A prueba de sueños © (COMPLET...

By Themma

691K 45.8K 3.1K

Ximena experimentará aquello que juró jamás permitirse por temor a salir herida. Teo encontrará lo que jamás... More

- Sinopsis -
- A prueba de sueños -
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV

Capítulo V -Final-

80.7K 7.6K 1.1K
By Themma

  Kygo - Raging ft. Kodaline  


— GANAR—


Llegué de trabajar esa tarde, dejé mis cosas sobre el sofá más cercano y prendí mi laptop envuelta en una prisa que no comprendía. Esa mañana al despertar me atreví a abrir el cajón donde dejó esas increíbles fotografías. El día anterior no pudimos conversar pero me mandó por audio de WhatsApp algunas estrofas de canciones que hicieron mella en mí, eso, aunado a descripciones de lo que veía, me sacó de la órbita donde últimamente me hallaba sumergida y de la que hacía un par de días había decidido ya salir. Cuando observé las imágenes mi corazón comenzó a cabalgar más rápido. Tantos momentos, tanto vivido, en tan poco tiempo. Al final de todo aquello un trozo de papel perfectamente doblado. No lo había visto hasta ese momento.

"Cierra los ojos, estoy a tu lado, solo acorta la distancia. Une los momentos, jamás te he dejado, mi alma te envuelve, mi corazón te pertenece.

Te amo, Ojitos"

Sentí, de alguna manera, que le había fallado, que no estaba haciendo lo que debía, que no estaba luchando por los dos, por lo que sentíamos, por lo que tanto amaba. Abrí mi cuenta y de inmediato entré para ver el primero de sus vídeos, incluso estaban enumerados. El "uno" era el adecuado. Me acomodé en mi cama, crucé las piernas y subí el volumen. Por supuesto era él, sonreía de esa manera tan especial, mostrando parte de sus dientes, con la comisura de sus expresivos ojos arrugada debido al gesto. Alcé mi dedo y recorrí su rostro. Me hacía tanta falta.

"Así que al fin decidiste darme una oportunidad".

Arrugué la frente sin comprender, intrigada, ladeando la cabeza debido a sus palabras.

"Sí, sé que has estado peleando duramente contigo, que, de alguna manera, la razón ha hecho ese trabajo del que te hablé. Espero no hayan pasado muchos meses y solo unas cuantas semanas como vaticiné. Si es así, quiero decirte que me pone muy feliz saber que decidiste seguir, que has luchado y que deseas que esto continúe. No te presionaré, de ninguna forma jamás, pero sí me gustaría saber que viste este vídeo"

Mis lágrimas saltaron, pero ahora de una forma diferente, no de tristeza honda, o de esa nostalgia que araña, sino de una especie de calma que me generaba saberlo tan lejos pero tan cerca a la vez. Frente a ese vídeo podía llorar, desahogarme, y sabía que él no se afectaría por mis reacciones, me sentía una niña viendo la mejor de las películas, escuchando el mejor cuento. Una hora de grabación donde decidió hablarme de sobre su niñez, sus amigos, sus mejores y peores momentos. Más de una vez solté la carcajada y otras me hubiera gustado tenerlo al lado y abrazarlo.

"Ahora es tu turno, háblame de esa etapa de tu vida, quiero saberlo todo de ti, vamos hechízame con tus palabras"

Alrededor de las siete nos conectaríamos, así que tenía tiempo y no mucho qué hacer. Engullí algo con velocidad, y comencé mi labor. Hablar frente a una cámara no es tan sencillo, fue difícil al principio, pero poco a poco fui sintiendo como la marea de ideas y recuerdos llegaban, por lo que me encontré narrándole a detalle cosas que creía había olvidado, momentos que estaban sepultados tan profundamente en mi memoria que quedé asombrada. Al terminar le mandé miles de besos y propuse hablar de nuestra adolescencia. Era su turno.

Cuando la llamada de Skype entró, yo me encontraba arreglando el desastre en el que extrañamente me había sumergido. Con todo en su lugar, me acomodé frente al ordenador y contesté. En cuanto su mirada apareció, mi mundo se detuvo. Me observó por unos segundos sin decir nada.

