—¡A-ah!~ ¡Espera!—grité.
—Un momento, ya casi entra—exclamó Lean.
—¡¡Es muy grande, no va a entrar!!—supliqué, flaqueando.
—Claro que entra. Sólo muévete a los lados, así entrará despacio—sugirió Lean.
—B-bien, pero ten cuidado.
—¡Obviamente tendré cuidado! No quiero que el sillón nuevo tenga rasguños
¿Quién lo mal pensó?
—Por cierto ¿Dónde está tu mamá?—pregunté, quitándome el sudor de la frente con mi camiseta.
—No lo sé—dijo el rubio, riendo un poco por su torpeza.
Estoy en la casa de Lean, mi mejor amigo. Me había llamado por medio del celular para darle un poco de ayuda a mover un sillón nuevo que había comprado su madre horas atrás, que por cierto, ella no se encontraba en casa. Aunque cuando yo había llegado, el sillón estaba fuera de casa con una nota pegada en los colchones de ésta. El escrito decía:
Hijo, acabo de comprar un nuevo sillón. Te lo dejé fuera de casa.
Te pido de favor que lo acomodes en su respectivo lugar.
Estaré en casa de tu tía, llegaré un poco tarde.
Adiós y cuídate mucho.
Atentamente: Mamá.
—¡Listo!—grita Lean, elevando las manos al cielo con triunfo al terminar de acomodar el extenso sillón.
—Uff, sí que estaba pesado. El material debió ser bastante resistente para no obtener ningún rasguño en el transcurso de nuestro labor—dije, recargando mi mano derecha en la mesa de la cocina.
—Nah, no estaba tan pesado. Aunque tengo la curiosidad de saber cuál material estaba compuesto en el sillón—pensó el más alto, caminando a la cocina, tomando dos latas sin tomarse el tiempo de leer la etiqueta de éstas. Acercándose a mí, extendiéndome una de las latas.
—Gracias—agradecí, abriendo el refresco.
Nos sentamos en el sillón nuevo, bebiendo nuestras bebidas y poniendo los pies en la mesita frente a nosotros. Luego de un rato sentí un dedo picándome la mejilla, miré a mi amigo que sonreía como idiota.
—Lean, ¿Te encuentras bien?—pregunté, dejando la lata de refresco a un lado.
—¡De maravilla!—gritó el mencionado cerca de mi oído.
«No puede ser, dudo mucho que Lean haya tomado una lata de refresco. Tal vez no leyó la etiqueta y terminó tomando una lata de alcohol», pensé
Rodea su brazo en mi hombro y me aproxima hacia él, pegando mejilla contra mejilla.
—¡Eres el mejor amigo del mundo!—exclamó felizmente.
—Claro. Oye ¿Te importaría soltarme?—me alejé un poco, pero Lean hizo más fuerza en su agarre.
—¡Oye tú! ¿Adivina qué?—Apunta con su dedo índice el televisor.—¡Te amo, televisor!—Después apunta a un zapato que se encontraba tirado—¡A ti también, zapato!—Al final apunta con su dedo a una lámpara.—¡y a t... no, a ti no, lámpara, ¡te odiooo!—arrastra las palabras, aproximando sus labios a mi oído, susurrando—Yo odio a lámpara, es horrible—Mira por un momento a la lámpara.
—Por supuesto—mentí, mirando hacia otra dirección.
—¿Por qué mejor no vamos afuera?—sugirió Lean, levantándose tambaleante del sillón y caminando a la puerta para abrirla y salir.
—Creo que no es una buena idea— opiné, pero ya era demasiado tarde, el rubio ya había salido.
—¡Shhh! ¡Cállese, señora!—dijo Lean, tapándome la boca con su mano. Por lo visto sí me escuchó.
—¿Benora?—pregunté con su mano en mi boca, la cual no me permitía hablar correctamente.
—¡Vayámonos!—gritó, corriendo directamente hacia la calle.
Lo perseguí, tratando sin éxito de atraparlo.
—¡¡Espera, idiota!! ¡¡Estás ebrio!!—grité.
—¡Perra!—Apuntó con su dedo a una señora.—¡Perra!—Apuntó después a un señor.—Pequeña perra—Apuntó a una niña.—¡Todos son unas perras!— Elevó sus manos al cielo, siendo visto por las personas que él mismo insultó.
—Amigo...—dije de manera suave, acercándome a él.
—Perra—Apuntó a una anciana.— ¡¡Yeah perra!!—gritó con fuerza.
—¡¡Amigo!!—lo llamé de nuevo, pero al no ser escuchado terminé tomando una rama que estaba en el suelo, para propinarle un golpe en la cabeza, dejándolo inconsciente en el suelo.
Miré a todos lados, había una extensa multitud que nos miraba. Suspiré cansado, tomando a Lean de las piernas, arrastrándolo directamente a casa.