— ¡Chris, llegaremos tarde! — grité, a la vez que le golpeaba repetidas veces con una almohada en la cara.
A pesar de que estaba despierto, no se dignaba a abrir los ojos.
Y eso, no era algo bueno para dos adolescentes que estaban a punto de llegar tarde a su penúltimo partido.
Cuando por fin abrió los ojos, dejé la almohada a un lado y sonreí.
— Demonios, quiero seguir durmiendo. — protestó con voz ronca y se sentó.
— Lo mismo digo. — respondí, y rodé los ojos. — Roncas mucho.
— ¿Perdona? — me miró, ofendido.
— Es la verdad. — me defendí, y me golpeó con la almohada en la cara.
Después de quitarme la almohada de la cara, se acercó a mí con la intención de besarme, pero me levanté de la cama y me empecé a reír.
— Quieto, te acabas de despertar y te huele el aliento. — reí más e hizo una mueca.
— Eres cruel, pequeña. — se quejó, recogió su ropa y se levantó también para dirigirse al baño.
Una vez que entró en el baño, agarré una camisa y unos vaqueros junto con mi ropa interior para así vestirme antes de que él entrara.
Justo cuando terminé de ponerme mi ropa interior, Chris entró y me miró de arriba a abajo, antes de sonreír pícaramente.
— ¡Sal de aquí, Parker! — le grité, y puse mi camisa sobre mi torso en un intento de taparme.
— De acuerdo, me quedaré sin buenas vistas entonces. — hizo un puchero y se dio la vuelta, seguramente sin dejar de sonreír.
Me vestí y Chris volvió a girarse para luego volver a mirarme de arriba a abajo. Rodé los ojos, ignorándole, y entré en el baño.
Me cepillé el cabello, dejándolo caer sobre mis hombros, y hice todo lo que tenía que hacer antes de salir.
Bajé al salón, donde se encontraban James y Chris haciendo tortitas, y sonreí.
Agarré un plato con unas cuatro tortitas en él y me senté al lado de mi madre.
— Sabes que van a quemar la cocina, ¿verdad? — le pregunté, arqueando una ceja, mientras mordía una de las tortitas.
— Ellos insistieron. — se encogió de hombros y sonrió. — Por cierto, ¿utilizásteis protección? — preguntó, esta vez en un tono más bajo.
— ¡Oye! — la miré, ofendida, y se echó a reír. Dejé mi tenedor sobre el plato, fingiendo haber perdido el apetito, cuando ambos caminaron en nuestra dirección.
Se sentaron también con un plato de tortitas y, cuando terminamos de desayunar, cogimos nuestras mochilas y salimos de casa.
Ese día sólo íbamos a entrenar para el partido, por lo que no tendríamos clases en casi todo el día.
Cuando llegamos al instituto, nos dirigimos cada uno a nuestras respectivas clases, las cuales obviamente ya habían comenzado.
Por suerte para mí, la profesora de Ciencias aún no había llegado, ya que no sabía cómo mirarla después de lo que vi el otro día en el despacho del director.
Negué con la cabeza tratando de alejar ese pensamiento, y me senté en el fondo de la clase al lado de una ventana.
Saqué mi móvil junto con los auriculares y empecé a escuchar las canciones del nuevo disco de mi banda favorita, bueno, al menos eso hacía, antes de ser interrumpida por alguien lanzándome trozos de un borrador.
Me giré a mi derecha para ver quién había sido y a mi lado vi a Diana, quien me enseñó un papel con algo escrito.
"¿Qué ha pasado con X?"
Saqué otra hoja y escribí mi respuesta antes de levantarla en su dirección.
"Ayer vino a mi casa y se quedó a dormir, ¿qué con eso?"
Vimos a la profesora entrar en clase justo cuando Diana iba a gritar, pero se tapó la boca con ambas manos para evitarlo.
La profesora de Ciencias puso sus cosas sobre la mesa y empezó la clase sin pronunciar siquiera un 'buenos días'.
Otro trozo de goma cayó en mi hombro unos minutos más tarde y miré a mi derecha.
"Entonces, ¿qué se supone que hicisteis? ¿Resumen?"
Le dí la vuelta a la hoja en la que había escrito antes y detrás escribí mi respuesta de nuevo.
"Cállate y presta atención en clase, luego te lo cuento."
Rodó los ojos, sin creer lo que había escrito, y volvió su vista a la pizarra llena de apuntes.
***
Al acabar las primeras clases, me dirigí a los vestuarios, me cambié y me dirigí al campo de fútbol, donde algunos ya estaban calentando.
Después de calentar también, empezamos el entrenamiento, y aparecieron un grupo de chicas vestidas de amarillo.
Las animadoras. Y Madison estaba en frente.
