cuando toqué con mis manos su pecho desnudo y se estremeció, fue un valor aumentado para impulsarme a besarlo, desde su cuello hasta llenar de besos todo su cuerpo tenso para llegar a la V que se marcaba en su pelvis y que tanto me gustaba en los hombres, él tenía el privilegio de presumirla.

Se levantó un poco para sentarse y apoyarse en el respaldar de la cama, mientras que con mis manos yo bajaba su pantalón y me enorgullecía de haber estimulado una erección que ansiaba tocar sin piedad en su crecimiento. Su respiración era agitada y cuando llegué con mis labios al borde de los bóxers, emitió un gemido muy alentador para mí ya que me permitió bajar con valor la tela así podía encontrarme con lo último que me faltaba conocer de su intimidad.

Mi corazón estaba casi en mi garganta pero supe manejarlo cuando con mis manos toqué su miembro, y la comparación fue inevitable porque nunca antes había tocado uno mejor, hasta quería reírme de pensar en el de Dante y lo estúpida que era por haberme conformado con eso.

Mi primera estrategia fue buena, ya que gimió y disfrutó lo justo mientras que yo hacía lo mismo, había sido una fantasía hacerle olvidar su nombre, desde que empezamos a llevarnos bien en mi mente siempre estuvo esa posibilidad, concretarla parecía un sueño y con su desesperación por lo que estaba haciendo me conformé y me sentí satisfecha de haber acertado el primer paso, porque su confianza se volvió mucho más segura cuando nuevamente volví a sus labios a sentir su aire entrecortado y sus manos no dudaron en querer desnudarme.

Me subí a horcajadas de él con su erección punzante en mi entrada, sólo una tela nos separaba y no pude ser capaz de correrla o sacarla porque el ambiente se volvió más denso para ambos. Su rapidez para sacarme hasta el corpiño me dejó asombrada y emocionada al mismo tiempo de tenerlo con hambre de besarme el cuello hasta mis pechos, donde no dudó en hacerme gemir por la habilidad que tenía con sus manos y pronto su boca. Se sentía caliente su boca sobre mí estimulando con sus manos todo mi cuerpo, con sus toques reaccionaba de una manera sobrenatural y extraña para mí, ya que me tensaba hasta el alma.

—Lauti...—gemí casi con dolor cuando ingresó dos dedos dentro de mí, desesperada por contenerme oculté mi cara en su cuello y me sentí entre las nubes por el placer que me daba y parecía ser suficiente, pero no lo fue porque en un segundo me dio la vuelta y acostándome en la cama se subió encima haciéndome abrir las piernas.

—Te haría muchos hijos pero no creo que los quieras ahora.

—No. —negué sonriendo, sin poder corresponder a los besos que me daba por toda la cara. —Quiero me hagas tuya.

—Ya sos mía.

Estaba en el cielo pero me quedaba algo de tierra, y más aun la conversación previa a lo que estábamos haciendo, dejé que eso no me importara y de la misma forma le hice saber que no necesitaba cuidarme con preservativo, lo conocía perfectamente y era mucho más cuidadoso que yo, aunque por esta vez olvidó ese cuidado y sin dudar me sacó la última tela que tenía mi cuerpo para dejarme desnuda y complementarme con él, ya que pronto ingresó en mí y fue la sensación más placentera del mundo. Literalmente Lautaro era el placer más hermoso del mundo, estúpido aquel que no lo compartiera.

Había olvidado por un momento mi plan, era yo la que quería hacer que recordara algo pero era él quien me estaba haciendo olvidar de todo, con un poco de fuerza de voluntad y ganas de controlar la situación, dejó que nos diéramos vuelta para que yo me sentara encima y me moviera con la fuerza necesaria para que llegáramos ambos, sin embargo no iba a desperdiciar nuestro encuentro con posiciones tan básicas y él estaba de acuerdo con eso, porque pronto se volvió una lucha de mandos entre besos, gemidos, rasguños y palabras muy alentadoras para ambos.

El orgasmo al que me hizo llegar fue como navidad, cuando después de las doce todos tiraban fuegos artificiales y el cielo se iluminaba de colores, explotando uno detrás de otro todas las luces que lo alumbraban. Se extendió a todo mi cuerpo dándome una oleada de placer impensada antes por cualquiera de mis amantes y puede que estuviese siendo exagerada, pero todas mis expectativas, Lautaro las superaba sin esfuerzo.

Aún con el efecto entre las venas, él no podía perder la aceleración y mientras yo me recuperaba disfrutaba de sus besos por todo mi cuerpo, creía que no iba a poder recuperarme del todo porque sus besos indicaban un lugar, un camino que pronto llegó a su objetivo cuando fue más allá con sus besos de mi monte de Venus y conocí la habilidad de su lengua en el centro de mi ser más sensible.

