— Hola ken. —le saludo alegre mente mientras se sienta a mi lado. Su ceño esta presente y me mira molesto.
¿Y ahora que?
— ¿Pasa algo? —pregunto con cierta inquietud.
—Me dejaste plantado. — dice con sequedad.
¡Diablos! Mi rostro se sonroja de vergüenza, lo olvide por completo.
— Y–o, perdón. Te lo juro, se me olvido, andaba ocupada. —digo rápidamente.
Me mira y sus facciones se relajan, suspira y pasa sus manos por su nuca.
— Al menos me hubieras avisado, te desapareces siempre, ¿me dirás ahora por que me dejaste plantado? —me mira.
Bajo la mirada avergonzada.— Estaba ocupada.
—Lose, ya lo dijiste, pero ¿que andabas haciendo?
—Estaba buscando trabajo. —alce la mirada y lo vi sonreír. —¿Por que me sonríes así?
— Lo hubieses dicho antes, en donde trabajo están solicitando una cajera, ¿te sirve? —doy un salto de alegría y asiento energéticamente.
— ¡Muchas gracias, enserio! —me abalanzó hacia el y lo abrazo, se tensa por un momento antes de pasar sus brazos por mi espalda.
— Acabas de salvarme la vida.
— ¿enserio?
— Si.— me separe lentamente, y pare en cuanto observe que poca distancia estaba en nosotros.
Su delgada boca estaba adornada con una hermosa sonrisa, blanca y radiante. Perfecta.
Poco a poco me fui separando hasta estar como debía, ken carraspeo incómodo por lo que hace poco hacíamos.
— Nos acercamos a tu estación...—susurre.
— Si...eh, y–a me tengo que ir, adiós nos vemos.—se paro sin importarle que faltaba una cuadra a su estación, antes de bajarse me miro con esa sonrisa que siempre lo caracterizaba — Me debes una salida
—me guiño el ojo y bajo.
Sonreí, tenía empleo. Mi hermano se pondrá feliz.