Desire (Silence 2)

By Saku_Mayu

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¿Qué estarías dispuesta a ofrecer por amor? Durante diecisiete años, Alis había creído que el mundo era tan... More

Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23

Capitulo 20

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By Saku_Mayu

—Exactamente, ¿cuántos metros tiene esta biblioteca?

Llevábamos caminando durante un tiempo que a mí me parecieron horas y cuanto mas tiempo pasaba más frío me parecía el suelo donde pisaba, más pesada la lanza y más me irritaba el silencio de Belial. Y ya mejor no hablaba de la ansiedad que me producía cualquier ruido a mi espalda. Me había girado tantas veces para comprobar que no había ninguna gárgola acechando detrás nuestro, entre las estanterías, que comenzaba a sentir una molesta tirantez en el cuello.

—Ese exactamente del que hablas es relativo.

Puse los ojos en blanco. Ya empezábamos.

—Relativo... —Volví a poner los ojos en blanco—, Por supuesto. No sé en qué estaba pensando para hacer la pregunta.

—Entonces no haberla formulado.

Asesiné la espalda de Belial por un momento. No sabía si me enfadaba más su tono indiferente —sobre todo después del dichoso beso del que por mucho que tratara de no pensar en él, siempre volvía a rondar mis pensamientos— o la manera en la que ignoraba el sarcasmo de mi voz.

—No, no, pero tengo curiosidad —insistí recalcando mis palabras—, ¿cómo de grande es este lugar? De manera relativa y todo.

Belial ni siquiera giró la cabeza para mirarme.

—Quien sabe —vi como se encogía de hombros—. Está en continua expansión.

Vale, de acuerdo; a esas alturas ni siquiera sabía por qué preguntaba ya.

—Entenderé que es muy grande —musité de mal humor casi a punto de chocar contra la espalda de Belial cuando él se detuvo bruscamente.

—Lleva creciendo por sí solo desde su creación.

—Por sí solo... —repetí con una nota incrédula.

—Por si solo —insistió Belial indiferente, mirando fijamente algo que me ocultaba su espalda—. Este edificio es el más antiguo de este mundo. Presumo que estaba aquí mucho antes de la llegada del primero de los nuestros —¿Había algo de rabia en su voz?—, y por algún motivo es el único que digamos, para que lo entiendas —Esta vez sí giró la cabeza para lanzarme una socarrona sonrisa. Le saqué la lengua, ignorando la vocecita que me recordaba algo sobre cierta dignidad—, el único que tiene vida.

—Bueno —dije lentamente, tratando de mirar a mi alrededor. Las altas estanterías seguían rodeándonos y las siluetas oscuras de los lomos de libros de diferentes tamaños se amontonaban ordenadamente en ellas—, si la hierba tiene razonamiento —y encima era chivata—, ¿por qué no vida propia los edificios?

—Ya —Belial por algún motivo que se me escapaba parecía divertido con mi comentario—, pero los edificios no tienen vida propia. Éste es diferente.

—Oh.

¿Y eso qué significaba?

—Esta es la biblioteca prohibida.

—Con prohibida, ¿a qué te refieres?

—No es pública. Son libros prohibidos que han sido almacenados aquí para que nadie tenga acceso a ellos. Sólo un grupo muy selectivo del Consejo de Ancianos puede entrar y salir de aquí.

—Y tú, supongo —dije suavemente, perdiéndome en el intenso brillo malicioso de su mirada.

—En absoluto. Pero Vassago me dio un salvoconducto hace tiempo.

—Ya. ¿Es por esto por lo que tienes problemas?

Su mirada seguía fija en mí.

—Digamos que encontré algo interesante en estos libros e hice las preguntas erróneas hasta que terminaron por ser sospechas, digamos, que indagué sobre algo que no debería y eso no les agradó a los Ancianos —Desvió finalmente sus ojos de los míos y apartó la cabeza—. Pero aún no tengo las evidencias y sé —su tono se endureció—, que todas esas respuestas se encuentran en un lugar mucho más oculto detrás de esta pared. Bajo este edificio se encuentra la reliquia más importante de mi raza y las respuestas a mis preguntas. Tal vez después de todo haya merecido la pena volver aquí.

Belial me observó unos instantes más, muy fijamente con ese extraño brillo en los ojos y después apoyó completamente la palma extendida de su mano derecha sobre la pared y permaneció un momento en silencio.

Miré la espalda de Belial en el mismo silencio absoluto. Tenía demasiadas preguntas pero sabía que tal vez no era el momento apropiado y, sobre todo, porque había una que se alzaba sobre las demás. Di un paso hacia Belial, aun sin llegar a acercarme a él.

