El desconocido.

By NaiaraHernandezGonza

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Vicky buscaba olvidar en aquella noche, con lo que no contaba es que apareciera el hombre que turbaría sus su... More

El desconocido.
Capítulo 1: ¿Quién es el desconocido?
Capítulo 2: Volver a caer.
Capítulo 3: Un despreciable mentiroso.
Capítulo 4: Una propuesta inesperada.
Capítulo 5: Seamos amigos.
Capítulo 6: Sorpresa, sorpresa...
Capítulo 7: Mi nota favorita.
Capítulo 8: Don't know why.
Capítulo 9: La confesión.
Capítulo 10: Deseo concedido.
Capítulo 11: Una fiesta, un orgasmo y muchos celos.
Capítulo 12: Como niños.
Capítulo 13: Y llegó...
Capítulo 14: Olvidar...
Capítulo 15: Secretos desvelados
Capítulo 16: La nueva Vicky
Capítulo 18: Dejando de ser una desconocida.
Capítulo 19: Te necesito.
Capítulo 20: Buscándome.
Capítulo 21: Vacaciones.
Capítulo 22: Una desagradable visita.
Capítulo 23: Otro punto de vista.
¡SEGUNDA PARTE!
La Desconocida.

Capítulo 17: La verdad y solamente la verdad.

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By NaiaraHernandezGonza

Capítulo 17: La verdad y solamente la verdad.

El corazón se me partió al ver el dolor que sentía, sin dudarlo tiré de él y lo abracé. Ryan enrrolló sus brazos en mi citura apretándome contra su cuerpo, como si nunca quisiera soltarme. Besé su cuello, me separé un poco y agarré su cara entre mis manos obligándolo a mirarme. Verlo tran destrozado me partía el alma. Las lágrimas no tardaron mucho en inundar mis ojos al igual que los suyos.

–Ryan yo nunca te odiaría. Tú no tuvistes culpa alguna, eras demasiado jover para darte cuenta de lo que hacías. Solo querías cumplir tú sueño–Antes de poder finalizar la frase sus labios me callaron. Aquel beso era pura desesperación, tanto por su parte como por la mía.

Su lengua buscó la mía, se saludaron demostrándose que se echaban de menos. Su boca exigió más, sus manos agarraron mi cuello, mi respiración empezaba a evaporarse, pero no quería apartarme, quería que aquel momento perdurara por años incluso por siglos… lo quería, lo quería como no había querido a nadie en mi vida. Terminamos separando nuestras bocas, con las respiraciones entrecortadas, juntamos nuestras frentes, sentía su calido aliento en mis labios mientras seguía con los ojos cerrados saboreando aquel instante. Su mano levantó mi barbilla y besó cada parte de mi cara, mis ojos, mis mejillas, mi nariz, mi mentón, para acabar en mi boca de nuevo con una dulce caricia.

–Te quiero Vicky, por favor no dudes nunca de ello.

Cuando lo miré lo supe; no me mentía, verdaderamente me quería.

–Pero la has elegido a ella– susurré tragándome el dolor que me causaba decir aquellas palabras.

Ryan suspiró, me dio un rápido beso y agarró mi mano para llevarme hasta una de las sillas más cercanas. Me senté y él lo hizo frente a mí.

–Hay algo más que no te conté.

¿Algo más? No sabía si podría sorportar “Algo más”

Apretó mi mano entre las suyas y con la voz calmada comenzó:

–Te conté que mi padre era dueño de un bufete ¿lo recuerdas? –asentí y prosiguió–Cuando murió yo me encargué de todos sus asuntos financieros, incluido el bufete con la ayuda de uno de los socios. En la primera reunión me informaron que estaban en la ruina, el banco pronto sería el dueño de todos los bienes de mi padre; casas, coches, dinero, el bufete… todo.

–¿A la ruina? – repetí estupefacta, Ryan llevaba una buena vida  o eso me parecía.

–Sí. Había gastado todo el dinero en juegos de azar–tomó aire y sus ojos comenzaron a ser invadidos de nuevo por las lágrimas– Mi padre era un ludópata y yo no lo sabía. ¿Recuerdas como te dije que había sido el accidente?

No tenía que buscar demasiado en mi mente para recordar la conversación en la que Ryan me había contando como su padre murió y la que le llevó a él a estar tres meses en coma. Se me erizaba la piel solo de pensarlo.

–Sí, un borracho chocó contra vosotros.

