A prueba de sueños © (COMPLET...

De Themma

690K 45.8K 3.1K

Ximena experimentará aquello que juró jamás permitirse por temor a salir herida. Teo encontrará lo que jamás... Mais

- Sinopsis -
- A prueba de sueños -
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo V -Final-

Capítulo IV

68.7K 6K 454
De Themma

  Nikki - How to break a Heart  


— PELEAR CON TU RAZÓN—


Los días avanzaron, sin hablar sobre el tema, continuamos. Solo a veces habían miradas, momentos en los que me apretaba la mano y sabía esperaba mi respuesta a aquello que lo cambiaría todo para ambos. Sentía la felicidad burbujeante que te regala el ser poseedor de sentimientos tan hondos, tan genuinos. La paz que dona el sentirte tranquilo junto a una persona que te quiere tal cual eres. Por lo mismo no era sencillo pensarlo lejos, sin poder sentir su tacto cálido, su voz gruesa susurrando en mi oído, su cabello rizado bajo mi mano o esa sonrisa que transmitía un millón de mensajes que se clavaban directo en mi torrente como si fuesen hechas para alegrar mi mundo, como si fueran parte de mi destino.

—¿Ya hablaron? –preguntó Camila un día que por fin pudimos vernos y es que la distancia entre Teo y yo comenzó a acortarse a tal grado que me encontré durmiendo en su apartamento o él en el mío muchas más veces de las que no. Comíamos juntos, cenábamos juntos. Incluso hacía mis deberes o pendientes con él junto a mí.

Sentir que el tiempo al lado de alguien tan importante está contado, logra que todo se torné tan diferente, tan intenso, tan inigualable, porque cada instante sabes que ya no será, que lo que vivas en esas horas será lo que determinará lo que viene, lo que sucederá. Porque cuando sientes ese vacío profundo de tan solo abrir los ojos y pensar tu día, tu cotidianidad, sin esa persona, ya nada tiene sentido y es como si de pronto las nubes se confabularan para tornarse grises, pesadas, a punto de tormenta.

—No... —moví la pajilla de mi bebida, desanimada. La noche anterior casi no habíamos dormido mirándonos, susurrándonos lo mucho que sentíamos, poniendo en palabras lo que dentro de nuestro ser cada día crecía. Sacudió mi antebrazo para que la mirase.

—Define esto, no está bien que te esperes al último momento –dejé salir un suspiro de congoja.

—Si le digo ahora que no podré, no se irá –mis ojos se rasaron de inmediato y de nuevo el llanto retornó. Mi amiga se levantó, de inmediato sentí sus brazos rodeándome. Últimamente eso era lo que hacía cuando no estaba al lado de Teo, llorar.

—Ximena, no te hagas esto. Amiga, arriésgate... —se separó para verme directamente. Me limpié las mejillas.

—Se va al otro lado del mundo, Camila, no tengo idea de cuándo lo volveré a ver. Lo amo, lo amo demasiado, nunca pensé que algo así se pudiera sentir, que lo viviría yo, pero sufriré mucho con su lejanía, creo que... es mejor no esperar nada –tomó mi barbilla con decisión.

—Sé valiente, cuando se quiere se pelea, hazlo, Ximena –se sentó en su silla, recta como una estaca, examinándome.

—Mauro cree igual, pero a lo mejor soy demasiado cobarde –musité bajito.

—A lo mejor no sientes lo suficiente –abrí los ojos, furiosa.

—Eso no es verdad, él es todo para mí –chillé.

—Retirarte sin enfrentar el primer obstáculo que la vida les pone, no es precisamente la manera de demostrarlo –cambió la conversación al ver que no lograría mucho, sin embargo, tanto sus palabras, como las de mi hermano, calaban cada día más.

Una semana faltaba para que se fuera, para que el momento decisivo llegara. Nos sentamos a la orilla de un árbol para comer nuestros respectivos helados. Entre risas e intercambio de sabores, pasamos el rato. Cuando se acabaron, tomó mi vaso, lo depositó en un bote de basura y se sentó frente a mí, cruzando sus piernas, serio. Enseguida supe que hablaríamos, por su mirada, por su postura, por lo que sus ojos me decían. Acercó sus manos hasta las mías y las entrelazó con firmeza.

—No piensas seguir, ¿cierto? –abrí los párpados sintiendo que mi corazón se desbocaba.

—Teo... —negó sin moverse, sin soltarme.