Yo no dudaba de mi capacidad para soportar una noche de placer, pero nunca antes la había tenido tan larga como me di cuenta en el último orgasmo que me juró que iba a darme. Mi cuerpo no daba más y todo lo que no había tenido en las últimas semanas Lautaro lo agotó en las últimas horas, básicamente porque hicimos el amor durante toda la noche y di fe de eso cuando en el reloj despertador marcaban casi las seis de la mañana. La potencia que tenía era increíble, me tuvo fascinada desde el primer orgasmo hasta el tercero si no eran más.

No conocí el frío de nuevo hasta que Lauti se llevó con él las frazadas que teníamos arriba de ambos y su cuerpo se alejó del mío, quise quejarme pero me bastó con cubrirme y acurrucarme detrás de él. No fue fácil conciliar el sueño desde que empecé a tiritar del frío, y enseguida me moví a ver la hora ya eran más de las once del mediodía, por lo que consideré levantarme a pesar que mi cuerpo tenía una pesadez insoportable, como una resaca pero de tanto sexo.

Me levanté decidida a meterme a la ducha pero fue tan tentador verlo desnudo que me quedé sentada en la cama ignorando el frío por el calor que de por sí el me trasmitía. Sonreí como una ganadora y después de todo era lo que me creía, la primera mujer después de hacerlo decidirse por los hombres en hacerle acordar lo que era estar con una, puede que mi plan haya fallado en tener el control siempre yo, pero no era mi culpa que él quisiera llevar el mando y disfrutar de mí, no me quejaba para nada.

Me daba cierta desconfianza su actitud cuando se despertara, Lautaro precisamente no era un chico maduro para algunas ocasiones, pero todavía quedaba la esperanza en que eso no se metiera entre nosotros, ni siquiera en nuestra amistad aunque a partir de este día yo nunca iba a poder ver a otro hombre sin compararlo con él.

—Veo que el dormir te hizo bien. —me dijo Diego saliendo de su cuarto para empezar a caminar conmigo. —buen día.

—Buen día.

— ¿Hoy sí vas a querer ir a ver los pingüinos? Ya están en la playa.

—Quizá vaya, sí.

—Te puedo acompañar...

—Conozco el camino, no te preocupes, gracias. —le palmeé el hombro y me adelanté a entrar al comedor donde los chicos ya estaban terminando de desayunar y hablaban con las chicas como si las conocieran de toda la vida, Dani era una que ni siquiera notó mi presencia pero no me afectó porque moría de hambre.

Para peor Diego se sentó a mi lado y siguió hablándome, intenté ser amable y mantener la buena onda entre nosotros, pero ya no podía pensar de otra forma o insinuarme con él porque no quería ni probar otros labios ni tener sexo con otro hombre, estaba bajo el hechizo de Lautaro e iba a ser muy difícil de por sí verlo y que haya comprendido mi intención que sea como amigos, estaba la posibilidad que no lo viera así pero sería irnos a un territorio mucho más complejo para nuestra amistad.

—Te voy a traer una vitamina, siempre me funcionan y son de venta pública así que te van a hacer bien. —me dijo levantándose y quise oponerme, pero no lo hice cuando se fue dejándome sola un momento para poder aclarar mi cabeza con tanta información que me daba y que no podía retener.

—Buenos días. —saludó Lauti y mi cuerpo se estremeció, cuando se sentó a mi lado la densidad entre nosotros fue notable. Y definitivamente ignoré todas mis previas intenciones al día después de haber tenido sexo.

—Buenos días.

—Puede que sean las últimas horas con mi pene, creo que se va a caer ¿eso suele ser normal o crees que se me va a pasar?

—Se te va a pasar. —me reí y me sentí aliviada que haya por lo menos humor entre nosotros, sin embargo estaba expectante y lo primero a lo que le presté atención fue a su reacción cuando Diego se acercó.

—Estás en mi lugar. —le dijo y Lauti fingió buscar algo en la silla.

—No veo tu nombre.

—Yo estaba ahí, deberías sentarte en otro lugar.

—Pero quiero este.

—Bueno pero estaba yo, estaba hablando con Cali y me fui dos segundos nada más.

—El que se fue a la villa perdió su silla amigo.

— ¿Tenés cinco años? —le preguntó con cierto enojo, y yo no supe qué hacer, si bien quería que Lauti se quedara tampoco quería hacerlo quedar como un tarado a Diego. Lo único que tenía claro era que no quería que Lautaro volviera a lastimarse los nudillos.

—Veintidós en realidad.