–Tenías razón…Te mentí en algo–funcí el ceño y me explicó– No hubo ningun borracho, es la historia que me inventé para tapar la verdad.

Respiré profundamente y me atreví a preguntar:

–¿Y cual es la verdad?

–Mi padre había empezado a andar con gente peligrosa, acudía a ellos en busca de dinero, así nos mantenía engañados mientras el bufete se iba a pique. –Apretó más fuerte mi mano y se lo devolví intentado calmarlo–Aquel día los frenos no funcionaron.

Mi cuerpo, mi mente, el mundo entero se paralizó con aquella última frase.

–No quería que mi madre supiera que su marido muerto había perdido todo. Helena le pidió a su padre que me ayudara y así lo hizo– siguió contándome mientras yo seguía inmóvil en la silla–Rescató el bufete, saldo las cuentas pendientes y me ayudó a que mi madre siguiera creyendo que Edward Applewhite era un santo.

Aunque sus palabras destilaban odio hacía su progenitor en su mirada solo había tristeza.

–Le debo mucho a Helana y a su familia. Se hicieron cargo de todo tras la muerte de mi padre, invirtieron mucho dinero para callar la verdad de su muerte. Si mi madre se hubiera enterado de la verdad se hubiera ido ella también.

–¿Sigues con ella por que su familia te ayudó económicamente? – pregunté con un nudo en la garganta.

Él negó con la cabeza y se levantó volviendo a caminar con nerviosismo por el despacho.

–¿Recuerdas que te dije que Helena y yo nunca habíamos hablado de carsarnos hasta que a mi me ofrecieron el trabajo? –Me miró y asentí– En eso no te mentí, pero no te conté toda la verdad. Con ella jamás lo hablé, pero con su padre sí.

Lo miré confusa, eran demasiadas cosas que asimilar y que enteder.

–Ricardo Paolantini es un hombre de negocios– Me explicó apoyado en la estantería– Él no te entrega algo a cambio de nada. Espera recuperar lo que invirtió…

–Y lo recuperaría si te casas con Helena– le corté– Volvería a la familia Paolantini ¿Ella lo sabe?

–Helena no es boba, sabe que ser parte del bufete le beneficiaria muchísimo.

Definitivamente aquello era mucho más que un simple “algo”. Pero por fin todo encajó a la perfección; Ryan no podía separarse de Helana por la culpabilidad que sentía y por que si no su madre se enteraría de que su marido no era lo que ella pensaba, quería protegerla costara lo que costara, aunque el precio a pagar fuera su felicidad.

–Vaya…–acaricié mi frente y una pregunta cruzó mi mente– ¿Y por que no le entregas el bufete? Al fin y al cabo tú ni siquiera lo quieres.

Se encaminó hasta la silla frente a mí y se sentó volviendo a tomar mi mano entre las suyas, las besó y respondió:

–Sí lo quiero, es parte de mi familia, lleva más de cuarenta años bajo el apellido Applewhite y no quiero que eso cambie.

–¿Y prefieres vivir atado a un mujer a la que no amas solo por ese hecho?

–Vicky ya sabes la relación que tengo con Helena, no creo que atado sea la mejor deinición– dijo con ironía.

Me levanté exasperada y esa vez fui yo quien se pasó las manos por el pelo bajo la atenta mirada de Ryan.

–Definelo como quieras–le espeté mirando el azul de sus ojos– Atado, desahatado, liberal… o no le pongas nombre, pero estas prefiriendo vivir una farsa Ryan. Así jamás serás feliz.

Se acercó a mí metiéndome entre sus brazos y besando mi cabeza.

–Seré feliz si tu estas a mi lado.

–No… no puedes pedirme eso– lo empujé y caminé hasta la silla para coger mi bolso y colgarlo en mi hombro–Te quiero Ryan y quizás nunca vuelva a querer de esta manera a nadie más–las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas y el dolor en el pecho se hizo insoportable– Pero no te puedo compartir. No puedo hacer el papel de tu amante cuando me muero por ser tu mujer, poder pasear de la mano delante de la gente sin escondernos, acostarme cada noche a tu lado sin tener que pensar que a la mañana siguiente te marcharas para seguir actuando como el futuro esposo perfecto con otra.

Sus manos agarraron mi cara, besó mi frente y en su mirada lo vi; el final estaba escrito.

–Tienes razón. Yo jamás podré darte lo que mereces Vicky.

Cerré los ojos, tragué saliva y todo en mi mente se aclaró. Tenía que alejarme de Ryan, solo así podría olvidarlo.