—Cada cosa que ha ocurrido desde que te conocí, ha sido única, diferente a nada de lo que he vivido. He visto cosas impresionantes, he estado en sitios que te dejarían sin aliento, Ximena, he dormido cobijado por las estrellas más brillantes que puedas imaginar, he sido testigo de una aurora boreal y de los cambios incluso de la naturaleza. Pero de todo lo que mi vista me ha regalado poder ser espectador, de los sitios a donde mis pies me guiaron en busca de aventura, para dejarme sin aliento, jamás creí posible ser testigo del espectáculo que me dan tus ojos cuando algo te apena, o de esa forma inigualable con la que soplas tu cabello al estar alterada, mucho menos ese movimiento casi hipnótico de tus labios al hablar o tu manera de enterrar tu mirada en mis pupilas haciéndome sentir participe de un espectáculo sin precedentes, todo eso no tiene comparación con absolutamente nada de lo que he visto. Cada gesto tuyo me deja mudo, listo para desear presenciar otro. Te prometo, en este momento, con tus manos adheridas a las mías, que sabré demostrarte a la distancia lo mucho que me importas, lo que generas en mí con tan solo existir, lo que implica el cruce de tu vida en la mía. Dame una oportunidad, no nos dejes a la deriva. Permíteme vivir mi sueño, agarrados de las manos tal como ahora estamos. No te fallaré –cada palabra dicha lograba que una lágrima más saliera. ¿Qué decir ante semejante declaración, más aun, cómo no perderse en la seguridad con la que me envolvía su voz? Mis labios temblaron, hipeé llena de ansiedad, de miedo. Sin embargo, asentí, no podía vivir con el "si hubiera" lo sabía, así que cerré mis ojos en ese momento, sin soltarlo, aferrándolo con más fuerza.

—Prométeme que tu alma seguirá cerca de la mía –susurré sintiendo como el aire acariciaba mi piel. Con él era vivir, no había más opción, y esa era mi decisión.

—A tu lado, Ojitos, mi alma siempre estará a tu lado –sentí de pronto sus labios sobre los míos, con un roce sutil, delicado—. Comprendo tu miedo –musitó bajito, acariciando mi rostro, hincado frente a mí—. Yo también lo tengo. Deseo tocarte, besarte y olerte hasta que el mundo deje su órbita, o se extinga. Así que te prometo hacer todo para que esto funcione, porque al final tu camino y el mío se unirán, lo sé –me acerqué de nuevo a sus labios para besarlo con ferocidad. No tenía idea de en qué me metía, pero ya no había marcha atrás, no con él.

Los días siguientes, no sé cómo describirlos. ¿Es posible flotar sobre las nubes sintiendo bajo tus pies el algodón delicado de lo que están hechas y, al mismo tiempo, que la tristeza te ahogue en un pozo oscuro donde sientes que por mucho que grites nadie escuchará? No lo sé, pero esa era mi situación, tal cual.

A su lado las horas se convertían en segundos y esa sensación de que el reloj avanzaba de forma vertiginosa, marcando cada minuto a una velocidad aterradora, no desaparecía. Ayudé a que hiciera su equipaje, jugamos, reímos, gritamos y terminamos más de una vez sobre sus maletas, para a las horas, intentar armarlas de nuevo. Más de una vez danzamos por todo su apartamento presos de la locura que provenía de aquél increíble arrebato que nos mantenía en vilo todo el tiempo, brincando, girando, para después rodearnos y continuar moviéndonos. Fueron momentos llenos de magia, de sensaciones feroces, arrebatadas y abigarradas de ternura también.

Eso somos al estar juntos.

Por supuesto, en cuando le dije que continuaríamos, decidió darme un curso intensivo del uso de Skype, me rogó lo mantuviera activo tanto en mi móvil como en mi PC, además, descargó varias aplicaciones en mis dispositivos, hubo una que me resultó muy divertida y que ya comenzaba a usar con él cuando no estábamos cerca, llamada Didlr, dibujar los estados de ánimo ayudaba y eso aligeraba mucho la angustia que crecía en mi interior día con día. Por supuesto nos comenzamos a seguir en Spotify, donde ya tenía él listas de reproducción con mi nombre que guardé, Facebook, Instagram y una inscripción en Netflix, donde veríamos series o películas para luego comentar, como nos gustaba mucho hacer. Además, me mostró cómo colocar la hora de los sitios donde estaría y su clima en el escritorio de mi móvil. Así que como prometió, estaríamos conectados, sincronizados, aunque viviendo realidades completamente diferentes.

