Sangre Enamorada: Sangre enam...

Da NataliaAlejandra

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♥PRIMER LIBRO DE LA SAGA♥ Cuando Alejandra vio por primera vez a aquel desconocido, nunca imaginó cuánto se... Altro

Nota de la autora
PRIMER LIBRO
Playlist
#SE - Capítulo 1
#SE - Capítulo 2
#SE - Capítulo 3
#SE - Capítulo 4
#SE - Capítulo 6
#SE - Capítulo 7
#SE - Capítulo 8
#SE - Capítulo 9
#SE - Capítulo 10
#SE - Capítulo 11

#SE - Capítulo 5

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Da NataliaAlejandra

SE DESPERTÓ al oír gente hablando afuera, en el pasillo. Con rapidez se levantó y se puso una bata de seda negra que yacía a los pies de su cama. Luego, abrió la puerta y vio a casi una docena de personas esperando en línea. «¿Qué estarán haciendo aquí?», pensó desconcertada.

Sin perder el tiempo, uno de los sirvientes entró a su habitación con una bandeja llena de comida, una mujer tomó un centímetro y comenzó a tomarle medidas, diciéndole cosas a otra que escribía en un pequeño cuadernillo. Otras dos mujeres traían una variedad de zapatos y, una vez que las modistas se retiraron, empezaron a probárselos uno por uno. Otras dos tenían diversas telas para mostrarle y de variados colores. Lo primero que Alejandra descartó fue el blanco, era un color que había dejado de usar hacía ya unos cuantos años. Su vestido de bodas sí o sí incluiría negro, aunque no fuese de ese tono en su totalidad.

Se comunicó por medio de señas y un poco de inglés malo por ambas partes para así poder entenderse con esos sirvientes que no comprendían nada de español. Se prometió a sí misma que conseguiría a alguien que hablase su idioma para poder conversar si debía vivir el resto de su vida en ese lugar.

Una vez que la dejaron sola, tomó su desayuno sentada en un sillón desde el cual podía ver a través de la enorme ventana. Era un día hermoso y decidió que saldría a caminar por el jardín. Ahora que había confirmado que Nikolav era un vampiro, estaba segura de que no lo vería hasta que cayese la noche.

Bajó hasta el jardín esperando encontrar a Lilum allí, pero pronto recordó lo que había sucedido el día anterior, y se sintió terrible por no haber hablado con Nikolav al respecto la noche pasada. Pensó que tenía que hacer algo en ese preciso momento, así que volvió a subir los escalones hasta la puerta de atrás del palacio, pensando en algo que pudiera preguntar en inglés a los guardias. En una de esas, tendría suerte y podrían entenderse.

Se enfrentó al primer guardia, quien la miraba con seriedad, y le preguntó: «Where's the girl with the red hair?».

El guardia miró al otro hombre que se encontraba a su lado y, tras intercambiar unas palabras con este, le contestó: «Somewhere you can't go. Sorry».

Ella se detuvo un momento a interpretar lo que le había dicho el hombre, antes de preguntar nuevamente: «Why?».

Ask our master —fue la respuesta del guardia, quien se negó a seguir hablando con ella.

«¿Master?», pensó Alejandra por unos minutos, mientras volvía al jardín y caminaba allí. Ese debía ser Nikolav. Sí, seguro él había ordenado que detuviesen a Lilum. ¿Pero por qué habría hecho eso?, ¿qué problema tendría con ella?

Su memoria parecía hacer cortocircuito y no entendía la razón. Todas esas lagunas que poseía le impedían establecer conexiones entre ciertos eventos para poder entender varias cuestiones que sabía debía resolver. ¿Pero qué podía hacer al respecto? Por más que intentara recordar, no podía, y sabía que había algo que se le estaba escapando. ¿Pero qué era?

Caminó hasta el extremo más lejano del jardín y se sentó frente a una gran fuente de agua cristalina. De repente, un pájaro negro cuyas hermosas plumas brillantes reflejaban un arcoíris se posó sobre la fuente. Lo miró con admiración, siendo esta una criatura que ella nunca antes había visto.

—Debes ayudar a Lilum —le dijo el pájaro mentalmente, con voz de mujer.

Alejandra pegó un gran salto del susto por haberlo oído. La voz le parecía conocida. Tras pensarlo, se dio cuenta de que era la mujer que había estado hablando con Lilum durante la fiesta.

—¿Te conozco? —preguntó, hablándole con su mente.

—Sí y no... fue hace tanto tiempo que ya no te acuerdas. Pero yo te conozco muy bien a ti.

