LAUREN
Miraba la puerta blanca de la habitación como si fuese la octava maravilla del mundo o una obra de arte dispuesta en un museo. Pero era una simple puerta que en ese momento parecía ser tan grande como el muro de Berlín y tan larga como la muralla China.
¿Por qué ese rectángulo de madera de no más dos metros de alto y uno cincuenta de ancho se sentía tan grande y a la vez tan poderosa? La respuesta era simple: porque detrás de ella estaba la habitación de Camila. La misma a la que no me habían dejado entrar.
El caso era este: la policía llamó a mi padre, porque entre los documentos de mi camioneta él se encontraba como persona de contacto en caso de emergencia y le informaron que habían encontrado mi auto en una carretera de Kenosha, a pocas horas de Milwaukee, y que se había visto involucrado en un accidente. Dejando como resultado a una joven inconsciente adentro, el vidrio delantero quebrado y algunos daños en el parachoques y la puerta del conductor.
Al parecer, uno de los curiosos que se acercaron reconoció a Camila y luego de que encontraron su identificación confirmaron que se trataba de ella.
Había sido traslada hasta el hospital más cercano, en Racine, y junto a su familia, Dinah y yo, condujimos tan rápido como pudimos. No me habían querido dar muchos detalles, y cada vez que preguntaba algo sobre Camila me decían que solo podían proporcionar información sobre su estado a sus familiares directos y sus padres estaban hablando con la policía y arreglando el papeleo de su ingreso.
Lo único que sabía es que estaba viva y el accidente había sido leve. Y que ahora estaba sedada. Pero después de pasar semanas preocupada por ella y por su paradero, me sentía desesperada por tener al menos una noticia más concreta sobre su estado.
— Disculpe— le dije a una enferma que acababa de salir de la habitación de mi novia—. ¿Podría decirme como esta ella?
— ¿Que parentesco tiene con la paciente?
— Soy su hermana— mentí, tentando a mi suerte.
La enferma se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia su estación, ignorándome por completo. Sentía mi sangre hervir por la falta de educación con el personal del hospital, ¿tanto les costaba ser amables, o educados siquiera?
— En dos horas cambian el turno— escuché que me dijo Dinah. Levanté las cejas, pidiéndole una mejor explicación—. Cuando cambien te metes a la habitación y yo te cubro.
— No creo que...
— Si no entras tú lo hago yo— me interrumpió—. Es mi mejor amiga y estoy tan preocupada por ella como tú lo estás.
Asentí y volví a mi puesto en la dura silla de metal. Revisé mis redes sociales, para distraerme un poco y sentí un poco de alegría cuando vi la noticia de que mi padre había ganado las elecciones. Ahora él era el alcalde de Milwaukee y me sentía orgullosa de que estuviese logrando una de sus más grandes metas, la razón principal por la que nos mudamos a esta ciudad y por la que todo esto comenzó.
Lo llamé y lo felicité, disculpándome por no estar con él para celebrar, pero él se disculpó por no estar para apoyarme.
Las dos horas pasaron más lento de lo que esperaba y para el momento en que las enfermeras cambiaron de turno, yo ya me había aprendido todos los detalles de la maldita puerta blanca.
— Tienes que ir rápido— susurró Dinah, dándome un golpecito en el hombro.
— Dos minutos. Creo que es suficiente— le aseguré. Aunque las dos sabíamos que ni dos siglos serían suficientes para lo mucho que había extrañado a Camila.
Dinah se fue a la estación de las enfermeras y pidió una bandita para ayudar a distraerlas. Tomé una respiración profunda, preparándome para lo que sea que pudiese encontrarme al entrar a la fría y sobria habitación.
Entré a la habitación rápido y cerré los ojos por miedo.
Miedo a que al abrirlos la persona en la cama no fuese Camila, miedo a que todo fuese un sueño, miedo a que alguien estuviese dentro de la habitación cuidándola y me sacara a patadas, miedo al estado en el que ella pudiese encontrarse, y más que nada, tenía miedo de mi reacción al verla.
Los abrí lentamente, diciéndome que todo estaba bien. Que Camila estaba viva y nada malo iba a pasarle. Que está ahora era mi realidad y no producto de mi imaginación, que esto no era un sueño como en todas las ocasiones anteriores.