—¿Qué sucede? ¿Luzco mal? –Le pregunté intrigada, mirando mi imagen en la pequeña pantalla. Negó despacio, haciéndose para atrás al tiempo que sujetaba su cabello alejándolo de su frente.

—¿Qué cambió? –Me removí sonriendo, agachando un segundo la cabeza, pasándome una mano por la frente.

—Vi las fotos que dejaste en la caja y la carta, esta mañana –se acercó intrigado—, y el vídeo "uno" cuando terminemos de charlar te mandaré el mío –Su sonrisa se ensanchó de tal manera que casi hiperventilo. Se levantó y comenzó a dar vueltas por su habitación. Lo observé atontada. Era increíble. De pronto se acercó tanto que retrocedí.

—¿Gané la batalla? –quiso saber. Asentí nerviosa.

—Solo necesitaba tiempo... —musité colocando una mano en mi mejilla y recargando ahí mi cabeza.

—Ya estaba muy nervioso, Ojitos, creí que la razón cedería... Estuve a punto de... —sonrió mirando hacia un punto de su cuarto. Ahora se encontraba en las Filipinas, pero el horario no variaba, había llegado hacía un par de días.

—¿De qué? –quise saber, enarcando una ceja. Me miró fijamente, serio.

—Te dije que tú eras mi realidad, Ximena, no jugué –torcí los labios, guardando silencio unos segundos, estudiándolo.

—¿Cómo es que me conoces tan bien? –solté de pronto. Entornó los ojos apretando los labios.

—Haces todo lo contrario a lo que yo espero, a lo que yo haría, solo es cuestión de ir del lado opuesto y sucede... Pero además, desde el inicio hubo algo, me hablas con tus expresiones, ¿sabes?, me es fácil comprender tus emociones con tan solo verte...

—O sea que no guardo ningún misterio para ti –indagué con curiosidad. Resopló sacudiendo sus rizos.

—Eres una atractiva caja con millones de candados, y no tienes idea de cómo me ha gustado ir encontrando la llave de cada uno para saber lo que en tu interior hay, y pese a que ya abrí varios, deseo abrirlos todos –sonreía cohibida. Alzó su dedo índice y me señaló con emoción—. Ahí está una de las expresiones que me aniquilan; te gusta cómo te veo, te agrada saber que no me detengo y aun así, te avergüenza, pero no me pararás. Adoro esa mirada, tus labios cuando eso sucede.

—Yo amo que no te rindes, Teo. Siento que no me dejarás caer y que aunque soy difícil, un tanto inflexible, temerosa, seguirás a mi lado –asintió con decisión.

—Eso que tú ves como defectos, yo los amo, cada uno. No soy perfecto, sé que a veces puedo ser demasiado soñador, imprudente, algo intempestivo y muy temerario y sé, porque te veo, que eso te gusta de mí. Así que, Ximena Lara, debes saber que me has enseñado más de lo que imaginas. Prometo equilibrar esta balanza y recompensarte este tiempo alejados –le mandé un beso fingiendo sensualidad.

—Y yo prometo que te dejaré hacerlo, Teo Baeza, esto te costará caro –bromeé por primera vez en semanas.

—Ya deseo pagar el precio.

Conversamos casi dos horas. Él tenía que salir a conocer algunos sitios así que tuvimos que cortar a regañadientes. Fue tan agradable y sencillo a comparación de las demás ocasiones en las que no tenía mucho de qué hablar, que me sentía algo irritable, molesta, y demasiado triste, por lo que no fluía como sucedió a partir de esa ocasión.

Al salir de mi habitación mis padres cenaban en el comedor. Los saludé con una sonrisa. Aún seguía flotando.

—Se puede saber ahora por qué tan alegre, llevabas semanas sin siquiera mirarnos –Me detuve, tomé una de las sillas y me senté. Los observé por unos minutos en los que no se movieron, ni siquiera probaron bocado.