Me puse de puntillas para besar la comisura de su labio, acaricié con los dedos el mismo lugar donde había puesto los labios y recorrí su boca por entera.

–Te quiero Ryan Applewhite, te quiero muchísimo. Pero en este caso el amor no es suficiente. Espero que algún día puedas ser feliz.

Y tras decir esas palabras salí de su despacho, directa al del Rector, había tomado una decisión y nada me haría cambiar de opinión.

La secretaria del Rector García me pidió que esperará y tomé asiento. Miré el móvil intentando controlar las ganas de romper a llorar.

–Puede pasar– me informó la mujer.

Rubens Gracía me recibió con un apretón de manos para luego invitarme a tomar asiento.

–¿En que puedo ayudarla?

Me paré a pensarlo unos segundos… Pero la desición no cambió.

–Vengo a informarle de que abandono la universidad.

El rostro del rector se funció. Apoyó los codos en la mesa y preguntó:

–¿Y se puede saber por que?

–He firmado un contrato con Garritis, necesito tiempo para escribir y la universidad no me lo permite– mentí.

–Samuel me lo había comentando, no había tenido oportunidad de felicitarla. Le deseo lo mejor, pero ¿está segura que quiere abandonar? – Inquirió levantando las cejas– Le queda pocos meses para graduarse–Asentí y añadió– Es una pena, es usted una de la mejores alumnas.

–Gracias. Puede que algún día vuelva. – sonreí y el rector me imitó.

Samuel y Rubens eran grandes amigos, al parecer se conocían desde la universidad. Solía ir a cenar muchas veces a casa de los apdres de Mel, y en muchas de esas cenas coincidíamos. Cuando le dije que quería entrar en su universidad me ayudó en todo lo que pudo.

–Señor, también quiero agradecerle todo lo que ha hecho por mí. Espero que no tome a mal mi abandono.

–Por supuesto que no, me alegro muchísimo que de haya conseguido cumplir su sueño. Aunque me apena que abandone. Siempre tendras las puertas de la universidad abiertas para volver.

Volví a darle las gracias y comenzamos a hablar de la publicación de mi novela, le conté lo poco que sabía y me despedí de él cuando su secretaria le informó que tenía una reunión. Cuando salí de su despacho me dirigí a los aparcamientos sin prestar atención a lo que sucedía a mí alrededor, el mundo entero se había congelado para mí. Lo había vuelto a hacer… había vuelto a huir.

Conduje sin saber donde ir, no quería volver a casa, necesitaba un lugar para poder pensar.

Aparqué cerca del parque de atracciones y caminé por el pequeño sendero hasta llegar al prado. Verlo a luz del día era totalmente diferente. Las pequeñas flores que había visto la primera vez que fui habían desaparecido, pero la magia de aquel lugar seguía siendo la misma. Me senté en el césped mirando la ciudad extenderse a los lejos, respiré el olor a tierra y a hibera, cerré los ojos e intenté controlar las lágrimas. Había conservado una pequeña esperanza de que mi historia con Ryan tuviera un final feliz, de eso que lees en las novelas y sonries soñadara imaginando que puedes ser tú, pero en aquel momento toda esperanza desapreció. Sentía como todas las mariposas que revoloteaban con solo recordar su nombre habían perdido las fuerzas para volar, se habían apagado y resignado a que el final de aquella historia solo era continuar…

Recordé un cita de Shakespeare que decía “Ocurra lo que ocurra, aun en el días más borrascoso, las horas y el tiempo pasan” Aquello era mi único consuelo, dejar que el tiempo pasara… y con él olvidar a Ryan.

Perdí la noción del tiempo mirando como el viento agitaba las ramas de los arboles, como la ciudad seguía su curso, como el cielo pasaba de un azul claro sin una nube a un tono grisaceó con miles de nubes cargadas de agua. Las gotas comenzaron a caer y tuve que correr para poder llegar al coche, me caí más de una vez por el sendero embarrado, pero como pude me levanté y seguí corriendo, sacando una moraleja de la carrera: Por muchas veces que te caigas, levantate y sigue tú camino… eso es lo que debía hacer… continuar.

Cuando me refugié en el interior del vehículo estaba empapada, el pelo me goteaba y las ropas se me pegaban al cuerpo. Como una autentica loca comencé a reír mirándome en el retrovisor “Nota mental: A partir de hoy pasaras todas las cadenas que te manden en los correos electrónicos o mensajes, puede que tu mala suerte sea por haberlas ignorado”. La risa poco a poco se fue convirtiendo en sollozos, me tapé la cara con las manos y dejé que las lágrimas salieran.

