Falling with you (F.F.L #2)

By Rose_Bratz

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Libro #2 de Falling for love Él ¿Príncipe azul? No lo soy. ¿Cenicienta? No existe. Sólo somos ella y yo. Ella... More

Blurb
Prólogo
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Capitulo Dieciséis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve
Capítulo Veinte
Capítulo Veintiuno
Capítulo Veintidós
Capítulo Veintitrés
Capítulo Veinticuatro
Capítulo Veinticinco
Capítulo Veintiséis
Capítulo Veintisiete
Capítulo Veintiocho
Capítulo Veintinueve
Capítulo Treinta
Capítulo Treinta y uno
Capítulo Treinta y Dos
Capítulo Treinta y Tres
Capítulo Treinta y Cuatro
Capítulo Treinta y Cinco
Capítulo Treinta y Seis
Epílogo

Capítulo Ocho

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By Rose_Bratz




—¡Eres mía!— sentí como las asquerosas manos se deslizaban por mi cuerpo, tocando cada pequeña parte de mí. —Sólo yo, Alexis. Solamente yo para follarte. Para amarte— susurró con voz perversa en mi oído.

Intentaba soltarme, zafarme de su agarre pero me encontraba atada. Busqué algo, o alguien que me ayudase, sólo encontrándome con un par de ojos verdes, observándome y luego la figura de Alexander se materializaba, no para ayudarme, sino para darme la espalda y alejarse.

Abrí los ojos, sentándome con rapidez en el mueble y me llevé una mano a la frente.

Las pesadillas.

Los estúpidos sueños habían regresados. Pesadillas los cuales no me habían permitido disfrutar mientras dormía en los últimos cuatros años. El psicólogo lo había mencionado, necesitaba dejar ir esa parte de mí, que lo que sucedió no era mi culpa. Necesitaba dejar lo sucedido con Jace y a Alexander atrás, me había costado casi cuatros años y cinco meses atrás finalmente lo entendí y las visitas al psicólogo habían terminado.

Todo había sido una cruel mentira, Alexander acababa de regresar a mi vida y nuevamente las pesadillas con las cuales tanto luché estaban de regreso.

—¿Te desperté?— la voz de Holly me trajo a la realidad. La miré y sonreí. Ella se había negado en ocupar mi cama pero había terminado ganando aquella pelea. Ella ocuparía mi cama mientras yo el mueble hasta que buscáramos algo más espacioso para ambas.

—No. Fue sólo una pesadilla— una horrible pesadilla que había regresado junto con Alexander.

Nunca supe que tanto tocó Jace cuando me dejó inconsciente, con lo único que vivía era sabiendo que había introducido sus asquerosos dedos en mi interior, desgarrando mis paredes por forzarme.

—¿Qué hora es?— pregunté, frotándome los ojos para apartar el sueño.

—Ocho y cindo de la mañana.

Mi turno en la heladería era temprano aquel día, me puse de pie y me dirigí al baño donde tomé una rápida ducha y lavé los diente. Cuando regresé a la cocina Holly seguía allí, no parecía haber desayunado.

—¿No has comido?— pregunté con una ceja alzada. Ella negó, roja por la vergüenza. —Puedes comer, Holly. Ahora somos tú y yo, no tienes que tener vergüenza— sonreí. —Es bueno ya no estar sola.

—No quiero abusar— se disculpó.

—Qué va. Puedes disponer de lo que desees.

—Todo esto es tan nuevo. Siempre quise una hermana— sus ojos se llenaron de lágrimas y no pude evitar sonreír.

—Veamos que tenemos para comer— abrí el refrigerador, todavía quedaba algo de frutas del desayuno de ayer que había hecho Alexander. Sentí como me estremecía al recordar lo sucedido con él. No quería pensar en eso. Había estado mal, muy mal.





—Chica suertuda— susurró unas de mis compañeras en mi oído al moverse tras mi espalda.