Su vuelo salía el sábado por la mañana. Ya mi estómago se encontraba echo uno nudo y sé, porque me lo decía, que el suyo también, la diferencia entre ambos era que él iba a lo desconocido, a realizar lo que tanto anhelaba, a un espacio que no estaría plagado de mi presencia y yo... yo permanecería intentado maquillar los huecos que su ser dejaría en mis días, en mi mundo, sin darlo por perdido. Difícil tarea.

Pasó por mí a la escuela, cosa cotidiana a últimas fechas. Nos besamos con arrebato, como solíamos.

—¿Estás lista? –me acomodé en mi asiento sin saber qué responder. ¿Lista para qué?

—¿Debo estarlo? –sonrió negando, apretando mi pierna levemente, sacudiendo sus rizos negativamente.

—No, Ojitos –puso en marcha la camioneta y dejé que la música que solía tener inundara mis sentidos, siempre algo electrónica, pero que invitaba a sentir, a vibrar, a dejarse llevar por los pensamientos más absurdos y más asombrosos. Cerré mis ojos adorando la canción que estaba en ese momento. Cuando noté que no se detenía abrí los ojos, alcé una ceja y lo encaré. Íbamos en la carretera.

—¿Me estás secuestrando, Teo? –soltó la carcajada.

—Lo he pensado más de una vez, Ximena, pero no –y continuó conduciendo, tamborileando los dedos en el volante al ritmo de la música. Se desvió rumbo a Tequila, un pueblo que se encuentra a treinta minutos de Guadalajara, Jalisco, lugar donde ambos residíamos, por lo menos hasta ese momento.

—Ya quiero saber... —rogué pinchando su costilla. Se hizo a un lado negando.

Quinece minutos después entrabamos al pueblo. Siguió conduciendo por las calles adoquinadas, mientras yo me perdía en la gente que iba y venía, no se detuvo y siguió. En serio ya me tenía intrigada. De pronto se estacionó a la orilla de la carretera. Se bajó y rodeó la camioneta. Descendí con su ayuda observando el lugar.

—¿Qué estás maquinando? –quise saber desconcertada. Tomó mi mano, y envuelto en su común silencio que ya conocía precedía a una sorpresa, lo seguí. Caminamos casi un kilómetro. Cuando ya iba a quejarme pues no iba lista para ello vi ese campo abierto y ahí, en el fondo, un globo de colores, aerostático. Abrí los ojos de par en par, me tapé la boca y lo miré anonadada—. ¿Es en serio?

—Sí, quiero hacer esto contigo, hay tantas cosas que quiero mostrarte que creo que jamás terminaré. Sé que amarás ver todo desde la altura, así como yo amaré tus ojos al observarlo –caminé hasta donde se encontraba el enorme artefacto, asombrada, aún sin creerlo. Un hombre se hallaba ahí, me saludó con un gesto.

—Dios, no sé qué decir –musité encarando a mi novio, iba mi lado, con las manos dentro de los bolsillos de su jean. Se encogió de hombros sacudiendo la cabeza.

—Tus gestos me dicen todo, Ojitos –me trepé sobre él al tiempo que me sujetaba y besaba con ardor.

—No puedo creer que haré esto –admití casi sobre su boca, riendo nerviosamente.

—Amo que te arriesgues –susurró deleitado.

—Solo contigo, Teo –declaré con vehemencia.

—Lo sé, Ximena, y eso hace que solo quiera dar pasos seguros –lo besé de nuevo.

Antes de subirnos, un par de chicos aparecieron con un mantel a cuadros y comenzaron a montar una especie de picnic ahí, en medio de aquel hermoso paraje.

—¿Planeaste todo esto? –musité a su lado. Tomó mi barbilla e hizo que lo mirara.

—Quiero que este día sea especial... Necesito que tu razón no dude, porque sé que tu corazón lo tengo de mi lado. Haré que cada momento sea especial, único, Ximena, que sea nuestro... —esa maldita manía que últimamente no me soltaba, apareció y una lágrima resbalo por mi mejilla.

—No quiero pensar en ello –Teo negó con firmeza.