Inmediatamente dejé de hacer lo que estaba haciendo cuando pasó por mi lado y por el de Chris.
— Mira a quién tenemos aquí, ¿me has echado de menos, zorra? — me soltó, y reprimí las ganas de reírme.
— No sabía que hablabas sola, Maddie. ¿O acaso hay un espejo por aquí cerca?
— No te creas que caeré por tus tonterías esta vez, Smith. — gruñó, y dirigió su mirada a Chris. — Es contigo con quien quería hablar, cielo.
Éste hizo una mueca de asco y Madison se acercó más a él.
— Faltan ocho días para el baile, ya sabes, y me preguntaba si podría, no sé, ¿ir contigo? — preguntó, y se mordió el labio inferior.
— ¿Estás loca? — respondió, y sonrió de lado.
— Uh, te haces el difícil. De acuerdo, te lo preguntaré más tarde. — murmuró, antes de dirigirse hacia el otro lado del campo seguida de sus secuaces.
Ni siquiera me molesté en mirar a Chris y seguí entrenando por mi cuenta, a lo que él sonrió.
— ¿Celosa? — preguntó, quitándome la pelota.
— ¿Por qué debería estarlo? — arqueé una ceja y rió.
— Me estás dando esa mirada. — le miré confundida.
— ¿Qué mirada?
— Esa misma. — rodé los ojos. — Lo sabía, estás celosa.
Le quité la pelota para seguir entrenando y, en ese mismo momento, Skylar se acercó a nosotros.
— ¡Hey, pareja de bipolares! — saludó, mirándonos a ambos.
— Cállate, aguafiestas. — le soltó Chris, y no pude evitar reírme.
— Woah, desde que interrumpí vuestro momento de película pareces odiarme, ¿o no?
Sky rió también y Chris rodó los ojos, irritado.
— Piérdete. — respondió, y ésta se puso una mano sobre el pecho, haciéndose la ofendida.
— Pero tú ayer interrumpiste mi momento hot con James. — acusó.
— ¿Y por qué no vais a montar momentos hot en tu casa en vez de arruinar el único momento en el que Annie es capaz de estar conmigo sin llamarme idiota?
— De acuerdo, tregua. Lo siento, ¿estamos bien? — sugirió Skylar, con una sonrisa.
— Bien. También lo siento. — y también sonrió, a lo que yo sólo pude volver a reírme.
— Creía que esa relación de odio ya era cosa de Diana y tú. — miré a Chris.
— Créeme, y lo es. — reímos.
Después de eso y de varias preguntas por parte de Skylar, estuvimos casi dos horas entrenando hasta que vino el otro equipo contra el que íbamos a jugar.
Me coloqué en frente de la portería y noté que me temblaban las manos; estaba realmente nerviosa y ni siquiera era el último partido.
Chris se giró a mirarme y me sonrió, dándome a entender que todo iba a estar bien. Sonreí también, y se oyó el silbato que indicaba que había empezado el partido.
Pasó casi una hora hasta que el equipo contrario se acercó siquiera a la portería, y cuando intentaron meter la pelota en la portería, golpeó la esquina de ésta.
Si el último partido también fuera así de fácil...
Por una vez, coincidí con mi consciencia y, desde ese intento fallido de gol, no consiguieron ni volver a acercarse a la portería.
Terminó el partido y ganamos por dos goles, por lo que el resto del día no tuvimos clase.
A pesar de eso, me pasé lo que pareció ser una eternidad apoyada en mi taquilla al lado de Skylar, y observando cómo Madison intentaba, de nuevo, sin conseguirlo, convencer a Chris de que fuera al baile con ella.
— No se rinde, ¿eh? — murmuró Sky, y asentí, riéndome.
— Por cierto, Sky, tengo que contarte algo. Como tú me lo contaste cuando empezaste a salir con mi hermano, siento que debo decirte esto. — puse ambas manos sobre sus hombros y asintió para que continuara. — Es posible que tenga algo con Chris, pero...
Como era de esperar, empezó a gritar y tuve que taparle la boca con una mano para que ningún profesor amargado nos llamara la atención.
— No le digas nada a Diana, no le hará ninguna gracia tener a un idiota como Chris de cuñado. Además, no quiero morir tan joven, ¿sabes? — ambas reímos y volvió a asentir.
Chris caminó en nuestra dirección y puso un brazo sobre mis hombros, a lo que Skylar sonrió.
Sin embargo, todo dejó de estar bien cuando vi a un grupo de tres chicos acercarse hacia donde estábamos nosotros.
Concretamente, los amigos de Aaron, los cuales se rieron de mí el día siguiente de aquella noche.
Pero no iba a huir, no esta vez. No era la misma Annie de hacía tres años, y se lo iba a demostrar.
Nadie se mete con Annie Smith.