Levanté el rostro luego de deslizar el trago en la barra hacia la clienta y me concentré en mi compañera. —¿Por qué?— pregunté sin entender.

—Rex, el boxeador— sonrió. —Ayer estuvo aquí y por lo que sé fue para hablar con el jefe y escuché que se trató sobre ti

¿Alexander había hablado con mi jefe? ¿Ayer? Ayer en la mañana había estado en mi cocina, y no precisamente desayunando.

—¿Vino ayer?— y también ayer había sido mi día libre.

—Sí, seguramente quiere, ya sabes— habló mientras movía las caderas con sugerente sensualidad. —Te negaste a Shadow, pero Rex no es alguien con quien el jefe podría darse ese lujo. Es el puto campeón, lo que quiere, tendrá y si quiere tu coño el jefe se lo dará.

Por cada palabra que salía de su boca sentía como si fuese una fuerte bofetada. —Eso no sucederá.

—Vamos, Alexis. Entiendo que pudieses rechazar a Shadow, pero a Rex. Chica, todas quieren tener su polla y no precisamente en sus manos.

—Que la tengan. Sólo necesitan separar las piernas...— callé cuando noté que ya no me observaba, no, ella miraba lo que fuese que se encontraba del otro lado de la barra.

Giré sobre mis talones con lentitud, decidida a saber que había llamado tanto la atención de mi compañera y me encontré con un desagradable y demacrado rostro. Max.

—Te lo dejo. Es un viejo pervertido— soltó y se movió rápidamente hacia el otro extremo de la barra.

Las esquinas de la boca de Max se alzaron, sus ojos parecían pozos negros cuando me observó.

—Rex estaba tan enamorado de tu coño que no pensaba que terminarías siendo la puta de cualquier cliente en Charveloix— soltó con arrogancia.

—¿Qué deseas?— pregunté con voz seca.

—Saber cuánto cobras porque puedan hundir su polla entre tu coño— se veía demacrado y asqueroso. El cuello que en el pasado había estado libre de tatuajes se encontraba con una enorme cabeza de dragón en la garganta.

—Si no vas a pedir nada, por favor retírate. Tengo trabajo.

—Ahora entiendo al chico— soltó con diversión. —Descubrió la putita que tenía al lado y te dejó— escupió saboreando las palabras.

—Alexander no me dejó— su sonrisa se ensanchó cuando las palabras abandonar mis labios.

—¿No?— sus ojos me analizaron. —Me decepciona saberlo. Creo que no hice un buen trabajo.

—¿Arruinar su vida?— espeté. —¿Eso para ti es un buen trabajo? Obligaste a tu sobrino a ser testigo de tu mierda de vida.

—Vaya, no pensaba que le contaría a su coño favorito nuestra relación familiar— la crueldad brilló en su mirada. —¿También te contó lo bueno que lo pasaba follando con las putas que llevaba a casa?— mi estómago se removió al escucharle. —¿O cómo lo usaba de saco de boxeo cuando me negaba su dinero para mis necesidades?— de repente sentí mi pulso detenerse y como la sangre se me helaba.

Alexander nunca había mencionado sobre mujeres o Max golpeándolo. Lo único que había mencionado fue Max pegándole a Kayden.

—Oh, veo que se le olvidó decirte algunos detalles— rió. —Fuiste una puta más, un coño que follaba sin decirle su mierda. El chico es más basura de lo que cualquiera quisiera tener sobre sus hombros. Ellas solamente quieren su polla, no relacionarse, tú fuiste otra más— sus palabras eran crueles, parecían dagas que se enterraban en mi piel

No podía apartar la mirada del asqueroso rostro de Max, él sonreía como una especie de demonio y sus ojos negros y desorbitados por la seguramente droga que usaba estaban clavados en mi pálido rostro.