—¿Por qué me has traído contigo?

Belial no se giró a mirarme.

—¿Y si digo que no quería que te quedaras con Vassago?

Lo intenté. Me repetí cientos de veces en unos pocos segundos que aquello sólo era una de las provocaciones de Belial, que no hablaba en serio, que no tenía por qué prestar atención a esas palabras... Me lo repetí, sí, y hasta comprendía todo eso, pero no pude evitar sentir un hormigueo por todo el cuerpo y esa agradable sensación cuando el corazón comienza a latir con fuerza y la imperiosa necesidad de dejar de respirar.

—En serio —dije, negándome a que el recuerdo del beso se impusiera en mis pensamientos.

Belial rió débilmente.

—Necesito esa voz de tu cabeza.

Ni siquiera necesité pensar en lo que esas palabras significaban. Lo había sabido todo el tiempo.

—Me quieres utilizar —Otra vez—. ¿Es eso?

Belial ni siquiera me miraba y realmente no quería que lo hiciera. ¿De qué me quejaba? Belial nunca había intentado fingir que yo fuera especial para él, Vassago no había pasado de una agradable cordialidad, fijando los limites al no usar jamás mi nombre, ¿no era yo la única que había querido, que había deseado algo más? Tal vez mi error en esta ocasión había sido buscar desesperadamente a Belial. Oh, sí, mi vida había estado vacía sin él, pero junto a él sufría ¿Y ahora Vassago? Había cometido el mismo error dos veces e irónicamente era algo que cometíamos los humanos con mucha frecuencia. En menos de dos días —ni siquiera tenía forma de saber el tiempo que había pasado—, me tendría que ir de ese mundo. Y sólo yo volvería al lugar donde se supone que pertenecía con un dolor desgarrador, un sentimiento de soledad... Unos recuerdos que me arrastrarían y me hundirían el resto de mi vida, ¿por qué no me había conformado con volver a mezclarme con el mundo mágico que Belial me había dejado saborear? ¿Tanto necesitaba sentirme miserable?

—Llevo años intentando encontrar el secreto guardado por los Ancianos.

Se acabó.

Vassago lo había dicho. Ni por Belial, ni por nadie.

Esta vez no necesité escuchar la voz en mi cabeza, lo sentí, lo vi como si fuera yo misma, como si fueran mis propios recuerdos, mis emociones y sentimientos y desvié los ojos hacia una de las tantas estanterías que había a mi alrededor.

—Que triste —dije con una sonrisa que no pretendía decir nada. Amor, dolor y recuperación. Sí, el vacío era insoportable, pero ya había comprobado que no me mataría. Esta vez no cometería el mismo error. No buscaría a Belial y mucho menos trataría de encontrarme con Vassago. Había mucho mundo de cuento de fantasía —o de película de terror que a la larga ya no le encontraba mucha diferencia—, para conocer, para rellenar el vacío que deja un corazón roto—. Vassago dijo que podría ir a donde quisiera estos dos días y tú me traes a una oscura, siniestra y llena de monstruos biblioteca. El plan perfecto.

Belial me miró con la cabeza ladeada, levantando la antorcha.

—Yo no soy un príncipe. Mis modales no son tan refinados.

¿Había burla en su voz? Me encogí de hombros, sosteniéndole la mirada. Desde que existían esos sentimientos por Vassago me era mucho más fácil mirar a los ojos de los demonios.

—No necesito ningún príncipe —solté y señalé la estantería que sabía que el dragón me había indicado silenciosamente.

Belial no preguntó nada. Se dirigió hasta ella y comenzó a mirarla, a tocarla, a moverla y hasta sacó los libros, agarrándolos con cuidado y dejándolos con cariño en el suelo y volvió a inspeccionar la estantería.

—¿Qué se supone que tengo que encontrar?

Miré a Belial socarronamente y me puse a su lado.

—Apártate —ordené.

—¿Cómo...?

Pude ver con cierto regocijo como Belial me lanzaba una feroz mirada antes de hacerse a un lado sin decir nada más, con la mandíbula tensa y un brillo peligroso en una mirada escalofriante gracias al efecto que producía la llama en sus ojos.

Me adelanté hacia la estantería y dejé la lanza apoyada en ella antes de soltar las telas del vestido, dejándome movilidad para estirarme y subir por las baldas, buscando el pequeño símbolo retorcido que había visto en mi cabeza y lo encontré en una esquina. Rocé un dedo en él para asegurarme que tenía el relieve muy poco visible.

—La antorcha —volví a decir en un tono que no era una petición.