—Flaco estaba yo, no podés venir y sentarte en el lugar de otro porque sí.

—Sí puedo, lo hice, y no estabas así que es como si no fuera tuyo.

—Lauti dale, dejá de pelear. —le dijo Tuti y le hizo una seña para que la cortara. —Vení acá, no te cuesta nada.

—Nop.

La tensión que se creó de repente fue mucho más para todos de lo que era para Lautaro, no se inmutaba y seguía untando manteca en su pan como si toda la mesa no lo estuviese mirando y Diego quisiera matarlo. Yo era el problema en realidad más que el lugar, así que me levanté.

—Sentate acá, yo me voy a cambiar. —le dije cediéndole mi lugar y me fui antes que me siguiera.

Dejé que me diera la pastilla Diego y salí pidiéndole que no me acompañara, quería caminar sola por la playa y ver a los pingüinos sin necesidad que me estuvieran contando el por qué existían, él no era un mal chico pero mis pensamientos no estaban para aceptar alguno de sus indicios, yo no quería iniciar ni un coqueteo con él porque no me interesaba, aunque no parecía entender mi indiferencia.

Me aislé de las pequeñas aves después de sacarle algunas fotos para mandárselas a mi mamá y a mi hermano y me senté en la colina donde la arena estaba caliente y el sol del mediodía iluminaba con fuerza la playa, extrañaba el verano pero lo pensaba solamente porque era invierno ya que cuando estábamos en él lo odiaba y quería de nuevo el frío, no tenía una época definida y decir que la primavera me gustaba era mentira, me adaptaba a todas las estaciones pero me quejaba de todas sin dudas.

Lo bueno era que el sol aparecía normalmente en todas las épocas del año y me gustaba sentarme debajo de él a pensar y reflexionar hasta de mi existencia, si bien mi mente por los últimos acontecimientos no dejaba de imponerme a Lautaro y toda nuestra noche, me agarraba un escalofrío cuando pensaba en todo lo que habíamos hecho en la madrugada, al mismo tiempo sentía un malestar de saber que era un desperdicio que ese hombre fuera para otros. También lo pensaría si fuese para otras mujeres que no fuera yo, pero era diferente competir con un hombre, un poco más indignante para mi ego femenino.

— ¿Estás pensando en mí? —me preguntó Lauti acercándose para sentarme a mi lado, sonreí negando aunque en realidad sí lo hacía. —es el efecto que causo, perdón.

—Ese ego Lauti, qué condenado te tiene.

—Para nada...che creo que estaría bueno que hablemos de lo de anoche.

— ¿Y qué querés decirme? —le pregunté confusa por su repentino cambio de tema. —Si vas a decirme que te arrepentís y todo el teatro mejor ni lo digas ¿sí?

—No me arrepiento tonta, seré gay pero sigo siendo hombre.

— ¿Y entonces de qué querés que hablemos?

—De que estaría bueno dejarlo para nosotros, que muera con nosotros, no es que me molestaría si alguien se enterara pero creo que va a ser mejor que sea nuestro.

—No pensaba contárselo a nadie.

—Bueno pero también que muera para nuestra amistad, no me arrepiento y creo que estuvo espectacular, superaste mis expectativas y como mujer me encandilaste muchísimo más de lo que pensaba, pero quisiera que quede ahí, en ese cuarto, debajo de esas sábanas.

—Está... bien, no entiendo igual a lo que querés llegar, ¿querés hacer como si no hubiese pasado nada?

—Sí, no tan brusco pero creo va a ser mejor que lo olvidemos.

—Ah, bueno, sí. —le dije y me aclaré la garganta porque no sabía qué decirle, yo no iba a olvidarme de eso tan pronto.

— ¿Vos no... no esperabas que yo me volviera heterosexual por eso no?

—No.

—Como jodías con eso...

—No sería tan estúpida de creerlo Lauti, vos tenés tus preferencias y yo siempre las respeté.

—Bueno pero quizá tenías alguna fantasía con eso. —me dijo y negué, tragándome las ganas de lloras de repente por pura frustración, sentirme vencida en una batalla que era obvio que iba a perder porque no era mi clara intención, tenía un gusto horrible. —lo dijiste borracha y pensé que... quizá lo considerabas de verdad.

—Para nada.

—Genial porque sería como un rayo para nosotros ¿no?

—Ajá.

—Para mí en realidad, vos sabés que...

—Sí Lauti. —intenté sonreírle tocando su brazo. —yo no esperaba que vos te volvieras heterosexual, yo sólo quería hacerte acordar lo que era estar con una mujer.

—Y lo lograste.

—Lo logré.

No había logrado una mierda.

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