Triple Catástrofe. - bts

By mintaeyoon

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Cuando existen dos réplicas tuyas, tu mayor deseo es destacar por tus cualidades y buscar algo que te defina... More

Preludio
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By mintaeyoon

—En un mes habrá examen.

El profesor de Historia de la Medicina finalizó la clase justo un minuto antes de que sonara el timbre, indicando el fin. Un alarido de disgusto salió de los labios de cada alumno -incluidos los míos- mientras guardábamos los libros en la mochila, dispuestos a quejarnos para exigir una fecha más atrasada. ¿Cómo pretendía que comenzásemos a estudiar si ni siquiera tuvimos tiempo de integrarnos en la materia? Por suerte, sólo se trataba de una prueba parcial que apenas contaría en la evaluación, pues los exámenes finales a final de cuatrimestre eran los más importantes.

—Profe, ¿el examen va a ser oral o escrito? —la voz de Mihua se hizo presente, sus labios fruncidos en una mueca de dolor.

-Anal para quién no estudie.

Las risas se hicieron presentes con el comentario de Suga y pronto el profesor nos mandó a callar, golpeando la mesa fuertemente. El aula se quedó en silencio absoluto al segundo, esperando a que dijera alguna respuesta; sin embargo, no respondió. No le dio tiempo. El timbre hizo eco entre las paredes de la Universidad y pronto todos nos adelantamos, corriendo como una manada de salvajes hasta la puerta de la clase. Todos nos empujábamos entre sí en busca de la salida, podía sentir a la perfección cómo moriría aplastada por Taehyung, que no dejaba de impulsarme hacia adelante y logrando que mi cuerpo quedara completamente pegado al de Dooly, que iba delante mío.

Su rostro giró con una expresión sorprendida y rápidamente apartó la mirada de mí, arrepentido de averiguar quién lo estaba prensando con tanta fuerza y asustado por tenerme tan cerca.

—¡Joder, Taehyung! —le di un golpe a su mano, la cual apretaba mi cintura fuerte.

—¡Lo siento, Mihua me está empujando!

En ese momento, logramos salir por el marco de la puerta y me alejé acalorada del bullicio, acomodándome la mochila al hombro. Divisé cómo el trillizo pelirrojo se mantenía comprimiendo a la gente y haciéndolos enojar, mientras él y Suga carcajeaban divertidos por eso. La cara de Taehyung ahora estaba aplastada contra la espalda de otro chico y sus gritos de molestia contra Mihua se oían por todo el pasillo.
Los dos igual de idiotas.

Rodando los ojos, desbloqueé mi móvil en busca de la hora y gruñí entre dientes, recordando que era la hora de mi castigo con Dooly.
Ni siquiera recordaba qué era, ¿pero a quién le importaba? Sólo esperaba acabar cuanto antes y largarme a dormir. No estaba en mis planes ser la sirvienta del director por mucho tiempo, aquél que nos había juzgado al trillizo y a mí de la peor manera.

Era gracioso: sólo había pasado una semana en la Universidad y ya quería que acabase el curso, irme de vacaciones y hacer lo que me entrase en gana. Quizás si hubiera entrado en Harvard, mi motivación fuese diferente. Pero estar allí, en aquella Universidad privada que tanto me había negado a aceptar, me recordaba una y otra vez el día que mi madre entró a mi habitación con una mueca de disgusto en su rostro y una carta en la mano, anunciando que no tendría la oportunidad de estudiar en el lugar de mis sueños. 

—Tienes un moco, hermanita.

La voz de Seokjin resonó a mis espaldas como el gran inoportuno que era y me giré hasta él, dedicándole una mirada fulminante. A un lado suyo, el chico de cabello rosa -el cual aún no sabía su nombre- me observaba con los brazos cruzados y una pequeña sonrisa, a diferencia de los días anteriores. Así, de pie frente a mí se veía realmente alto y esbelto, con una mandíbula marcada y... vaya, unas cuántas marcas rojizas se extendían por su cuello. Presté especial atención a una de ellas que tenía forma de corazón.

Qué cochino.

—¿Cómo puedes saber que tengo un moco si estoy de espaldas a ti, imbécil?

—Tengo el don de la telequinesis, ¿porqué dudas de mí? —su rostro adquirió un tono ofendido mientras una minúscula sonrisa aparecía en mis labios, negando con la cabeza.

—Querrás decir telepatía.

—Lo mismo es.

Dos de sus dedos avanzaron rápidamente hasta los orificios de mi nariz y los metió con tanta fuerza que pensé que me iban a llegar al cerebro. Quería golpearlo, más que nada porque aquella manía de violarme la nariz me molestaba demasiado.
La idea de que quizás mi hermano fuese adoptado me cruzó la mente por millonésima vez, aunque el parecido físico fuese más que notable.

