El frío de la noche estaba congelando nuestros huesos,
el invierno había llegado antes de lo esperado,
y la lluvia golpeaba el techo.
Te acercaste a mi cuerpo en medio de las sabanas,
la punta de tus dedos tocaron mi cuello con suavidad,
susurraste en un tono ronco,
"Me encanta que duermas desnuda",
solté una carcajada y callaste mi risa con un beso avasallador,
tus manos avanzaron con lentitud provocando pequeños hormigueos,
presionaste suavemente mi botón de placer,
movimientos lentos,
rápidos,
suaves,
circulares,
tu boca recorrió uno de mis hombros,
besaste mis pechos que solían avergonzarme a veces,
y lograste que explotase sobre tu mano.
Pusiste tu brazo alrededor de mi ancha cintura,
y dijiste,
"Buenas noches amor".