Belial me había traído allí únicamente porque quería conseguir algo de mí —y lo que más me molestaba era que ni siquiera era algo mío, algo propio o a mí por lo que me había traído con él—. La realidad de lo que significaba para él era tan evidente que escocía y sencillamente ya estaba harta. Agarré la antorcha que Belial me tendió en un frío silencio y arrimé un poco la llama al dibujo, volviendo a pasar el dedo y se la devolví. Sí, amar o no a alguien era un privilegio propio al igual que lo era no corresponder esos sentimientos. No tenía derecho a enfardarme por algo así pero sí a decidir lo que hacía con mis propios sentimientos. Al igual que podía usar a mi favor esa fuente de información almacenada involuntariamente en mi cabeza. Giré la yema del dedo tres veces a mi izquierda, siguiendo las marcas del dibujo y una sola vez hacia la derecha antes de hundir el dedo en él.

Inmediatamente después se escuchó un ruido en la pared en la que Belial se había detenido hacía un momento y tras unos segundos de espera, ésta comenzó a deslizarse a un lado con un extraño mecanismo enganchado en la superficie al otro lado de la pared. Me bajé de un salto y agarré de nuevo la lanza.

—Decepcionante, ¿eh? —murmuré cuando nos acercamos a la abertura en la pared y Belial comenzó a examinar la puerta y el fondo oscuro que había al otro lado.

—¿Decepcionante? —Belial desvió la cabeza hacia mí y me observó de manera extraña, sin mostrar ninguna emoción.

—Sí —dije, anteponiendo la lanza entre los dos, un detalle que Belial no pareció pasar por alto, desviando la mirada una décima de segundo, lo justo para que yo realmente me preguntase si lo había imaginado, hacia la lanza antes de volver a clavarla sobre mi rostro—. Al final ha sido de una manera demasiado... normal. Esperaba algo más mágico, ya sabes —insistí al ver la expresión incrédula de Belial—, ábrete sésamo y esas cosas. Ya sabes.

Belial levantó una ceja y se apartó un momento de la puerta, acercándose a mí. Involuntariamente di un paso hacia atrás pero mantuve caprichosamente la lanza clavada en el suelo, frente a mí. Belial sonrió al fin, deteniéndose justo al rozar el arma.

—En serio, Alis, ¿qué pretendes?

¿La pregunta tenía doble sentido? Me encogí de hombros, apartando la mirada y odiándome por ello un segundo antes de que Belial me quitara fácilmente la lanza, arrancándomela de improviso de la mano.

—¡Eh! —chillé—. Devuélvemela.

—¿Por qué no vienes tú a por ella?

Esta vez fui yo quien le lanzó una furiosa mirada pero no me moví de donde me encontraba y me crucé de brazos, ignorando deliberadamente la mirada que lanzó a la parte raída del vestido.

—¿Te gusta lo que ves? —exploté, enfadada al notar como me sonrojaba involuntariamente.

—Y si digo que sí... —Belial levantó lentamente la mirada hacia mis ojos—, ¿me dejarías probarlo?

—Me temo —dije con los dientes apretados, saliendo de mi asombro y conteniendo las ganas de golpear algo—, que tendrás que conformarte con el beso.

Belial sonrió juguetonamente.

—¿En serio?

¡Cómo odiaba esa pregunta! Me limité a sonreír enseñando los dientes y me dispuse a rodearlo para entrar al interior del túnel pero antes de atravesar la puerta, Belial interpuso la lanza extendida entre mi cuerpo y la puerta.

—¿Qué? —gruñí.

—Después de mí, evidentemente.

—¿Evidentemente?

Belial apoyó la lanza en el suelo y me la tendió, sin borrar la juguetona sonrisa en ningún momento.

—Eres un demonio —solté intencionadamente, agarrando de malas maneras la lanza para quitársela de las manos. Belial no trató de quedársela.

—Lo sé —aseguró él, ensanchando la sonrisa.

Puse los ojos en blanco y no pude evitar sonreír, permitiendo que Belial accediera primero al interior e iluminara el camino que descendía en espiral y cuyas paredes de un extraño material negro parecía iluminarse como cientos de diminutos diamantes al entrar en contacto con la luz de la llama, pero Belial sólo llegó a dar un paso en el interior. Se detuvo de golpe y estuvo a punto de soltar la antorcha. Se puso rígido y miró a su alrededor.

—No es posible.

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Que sueño...!!!! Prometo responder los comentarios privados y los del perfil en estos días (y los de facebook ^^) que ya me vale!!!!!

Gracias por leer, votos y comentarios :)

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