—¿Qué puedo hacer para rescatar a Lilum? —interrogó Alejandra— ¿Dónde está?, ¿qué debo hacer yo?

—Lilum está en una prisión a la que no se puede acceder desde este plano. Necesitas la llave de Nikolav para abrir el portal en la pared.

—¿La llave dorada que usó en el árbol?

—Sí, esa misma.

—Pero yo no sé dónde puede estar. Seguro que la lleva siempre consigo.

—De día, cuando duerme, la guarda en un cofre de oro en su habitación. Busca la forma de llegar hasta allí.

—¿Pero cómo lo hago? —preguntó Alejandra, con pocas esperanzas de poder encontrar esa llave.

—Tú tienes el poder. Todo está dentro de ti, a punto de despertar, sobre todo ahora que estás en otra dimensión. Ya nada puede hacer que ese lado tuyo siga dormido. Pronto despertarás.

—Todavía me cuesta creerlo... es demasiado.

—Ya lo sé —dijo el pájaro, sacudiendo un poco sus alas.

—¿Cómo hago para recordar? —preguntó Alejandra finalmente.

—Mira tu interior, pronto todo saldrá a la superficie —le dijo—. Pero no pierdas el tiempo.

Luego de decir esto, el ave salió volando. Habría querido seguir conversando con ella, pero se fue sin dar aviso. Cuando Alejandra se dio la vuelta, pudo ver a la rubia que se había llevado a Lilum la otra vez. ¿Quién sería esta mujer? Decidió acercarse a ella.

La extraña tenía largas trenzas cayendo a ambos lados de su cuerpo, y portaba un largo y pesado vestido rojo. Algo sobre ella le resultaba ominoso.

—Buenos días, hermana —le dijo la rubia, utilizando un acento similar al de Nikolav, al tiempo que esbozaba una sonrisa que a una legua se notaba falsa.

—¿Hermana? —preguntó, impresionada.

—Sí, somos hermanas por parte de padre.

Alejandra recordó la historia que Nikolav le había contado. Si esa mujer era su hermana por parte de padre, entonces debía ser la hija de la bruja que había matado a sus padres naturales.

—¿Entonces eres una bruja? —preguntó. No tenía nada de confianza en esta mujer.

—Sí, es herencia por parte de mi madre, así como tú eres hada por parte de la tuya. ¿Ves?

—Hmm... —pronunció Alejandra— Entiendo. ¿Qué es lo que hacés aquí?

—Bueno... como tu único familiar de sangre por parte de tu padre, estoy aquí para ayudar con tu boda.

—¿Cómo te llamas? —le preguntó para cambiar de tema. No le creía una sola palabra.

—Razzmine. Pero me puedes llamar Razz.

Asintió. No quería permanecer en presencia de su supuesta medio hermana, así que se disculpó y subió a su habitación. Prefería seguir leyendo el libro que había tomado prestado la noche anterior.

Ya en su habitación, abrió el cajón donde lo había guardado, pero, para su sorpresa, ya no estaba allí. Alguien se lo había llevado.

***

La tarde transcurrió serena. Alejandra caminó por los jardines y recorrió todo lo que pudo del castillo, intentando sin suerte descubrir cuál era la habitación donde Nikolav dormía. Obviamente, no estaba en el piso donde se encontraba la suya, ni mucho menos en el de los sirvientes. No había nadie más que ella, Nikolav y los criados viviendo en ese lugar, y todas las habitaciones desocupadas tenían las puertas abiertas.

Se tentó a entrar en una habitación del tercer piso, el último, ya que no había guardias allí que la vigilasen. El piso estaba por completo desierto. Había algo en ese cuarto que le llamaba la atención; todo era similar a las demás habitaciones que había visto, excepto por una cosa: sobre la mesita de noche, había una pequeña cajita musical plateada. Algo en ella le evocaba ciertos recuerdos, pero no estaba segura de qué significado tenía ese objeto para ella, tan solo le parecía haberlo visto con anterioridad. Decidió observarlo con más detalle para investigar sobre el mismo.