—Debes hacerlo, de otra forma será peor. Quiero que llenes tus momentos, sal de casa, no te quedes ahí, sigue con tu vida como antes de que tú y yo nos topáramos –intenté alejarme, no quería hablar de eso, no ese día, lo impidió—. Evadir lastima, la realidad es que no estaré aquí, no estaremos juntos, quiero que lo enfrentes, porque de otra manera cuando no esté, tu cabeza tomará el mando y no soportaré lo que decida. Te lo suplico, escúchame –Asentí ya llorando, él tenía su mirada vidriosa—. Cuando no puedas más, cuando me extrañes demasiado, cuando sientas que no puedes con esto y que prefieres alejarme, recuerda estos momentos y piensa que no se han terminado, tendremos más. Mándame un mensaje, un SOS, yo sabré que hacer, estoy preparado para pelear con tu razón a muerte si es preciso, solo te pido eso... Llené una memoria que está en el cajón de tu buró, dentro de una caja de madera, con fotografías, dejé, ahí mismo, otras impresas. También subí algunos vídeos de nosotros, y otros en los que simplemente converso contigo en OneDrive, sabes como accesar, los compartí contigo –Yo ya lloraba a cantaros, no lograba imaginar un segundo sin esa voz, sin su roce, sin su esencia—. Soy yo el que se va, debía hacerlo, debo cuidar lo mejor de mi vida, no mi sueño, si no mi realidad, y eso eres tú... —lo abracé temblorosa.

—No me olvides –musité casi rogándole. Besó mi cabello, lo escuché sollozar.

—Cómo olvidar lo que vive en mi interior... Ximena, no tengo idea de cómo fue pero en el momento en que te vi, ahí, húmeda, con esa mirada tan tuya, supe que la búsqueda había acabado –sollocé aún más aferrándome a su camisa. Él me rodeó con mayor fuerza.

—Me hiciste vivir, despertar. Júrame que regresarás –Me separó, tomó mi rostro entre sus manos, ambos llorábamos. Se agachó y me miró fijamente.

—Eres mi puerto, ¿comprendes lo que quiero decirte? A ti siempre volveré, siempre, no lo dudes... —lo besé sin contenerme, importándome un bledo no estar solos.

—Siempre es demasiado –solté sobre su boca.

—Siempre es lo que puedo ofrecerte... –sonreí perdida en su oscura mirada.

—Entonces acepto la oferta, señor explorador.

Esa tarde fue, de todos nuestros momentos juntos, la más increíble. El halo de energía que nos rodeaba, de aquellos sentimientos que flotaban, hizo su trabajo y nos permitió vivir el instante como irrepetible, como perfecto.

La despedida en el aeropuerto, no puedo describirla. No lloré como imaginé lo haría, no era la imagen que deseaba se llevara en el avión, en su viaje. Sin embargo, duramos abrazados mucho más tiempo del que pesábamos.

—Hijo, ya están llamando –interrumpió su padre, que nos observaba con tristeza, comprendiendo lo que vivíamos. Teo se separó asintiendo. Tomó mi mando, la hizo girar y depositó algo sobre mi palma. Lo miré nerviosa, temblando.

—No cuentes las horas, solo los momentos. Te amo, Ximena, te amo demasiado –y me besó con ansiedad, hasta ese instante pude comprender lo mucho que todo esto también a él le estaba doliendo. Abrí mi puño al dejar de tener su mano rodeando la mía y vi lo que ahí había dejado. Un anillo de plata, plano, delicado. Pestañeé sin comprender. De inmediato capté el mensaje en la parte de atrás.

"No cuentes las horas, solo los momentos"

—Teo... —lo tomó y lo colocó en mi mano derecha, justo en el dedo pulgar.

—Ese es un lugar que sé no se te hubiera ocurrido para un anillo, así que como mi trabajo es hacer que te sorprendas, que hagas lo inusual, me pareció perfecto –observé mi nuevo accesorio por un segundo.

—No me lo quitaré, y serán solo los momentos –Me miró por un segundo con atención, fijamente.

—Eres lo más dulce que se ha cruzado en mi camino, te amo, y –de nuevo alertaban sobre la salida de su vuelo. Lo tomé de la camisa y lo pegue a mi rostro.

—Conquista el mundo, que a mí ya me tienes. Te amo, anda –y lo solté no sin antes darle un beso arrebatado. Rio mirándome con orgullo.

—¿Ves porque me tiene hecho un idiota? –Bromeó con su padre al cercarse para darle el último abrazo.