—Pero claro, luego el niño hizo esa mierda de que la puta de Maggie tuviese a Kayden y Jude dejó de pasar dinero, lo único bueno de eso fue que Rex ahora se encontraba completamente bajo mi poder, hasta que apareciste tú— lo último lo dijo con asco y odio. —Te convertiste en su puta favorita, quiso ser mejor y le empezaba a molestar toda mi mierda. Destruiste lo bueno que tenía, putita, yo me encargaré de destruir a Rex, bueno, mi chico lo hará— y sonrió al terminar.

—Tienes el trasero tan drogado que no sabes lo que dices— no dejaría que se metiese en mi piel. —Y para que sepas, Alexander es bueno en lo que hace, idiota. Él pateará tu trasero o el de tu chico.

Observé a Max marchar luego de dedicarme una intensa mirada. Sea lo que sea que hubo sucedido entre Alexander y él, Max no lo había superado. Tomé una bocanada de aire, llenando mis pulmones y froté mis palmas contra mis muslos.

Nunca conocí a Alexander. Él nunca me hubo dicho la verdad sobre lo que vivía con Max. Me había abierto para ese estúpido y él se lo había callado todo. Deseaba tenerlo frente en aquellos momentos, reclamarle su falta de confianza al muy estúpido.

—¿Qué tienes para mí?— levanté rápidamente la cabeza, encontrándome con quien acababa de susurra aquellas palabras.

Y hablando del demonio.

—¿Algo dulce?— una arrogante sonrisa tiró de la esquina de su boca y deseé saltar sobre la barra y golpearle la mandíbula.

—No te gustaría saber lo que tengo para ti— dije entre dientes, taladrándolo con la mirada.

—Necesitamos hablar— me dijo al inclinarse sobre la barra.

—Estoy trabajando— lo ignoré. Dolía saber que nunca se había sincerado lo suficiente como para querer compartir más de lo que había compartido conmigo.

Las siguientes dos horas Alexander estuvo en la barra, sentado en un taburete, observándome y enviando al diablo a cualquier cliente que deseaba más que un trago. Mientras se encontraba allí muchas mujeres se acercaron, algunas tuvieron la decencia de coquetear con disimulo, otras fueron lo suficientemente zorras como para ir directo al grano, susurrándole quien sabe que al oído, una hasta tuvo el descaro de llevar unas de sus manos a su cuello y recorrerla por los fuertes músculos bajo la tela, aquello me hiso ver rojo, por más que intenté evitarlo, no pude.

—¿Qué es esto?— pregunté cuando mi jefe me entregó un sobre blanco.

—Es tu liquidación, chica. Ya no trabajarás más en LUX— abrí grandemente los ojos al escucharle. Él no podía hacer aquello, necesitaba el dinero. —Suerte.

—¡Espera!— lo interrumpí cuando me dio la espalda. —¿Qué significa esto?— apenas tenía cuatros meses allí pero no creía estarlo haciendo tan mal como para que me despidiesen.

—Qué fue un gusto tenerte. Ya no te necesito— y con esto se alejó, dejándome fría.

¿Qué haría ahora? Ahora era cuando más necesitaba aquel trabajo.

—Suerte— me dijo el hombre encargado de la seguridad cuando me acerqué y abrió la puerta para permitirme salir.

Sabía que debía llamar a Keith, pasaban de la dos de la mañana, era peligroso estar fuera de LUX a esa hora, pero no me importaba. Necesitaba ese trabajo, ahora no solamente era dinero para comprarme un auto, no, ahora éramos Holly y yo. Observé todo a mi alrededor, buscando alguna ayuda la cual sabía que nunca llegaría; con lo único que me encontré fueron con el auto de mi ex jefe, el del hombre de seguridad y una camioneta negra con un hombre apoyado contra esta, con los fuertes brazos cruzados sobre el pecho. Claro, él. Alexander. Él sólo había regresado en mi vida nuevamente y esta se encontraba contra la cuerda floja. Apretando mi agarre contra mi bolso me acerqué en rápidas y largas zancadas.