Caminó hacia él y lo tomó en su mano, miró los detalles grabados en su cubierta; en ella se podían ver tres pequeñas hadas, dos niñas y un niño, bailando alrededor de una fogata, los tres tomados de la mano. Dos lunas de reducido tamaño se veían en el cielo y había árboles alrededor de las pequeñas criaturas. Abrió la cajita y esta comenzó a sonar. La melodía no se semejaba a ninguna que hubiera escuchado antes pero, de todas formas, le resultaba muy conocida. Algo en su subconsciente se inquietaba al escucharla

Salió de la habitación deprisa, temiendo que alguien la descubriese, y se fue a su recámara. Todavía faltaban unas horas para que Nikolav se levantara; tenía tiempo para seguir examinando el precioso objeto a solas. Bajó a paso lento las escaleras que llevaban a su piso y caminó a su habitación; cerró la puerta tras de sí para que nadie la molestase. Se sentó en el sillón con vista a la ventana y volvió a abrir la cajita. La dejó sobre su falda mientras cerraba los ojos para poder concentrarse en las emociones que el sonido le producía. Antes de poder darse cuenta, estaba reviviendo una escena de su infancia, algo de lo que ya se había olvidado después de tanto tiempo, pero que ahora volvía con claridad a su memoria.

***

Era el verano de 1997 y Alejandra tenía tan solo tres años. Sus padres se habían estado quejando con un médico porque ella presentaba comportamientos erráticos y hablaba de una amiguita invisible a la cual llamaba Lili, pero la niña sabía que, aunque sus padres le decían que Lili no existía, ella era muy real. En verdad podía verla, e incluso jugaban juntas cuando estaban solas.

Lili tenía su misma edad y decía ser una primita que venía de muy lejos. Alejandra amaba el color de cabello que la hermosa niña tenía, un rojo natural bastante brilloso, y el profundo color violeta de sus ojos. No le parecía extraña para nada, por más que las orejitas de la niña eran un tanto puntiagudas. Lili era como la hermanita que nunca había tenido y la única con la cual podía jugar ya que no contaba con otros amiguitos. Sus padres eran bastante mayores, y todas las amistades de la familia tenían hijos grandes con los que ella no podía jugar.

Un día, Lili le había traído una pequeña cajita musical y se habían puesto a bailar alrededor de ella. Esa música la hacía tremendamente feliz. Pero ese día también sería el último que compartiría con la niña, ya que luego esta le dijo que por un tiempo no podría verla ya que se volvía peligroso a medida que ella iba creciendo. Alejandra recordaba haber llorado durante días cuando su amiga se había marchado, sin embargo, después de un tiempo, comenzó a olvidarse de todo. Tal vez ella misma había bloqueado esos recuerdos por algún motivo, posiblemente como un mecanismo de defensa para aliviarse el dolor.

Ahora la recordaba. ¡Lilum! Ella había sido la amiguita de su infancia.

¿Cómo podía haberse olvidado de ella? Lágrimas corrían por sus mejillas. Ahora sabía que Lilum la conocía más de lo que pensaba, y sentía que en ese momento, más que nunca, debía hacer algo para liberarla de su prisión.

***

Se vistió de manera mucho más simple para esa noche. El vestido que se había puesto era negro con bordes color bordó y se amoldaba bien a su cuerpo. No tenía faldas que le dificultasen caminar.

Cuando se bañó, se dio cuenta de algo bien extraño: había intentado quitarse la sortija de compromiso pensando que tal vez podría llegar a arruinarla con el agua y los productos cosméticos, pero por más que había probado quitársela de todas las formas posibles, había quedado en su dedo. No había forma de sacársela. ¿Estaría encantada? Era la única explicación que se le ocurría. ¿Pero con qué motivo? Esa pregunta debería respondérsela Nikolav, en quien ella estaba comenzando a perder la confianza, cada vez más. Había algo extraño y siniestro en él, por más que la atraía tanto como un imán al metal.

Había ciertos aspectos suyos que la hacían soñar despierta: sus ojos celestes, tan claros y fríos como un iceberg, su piel tan pálida, el brillo de su cabello, su tono de voz, lo fino de sus modales, su gusto por el arte, todo el misterio que lo rodeaba... todos aquellos eran atributos que ejercían una gran atracción. Pero otras cosas, en cambio, le decían que eso no podía estar bien. No lograba dejar de preguntarse el porqué. Ella sabía que él le estaba ocultando algo y sus intenciones no le parecían del todo transparentes.

Estaba confundida. Sabía que no pensaba con claridad. De alguna manera, desde que lo había conocido sus pensamientos habían empezado a cambiar, a la vez que había comenzado a tener lagunas en la memoria. ¿Estaría Nikolav jugando con su mente?, ¿cómo hacer para descubrirlo?, ¿cómo recuperar sus recuerdos?

Esta vez no bajó las escaleras, como algo dentro de sí la instaba a hacerlo, sino que se quedó en su habitación. Se haría rogar; Nikolav tendría que buscarla por sí mismo si quería estar con ella.