—¿Por qué nos alejaron? –solté sin más, sintiéndome de pronto fuerte, lista para enfrentar también esa parte de mi vida. De alguna manera Teo me estaba mostrando que la distancia tenía que ver con una decisión, que se pueden tener momentos, recuerdos, la esencia de la otra persona pese a no tenerla a un lado, pese a no poder tocarla. Necesitaba saber por qué ellos no lo vieron necesario, por qué no fuimos tan importantes como para demostrarnos que pese a no poder estar a nuestro lado, merecíamos saber que nos amaban, y eso va más allá de un roce, de un beso, eso implica compromiso, constancia y llenar las pocas horas con momentos, con detalles.

Mi madre se irguió, dejó su plato a un lado y respiró hondo.

—Todos estos años buscamos darles lo mejor, Ximena –argumentó sin titubear.

—No quería lo mejor, los quería a ustedes –musité con seriedad. Mi padre asintió pasando saliva.

—Y ustedes son para nosotros, todo. No supimos demostrarlo, hace años que no logramos entrar en sus vidas, que no nos permiten participar... Sé que no hicimos las cosas bien, que los lastimamos en el camino...

—Nos dejaban solos, meses, nos mudaban de estado, de escuela, y era volver a empezar... Una y otra vez, ¿su sueño lo valió? –Mi madre cerró los ojos suspirando.

—Nuestro sueño era tener una familia, Ximena, pero eso no fue suficiente, cuando ustedes llegaron a nuestras vidas no bastaba con el trabajo de uno, y no sabíamos hacer otra cosa, aunque cuando estabas pequeña, lo intentamos, no funcionó, tu padre salía, yo me quedaba y lo que ganaba no dejaba mucho pues no estaba preparada para hacer algo que me diera suficiente dinero, además lo que él ganaba, no cubría todo. Cuando llegó Mauro, decidimos que lo haríamos juntos y que, ilusamente, podrían ustedes adaptarse a nuestro tren de vida, no fue así, necesitaban estabilidad... Hicimos muchas cosas mal, demasiadas a lo mejor, pero... nunca quisimos alejarlos, y estamos muy orgullosos de lo que son, de que por lo menos, de alguna manera, nuestro esfuerzo haya dejado a dos personas como ustedes... —saber el otro lado de la moneda siempre lo cambia todo. Esta conversación la debí tener mucho tiempo atrás, años quizá, pero el miedo, lo que se da por sentado, lo que es fácil creer para protegerse, nos sumergió a todos, y nos llevó por rumbos que no eran los ciertos, y si los más dolorosos.

—¿Por qué no buscaron acercarse cuando nos vieron lejanos? –Ambos se miraron entrelazando sus manos.

—Ya no supimos cómo... Hemos sido cobardes, hija, pero temíamos que si los presionábamos, nos dejarían definitivamente –Las lágrimas comenzaron a viajar por mis mejillas. Tanto tiempo, tantos momentos, y ahora los tenía frente a mí, por primera vez hablando, mirándonos, haciendo un contacto.

—Son lo que más amamos en el mundo, lo que más nos importa... —completó mamá. Los miré por varios segundos sin decir nada. De pronto la puerta de la entrada se abrió, mi hermano nos miró arrugando la frente, de forma curiosa.

—Siéntate, Mauro, creo que es hora de enfrentar algo que debimos hablar tiempo atrás –anuncié con firmeza.

Y como cuando el bálsamo va curando la herida que aunque se sabe dejará cicatriz, cerrará correctamente, comenzó todo a cambiar aquel día. Poco a poco, lentamente, pero efectivamente. Gracias a todo lo que Teo me enseñó, pude mostrarles a ellos como estar más atentos los unos de los otros. Si bien no hablábamos a diario cuando no estaban en casa, podía recibir de pronto una video llamada de mi madre por Skype, o un audio de WhatsApp, pronto la distancia con las herramientas disponibles, se acortó, de manera que incluso Mauro y yo, podíamos comentar en vivo un juego de futbol con mi padre, que era fanático, como nosotros dos.