—¡Joder! —chillé, apartando la cabeza.

—¡Joder!

Me imitó con voz aguda; el chico rosado nos observaba en su sitio con diversión. 

—Acompáñame al despacho del director. Tengo que ir a cumplir el castigo que no merezco.

—No puedo, Namjoon va a darme clases de Microbiología. 

Fruncí el ceño.

—¿Quién es Namjoon?

—El más listo de la Universidad, Brooke. ¿¡Cómo no lo sabes aún!? —exageró Seokjin, agitando la cabeza con fingida exasperación—. Es el único que no lleva ninguna asignatura atrasada de años anteriores cursando Medicina y Derecho al mismo tiempo, un auténtico...

—Soy yo —interrumpió por fin su amigo, inclinándose levemente en forma de saludo. Le correspondí, recordando la conversación de Dooly donde indicaba que aquél chico iba a tercero de carrera junto a los gemelos— Fui algo maleducado los otros días, lo siento. 

—¿Br-brooke?

Hablando del rey de Roma, el trillizo castaño apareció en mi campo de visión con sus cejas arqueadas y los labios apretados, notablemente nervioso. Sujetaba algunos libros entre sus manos firmemente, como si aquello le estuviera dando algún tipo de fuerza que le ayudara a dirigirnos la palabra. No pudo hacer contacto visual con ninguno de los presentes; en cambio, sus ojos se mantenían clavados en el suelo, como si aquello pudiera hacerlo más invisible ante nosotros.

—Debemos ir a ha-hacer el castigo... —murmuró apenado, jugando un poco con sus dedos.

Asentí con la cabeza y volteé hacia Jin, dándole un beso de vaca como solía hacer siempre sólo porque a él le enfurecía, llenando su mejilla de saliva. Su grito de horror me hizo sonreir satisfecha y comencé a caminar junto a Dooly, dejándolo atrás limpiandose la cara.
Lo sé, la confianza da asco, pero a veces me encanta.

Desviando la vista hacia el chico tímido, lo descubrí riendo por lo bajo ante la escena. Sonreí con él, se veía tan tierno e inocente con los pómulos en alto y los ojos en una fina línea, parecía aún más adorable. Mantenía el cabello bien peinado y su ropa perfectamente puesta, la cual era acompañada de un dulce perfume apenas perceptible pero, aún así, supe que aquella mañana estaba más arreglado que de costumbre.

—¡Pasen! —indicó el director al llegar, recibiéndonos a ambos con una sonrisa amplia.

Una sonrisa que no traía nada bueno. Y estaba en lo cierto, a aquél hombre le gustó vernos sentados como pequeños recaderos frente a su escritorio y disfrutó aún más cuando comenzó a dictar cada una de las cosas que deberíamos hacer durante esos días de castigo, que por suerte tan sólo eran tres.

¿Lo malo? El castigo caía en fin de semana.

¡Era injusto! ¡Iba a perder mi primer fin de semana en la Universidad limpiando basura de otra gente y haciendo tareas absurdas, mientras el resto se esfumaban de allí con sus familias y amigos! La Universidad iba a estar desierta los dos días que quedaban, Jin seguramente se marcharía a casa y yo no tendría a alguien a quien molestar para matar el tiempo. El trillizo tampoco parecía estar muy feliz con aquello, pero se mantuvo en silencio durante toda la charla del hombre mayor.

—Éstas son las llaves del cuarto de la limpieza, tenéis una copia cada uno. Coged los productos necesarios y por ahora, comenzaréis limpiando las aulas de vuestra facultad. Podéis organizaros como queráis, pero antes de las seis deben estar todas limpias —el pequeño tono alegre que utilizó al hablar empezaba a irritarme, pero por suerte nos dejó el camino libre antes de que pudiera reprocharle algo.

Ambos nos levantamos, yo bufando y Dooly haciendo pequeñas reverencias al director en forma de disculpas. ¿Pero porqué lo hacía? Al fin y al cabo, ni él ni yo teníamos la culpa de nada.
Fuera del despacho ya no quedaba nadie en los pasillos, todo estaba completamente desierto y tan sólo era audible el bullicio de alumnos en el campus, despidiéndose entre ellos por ser viernes y abandonando la Universidad hasta el próximo Lunes. Aún así, algunas aulas se mantenían ocupadas debido a las clases vespertinas, aunque la cantidad de alumnos en ellas fuese muy inferior a las clases diurnas. La mayoría eran universitarios de edad más avanzada con trabajo y sin habitación en la residencia del campus.  Me preguntaba cuántas personas que vivían aquí no seguían la tradición de ir a casa durante el fin de semana; estaba segura de que no todos tenían vehículo o alguien que pudiera llevarlos a su hogar.
Tras ir al pequeño cuarto de la limpieza localizado en el edificio central -donde se encontraba el despacho del director, conserjería, sala de profesores y la secretaría central, entre otros-, nos repartimos los productos sin mediar una palabra y nos quedamos observando con detenimiento las etiquetas de cada uno de ellos, tratando de saber para qué servía cada uno.