—¡Tú, jodido hijo de perra!— arremetí, ganándome una sorprendida mirada por su parte cuando las palabras abandonaron mis labios. —¿Qué diablos pretendes?— sentía la furia correr por mis venas con adrenalina. —¡Aléjate de mí, Alexander!— espeté. —¡Mantén tu arrogante trasero lejos de mi presencia, hazme el maldito favor!— seguramente parecía una loca pero que se jodiese, no me importaba, Alexander se estaba metiendo en mi vida, en la vida que había construido sin él.

Una fuerte mano y callosos dedos se apretaron contra la piel de mí ante brazo cuando quise darme la media vuelta y alejarme. Su toqué fue duro y firme, obligándome a sacudir el brazo para deshacerlo.

—¡No me toques!— grité. —¡No tienes ningún maldito derecho!

—Estás histérica— fue su fría repuesta.

—Eres un maldito— gruñí entre dientes. Odiaba su tranquilidad y el cómo me estaba ignorando. Alexander pensaba que podía regresar a mi vida luego de cuatros años y meterse en esta. —¡Fueron cuatros malditos años, Alexander! ¡Cuatros!— dije dándome pequeños golpecitos en la sien para que entendiese. —¡No cuatros días!— seguí. —¡Nunca borrarás eso!— sus ojos eran profundos pozos fríos, su mandíbula dura y su rostro oscurecido.

—¿Crees qué me interesa borrarlos?— ahora fue el turno de él. —¿Crees que jodidamente quería regresar?— espetó con enojo. —Estuve evitando este maldito lugar por esos jodidos años. Estuve evitando el maldito lugar donde...— fue automático, de repente él se encontraba atacándome y de repente estaba levantando la mano para golpear su mejilla.

—No te atrevas— escupí. Mi sangre bombeaba fuerte a través de mi cuerpo para el momento que Alexander tomaba mi mano y evitaba que le pegara.

Alexander me observaba, su rostro ensombrecido y ojos oscuros, salvajes. Él se acercó, me tomó fuertemente del rostro y su arrogante cabeza se inclinó mientras buscaba mis labios con los suyos. Fue duro, castigando mi boca pero lo mordí, tomé su labio inferior fuertemente entre mis dientes y mordí con fuerza, arrancándole un salvaje gruñido pero no se separó.

—Soy un hijo de puta, Alexis— gruñó sobre mi boca, hundiendo su lengua entre mis labios. —El hijo de puta que arruinaste. El que no pudo sacarte de su piel, quien nunca te jodidamente olvidó— tiró de mi cuerpo con dureza, restregando su dura entrepierna contra mi vientre.

Alexander nos movió, de repente estábamos fuera de la Range y de repente en la parte de atrás de esta, besándonos. Mi piel estaba sensible, queriendo su toque. Gemí con fuerza cuando sus manos se hundieron en mi trasero y su boca seguía sometiendo la mía. Quería olvidar, borrar aquellos cuatros años, quería olvidar en lo que se había convertido mi vida. Una gran mano masculina acunó mi sexo sobre mis jeans, gemí con placer; aquello se sentía tan bien, mi cuerpo era líquido, respondía perfectamente a los toques de Alexander.

—Mi coño, Alexis— dijo con voz oscura, desprendiendo el botón de mis pantalones. —El coño que fue creado para mí— su lengua volvió a mi boca mientras tiraba de mis jeans con fuerza, buscando desnudarme. —Mataré a ese hijo de puta sí estuvo aquí— prometió. Estiré el cuello, gimiendo por su caliente toque sobre mis bragas. En algún momento había logrado deslizar mis jeans hasta mis pies.

—Alex— lloré sin aliento, necesitando su toque.

