No hablamos de nada durante el viaje en taxi y tampoco lo hicimos cuando subimos a su camioneta con dirección a su casa. Cuando llegamos encontramos una nota que decía que su familia estaría en casa de su abuela por lo que me invitó a la sala y puso una película cualquiera en la televisión, yo no le estaba prestando atención a la trama y él no me había mirado ni una vez desde que habíamos llegado.
–Así que... –comencé yo y él dio un salto. –¿Asustado?
–Un poco.
–¿Un poco?
–Bastante.
–El amor da miedo ¿No?
-Y el amor correspondido no te das una idea.
Me río y lo miro fijamente. Creo que hubiera esperado un Tomás más arrogante, pero él estaba allí, lejos de mí mirándome aterrado, sin saber qué hacer.
–¿Te das cuenta que me besaste en medio de la calle no? –asiento y siento mis mejillas arder. –En pleno día... con tus vecinos mirando... el taxista mirando... tu familia en tu casa.
–¡Lo sé! –exclamo con vergüenza cortando su burla, él sonríe y se acerca a mi lado. –Lo sé... no lo pensé, sólo quería que entiendas que de verdad estoy –carraspeo –enamorado.
–¿De quién?
–Eres un idiota.
–Lo sé –tiró sus brazos a mi cuerpo y me abrazó besando mi cabello.
Ese día nos quedamos durante el día en su casa y por la noche fuimos a casa de Nano donde Ignacio y Tiziano habían llevado algunas cervezas y pizzas. No fue mucho lo que hicimos pero nos quedamos todos a dormir allí y al día siguiente faltamos al colegio.
Nos levantamos pasado el medio día y Tomás me invitó a su casa para buscar el sillón que me había prometido; a cambio ofrecí cocinarle por lo que lo invité a quedarse en casa. Cuando Fidel y Lucy llegaron estaban completamente sorprendidos por el almuerzo y me molestaron un poco al respecto, nada que una caricia en mi pierna por parte de Tomás no pudiera calmar.
En la tarde lo acompañé a comprar algunas cosas al supermercado para luego ir a cenar a su casa, pero en cuanto pusimos un pie en el lugar supe que debí quedarme en casa.
–¡Cariño! –gritó la rubia insípida en cuento nos vio, tirando sus brazos al cuello de Tomás. Me alejé un poco de ellos mirando el precio de las sopas que era lo que tenía enfrente pero no pude evitar seguir escuchando. –¿Cómo estás?
–Tara –dice a modo de saludo y de reojo lo veo apartarla sutilmente.
–Hey, me preguntaba –dice acariciando su cabello y acercándo su cuerpo más a él –¿Cuándo repetiremos lo de la otra noche?
–Ya te dije que nosotros no somos nada Tara –se apresura a decir pero es demasiado tarde porque la vergüenza ha subido a sus mejillas. –No quiero ser maleducado.
–Oh cariño pero no hace falta que seamos nada para pasarla bien ¿O no? –está aún más cerca y posa sus labios en la comisura de los de él. Genial.
–Tara.
–Oye Tomás –digo yo pesándole el canasto de compras que llevaba. –Debo irme, después hablamos.
–No, Rocco –dice con desesperación tratando de tomar mi mano pero alcanzo a correrme antes de que pueda detenerme. –Espera a que...
–Cariño –ella se pone entre nosotros dándome el espacio para huir.
Paso por las heladeras, tomo dos packs de cervezas y voy directo a casa de Nano. Necesitaba un amigo que beba conmigo sin preguntar nada y él era el ideal; abrió la puerta sin decir ni una palabra, me acompañó a la sala y recibió una de las cervezas que le tendí.
–Debo ir a trabajar hoy, pero cuando vuelva te acompaño a ahogar penas –avisa poniéndose su campera pero sin dejar de interrogarme con su mirada. –¿Se puede saber a cuales debemos dejar sin aire?
–No.
–De acuerdo. ¿Están invitados los muchachos?
–Si vienen no importa pero –él espera y me mira interesado –no quiero a Tomás aquí.
–Oh... Tomás –sonríe amablemente, me revuelve el pelo y se retira.
Pongo los Simpsons y no me cuenta en qué momento he bebido más de 8 cervezas. Voy por un cigarrillo y encuentro mi teléfono con muchas llamadas perdidas y algunos mensajes, los ignoro pero si atiendo la llamada entrante.
–Hola –digo sin siquiera mirar el número pero sabiendo perfectamente quién sería. Él nunca me decepcionaba... casi nunca.
–¿Dónde estás?
–Por ahí ¿Qué pasó?
–¿Cómo que pasó? ¿Por qué no contestabas mis llamadas?
–No tenía el teléfono conmigo, lo lamento –miento tranquilamente. Estaba furioso. Por supuesto que no iba a atender el teléfono, él era un idiota el cual pensé que me amaba. Pero en cambio se estaba revolcando con esa estúpida rubia.
–Dime dónde estás y te busco.
–Oh, no estoy bien. Me quedaré por aquí.
–¿Dónde estás? –repite y suelto una carcajada. Como si fuera a decirle. –Rocco, lo que pasó con Tara es...
–Lo que naturalmente tiene que pasar, está bien y lo entiendo –lo interrumpo de mala gana. No necesitaba explicaciones estúpidas ni detalles dolorosos. –Mira. Entiendo que te gusten más las vaginas que los penes, está bien Tomás pero entonces no digas cosas innecesarias ¿De acuerdo? Porque a los chicos como yo nos ilusionas. Aunque claro, ahora entiendo, no debo tratar de cambiar a alguien. Gustos son gustos.
–Ah... estás celoso, eres tan lindo.
–Vete a la mierda.
–Rocco, lo que pasó con Tara no tiene nada que ver con nosotros.
–Claro que tiene que ver, tiene todo que ver porque ella es una mujer y yo soy un hombre.
–¿Prefieres que esté con otros hombres entonces?
–No, eso no lo esperaría de ti. Eso puedes claramente esperarlo de mí.
–Prefiero no verte con nadie.
–Pues deberías acostumbrarte ¿Sabes? Porque estoy pensando en buscar personas que sí se interesen en cosas que me interesan a mí.
–¿A qué te refieres?
–Otros hombres que le gusten hombres Tomás –oigo unas risas del otro lado del teléfono y aprieto con fuerza mi celular. –¿Qué te parece gracioso?
–Hace menos de un día dijiste que estabas enamorado de mí ¿Realmente crees que te dejaría ir tan fácilmente?
–Es que ese es tu problema Tomás, yo soy libre de elegir con quien estar y con quién no. No soy una maldita cosas de tu puta propiedad.
–Y ahí está tu error Rocco, porque tú eres mío.
–Claro galán, repite eso hasta que te lo creas pero aún así no se hará realidad –retruco con rabia. –Soy un muchacho guapo que puede conseguir algún otro hombre que realmente me quiera y no me engañe con el primer par de tetas que se crucen en su visión.
–Yo no te engañé. Ni siquiera sabía lo que sentías por mí en ese momento porque resulta que eres un cobarde que tiene que estar a punto de perder lo que quiere para decir lo que siente.
–De acuerdo, sólo para que te quede claro, este cobarde encontrará alguien que no se vaya con la primer mujer que se le regale.
–¿Vamos a pelear otra vez?
–No, tú y yo no tenemos nada que ver.
–Me vas a terminar perdiendo Rocco y te vas a arrepentir.
–Es que Tomás –digo apagando el cigarrillo y mirando el exterior sin realmente ver nada allí –¿alguna vez fuiste mío?