Conseguí serenarme después de media hora y me marché a casa.

Pelusa corrió a saludarme, acaricié su cabeza reconfortándome con el cariño del animal y me fui directa al baño. Conecté la minicadena, subí el volumen al máximo y el sonido de las guitarras comenzó a inundar la casa. Me metí en la ducha sin poder para de mover los pies a la vez que cantaba “You shock me all night long” de AC/CD. Aquella canción me hacía olvidar los problemas, las preocupaciones, todo… aunque fuera por tres minutos.

Agarré la alcachofa de la ducha y como si fuera Brian Johnson ante un millar de fans, comencé a cantar.

–And you shoock me all night, yeah you shock me all night long…

Al salir de la ducha mi concierto continuó con “Highway to hell”. Salté sobre el sillón bajo la atenta mirada de mi perro que no tardó en unirse a mí y correr de un lado para otro mientras ladraba.

–I’m on the highway to hell, on te highway to hell…–cataba a todo púlmon.

Cogí a pelusa en los brazos y comencé a bailar sin importarme en absoluto nada, ni los vecinos, ni el mundo entero. Aquello era mi terapia, el rock aliviaba mis penas.

Y entoces… la locura de desató “Back in black” comenzó a sonar, agarré la fregona y saqué a la roquera que llevaba dentro. Moví la cabeza hacía delante y hacía detrás, cantaba, bailaba, reía… Estaba totalmente descontralada. El momento en que la guitarra era el centro de  atención agarré el palo de la fregona y creyéndome que era Jimi Hendrix comencé a tocar mi guitarra imaginaría. Cuando la canción terminó me quedé anclada de rodillas en el suelo, a mis espaldas se oyeron unos aplausos, abrí los ojos de golpe… aquello no era parte de mi imaginación. Me giré y encontré a Mel desencajada por la risa.

–No conocía esa faceta tuya– dijo entre carcajadas.

–¿Cómo has entrado? – Le pregunté poniéndome en pie.

Mi amiga me enseñó las llaves. Las lágrimas empezaron a caer por su cara, no podía parar de reírse. La miré con los ojos entrecerrados y ordené el pequeño desastre que había causado.

–Podría haber estado en una situación comprometida– le recriminé.

Se agarró la barriga y se dobló por un nuevo ataque de risa.

–Lo estabas – afirmó.

Puse lo ojos en blanco y terminé uniéndome a sus carcajadas. Cuando conseguimos recomponernos nos sentamos en el sófa la una frente a la otra.

–He tocado cuatro veces, por la música no me habrás oído– me explicó y añadió con un guiño de ojos–Y menos mal que no lo has hecho, me hubiera perdido ver en concierto a la nueva integrante de los AC/CD.

–Muy graciosa– La fulminé con la mirada– ¿Y que haces aquí?

La expresión divertida desapreció de su rostro, sus ojos verdes se fijaron en lo míos y supe inmediamente a que había venido.

–¿Por qué has abandonado la universidad? – Su tono de voz era calmado, aunque no aguantaría mucho sin pegar gritos.

–Por que me ocupaba mucho tiempo y ese tiempo lo necesito para escribir– respondí sin titubear, últimamente me asombrabra de mi capacidad para mentir.

–¡Y una mierda! –Explotó Mel– Puedes engañar al rector, incluso a mi padre… Pero a mí no ¿Qué ha pasado con Ryan? Y más te vale contarme toda la verdad.

Olvidaba que Mel me conocía a la perfección, a ella nunca la engañaría ni asistiendo a clases de interpretación.

–No ha pasado nada… solo– me encongí de hombros y tragué saliva– Solo que no quiero cruzarme con él todos los días, terminaría volviéndome loca. He tomado la mejor desición.

–Loca te has vuelto ya ¡Has abandonado la carrera! –Agitó las manos con exasperación– ¿Cómo puedes ser tan idiota?

No me molestó su comentario, sabía que Mel se preocupaba demasiado por mi y que lo decía por el cabreo.

–Las cosas serán más fáciles si no tengo que verlo todas las mañanas…

–Ya… serán más fáciles, pero ¿Qué pasa con todo lo que has luchado para estudiar literatura? ¿Ya se te ha olvidado?

Negué con cabeza, nunca se me iba a olvidar aquella batalla.