—Quiero follarte. Enterrar mi polla hasta las pelotas en esta dulzura— sus dedos empezaron a frotarme sobre las bragas. —Quiero comerte, hundir mi lengua en tu dulce coño y follarte hasta que te vengas en mi boca, una y otra vez— sus palabras eran fuego, se había separado e incluso cuando permanecía con los ojos fuertemente cerrados, sabía que me observaba, observaba como me retorcía mientras su mano estaba entre mis piernas.

—Me comeré este delicioso gatito, te follaré con la lengua y luego con mi polla, Alexis. Estarás tan malditamente llena de mí que no sabrás donde empiezas o donde terminas.

Mis bragas fueron apartadas y repentinamente una fría y dura boca cubrió mi sexo. Gemí, fuerte, alto y sentí como un fuerte y vibrante gruñido se perdía en mi sensible carne. Unas grandes manos me alzado del trasero, atrayéndome más contra la boca masculina. Alexander no fue delicado, él chupó mi tierna carne, jugó con mis mojados pliegues mientras yo me estremecía y gemía por aire. Enterré las uñas en el cuero del asiento, buscando sostenerme, mi bajo vientre era un fuerte y salvaje nudo mientras mi entrepierna se sentía más y más liquida.

—Mi coño— gruñó sobre mi sensible y resbaladiza piel. —Dulce. Algodón de azúcar que se derrite en mi lengua— una larga lamida desde el comiendo de mi sexo hasta mi entrada me hizo arquear la espalda y tirar la cabeza hacia atrás. —Mío— demandó con tono posesivo y oscuro mientras dos de sus dedos recorrían mis húmedos pliegues hasta separarlos y exponerme a su caliente mirada. —Como el capullo de una rosa— su cabeza cayó entre mis piernas, su lengua relamió mis pliegues y luego su diabólica boca se cerró alrededor del sensible y desatendido capullo.

Aquello no tenía que ser así, se sentía mal, demasiado salvaje y caliente. —¡A-Alex!— gemí cuando su lengua me frotó, cuando tanteaba mi clítoris y lo sorbía con cruda hambre. Intenté alejarme, apartar su boca de aquella tan sensible parte de mi cuerpo pero lo único que logré fue que sus manos me inmovilizaran y me levantara más hasta su endemoniada boca.

El orgasmo explotó, fuerte, duro, azotando cada pequeña parte sensible de mi cuerpo. Las lágrimas brotaron de mis parpados con la misma fuerza en la que fui sacudida por las olas del orgasmo. Alexander no me dejó, él estuvo entre mis piernas, manteniéndome bajo su lengua y boca, jugando conmigo hasta que otro más fuerte orgasmo dejó completamente en blanco mi mente.

—Tan dulce. Tan malditamente dulce— aún bajo las sacudidas del orgasmo, abrí los ojos y me encontré con su cruda y salvaje mirada.

Aquello no era nada comparado a lo de las otras veces, Alexander parecía más salvaje y fuerte. Se inclinó, me besó con fuerza, obligándome a saborear mi propio sabor en su boca.

—Llora, dulce gatita. Llora por nosotros— introdujo las manos entre nuestros cuerpo, buscando el cierre de sus vaqueros para tirar de estos. —Necesito follarte. Ahora. Enterrado en ti hasta que grites y te vengas sobre mi polla— lamió mis mejillas, recogiendo mis lágrimas.

Aquello dolía, mi corazón dolía. Él no podía estar haciendo esto. Observé entre mis mojadas pestañas como se separaba y buscaba entre su bolsillo trasero, sacó su billetera y buscó algo, más no lo encontró. Se separó, se estiró hasta los asientos delanteros, abrió los cajones, buscando y cuando finalmente se dio por vencido, soltó una cruda maldición.

—Shhh...No llores, gatita— nuevamente se había acercado, mas ahora me tomaba en brazos y sostenía mientras besaba mi coronilla. Gimoteé, llorando entre sus brazos, adolorida, enojada con él, enojada por haberme dejado.