En cuanto Teo supo lo ocurrido, y como todo se iba dando en cuanto a mi familia, se mostró aún más feliz. Ya llevaba casi tres meses fuera. Después de esa catarsis, todo había sido, si bien complicado porque lo extrañaba, sí mucho más sencillo ya que comenzaba a asimilar tantos cambios en mi vida. Verlo a ciertas horas era rutina. Sorprendernos con vídeo, era lo habitual. Comentar sobre la película que por turnos elegíamos, algo que disfrutaba. Tomaba fotos de algo que deseaba él viera, se las mandaba por WhatsApp y cuando la urgencia nos embargaba, y mi novio no tenía problemas de red, nos marcábamos por Skype. Nada era sencillo sin su olor, sin sus manos, pero sentía que podía ir manejándolo cada vez mejor, sobre todo teniendo el apoyo de mis padres, de mi hermano y de mis amigos que me hacían fuerte en momentos de crisis.

Quién iba a decir, pero la tecnología y yo nos hicimos las mejores amigas, y pocas cosas ya se me dificultaban, incluso ahora, con mi manía de control, ya usaba Evernote, por lo que todo estaba cuidadosamente calculado y en enero, que comenzara la maestría, manejar mis tiempos sería más sencillo.

Una mañana de noviembre mi alerta de e-mail en el móvil sonó. Abrí sonriendo, a veces hacía eso; dejaba notas, audios, comentarios, lo que fuera antes de irse a dormir pues sabía que yo estaba trabajando.

"Ojitos,

¿Qué dices? Tu y yo, Malasia, la playa, dos semanas. Yo invito."

Me quedé muda. Un boleto de avión. Era para un día después del comienzo de mis vacaciones. Mis mejillas se encendieron y poco me faltó para gritar de la emoción. Pasé saliva sin saber qué hacer, temblando. Ya iba a responder cuando un mensaje de WhatsApp entró. Él.

"Sal un momento, Ojitos, que solo estaré el fin de semana y muero por darte un beso"

Okay, pasmada es la descripción más exacta para lo que en mi interior ocurría. No me moví por varios segundos, leyendo y releyendo lo que acababa de decir.

"Vamos, no quiero presionarte, pero sigo esperando..."

Solté la carcajada importándome poco cualquier otra cosa que no fuera él. Corrí hasta afuera, pasando el área de recepción, para después abrir como si el mundo se me fuera en ello. Y ahí estaba, no lo pude evitar. Eso era un sueño, mucho mejor incluso. Corrí nuevamente, y al tenerlo en frente me colgué de su cuerpo y lo besé con desespero, al igual que él a mí. Me llené de su olor, de su tacto, de su cuerpo. Semanas añorándolo fueron nada en comparación de ese glorioso instante en que lo tuve para mis sentidos únicamente.

—¡Estás aquí! –musité mirándolo a los ojos, al tiempo que me bajaba lentamente. Besó mi nariz, luego mi frente con aprehensión y asintió.

—Me voy el domingo por la noche, el martes debo estar allá, logré escapar dos días y solo pensé que este era mi sitio... —Lo besé con ternura.

—Siempre lo será, Teo, no quiero que sea de otra manera –y lo abracé adorando tenerlo bajo mi tacto.

—No será de otra manera, Ximena, te lo aseguro.

Ese fin de semana fue mágico. Mis padres volaron a Guadalajara, deteniendo una gira, solo para conocerlo. Cenamos en un agradable sitio el sábado por la noche, e invitamos a su papá para que así lo viese también. A excepción de ese momento, no nos separamos y no hicimos más que observarnos, tocarnos, llenarnos de nuestra cercanía.

Su partida fue dolorosa, no podía ser de otra manera, pero saber que nos veríamos pronto, ayudó bastante a aquel momento de tristeza. Las pequeñas metas ayudan a pasar el día a día.

Pronto llegaron las vacaciones. Esas semanas a su lado fueron inigualables, entrañables e inolvidables. Era curioso, pero podíamos sentir como el amor que nos teníamos crecía y crecía pese a la distancia, que todas aquellas cosas que él preparó para que no nos sintiéramos tan alejados, funcionaron, pero sobre todo, la seguridad que sentíamos por lo que habíamos decido vivir.

Casi dos años después, todo iba mejor. Él venía cuando podía, pero no era lo común y yo ya había viajado hasta donde estaba en cinco ocasiones, gracias a ello había conocido lugares que jamás imaginé, y logré presenciar el momento justo cuando recibió un par de premios por imágenes que había logrado captar con su lente. Mi maestría me mantenía sumergida, entusiasmada, pero no tanto como para no cuidar los detalles respecto a lo nuestro. Nada se enfriaba, al contrario, incrementaba.

