Capítulo 24.
—¡¿Pero qué?!— articuló el rubio levantandose rapidamente de su lugar.
—¡Ay, disculpame! —exclamé para luego coger una servilleta y tirarselo disimuladamente. —Que despistada estoy hoy día.
La expresión del rubio no tenía precio, la indignación y el enojo describían en ese momento su rostro. Era de esperarse la llegada de las chicas mas envidiosas del burdel, lo comenzaron a limpiar mientras se disculpaban con él una y otra vez.
Qué patéticas.
—¡No me toquen! —exclamó totalmente fuera de sí. Las chicas más que asustadas, se alejan. —¿Estás retardada o qué? —volvió a exclamar para luego volar a la salida, no sin antes mirarme con desprecio y yo giñarle un ojo.
En ese mismo momento Madame no dejó de observarme a lo lejos al igual que las chicas, su semblante era serio y tenía los brazos cruzados; lo que significaba que estaba en serios problemas. Los chicos de la mesa reían disimuladamente y el moreno me sonrió abiertamente. Estaba a punto de retirarme cuando éste me detiene.
—Bien hecho —dice y camina a mi lado.
—Sólo fue un accidente —declaré para dirigirme a otra mesa.
—Vi como te trató y digamos que fue un poco idiota. —al decir esto hizo una pequeña mueca.
—¿Un poco? Es un reverendo imbécil —exploté. Él rió y asintió con la cabeza.
No debí haber dicho eso...
—Olvida lo que dije —sonreí y rodeé su cuello. —¿Necesitas otra cosa?
El chico cambio de ser amigable a estar completamente serio.
—Yo se que tú no eres así...
—¿Disculpa? —no pude evitar reír en su cara.
—¿Estas ocupada? Digo. Si quieres charlar.
Mi sonrisa había desaparecido en cuestión de segundos. Lo miré y me deshice lentamente de su cuello.
¿Qué acabó de decir?
—Me pueden despedir si fallo por segunda vez —espeté en un susurro y volví a trabajar, pero el chico me volvió a detener.
— Está bien —dijo entendiendo y me extendió un tipo de tarjeta. —Mi nombre es Wesley, llámame cuando quieras salir algún día.
Y volvió a su mesa.
El miedo no tardó en aparecer por todo mi sistema. No quería que nadie me reconociese. Me dirigi hacia los camerinos y alli dentro me esperaba Madame.
—Rossy, acercate —ordeno sin mirarme.
Me dirigí hacia ella y me puse de frente, ella no me miraba.
—Te tengo a ti desde hace tres años y medio, por el cual nunca me fallaste —comenzó diciendo.
—Madame, si fue por lo de hace unos minutos; lo siento, fui una estúpida. Yo...
—Lo se —afirmo ya mirándome.
Suspire. Algo estaba mal.
—Es dificil para mi decirlo pero, no creo que pertenezcas aquí, durante todo este tiempo te observe llorar porque se que todo esto lo haces por dinero y te entiendo, pero las chicas no están de acuerdo con tu comportamiento. Ni yo.
—Conclusión: estas despedida, cariño —vino entrando Jane. La miré de la peor manera posible pero no le afecto para nada. Luego miré a Madame.
—Puedo mejorar, lo juro —traté de ablandarla pero Jane le metía basura en la cabeza.
—¿Permitirá que nos siga humillando, Madame?
—Cierra la boca, maldita metiche —escupi. La chica abrió la boca tan grande que hasta crei que una cucaracha le entraria.
—Silencio las dos —ordeno Madame.
—Solo me iré si escucho esas palabras de la boca de la jefa —mire a Jane, desafiándola.
—Confío en ti, Rossy. Pero piensa, ¿Que ocurriría cuando un dia ya no aguantes mas? Explotarías y saldría a la luz el por que y eso mancharia mi reputación.
—Sabré controlarme, lo juro —suplique pero Madame ya no me escuchaba. —Lo juro —volvi a repetir pero ya estaba siendo arrastrada por la perra de Jane y sus amigas. —¡Sueltenme, perras de primera! —exclame totalmente fuera de mi casillas.
Me empujaron fuera del burdel, en aquel sucio callejón haciendo que múltiples rasguños arrasasen parte de mis rodillas y codos.
—Ni se te ocurra regresar, Rossy cualquiera.
La impotencia me cegaba y estaba apunto de abalanzarme hacia ella pero sus sumisas me vuelven a empujar y yo vuelvo a caer ya como mis lágrimas lo estaban haciendo.
Grité. Grité como nunca lo había hecho en toda mi vida haciendo que la garganta me ardiera.
¿Ahora que haría de mi vida? ¿Donde conseguiría el maldito dinero?
Adiós universidad. Lo siento Neil.
Las lágrimas caigan cada vez más y no podía levantarme por el dolor que sentía en el tobillo.
¿Que sigue ahora?
—¡Vamos! ¡¿Qué más tienes para mí?! —exclame al cielo. Y volví a gritar. Estaba totalmente desolada, no tendria como pagar la renta del apartamento, ya no tendría que comer ni como estudiar.
Grité una vez más hasta quemar mis cuerdas.
Giré mi cabeza a un costado y me encontré con la persona que no me esperaba encontrarme y me viera en un estado tan lamentable. Estaba recostado por la pared y tenía un cigarrillo en la mano, su expresión era de asombro. Llevó el objeto encendido a sus labios y sus mejillas se hundieron ligeramente para luego de segundos, soltar el humo de un suspiro.
¿Qué hacia todavía aqui?
—¿Esto? —mire al cielo. —Genial... —reí sin ganas e intente levantarme. —¡Mierda! —exclame cuando volvi a caer por tercera vez.
El rubio pareció darse cuenta y se acercó para ayudar cuando crei que solo se quedaría allí, como un poste, burlándose de mi.
—No —salio de mi boca. Él se quedó alli esperando a que dijese algo. —No necesito tu ayuda.
—No iba a ayudarte —me miró serio y siguió caminando hasta pasar de largo y dirigirse al basurero que estaba a un costado mío, apagó su cigarro y lo tiró al tacho.
Imbécil.
Me quejé e intenté levantarme no sin antes tirar lejos los asquerosos zapatos.
El chico seguía mirando cada movimiento que articulaba prendiendo otro cigarrillo.
Al incorporarme, me dispuse a marcharme quejandome con cada pisada pero su risa me detuvo y giré lentamente hacia él para averiguar qué se le hacía tan gracioso.
—Lo siento, no me aguanté. Pareces un payaso con todo el maquillaje corrido —y volvió a reír.
Comencé a reír con él y me acerqué hasta su lugar, le arrebato el cigarrillo y se lo clavo en el pecho así quemando su camisa como su piel.
—¡Mierda! ¡¿Estas loca?! —grito exaltado.
—¡Estoy demente! —exclame para volver a reír y dirigirme a la mierda.