–No, no se me ha olvidado, pero ya he conseguido lo que tanto quería, pronto publicaré el libro y mi sueño se hará realidad– le aseguré– Te prometo que estoy bien. No huyo por él, huyo por que es lo mejor para mi.

Caviló por unos instantes, pordía oír como se movían los engranajes de su cerebro. Terminó abriendo sus brazos y encantada me metí entre ellos, me apretó fuerte y me aseguró que todo saldría bien. Cuando nos separamos Mel fue la primera en hablar:

–Solo quiero que seas feliz Vicky.

Sonreí con tristeza.

–Lo seré, algún día– y divertida añadí– Aunque ahora podrías hacerme feliz de una manera…

Mel me miró y preguntó:

–¿Cómo?

Sonreí abiertamente, me puse en pie y caminé hasta la minicadena.

–Me hace falta alguien más para el grupo.

Mi amiga sonrió, se puso sobre el sillón y comenzó a saltar mientras “Satisfaction” de los Rolling sonaba a toda mecha. Me uní a ella, brincando y riendo. Las canciones de rock pasaban una tras otra, cantamos: “Whole lotta love” de Led Zeppelin, “We will rock you” y “Don’t stop me now” de Queen, “Sweet child o’ mine” de Guns N’ Rose y el apoteósico final lo puso “Revolution”de los Beatles, donde acabamos con pañuelos atados en la cabeza, al más puro estilo Hippi, el mando de la tele o la fregona nos sirvió de microfonos, para meternos en los papeles de grandes roqueras.

Las dos caímos rendidas sobre los cojines del sofá, intentando recuperar el aliento mientras nos reíamos sin parar.

–¿Feliz? – preguntó Mel.

–Muchísimo– le respondí con una gran sonrisa.

Mi amiga se terminó marchando para ir a una cena con sus suegros y su prometido. Al quedarme sola mi mente no tardó en volver a martirizarme. No sabía si había cometido un gran error al abandonar la universidad o si por el contrario había tomado la desición correcta. El tiempo lo diría.

Habían pasado dos semanas desde que tomé la desición de renunciar a la carrera, y aun así el tiempo no había solucionado nada. No había tenido noticias suyas y me moría por saber de él, pero preferí hacer caso a mi sentido común y no preguntar, ni buscarlo. El mes de diciembre comenzaba y la boda de Ryan se acercaba, solo pensarlo era como si mil cuhcillos afilados se clavaran en mi pecho.

Mis padres habían vuelto a llamarme, mi madre terminó dando su brazo a torcer y me felicitó, mi padre seguía en sus treces.

César seguía insistiendo en contactar conmigo, Mel me había dicho que estaba fuera del país por unos temas del trabajo y que le había llamado infinidad de veces para preguntarle por mí.

Garriti había adelantado la publicación de mi novela un mes, lo que significaba que una semana saldría a la venta. Los nervios apenas me dejaban dormir. Mark se había empeñado en hacer un gran presentación para darle publicaidad al libro, y ya que la editorial cumplía doce años quiso celebrarlo todo junto haciendo un fiesta de máscaras en honor al titulo de mi obra (El desconocido) todos serían desconocidos y desconocidas.

Mi mejor amiga estaba cardiaca; la boda se acercaba. Una de las tardes me pidió que la acompañara de nuevo a la boutique ya que habían terminado los arreglos del traje. Ecantada acepté.

–Es todavía más bonito de los que recordaba– dijo mirándose en el espejo a la vez que deslizaba los dedos por el tull de la falda.

–Estas preciosa.

Las dos sonreímos y brindamos con las copas que nos sirvieron las empleadas.

–¿Crees que a Jason le gustará? – preguntó con preocupación.

–Le ecantará– Zanjé.

Mel sonrió y volvió al probador con la dependienta. Cuando regresó nos despedimos de las mujeres, y nos dispusimos a salir de la tienda a la vez que una voz femenina la llamaba a nuestras espaldas, las dos nos giramos para ver de quien se trataba. Me quedé mirando a la rubia, su cara me resultaba familiar. Se acercó a mi amiga y la saludó con dos besos en las mejillas. El color abandonó mi cara cuando caí en la cuenta de quien era.

–Helena ¿Qué haces aquí? – preguntó Mel un tanto incomoda.

–Vine a buscar mi traje de novia– Dijo sonriente.

El silencio se estrableció entre las tres. La rubia me miró y luego volvió a poner los ojos en mi amiga “Que se abra la tierra a mis pies y me trague–pensé– Aguanta… aguanta”

–¿No nos presentas? –Inquirió Helena.