Ya habíamos tenido un par de desacuerdos por alguna tontería. Lo cierto es que lo nuestro iba más que bien, aunque tenerlo a mi lado hubiese sido mejor. Sin embargo, no me arrepentía de mi decisión, Teo era mágico, me inyectaba vitalidad, fuerza y ganas de enfrentarlo todo, de atreverme a más, me impulsaba a tomar de la vida lo que esta me ofreciera.

Casi era verano cuando algo desagradable ocurrió. Sin pensarlo generé al hablarle de un chico de la maestría con el que congeniaba, cierto miedo, o inseguridad. Teo no hizo un drama, tampoco una rabieta al verlo a mi lado en una foto de Facebook donde me etiquetaron, no era esa clase de hombre, pero lo vi sufrir respecto a lo poco que podía hacer al respecto, era como si le doliera que mi compañero pudiese estar a mi lado los momentos que él no. Esa noche, después de haber conversado largo rato, me confesó estar muy desconcertado y deseaba saber si aún continuaba segura de permanecer inmersa en esta relación tan peculiar. Leía cierta culpabilidad, impotencia, inconformidad. Ese fue uno de los tantos momentos en los que la frustración de la lejanía nos hizo sus presas. Yo intenté hacerle ver que no podía pensar mi vida sin él, y Teo, a su vez, repitiéndome una y otra vez que no era desconfianza, sino temor por no poder estar el día a día a mi lado, compartiendo cada instante tonto e importante, por haberme presionado para seguir en esto pese a mi manera de ser, pese a mi recelo. En todos esos meses separados jamás lo vi más confundido, más desorientado. Después de hablarlo, todo volvió a su cauce, pero algo en lo profundo de su ser había cambiado, podía sentirlo y eso me mantenía alerta, algo nerviosa si era sincera.

Cuando se está lejos la confianza es el elemento más preciado, sacarle el mayor jugo posible a los momentos, es imprescindible, y mostrarte tal cual, es lo más importante. Así que sentir que algo escondía ya no me dejaba en paz, pese a que en general todo iba mejor que bien, sus detalles, sus conversaciones, todo.

Una noche, un mes después de aquel extraño momento, me envió un vídeo. Era jueves, por lo que venía llegando, agotada, me senté en el sofá, ansiosa como siempre por ver lo que se le había ocurrido lo abrí y él apareció a lo lejos. Arrugué la frente desconcertada, alguien lo filmaba, estaba frente al mar, ahora se encontraba en Australia. De pronto comenzó a escribir algo sobre la arena, la cámara se acercó lentamente siguiendo sus movimientos. Y sin más, al leerlo, me tapé los labios abriendo los ojos de forma desmesurada.

"Cásate conmigo, Ximena" y al acabar la frase, él hincado mostrándome un anillo entre sus manos. No supe qué hacer, mi corazón dio un vuelco y juro que mis palpitaciones se incrementaron de una manera insana. Dejé el móvil sobre el sillón negando. Miré mi alrededor, asustada.

Yo, él, ¿casarnos?

Mis pulmones comenzaron a respirar a toda máquina. Pese a que las cosas con mis padres iban cada día mejor, mi hermano y yo ya nos habíamos mudado, así que sí, la estabilidad seguía siendo una tendencia en mi pensamiento. Acepté comenzar una relación con él pese a mis temores, haciendo a un lado todo aquello que incluyera la palabra futuro. Aprendí con Teo a vivir el momento, a flotar con las horas y exprimir los minutos, pero nunca me planteé, por lo mismo, a dónde nos llevaría todo lo que hacíamos y de repente comprendí que yo era la que no tenía idea, porque él, sí.

Entré a mi habitación, me senté a la orilla de mi cama y cerré mis ojos escondiendo la cabeza entre mis rodillas que mantenía rodeadas. ¿Qué futuro tendríamos? ¿Qué sentido tenía comprometernos a ese nivel si cada uno vivía realidades diferentes? Y aunque la tecnología jugó a nuestro favor y gracias a ella nuestra relación iba mejor de lo que imaginé, no me agradaba pensarme casada sin poder verlo, sin saber el rumbo de nuestra vida en pareja. Miles de preguntas me asaltaron y las dudas que no estaban, aparecieron.