En la cama yacía su pequeño cuerpo, se veía más delgada que antes. Tenía una venda en su cabeza y algunos rasguños en su ceja y sus labios. Tenía una escayola que iba desde su mano izquierda hasta su antebrazo sin llegar al codo. En su mano derecha tenía una venda gruesa. Escuchaba el sonido de la maquina que monitoreaba los latidos de su corazón y suspiré de alivio al ver que la línea que indicaba su pulso era constante.
La aprecié por lo que parecieron horas, grabando cada detalle de su rostro en mi memoria y tratando de asimilar que ella estaba ahí, frente a mí. Me pellizqué varias veces, temiendo que fuese otra jugada de mi mente, pero no, esta vez era real.
Tenía a Camila de vuelta.
¿Me sentía enojada con ella? Sí. Estaba enojada por haber hecho que nos preocupáramos tanto por ella durante semanas por desaparecer sin dejar ninguna pista, estaba enojada por no haber dejado al menos una carta, estaba enojada por haber sido tan irresponsable como para tener un accidente que podría haber sido mucho más grave, estaba enojada con ella por haberme dejado sola... Y me di cuenta de que todas las razones por las que estaba enojada eran egoístas porque se trataban de mí y de mi bienestar.
Prefería mantenerme así, a enojarme con ella y tratarla mal en el momento en que despertara. Me parecía más sensato esperar a que ella me explicara todo y luego emitir un juicio y decidir si valía la pena estar enojada o no. Pero ahora no había lugar para eso en mi cuerpo, todo lo que sentía era alivio y felicidad.
Sentía una paz en mi interior y parecía que todo en mí se había nivelado, que todas las piezas sueltas habían vuelto a encajar.
Me acerqué a su cuerpo con cuidado, sintiendo que con el más mínimo roce podría llegar a romperse y acaricié su mano izquierda. Me reí sola al darme cuenta de que en realidad estaba tocando su escayola, y si tomaba su otra mano estaría tocando su venda.
Desistí de tomar sus manos y me acerqué a su rostro. Algunas lágrimas se hicieron presentes cuando la detalle y noté lo hinchada que estaba, sin poder evitarlo, un sollozo se me escapó y tuve que morder mi labio para contenerme.
Acaricié su cabello, que parecía estar más corto que antes y lo moví hasta dejar su cuello descubierto. Su rostro permanecía impasible y hasta parecía más madura. Ciertamente, la persona que tenía frente a mis ojos no era la misma que había desaparecido tres semanas atrás. Pero era un cambio bueno.
Y me sentía feliz, tanto por ella como por tenerla de vuelta. Pero a la vez, tenía cientos se preguntas en mi mente: ¿por qué huiste? ¿Pensabas volver, aunque no hubiese tenido el accidente? ¿Cómo tuviste el accidente? ¿Por qué nunca trataste de comunicarte con nosotros para decirnos que estabas bien? ¿Realmente estas enamorada de mí? ¿Seguimos juntas?,pero en ese momento nada de eso importaba.
Sabía que había excedido mi tiempo de dos minutos, pero se necesitaría de un ejército para alejarme de Camila ahora que la había recuperado. No iba a dar por sentado el tiempo que pudiese tener con ella porque me había dado cuenta de que podía ser mía, pero yo nunca sería su dueña. Ella era libre.
Escuché como la máquina del pulso comenzó a acelerarse un poco y vi como lentamente ella abría sus ojos y escaneaba la habitación. Sonreí de oreja a oreja cuando la vi hacerlo porque pensé que nunca más sería capaz de tener la dicha de ver sus ojos.
— Hola, Camz— la saludé, llamando su atención. Ella me miró confundida y luego tocó sus manos, llevándolas más cerca de su cara para ver que les pasaba. Luego se tocó la cabeza y frunció el ceño al sentir la venda—. No estoy segura de que te pasó pero no es nada grave— aseguré con una sonrisa.
Ella volvió a mirarme, con el ceño fruncido y tomó una respiración antes de hablar:
— ¿Quién eres?
N/A
Creo que en todo lo que llevo escribiendo este fanfic nunca les había agradecido a todos por apoyar la historia... Y pensé que el mejor momento sería ahora.
Muchísimas gracias por leer, por seguir cada actualización, por sus votos y sus comentarios.
Son ustedes los que han hecho esto posible y son ustedes la razón por la que escribo este fanfic. Pensaba terminarla hace varios capítulos pero con cada comentario que hacían, las ideas llovían hasta alargarlo casi diez capítulos.
Y como me encanta confundirlos, les recuerdo que nada es lo que parece a simple vista...