Alea Iacta Est La Suerte Está...

By charlesthepoet

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Para McCain: Tu vida es un sin sentido , no te engañes. Tu hermana se ha ido, tus únicos amigos son los libro... More

Prólogo
Capítulo 1:
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capitulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 17
Capítulo 18
Capitulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38

Capítulo 16

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By charlesthepoet

Me mentiste

SCOTT

Os contaré la verdad, lo cierto es que nunca me he ido a despejarme, lo que pasó en esa semana, la semana del beso con Erika, fue que, al ir a preguntar a la universidad de Dana, para saber que tal iba todo, me dijeron que no había ningún intercambio solicitado, pero lo más sorprendente era que según parecía, no había ninguna Dana Firenze en la universidad de California.

Al descubrir la gran mentira que su familia me había contado, empecé a preocuparme por mi mejor amiga, la chica con la que siempre jugaba al fútbol de pequeño, la chica a la que le contaba todos mis secretos. Investigué un poco, pero no encontré nada, ella se había esfumado de mi vida y nadie me ayudaba a encontrarla, estaba empezando a desesperarme.

Le pedí ayuda a un amigo mío, Louis Maxwell, su padre trabajaba en la CIA, si había alguien que podía encontrar a la escurridiza de Dana Firenze, ése era el padre de mi amigo Louis.

Al día siguiente de comentárselo a mi amigo la encontró, el destino al principio me sorprendió, solo hasta que me enteré que la señora Firenze se había divorciado y se había vuelto a casar con un tal Robert Mc. Collins. Estaba en Irlanda, al parecer frecuentaba mucho un pub irlandés que había por Belfast.

Para asegurarme de hacer las cosas bien, llamé por teléfono al padrastro de Dana. Sonó y esperé a que lo cogiera.

—¿Sí? ¿Quién es? —escuché en un idioma mitad inglés mitad irlandés.

—Hola, ¿Robert? —intenté confirmar.

—Soy yo, quién pregunta por mí.

—Soy un amigo de su hija señor.

—Ahh de Erika, ¿y qué quieres? —preguntó convencido de que era por Erika.

—No, yo hablo de Dana, ella es por quien me gustaría preguntarle—le corregí.

Tardó un poco en responder:

—Eres ese chico, el mejor amigo de mi hijastra, el tal Scott, ¿me equivoco? —preguntó.

—Scott Wolf, mejor amigo que no sabe dónde está su hija—no me gustaba la palabra hijastra—. Me habían contado que estaba de intercambio con la universidad—le comenté.

—Ahh sí, está en Sídney—me intentó mentir.

— ¿Puede darme la dirección exacta?

— ¿Vas a ir a verla? —pareció sorprenderse.

—Soy su mejor amigo, hace tiempo que no la veo, me gustaría saber cómo está.

Respiró hondo y luego soltó:

—Verás Scott, te hemos mentido, ella nos dijo que pasara lo que pasara, hiciéramos lo que hiciéramos, ni se nos ocurriese decirte a dónde iba.

—Menuda mejor amiga—dije en voz baja— ¿Y por qué me lo está contando entonces?

—Me caes bien hijo, no me gusta mentirles a las buenas personas, soy de naturaleza honesta—con su comentario me demostró que era una persona muy correcta.

— ¿Entonces me lo va a decir? —dije con un atisbo de ilusión en mi entonación y casi me caigo de la silla en la que estaba sentado.

— ¿Tienes papel y bolígrafo?

—Esperé un segundo—respondí mientras cogía papel y boli de la mesa que estaba a mi lado.

—Vale ya—le indiqué para que me dictara la dirección.

—Gresham St, Belfast BT1 1JN, Reino Unido. Ve allí, y que nadie sepa que te lo he dicho Scott.

—Muchas gracias Señor Collins.

—Prefiero que me llames Robert, Collins es mi segundo apellido. Hasta luego muchacho—me pareció un hombre muy cercano y bastante amable.

Tras recibir aquella dirección, ocurrió lo del mágico e inesperado beso con Erika, tenía ganas de quedarme a su lado, pero decidí hacer las maletas y marcharme. Algo en mi interior me decía que no lo hiciera, que era una locura. Ir a Irlanda, sin haber reservado un sitio donde poder quedarme, pero luego estaba mi cabezota y salvaje corazón, que quería saber qué había sido de la niña que de pequeño se había quedado tan dentro en mis recuerdos que hasta me ponía nervioso solo de pensar en poder volver a verla después de tanto tiempo, después de tantos errores cometidos. Creo que, en el fondo de mi alma, ella es algo más que mi mejor amiga. Mucha gente que ha leído mis poesías dice que ahí están mis verdaderos sentimientos, nunca me había detenido a mirar y observar lo que escribía, pero en el avión de camino a Irlanda, que a pesar de volar con la compañía Ryanair no me salió nada barato, decidí echarle un vistazo a la profundidad de mis escritos. Al principio me negué a creerlo, pero si os digo la verdad, cada palabra de cada verso me recordaba a ella, a su sonrisa, a sus ojos grises perlados.

