Tú, nada más
Apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando, como acto reflejo, levantó la pierna y detuvo a Marcel de una firme patada.
Le pareció tan ridículo como molesto el pensar que aquel descarado, quien por cierto se trataba del hermano mayor de Amber, se creía capaz de entrar a su propio hogar con ánimos de golpearlo, ¿Quién jodidos se creía él para pensar que podía pegarle como si nada sucediera?
Aaron sintió sus mejillas calentarse de la furia y vergüenza por la humillación.
―Alto ahí ―farfulló con molestia cuando vio los puños del moreno cerrarse con excesiva fuerza, los ojos destellando de furia hacia él también―. ¿Puedo saber qué demonios quieres? ―escupió rabioso―. Porque parece que no ha sido suficiente aquella vez que causaste problemas en MI casa, ahora vienes como un idiota con ganas de pelear ―Entonces, soltando un bufido largo y pesado, dirigió la mirada sobre la muchacha que yacía a pocos metros de distancia, observando con molestia a Marcel―. Lo siento, nena, pero ya tuve suficiente.
Su respiración casi superficial por la rabia que bullía en su pecho pareció encenderse aún más cuando el mayor de los Larousse lo empujó violento.
―Vine a ver a mi hermanita, la encuentro como si hubiese corrido una jodida maratón y, por si no fuera poco, estás casi desnudo, sentado allí como si fueses el rey del mundo ―Se sacudió el espeso cabello negro―. Joder, no sabes cómo te odio, como le hayas hecho algo voy a...
Sin poderlo evitar, soltó una risa fuerte que retumbó a su alrededor. La burla afloró de él al pensar que, realmente, Marcel empezaba a darle lástima. Por mucho que Aaron lo negara, quería a su hermana menor así que era comprensible el enfado que el mayor de los Larousse sentía hacia él por Amber. Sería capaz de moler a golpes a cualquiera que intentara propasarse con su fastidiosa hermanita Maddison. Pero la situación ahora era completamente diferente, si fuera por él, echaría a Marcel a patadas de su departamento. Si se tratara solo de él no dudaría un instante en descargar toda su furia de un avez por todas.
―No, Marcel, detente ya ―bramó Amber antes de entrometerse entre ambos y posar las manos en los hombros del moreno―. No puedes venir a amenazarlo, estás en su casa ―Aaron sonrió triunfal mientras la oía hablar, acomodándose en el sofá con relajo sin despegar la mirada burlona de los claros de Marcel. Se sintió ganador al ver cómo el otro se reprimía solo porque ella estaba defendiéndolo―. Y como fuera... ―suspiró―. No quiero que peleen por tonterías.
―Amber, demonios, no eres una tontería ―Entonces Marcel la esquivó y lo apuntó aún más molesto que antes por su aspecto tan despreocupado―. Eres demasiado egoísta como para pensar en alguien más que no seas tú, ¿verdad? Apuesto a que te importa una miera todos los problemas que estás causando entre nosotros. Supe que no valías nada cuando supe todo lo que le hiciste a ella, ni siquiera logro entender cómo diablos está enamorada de ti con lo patán que eres. No la mereces.
Si había algo que detestaba Aaron muchísimo era que se entrometieran en su vida, y eso la involucraba a ella, por supuesto. Su paciencia terminó por desfogarse de su cuerpo cuando las palabras clavaron su pecho hasta hacerlo tragar en grueso. Su corazón pareció descontrolarse aún más cuando, la sangre bajando de su rostro ahora pálido, se cruzó con la mirada molesta de Amber. Porque una parte de él, una muy grande, supo que Marcel tenía razón. No la merecía y no había hecho absolutamente nada para hacerlo. El solo imaginar lágrimas deslizándose de las mejillas de ella, por culpa suya, lo hicieron sacudirse violentamente.
Pero la quería, realmente lo hacía. ¿Tan difícil era creerlo?
Era incluso más que eso y lo supo muy bien aunque rechistó la idea de admitírselo al menos a sí mismo. Porque sabía de las mil y una cosas que sería capaz de hacer por ella si aquella felicidad que Amber tanto ansiaba en su vida se ponía en juego. Solo, quizá, era demasiado orgulloso como para admitirlo. Por ahora fingiría que nada sucedía, aunque su orgullo acabase de quedar aún más magullado que del golpe que el idiota de Jayden le dio esa misma tarde.
¡¿Por qué nadie podía dejarlos en paz?! Solo quería un tiempo a solas con Amber, no era tan complicado dejarlos en paz un mísero día.
―Parece que aún no estás enterado pero Amber y yo somos una joven pareja que se quiere y desea pasarlo bien sin jodidos hermanos entrometidos ―recitó con una sonrisa tensa―. Y... No, cállate ―espetó cuando Marcel se disponía reclamar una vez más―. Es tarde, nuestro único plan era quedarnos en casa y tu hermanita es preciosa, ¿qué demonios crees que estábamos haciendo?