—Bien... me encargaré del cuarto y quinto piso, tú encárgate de limpiar el primero y segundo —ordené, cerrando con llave el pequeño cuarto. Ambos salimos hacia el campus en dirección a la Facultad de Medicina y el chico se mantuvo en silencio por varios minutos. Parecía estar sumido en una oleada de pensamientos, pues tras unos minutos sin decir palabra, me llevó la contraria.

—¿No d-deberíamos ir juntos? —su voz sonó más baja de lo normal, casi en un susurro.

Giré mi rostro hasta él, encontrándolo con la cabeza gacha y sus ojos oscuros clavados en suelo. Jugueteaba con la botella de lejía, el trapo en sus manos y un leve rubor en sus mejillas, cosa que pasé por alto adelantándome a negar con la cabeza.

—Si vamos juntos tardaremos el doble. Si haces lo que dije, seguro que acabamos de limpiar antes de las cinco. 

Un destello de decepción se instaló en sus orbes cuando se dignó a mirarme, afirmando obediente a cualquier palabra que yo decía.

Su reacción y ausencia de respuesta me hizo sentir algo culpable, pues lo último que quería era ser impertinente y pagar mi mal humor contra el chico. No había querido sonar mandona o egoísta. Medité mi decisión en el camino a nuestro destino pero, en cuanto llegamos a nuestro edificio de estudio, me dedicó una pequeña sonrisa antes de girar sobre sus talones y alejarse por el pasillo, adentrándose en la primera sala que limpiaría.

{-}

Dos aulas más.
Sólo quedaban dos jodidas aulas para librarme de aquél calvario.

Para ese entonces, ya estaba hecha un desastre. El sudor empapaba mi rostro y también gran parte de mi espalda, consiguiendo que la camiseta se mantuviera pegada a mi piel. Cada dos debía apartarme el cabello húmedo de la cara y maldecía internamente al director por no haber dejado prendidos los aires acondicionados, pues necesitada de aire fresco de una vez. Aunque el verano estuviera llegado a su fin, aquél mes de Agosto parecía ser uno de los más calurosos hasta ahora; las temperaturas en Atlanta no habían bajado de los treinta grados en toda la semana.

—¿Tendré una buena nota, profesora?

Me detuve a mitad del pasillo al escuchar un murmullo procedente del aula, una de las que me quedaba por limpiar. La voz era masculina, coqueta y me resultaba extrañamente familiar, aún más la risita que se escuchó justo después. Distinguí un sonido de succión, algo moviéndose a través de la estancia y de nuevo otra carcajada, esta vez proveniente de una mujer.

—La máxima. Has hecho un buen trabajo, Jimin.

—Eso es porque eres mi profesora favorita.

¿Eh?

Arrugué levemente la nariz, incapaz de comprender la situación. Se suponía que las clases ya habían acabado hace más de una hora, ¿por qué entonces Jimin seguía estando ahí dentro presentando algún... trabajo? ¿Se habría retrasado y por eso la profesora cedió a seguir la clase con él?
Me encogí de hombros desinteresada, girándo sobre mis pies y caminándo hasta la clase sobrante. Lo último que me faltaba era entretenerme, por lo que comencé la misma rutina limpiando la pizarra, mesas y sillas que componían esa habitación.

Tras unos largos minutos y casi a punto de acabar de fregar el suelo, una extraña sensación se instaló en mi pecho y alcé la mirada hasta la puerta, soltando un grito de horror al divisar al trillizo de cabello azabache apoyado sobre el marco de madera. Con los brazos cruzados en su pecho y una sonrisa socarrona plasmada en los labios, gruesos y esponjosos. Algunos mechones de cabello caían rebeldemente sobre aquellos ojos afilados y las pequeñas gotas de sudor adornándole el cuello indicaron que no era la única en sufrir la falta de bajas temperaturas. 
Instantes antes había tenido que remangarme la camiseta y engancharla en mi sujetador deportivo, dejándola lo más parecida a un crop-top posible, como si aquello pudiera salvarme el calor.

—Bonito culo.

—¿Qué mierda estás haciendo aquí? —ataqué rápidamente, apuntándole con la fregona. Su comentario fuera de lugar no tardó en sacarme de mis casillas y tiré de mi camiseta de nuevo hacia abajo, dejándola caer alrededor de mi cuerpo. Agradecí que fuese lo demasiado ancha como para cubrirme hasta las rodillas; el estilo oversized solía ser mi preferido.