La Dana de mis recuerdos era rubia, con los ojos grises, con un pequeño flequillo, unas calzonas de fútbol rotas y unas botas llenas de barro en los pies, bueno, eso, y la sonrisa más dulce que jamás he visto. De pequeños, éramos inseparables, tanto es así, que cuando me tuve que mudar con mi hermana, porque me independicé de mis padres, los cuáles no aceptaban que quisiera dedicar mi vida a la escritura, su familia se mudó al piso que estaba a mi lado. Nuestra amistad superó todas las barreras, todos los problemas. Siempre que me sentía solo, triste, cansado, allí estaba su mano, que agarraba la mía con fuerza. Entonces ocurrió el accidente, y su mano se fue soltando poco a poco, pero no porque ella me quisiera soltar, sino porque yo me alejé de ella y de todos los que me rodeaban. La perdí, y ahora estaba atravesando cielo y tierra para reencontrarme con aquellos ojos inocentes, que un día fueron la esperanza de mi vida.

Entonces cuando el avión estaba ya de camino a Irlanda, recibí la llamada de Erika, y su voz, sus palabras, sus comentarios, todo, me hizo querer dar marcha atrás a toda esta locura, pero ya era tarde para volver, era hora de afrontar el pasado, era hora de recuperar a mi verdadera mejor amiga, además, el avión ya estaba aterrizando.

Caminé durante diez/quince minutos, cogí un taxi y le di la dirección al conductor. De camino entablamos una conversación un tanto extraña:

—Tranquilo chaval, ella volverá contigo—dijo el viejo de visera y gafas antiguas al darse cuenta de que tenía una mirada vacía mientras me perdía en el reflejo de aquella ventana de cristal.

—No es por una chica, se equivoca completamente—le mentí, lo cierto era que estaba asustado, no sabía si lo que había hecho era una locura o seguir a mi instinto era la mejor opción.

—Entonces explícame, como un chico apuesto, que viene solo, de unos diecinueve años decide venir a Irlanda—me sorprendió el ver cómo esgrimía cada detalle mediante la imaginación que su avanzada edad le proporcionaba.

—He venido a emborracharme, me llamo Dylan Jones y soy un loco adulto, que se ha visto agotado por los estudios de la universidad y ha decidido darse un respiro—me inventé sobre la marcha sintiendo como su aguda y arrugada mirada se clavaba en la mía, era como si estuviera excavando en mi interior para sacar a la luz la verdad.

El taxista se reclinó en su asiento y dijo:

—Buen intento, es la mejor mentira que me han contado, pero no soy un taxista cualquiera, que has encontrado por casualidad señor Wolf—soltó entre carcajadas, dando a entender que me conocía de algo, por lo que hice mis suposiciones.

—Eres amigo de Robert—concluí tras pensarlo un poco.

—Din din din, premio para el caballero—hizo el sonido de una campana y continuó riéndose, mi comentario no me parecía tan gracioso, pero el anciano estaba a punto de morirse de la risa, no sabía si preocuparme o sentirme ofendido.

—Mi amigo me ha pedido que te "acompañe"—hizo el gesto con los dedos, empezaba a pensar que este hombre había sido mimo, porque las expresiones las clavaba a la perfección.

—Pues muchas gracias, siento la mentira—dije avergonzado, me puse tan rojo que casi fundo el apoya-brazos.

—Tranquilo, ha estado elaborada la mentira—continuó riéndose sin parar, de verdad que pensé en llamar a una ambulancia, el anciano estaba a punto de estallar de la risa.

Llegamos al lugar, era un pintoresco pub tradicional irlandés, me quedé parado observando el lugar unos veinte minutos, estaba bastante confuso, principalmente porque no sabía cómo había conducido para llegar al bar, con lo que se estaba riendo me parecía imposible haber llegado sano y salvo. Downey me vio reflexionando, así se llamaba el conductor, y golpeó ligeramente mi hombro mientras me comentaba:

—Mucha suerte chaval, cuidado, mantén tu vista siempre fija, no te distraigas al entrar—su comentario no llegué a comprenderlo, no podía llegar a entender para qué tenía que estar pendiente, iba a entrar en un bar, no iba a alistarme para ir a la guerra.

Salí del taxi medio acobardado, me llené de valor, di un paso al frente, abrí la puerta corredera, entré y entonces la vi, pero no vi a la vieja Dana, vi a la nueva Dana, abierta, extrovertida, con algún que otro tatuaje, con el cabello castaño, lo único que no había cambiado era la sonrisa, seguía siendo tan dulce e inocente como siempre—lo sé porque se la contagiaba a los clientes.

Y por quedarme allí parado mirándola, no me di cuenta de que en los pubs irlandeses por la tarde todo se vuelve una locura y las bandejas vuelan, no recuerdo quién, no recuerdo el por qué, solo recuerdo una bandeja volando hacia mi cara, golpeándome en la frente. Caí al suelo y entonces, justo antes de perder el conocimiento, escuché su voz.

—¿Scott? —aunque Dana era mi principal prioridad y el escucharla me hacía sonreír, no podía, mi mente estaba intentando luchar con el hecho de que no había seguido el consejo de Downey, por fin encajaron sus palabras en mi cabeza, conseguí entender a qué se refería con lo de "tener cuidado", la perspectiva que el suelo me daba fue la que me lo aclaró todo.

—Me mentiste—dije antes de dejar de ver con claridad, lamentando el no haber podido esquivar la bandeja que me había dejado en tan mal estado.


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