Quizá ya estaba demasiado molesto cuando lo único que pudo hacer entonces fue tomar su chaqueta y arrastrar los pies con dolor hacia su habitación. En menos de una semana lo habían tratado peor que a un perro. ¿Quién se creía que era Marcel para tratarlo así a él, Aaron Foster? No le llegaba ni a la suela de los zapatos por muy Larousse que fuera.
―Y suponiendo que no viniste a verme a mí sino a tu hermana, los dejaré solos ―escupió impaciente por echarse en su cómoda cama―. Luego puedes irte por donde jodidos viniste, imbécil.
―Eso, vete de una vez ―fue lo último que oyó decir cuando cerró la puerta con fuerza detrás suyo.
―¡Marcel que te calles, ya hiciste suficiente!
Lamentablemente para él, o quizá no, incluso desde allí podía oír los molestos gritos que se daban en la sala de su apartamento. Así que lo único que atinó a hacer fue tumbarse en su cama y terminar por retirarse la ropa.
Diablos, la estaban pasando tan bien... ¿Por qué no podía tener un segundo con su torpe, divertida... hermosa y linda...?
Aaron sacudió la cabeza violentamente cuando empezó a notar lo cursis y rosados que sus pensamientos empezaron a tornarse por ella una vez más mientras terminaba por retirarse los zapatos. ¿Cómo no hacerlo cuando deseaba tenerla abrazada a su lado en ese preciso instante?
Estúpido Marcel que había llegado a arruinar todos sus planes.
|...|
Sus ojos se entreabrieron lentamente al sentir un cálido cuerpo arroparse bajo sus brazos, unos labios posándose sobre su mejilla lentamente lo despertaron de un largo sueño que tan bien le supo. Entonces todo lo que pudo ver frente a él fue la inmensa sonrisa de Amber a centímetros de distancia.
Contempló aquellos ojos marrones en silencio mientras su boca se entreabría anhelante hacia ella. Besó sus labios y sonrió arrogante como acto reflejo cuando la sintió acariciarle el rostro como siempre lo hacía.
Y, una vez más, volvió a quedarse sin palabras.
Amber entrelazó las manos detrás de su nuca y se inclinó hacia él con una sonrisa angelical para volver a besarle. No se lo esperaba pero tampoco se hizo de rogar. Su cuerpo cayó sobre ella nuevamente y, una vez más, volvió a perderse en el beso. Empezó siendo tan dulce como solo ella podía hacerlo, pero de pronto tan ferviente como si quisiera fundirse en él.
Mantenía los ojos cerrados, acariciando la mejilla de la castaña y soltando ligeros suspiros contra su boca, completamente desarmado. Era fantástico, indescriptible. Fue a ella como un león a su presa, cauteloso y silencioso, antes de apresarla entre sus brazos y comerle la boca sin mediar palabra nuevamente. Se besaban hasta parecer aquel momento interminable y perfecto, bebiendo el alma de Amber hasta extinguirla.
La ansió tanto que su pecho no dejó de vibrar. Ella enredaba los dedos en su cabello sin dejar de acariciar los suaves labios sobre los suyos. Nunca hubiera imaginado lo fascinante que se sentía eso.
―Aaron...- musitó ella contra su boca antes de enrollar los brazos detrás de su cuello
Dejó soltar un suspiro sin poder evitarlo y se dejó caer sobre ella con los codos apoyados sobre el cómodo colchón, mirándola desde arriba. Sonrió socarrón, pensando en lo perfecto que era aquel momento, en lo mucho que deseaba mantenerse así con ella, besándole los labios, las mejillas y toda ella que tanto le gustaba.
―Me encantas ―murmuró antes de presionar los labios sobre ella una vez más―. No importa qué pase, te quiero, no lo olvides nunca.
Y una risa invadió sus sentidos hasta envolverlo en una felicidad infinita casi indescriptible cuando la oyó decir:
―Tú también a mí, Aaron. Estoy enamorada de ti.
Aquello era tan perfecto que no pensó en nada más que en llevarla al cielo allí mismo, en adorarla y quererla como debió hacerlo siempre. La quería tanto que nada más cruzó por su cabeza que no fuese ella. Estaba convencido de ello de tal manera que pensó que haría de todo por mantenerla feliz por siempre.
"Y así lo hizo. Aunque, a veces, no todo resultaba como uno deseaba"
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Faltan pocos capítulos para que acabe!!! Si les gustó el capítulo no olviden votar y comentar!
Cuídense mucho y me despido con la siguiente pregunta:
¿Están de acuerdo con Marcel?