—Te fuiste, te jodidamente fuiste— empecé con dolor. —Cuando te busqué y no encontré sentí que me volvía loca— él me apretó más contra su duro y caliente cuerpo, meciéndonos. —Mamá murió, no estabas conmigo. Todo dolía menos contigo cerca— él no decía nada y yo solamente lloraba contra su pecho, apretando la camisa bajo mis manos. —Pero te fuiste— grité. —¡Me dejaste!— ahora gritaba, golpeando su duro pecho, queriendo dañarlo. —¡Te amaba!— sus brazos se abrieron, permitiéndome llorar mientras le golpeaba. —¡Jodidamente lo hacía!— hundí el rostro entre su pecho, llorando ahora con más fuerza, estremeciéndome por la fuerza de los amargos sollozos que escapaban por mi garganta. —Me abandonaste— fueron mis últimas palabras antes de que un largo silencio nos envolvieras.

Lo único que se escuchaba en el interior de la camioneta eran mis gritos y luego sollozos, me sentía tan enojada, tan molesta y triste a la vez. Dolía, dolía mucho.

—Regresé— el cuerpo de Alexander se tensó bajo el mío. —Cuando encontré a Jace sobre ti...— tomó una dura respiración. —Lo malditamente perdí— gruñó, como si aquello le costara. —Nunca había golpeado tanto a alguien, no en el ring, no en ningún lugar— me tensé mientras le escuchaba. —Lo dejé inconsciente, la sangre estaba por todos lados, pero tú..— su voz tembló. —No te movías, tu ropa estaba rasgada, tus bragas, tu sujetador— lo sentí hundir los labios entre mi coronilla, apretando allí su boca. —Solamente lo perdí, él te había lastimado, te había tocado. Alguien había gritado y me separé, te tomé en brazos y llevé al hospital— sentía que había algo más, algo que no me estaba diciendo.

—Llamé a tus padres— continuó con voz ronca. —Tu madre, ella...me agradeció— dijo con dificultad. —Pero tu padre me corrió del hospital. Amanda mantenía a Rowan al tanto y Rowan a mí, cuando supe que despertaste fui al hospital, pero tu padre...— sentí como me apretó más contra su cuerpo, necesitándome más cerca. —Se puso como loco, me echó, tuve que malditamente irme y cuando estuviste en tu casa no lo resistí, fui, sabía por Amanda que estabas sola. No saber de ti me estaba matando, dolía como la mierda, pero no me reconociste.

—Y te fuiste cuando te lo pedí— terminé, ahora más tranquila.

—Jude dijo que necesitaba alejarme, necesitaba que tu padre se tranquilizara y lo hice. Te escribí una carta, se la di a Amanda. Te pedía que me esperaras, que creyeras en nosotros.

—Nunca recibí ninguna carta— me atreví a levantar el rostro y observarlo. Sus ojos estaban oscuros y su mirada verde llena de dolor, dolor que me estremeció.

—Rowan y yo nos fuimos a L.A. Max estaba como loco, lo envié al diablo con lo de la underground, solamente podía pensar en ti, pero sólo estuve allí dos semanas, regresé días antes de navidad, fui a tu casa y te vi— sus ojos se oscurecieron todavía más y su mandíbula endureció. —Estabas en sus malditos brazos, te abrazaba, te tenía como si le pertenecieras— habló con dificultad sin apartar la mirada de mi rostro. —Quería acercarme, quería matarlo. Dios sabe que lo deseaba tanto como respirar. Rowan, él dijo que no podía hacer nada si preferiste no esperarme, él y Amanda tuvieron su mierda, se enojaron, nos largamos de Charveloix, necesitaba mantenerme ocupado sino quería regresar y destripar a Keith.

—Volviste con Max— pero él negó.

—El esposo de Roxanne es un aficionado del boxeo, nos pusimos en contacto, se convirtió en mi entrenado y empecé con los grandes en la underground, ya tenía lo que se necesitaba, solamente era falta de un buen entrenador. Empezamos a viajar por todos los Estados Unidos, nunca acepté pelear nuevamente en Charveloix.