–Perdón– se disculpó Mel agitando la cabeza– Helena esta es Vicky, Vicky ella es Helena.

La rubia estiró su pequeña y delicada mano, donde destacaba un gran anillo de compromiso, se la estreché.

–Es un placer– Tartamudeé.

–Tu cara me suena de algo ¿Nos conocemos? – excrutó mi rostro y yo cada vez me ponía más cardiaca.

Negué rápidamente con la cabeza.

–¿Cómo van los preparativos de la boda? – intervino Mel captando su atención, y olvidándose de mí comenzó a contarle a mi amiga la maravillosa ceremonia que iba a tener, el perfecto lugar donde celebrarían el banquete… mi barriga se revolvía con cada palabra.

–Estoy tan ilusionada– dijo sonriente– En dos semanas seré la señora de Applewhite.

Podría decir que aquella frase fue como un cuchillo más en el pecho, pero no… fue como si cincuenta mil cuchillos con sus hojas oxidadas me atravesan sin descanso, uno tras otro… el dolor era algo insoportable.

–Mel te espero en el coche, necesito hacer una llamada. Helena ha sido un placer– Intenté como pude aguantar las lágrimas hasta que estuve dentro del coche.

Apoyé la cabeza en el volante, los sollozos cada vez eran más fuertes, mi cuerpo entero temblaba. Odiaba sentirme así, sentir como si todo mi mundo no tuviera sentido, como si todo hubiera perdido color, estaba vacía… Oí como un motor rugía a pocos metros, levanté la cabeza y lo ví…

Ryan salía de su R8 para abrirle la puerta a su prometida. Vi como titubeó al ver a Mel quien le dedicó una mirada asecina. Miré como se movía tan seguro de si mismo, incluso con cierta pedantería. Se adivinaba a la perfección su cuerpo bajo los pantalones de pinzas grises y la camisa de botones negra. Ryan Applewhite era un dios, uno que en mi imaginación no le hacía justicia. Había noches en las que su recuerdo me calentaba la sangre tanto que terminaba prodigandome “amor propio”. Imaginaba como su boca recorría mi cuerpo, como lentamente se introducía en mi interior para luego ir cobrando rapidez. Su voz ronca surrandome al oído que le encataba estar enterrado en mi, era la base para llegar a un buen orgasmo, pero mis recuerdos no eran nada comparados con la realidad.

Observé como se subía de nuevo al Audi, su prometida le dijo algo y él sonrió, ella volvió a hablar y desde lejos vi como su cara se tensaba, aún si haber escuchado aquella conversación supe lo que dijo Helena. Ryan siguió con la mirada a Mel que se acercaba al coche y sus ojos azules al fin me econtraron. No podía moverme, me quedé anclada, Ryan se paralizó al igual que yo.

Cuando la puerta del copiloto se abrió y subió Mel agaché la cabeza.

–Es un idiota– Murmuró.

Asentí escondida entre los mechones de mi pelo. Volví a oir el motor del R8 rugir y supe que se había marchado, en cuanto levanté la vista lo corroboré.

Me limpié las lágrimas con el dorso de la mano, busqué en la radio la canción más animada y me tope con “Fukenton” de Efecto Pasillo, miré a Mel quien me sonrió, subí a todo volumen la música y las dos a vez cantamos:

–El juego termina, llegó el fin de la partida batalla perdida pero la guerra la gano yo. Con un poco de Fuketon yo se que voy a curarme, de las heridas de mi corazón esas que me hicistes al dejarme. Con un poco de vacilón yo se que voy a curarme de las heridas de mi corazón esas que me hicistes al dejarme…

Las dos terminamos riendo y con mejor ánimo arranqué el coche. Dejé a mi amiga en su casa y me dirigí a la mía. Cuando llegué a la entrada me fréne al ver a César sentado en uno de los escalones mirando su móvil.

–¿Qué haces aquí? – le espeté.

Levantó la cabeza sobresaltado y se puso en pie rápidamente.

–Tenemos que hablar

–Creí que te habían quedado claras las indirectas al no contestarte las llamadas.

Resopló y agarró mi antebrazo cuando pasé a su lado.

–Vicky lo siento ¿Vale? He sido un capullo, pero dejame convensartelo.

–Vete a la mierda César.

Tiré del agarre pero en vez de soltarme me pegó a su cuerpo y haciendo lo inesperado me besó…

Continuará…

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