Así fue como sucedió. A las nueve en punto, escuchó unos golpes suaves en su puerta. Se levantó del asiento y la abrió. Su galán estaba allí, con una hermosa rosa de color rojo carmesí en la mano, ofreciéndosela.

—Buenas noches, mi princesa —dijo él, sonriente.

—Buenas noches —respondió Alejandra fríamente, tomando la rosa en sus manos.

—¿Puedo pasar? —preguntó él.

—Claro —respondió—. ¿Hoy no vamos a ir a ninguna parte?

—No —dijo Nikolav mientras entraba en la habitación—. A no ser que quieras que te lleve a algún lugar.

—En realidad, sí —replicó ella, hallando las fuerzas para plantársele—. Quiero ir a mi casa.

—¿Qué? —preguntó él, sorprendido, como si esa respuesta no encajase dentro de lo esperable. Alejandra no recordaba haberlo visto reaccionar así antes.

—Sí, yo nunca pedí venir a este lugar. No importa todos los cuentos que me digas. ¿Por qué me tenés acá como si fuera una prisionera?

Nikolav se paró delante de ella, mirándola a los ojos por unos instantes. Sus pupilas se dilataban de una manera sobrenatural, y ella entendió que algo pretendía, pero que no lo estaba logrando.

—¿Qué hacés? —cuestionó, consternada—. ¿Qué es lo que intentás hacerme con esa mirada rara?, ¿por qué no respondés mi pregunta?

Nikolav parecía no poder creer lo que sucedía. Estaba intentando manipular la mente de la muchacha, pero sus trucos ya no funcionaban.

—¿Por qué me preguntas eso? —preguntó él finalmente, mirándola con seriedad.

—Porque todo me parece raro. La forma en que me tratás, todo lo que ha pasado. Entiendo lo que soy, y lo que sos. Pero mi mente no ha estado actuando de manera normal y me doy cuenta de eso. Nunca debería haber aceptado casarme con vos.

—Pues ya no hay vuelta atrás —dijo él con una sonrisa un tanto maliciosa—. La sortija te ata a tu promesa... fuiste prometida por las hadas hace mil años atrás y, aunque no lo quieras, te casarás conmigo.

Ella comenzaba a enojarse. ¿Quién se creía para obligarla a casarse con él?

—Entonces buscaré la forma de escaparme de tus garras, te lo aseguro —dijo con el ceño fruncido. Nikolav rio.

—Ni lo intentes —le dijo entre risas—, o el destino de tu amiga pelirroja será incierto.

—¿Qué hiciste con ella? —preguntó Alejandra de manera desafiante.

—Nada, tan solo se encuentra en una prisión interdimensional, de la que solo saldrá si yo lo ordeno. Pero está bien, no te preocupes.

Estaba atrapada. ¿Cómo había permitido que eso sucediera?, ¿cómo se había dejado engañar así?

—¡Te odio! —exclamó, aunque no estaba segura de creer sus propias palabras.

—¿Estás segura? —preguntó el irresistible Nikolav y, antes de que ella pudiese reaccionar, la llevó contra la pared, apoyando su cuerpo contra el de ella.

Los labios del vampiro enseguida se unieron con los de ella en un beso apasionado y ardiente, haciéndola vibrar por completo. Alejandra no pudo hacer nada para evitarlo, no pudo ni siquiera luchar contra él. Su cuerpo no le respondía, la traicionaba. No había manera de negar la forma como él la hacía sentir. No le era físicamente posible.

Entonces se dejó llevar. Cuando menos se dio cuenta, Nikolav ya la había tendido sobre su cama y estaba sobre ella, quitándole el vestido, besándole cada centímetro de su cuerpo con sus húmedos labios. Una sensación de calor la inundaba. No recordaba haberse sentido de esa manera en toda su vida. ¿Cómo luchar contra algo así? Era una misión imposible. Cualquier sentimiento o pensamiento que antes había albergado en su contra se había esfumado.

Se entregó por completo y pronto sus cuerpos se unieron en uno solo, moviéndose debajo de las negras sábanas de seda. El placer de ambos no podría describirse con palabras. Alejandra ni siquiera sintió el más mínimo dolor cuando Nikolav clavó sus colmillos en su suave cuello; pero lo que sí sintió fue una unión más completa, más plena, algo imposible de explicar con palabras. Algo que ella no sería capaz sentir con ningún humano.

No podía negar que experimentaba profundas emociones por aquel frío vampiro, a pesar de todo, y sabía que él también tenía sentimientos por ella, que en alguna parte de su cuerpo todavía se encontraba un corazón; un corazón que antes había estado muerto y que ella había resucitado.


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