—¿Qué sucedió con la universidad?— lo sentí tensarse bajo mi cuerpo.

—Jude estaba encabronado, no quería eso para mí, dijo que la única manera que me daría mi dinero era si me licenciaba en algo— al decir esto sonrió. —Por lo que mi equipo contó de un entrenador, su esposa y tres profesores preparados y contratados como maestros privados a tiempo completo.

—¿Estudiaste?— él asintió. —¿Cómo?

—Como...— dudó. —Fue una gran mierda. Era pelear y estudiar. En diciembre me gradué en UCLA— su tono fue lleno de orgullo. —Diseño digital y animación— sus ojos volvieron a oscurecerse. —Me negué cuando supe que tenía que regresar a Charveloix, la temporada empieza aquí, estoy en la primera pelea. Odiaba tener que regresar, tener que recordar que ya no tenía razones para hacerlo. La noche en LUX acababa de regresar, los chicos lo hicieron primero, esperé hasta último momento para hacerlo.

—Nunca estuve con Keith— sentí como su aliento se detenía. —Mi madre murió en diciembre. El día que me viste con Keith acababa de enterrarla— sentí como mis parpados se llenaban con nuevas lágrimas. —Mi padre se fue. Él se fue con solamente dos días de mi madre caer en coma en el hospital— hablé con dolor. —Fui a buscarte, tu apartamento, estuve horas allí hasta que alguien llamó a la seguridad y me dijeron que no estabas, tenías días de no estar. Dos días después del entierro de mi madre regresé, pensaba que estabas enojado porque no te recordaba— intenté sonreír. —Pero un señor me dijo que habías regresados y que dijiste que no estarías por algún tiempo. No perdí las esperanzas, volvía cada vez que podía a espaldas de Amanda, pero nunca volviste. Luego Amanda se fue a Francia, mi padre perdió la casa, tuve que desalojar...

—Jodida mierda, gatita— el dolor en su voz era genuino. —No sabía...

—¿Habrías regresado?— me atreví a preguntar. Todo mi pecho dolía, no me atrevía a decirle más, a decirle lo cerca que cerca que estuve de caer en aquel hoyo negro.

—No sé— aceptó. —Estaba tan jodido, pero como la mierda que nunca hubiese permitido que te sacaran de tu casa, aunque no quisiera verte me encargaría de ti— dijo con sinceridad.

—Luego me acostumbré. No estabas, mi madre no estaba, Mattew me abandonó y mi mejor amiga no estaba— me encogí de hombros, mirando su pecho.

—¿Por qué se fue Amanda?— preguntó y lo observé.

—Para la universidad. Ella también estaba muy enojada cuando ustedes se fueron. Estaba dolida.

—Ella tenía algo con Keith.

—¡No!— me apresuré a decir. —Keith insistía en algo pero nunca fue algo amoroso, más bien era que él quería saber algo y ella no le decía.

—¿Amanda nunca te dijo por qué me desagradaba?— preguntó con curiosidad y negué.

—¿Sucedió algo entre ustedes?— él no dijo nada, solamente negó con la cabeza y luego dejó un beso en mi frente.

—Odio haberme dejado llevar por los celos. Tu papá había hablado mucha mierda, gatita, ver lo que vi solamente jugo con mi cabeza.

—¿Eso es una disculpa?— una pequeña sonrisa cubrió mis labios.

—Como la mierda que lo es— sus ojos brillaron y su boca buscó la mía. —Siempre odiaré no haberme acercado ese día, siempre odiaré dejarte sola, que tu sufrimiento fuera mayor al estar lejos— susurró sobre mis labios.

—No importa.

—Sí, sí importa— se separó, observándome. —Mi jodido lugar era contigo, a tu lado.

Quería preguntarle que le había dicho Mattew, que había causado que no estuviese en el hospital conmigo cuando había estado allí.