Una hora más tarde entró Mauro con el móvil en la mano. Me observó intrigado mientras me tendía el aparato, yo seguía atrapada en el limbo.

—Teo está llamando desde hace rato, lo dejaste en la sala –Lo tomé asintiendo, con mis manos aún temblando.

—Ahora le respondo –Mauro iba a salir cuando se detuvo.

—¿Qué pasa?, pareces aterrada –Lo miré por un segundo para después observar el aparato.

—Lo estoy... —admití con simpleza.

—Sea lo que sea, hazlo, a veces cuando más miedo da, es porque la vida te pone un nuevo reto mayor que conquistar –Me froté el rostro afligida. Ya iba a responderle algo cuando sonó nuevamente mi aparato. Él. Mi hermano salió dejándome sola.

Llené de aire mis pulmones y respondí.

—Sé que lo viste... —silencio—. Ximena, te acabo de proponer matrimonio –soltó con simpleza pero sin poder esconder su decepción, su tristeza.

—Lo sé, Teo –musité bajito.

—Háblame –suplicó de pronto.

—No sé qué decir... — me sinceré con una lágrima rodando por mi mejilla, no quería perderlo pero qué sentido tenía eso.

—Lo que opinas, me agradaría, aunque creo saber lo que en tu cabeza sucede –un enorme nudo crecía en mi pecho, en mi garganta, me ahogaba.

—Teo... yo...

—¡No! Aguarda, dame unos días, te explicaré a que viene esto. Una vez te dije que contigo sabía que debía dar pasos seguros, no le he olvidado. Solo no digas ni hagas nada.

—¿Qué pretendes? –pregunté limpiándome las mejillas. Me sentía tan contrariada. Ser su esposa era una de las cosas que más anhelaba, obviamente uno de mis tantos sueños, lo amaba tanto que mis pensamientos siempre lo fantasearon, pero no era ilusa, tampoco ingenua y no veía que eso ocurriera pronto. Sin embargo, ahora que sucedía, así, simplemente no podía gritar de la felicidad pues esto no tendría sentido.

—Solo no tomes ninguna decisión y mantén a la razón alejada.

Un par de días pasaron en los que por mucho que lo busqué, e intenté contactar con él, no pude, solo me respondía por WhatsApp o Skype, con emoticones sonrientes, o uno que otro corazón, pero ni media palabra. Para la mañana del domingo ya estaba demasiado triste, y con la cabeza a mil por hora. Intenté dormir, pero no se me dio bien con todo lo que estaba ocurriendo. Ya me había duchado, incluso desayunado, pero decidí, algo deprimida, aún perdida, permanecer sobre mi cama, observando el santuario que había convertido mi habitación plagada de su presencia. De pronto la puerta de mi habitación se abrió, giré con desgano, aún acurrucada. Él estaba ahí. Me incorporé de un brinco quedando sentada sobre la cama. Mi corazón colapsó y mi cuerpo tembló como si un terremoto hubiese arremetido contra él.

—Esa es la cara con la quiero amanecer cada día de mi vida, Ojitos –me alisé el cabello aún azorada. Yo era un desastre.

—Teo... —dejé salir su nombre casi en un suspiro. Ya se hallaba frente a mí, de pie, tan impresionante como siempre.

—Sí, vine por mi realidad, Ximena –Negué sin comprender, buscando bajar de mi cama. Se acercó aún más impidiendo que me pusiera de pie.

—Deseaba proponerte matrimonio de esa manera, era una especie de fantasía, pero fui un tonto –Lo abracé en un impulso, negando. No podía creer que estuviera ahí, era inaudito.

—No es así... Es solo –me separó al tiempo que tomaba mi barbilla con esa delicadeza que siempre empleaba, arrollándome con su potente y fresca mirada.