—Eso me queda muy claro, hijo –segundos después lo observamos entrar en el área de migración. Ahí iba una parte de mí, lo pude sentir tan claro como estas palabras.

Permanecí ahí, de pie, por varios minutos. Era real, él se estaba yendo, no tenía fecha de regreso. Era como subir a un bote, por propia decisión, que soltaban en altamar. La soledad al observar lo que rodea, era aplastante, pero no tan penetrante como la conciencia de saber que no había un rumbo trazado, ningún sitio a donde llegar pues era parte del plan. Incertidumbre, indefinición, miedo y la esperanza de que después de días de viaje, en medio de la nada, algo apareciera y ese viaje cobrara un sentido.

—Nunca se había enamorado... —Habló su padre sacándome de aquel letargo, me sentía en shock—. Y me alegra que haya sido de una mujer como tú –lo miré entristecida, abrazándome a mí misma—. En esta vida no hay que buscar a quien quiera lo mismo, sino a quien quiera vivir a tu lado, a pesar de querer lo opuesto. Ximena, como se lo dije y te lo digo a ti; si lo logran, si pese al tiempo y distancia lo suyo continúa, querrá decir que su amor está a prueba de sueños, y eso, niña linda, es mucho más de lo que muchos pueden llegar a presumir –me tomó por los hombros y me pegó a su pecho—. Yo también lo extrañaré, ese chico es pura luz, es mi luz –de pronto el llanto llegó y ya no se detuvo, también era la mía.

Los días siguientes no vale la pena ni comentarlos. Lloraba casi con cualquier tontería. Solo lograba maquillar un poco los sentimientos que me aplastaban brutalmente cuando conversábamos. Más de trece horas de diferencia, era complicado coincidir, sobre todo los primero días ya que él se iba adaptando y estaba ocupado con todo lo que tenía que hacer, comprendiendo el teje y maneje del lugar, acomodándose, conociendo los alrededores, deslumbrado por todo lo que lograba admirar en sus excursiones.

Teo brillaba, al verlo por Skype, me contagiaba un poco de su burbujeante felicidad, sin embargo, eso duraba lo mismo que la vídeollamada, después, al terminar, acababa derrumbada, lista para comer una caja entera de galletas o dejar salir las lágrimas sin restringirlas. Me resistí, como por rebeldía, a seguir con lo que planeamos, a usar las aplicaciones o a salir de casa, y él, se daba cuenta, pero no me presionaba, simplemente me escuchaba, me alentaba a conversar.

Camila y Mauro, por mucho que insistían para que saliera, para que no estuviera así, yo los mandaba al demonio. Lo quería a mi lado, conmigo, no a miles de kilómetros viviendo sin mí, descubriendo sin tiempo de recordarme.

El miedo al olvido es lo que más duele cuando se está lejos. Saber que siempre estará latente la posibilidad de que los días pasen y ya no esté tu presencia en la mente del otro. Pensar que su realidad es ajena a la tuya, y que de alguna manera deberá construir otra en la que no se estará. Arde, como hierro al rojo vivo sobre la piel, ver salir el sol, para luego ocultarse, presa de una especie de "pausa".

Casi un mes fue lo que soporté de esa manera. La llegada de mis padres, no ayudó pues me sentía invadida, y todo a mi alrededor se descomponía. No, no podía seguir así y lo sabía. Esa no era yo, así no reaccionaba antes las cosas. Comencé a vivir cuando Teo apareció, pero no me sepultaría ahora que no estaba, Así que era momento de despertar de ese maldito letargo en el que me sumergí y lo haría ¡ya!

Continue lendo

Você também vai gostar

28.4K 2.5K 28
Destruiría cualquier lugar del mundo para que no tengas más remedio que quedarte donde estoy yo. Personajes extraidos de "Entendido profesora". Pas...
8.5K 1.1K 35
Ellery nunca tuvo una vida perfecta: creció con una madre emocionalmente distante y un padrastro violento. Solitaria, tímida y retraída, todo cambia...
358K 18.5K 68
Siendo la hija de un reconocido héroe, te enamoras del chico mas problemático de la clase 1A. HISTORIA CONCLUIDA • Alerta de spoilers, si no has vist...
328K 38.1K 49
Nate es atrevido, descarado e irremediablemente alocado. Tiene a hombres y mujeres comiendo de la palma de su mano, sabe cómo manipular a las persona...