—Lo siento jodidamente mucho, gatita— su voz se escuchaba arrepentida, haciendo doler mi corazón. —¿Todavía lo haces? ¿Aún me amas?— su pregunta ocasionó que mi pulso se acelerara y mi respiración se detuviese. —Si lo haces, dilo, nena. Necesito escucharlo, saber que aun siendo el hijo de puta que te lastimó, aún sigo siendo el mismo hijo de puta dueño de ese dulce corazón.

—Eres injusto— sollocé al lágrimas derramarse sobre mis mejillas.

—Lo soy— aceptó, limpiando mis lágrimas mientras me observaba. Pero te quiero jodidamente mucho, Alexis Reid. Quería arrancarme el puto corazón, no sabes cómo lo intenté. Quise odiarte, mi mente jugaba conmigo al imaginarte con Keith. Dios— se lamentó. —Te veía en sus brazos, te veía feliz y lo odiaba, lo odiaba porque era eso lo que yo quería y no tenía, pero estabas tan clavada en mi piel, tan hermosamente clavada en mi piel que nunca lo logré.

—No puedo, me lastimaste. Me dejaste— lloré y él me abrazó, apretándome contra su pecho, rodeándome con su delicioso olor.

—Entonces ódiame, gatita. Hazlo tan jodidamente mucho que duela hasta convertirse en amor— besó mi coronilla.

Nos quedamos en silencio, en algún momento había terminado sobre su cuerpo, con mis jeans y bragas enredados en unos de mis pies.

—Contraté un detective, él se encargará de investigar lo de tu padre— susurró minutos después.

—No tienes que hacer eso— levanté el rostro y lo observé.

—Lo quiero hacer.

—No puedes meterte así en mi vida.

—No solamente me meteré en tu vida. Voy a tomarte, Alexis— sus palabras dispararon mi pulso. —Lo que te dije la otra noche es verdad. Será a mi manera ahora— deslizó unos de sus dedos por mi mejilla. —Ahora que sé que siempre fuiste mía nada me detendrá, ni siquieras tú— habló con seguridad.

—¿Entonces qué? ¿Si hubiese tenido algo con Keith te detendrías?— aquella última pregunta bastó para sentir como se tensaba.

—No, pero aceptaría cualquier negación que podrías tener. Ahora has cerrado esa posibilidad. Fuiste, eres y serás mía, Alexis— dijo con voz áspera, aquellas palabras no tenían que enviar calor a mi entrepierna.

—Sigues siendo el mismo— espeté, separándome para poder sentarme y arreglar mis jeans y bragas.

—Contigo. Siempre el mismo— la suavidad con la cual apartó un mechón de cabello que caía sobre mi frente hasta dejarlo tras mi oído, me sorprendió y robó mi aliento.

Bajé la mirada, sonrojada al sentir como sus ojos estaban sobre mí. Alexander me observó unos segundos y luego se inclinó para besarme, fue lento, pausado y lleno de ternura, ternura la cual hasta ahora no había sentido nuevamente.

—¿Necesitas que salga?— preguntó con diversión cuando se separó. Su mirada se deslizó por mi cuerpo, haciéndome sonrojar.

Alexander salió fuera de la Range, dejándome sola para colocarme los pantalones. Me llevé la mano a la frente, frotando. Todo lo que Alexander había dicho; una carta, mi padre, Keith.

¿Había sido todo un mal entendido?

¿Qué no me estaba diciendo? ¿Qué le hubo dicho mi padre para que se tuviese que mantener lejos? Cuando terminé de acomodarme la ropa, salí fuera de la Range, Alexander me observó, recorriéndome de arriba abajo y sus ojos brillaron con malicia cuando se detuvo en mi rostro.


——

Espero que les guste el capítulo y con este me despediré por unos días o quizás semanas de wattpad por situaciones las cuales van mucho más de lo que puedo controlar.

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