—Pasaba por aquí y te vi, ¿y tú? ¿No deberías estar con mi hermano?

—Nos separamos para terminar antes.

Seguí deslizando la fregona por el suelo, bajo su atenta mirada en mi nuca. Esperé pacientemente a que se esfumara, pero siguió ahí plantado en el mismo ligar, analizando mis movimientos como si fuesen lo más interesante del mundo.
Después de unos segundos, dejé salir un suspiro profundo y clavé los ojos de nuevo en él, acercándome con cansancio hasta la puerta. Jimin no se había movido ni un centímetro, observando cómo agarraba todos los productos y salía del lugar tras esquivar su figura; fue ahí cuando reaccionó, iniciando su paso detrás de mí.

—¿Por qué no te vas? —gruñí, echando un vistazo fugaz a su rostro.

—No tengo nada mejor que hacer. Además, cuando termines y vayas con Dooly, ya me quedo con él.

—Sólo me queda la clase de al lado, puedes irte. Tu hermano debe estar en el primer piso.

—Está la profesora de Bioética dentro, si yo fuera tú no la molestaría ahora —aconsejó. Una sonrisa ladina había surcado sus labios, deteniendo mi paso con una de sus manos sobre mi muñeca.

Un suspiro frustrado salió de mis labios, gruñendo entre dientes. Odiaba aquél tono de superioridad que utilizaba en cada frase, como si hablar conmigo fuera una auténtica pérdida de tiempo para él. Quería que se marchase lejos de mí y se perdiera por el mundo, no soportaba su actitud.

Sin molestarme en responder, seguí mi camino hasta las escaleras y bajé hasta la planta inferior, donde me encontré a un atento Dooly sentado en el suelo con la espalda recargada en los casilleros, leyendo un libro. Distinguí el nombre de "Invisible" en la portada y lo reconocí al instante; lo había visto recomendado en alguna parte de internet y a pesar de no haberlo leído, sabía que trataba sobre un chico marginado que sufría acoso escolar y creía ser invisible, pues nadie parecía verlo ni notar su sufrimiento. También se imaginaba tener un caparazón en la espalda como las tortugas ninja, que lo ayudaban a que los golpes le dolieran cada vez menos. Me pregunté si así era como se sentía él, invisible entre todas las personas que lo rodeaban. 

Sus ojos viajaron a mí y una suave sonrisa apareció en su boca, la cual se esfumó al detectar la presencia de Jimin detrás de mí.

—¿Has terminado, Dooly? —sonreí, acercándome a él.

Se mantuvo en silencio por unos segundos, examinándonos a su hermano y a mí como si intentara averiguar un secreto. Parecía algo desconfiado de que hubiéramos llegado juntos desde el último piso del edificio después todo ese tiempo.

—S-sí... ¿qué hacías ahí a-arriba? —le preguntó a su familiar, observándolo a través de sus gafas con una pequeña mueca.

—Tenía clases extras de Bioética —Jimin se encogió de hombros; de un momento a otro, agarró el brazo del menor y tiró de él como si fuera una pluma, poniéndolo en pie con facilidad—. ¿Nos vamos ya?

—Sí... ¿B-brooke?

Abrí los ojos en dirección al castaño, repentinamente sus mejillas habían tomado un color rosado y se mordía el labio nervioso, mientras acomodada la montura de sus gafas en el puente de la nariz. Jimin se detuvo a escuchar cómo su hermano me dirigía la palabra con soltura, algo extrañado.

—Nos veremos mañana, ¿ve-verdad?

—A no ser que la Universidad se incendie esta noche o al director le pase algo, sí. No me queda más remedio.

Su sonrisa en esos momentos era digna de ser fotografiada, mostraba los dientes y sus ojitos eran invisibles.

—Hasta m-mañana, entonces...

Con una pequeña inclinación y una mueca fingidamente risueña, salí del edificio y corrí por el campus en dirección a la residencia de habitaciones. Me sorprendió encontrarme todo aquello completamente vacío, sin siquiera profesores o algún jardinero que cuidaba la hierba del lugar. El sol comenzaba a esconderse detrás de los muros de la Universidad, casi todo el espacio se había sumido en la sombra y lo agradecí, ya que seguía chorreando de sudor.

El camino a mi dormitorio se me hizo eterno en aquel momento; mi mente exigía una cama. Darme una ducha rápida, cenar, acostarme y dormirme. Ah, y despertarme enferma para no tener que continuar con el castigo al día siguiente.

Eso tenía planeado, antes de abrir la puerta de mi habitación y encontrarme al rarito de Kim Taehyung tumbado en mi cama, con un gorro de Santa Claus en su cabeza.

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Ché, vamos despacio. Desde ya aviso que la chica no se va a volver hetero fácilmente JAJAJAJAJAJA


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