—Es solo que tú eres tú, y me dejé llevar. Ximena, acabo de conseguir después de varias charlas y debido a mis buenos resultados, comenzar a viajar menos, podré asentarme aquí y una semana al mes hacer mis excursiones a sitios que yo elija. ¡Al fin lo logré! –abrí los ojos de par en par, sin poder dar crédito. Debía lucir desaliñada, ojerosa, con el cabello castaño enmarañado, para nada como imaginé me vería, aun así, no me importó, lo que decía era lo mejor que había escuchado en todo ese tiempo.

—Qui-quieres decir que... —se puso de pie y me levantó para cargarme y así tener mi rostro a la altura del suyo.

—Eso quiere decir que vine por ti, porque amo el lugar a donde me llevó tu mirada y si tú quieres, deseo vivir ahí por siempre, a tu lado.

—¡No lo puedo creer! –besó mis labios con desespero, nada importaba salvo lo que ambos estábamos sintiendo.

—Todo tenía un motivo, Ximena, creí que lo sabías –negué con sinceridad, besándolo de nuevo.

—Nunca lo imaginé –admití. Me observó desconcertado.

—Pensé que habías aguantado todo este tiempo por ese motivo, que por eso seguías a mi lado, porque conseguiríamos estar juntos de una manera en las que ambos fuéramos felices.

—He sido feliz, aunque nada comparado con ahora, con este momento, pero lo fui, y te amé más con cada vídeo, con cada canción, con cada conversación, con cada momento, Teo.

—Me dejas mudo, no puedo creer que soltaras hasta ese punto el control, por mí... —admitió caminando conmigo a cuestas hasta mi cama.

—Y yo nunca pensé que todo lo tuvieras pensado, por mí... —caímos sobre el colchón en vueltos en risa. De pronto sentí que algo colocaba en mi mano izquierda.

—Aún recuerdo cuando me dijiste que el tiempo no se medía en horas, sino por la intensidad con la que se vive cada una de ellas, eso hice –le recordé al tiempo que veía mi dedo anular. Lagrimas salieron de mis ojos—. Es hermoso...

—Es una parte de mí para ti... Porque eres lo que no sabía que buscaba, mi puerto –lo besé con ansiedad, con amor, con dulzura.

—Y tú eres todo lo que creí jamás estaría en mi vida, eres mi chispa personal, mi alegría.

De esa forma aprendí, que la fuerza de lo indestructible lo da el valor para enfrentar los momentos de mayor dificultad, que la distancia se puede acortar,que la tecnología puede ayudar si se está dispuesto a entrar. Decidir dejarte llevar por lo que tus manos tienen que mostrar, por lo que tu mente te quiere enseñar, por lo que ojos desean vislumbrar. Sentir el frío entumecimiento con el que envuelve el temor y tener el coraje para buscar la calidez que proporciona la confrontación con el miedo, la llave para vivir, para no permanecer por siempre ahí, en ese sitio seguro que se fabrica para no fallar y muchas veces no permite avanzar, disfrutar, que limita la necesidad oculta de desear experimentar más.


***Esta historia fue creada para la cuenta de Windows aquí en Wattpad, debido al programa Writers Stars en el que participo. La historia es corta por lo que no está del todo desarrollada, el año siguiente la detallaré, y ahondaré dejándola un poco más extensa, sin ser tan larga. Espero les gustara y disfrutaran la historia de Xime y Teo. ♥

Continue Reading

You'll Also Like

19.9M 1.3M 122
Trilogía Bestia. {01} Fantasía y Romance. El amor lo ayudará a descubrir quién es en realidad y su pasado hará reales sus peores miedos. ¿Podrá ell...
59.3M 2.6M 70
Freya Harrison nunca llegó a pensar que su vida cambiaría por completo al decidir pasar el verano junto a su padre. Un bloque de apartamentos alejado...
135M 8.7M 65
Recién llegada a la elitista universidad Tagus, Jude Derry descubre que ahí todo gira alrededor de las fiestas, los chismes, los ligues y sobre todo...
103M 6.3M 35
• YA A LA VENTA EN TODAS LAS LIBRERÍAS DE LATAM Y ESPAÑA • ADAPTACIÓN AUDIOVISUAL POR WATTPAD WEBTOON STUDIOS «Es como si cada uno fuera un cielo. Un...