DÍAS DESPUÉS
Estaba hecho un asco, mi casa estaba desordenada, yo estaba pálido, con ojeras. No quería comer, ni salir, no quería que nadie me viera, lo único que hacía era estar tumbado en mi cama llorando. A veces venían Willy, Vegetta, Rubén, Mangel y Layla para hacerme compañía, a intentar darme de comer, tratar de animarme, sacarme de mi casa, pero ninguno podía, yo sólo me dejaba hundirme en mi desgracia. También venía Frank o Luzu, pero no los dejaba entrar nunca, no tenía fuerza suficiente para ver a ninguno de los dos. Me dolía que Frank me haya prometido no hacerme daño y que se convirtiese en la persona que más lo hacía.
Incluso había hecho una locura, una estupidez. Su pequeño demonio interior había hecho cortes en sus brazos, sólo un par y no muy profundos, no había tenido la valentía suficiente como para llegar a más, por eso, se había puesto una sudadera de mangas largas, intentando ocultarlos vagamente.
Distraído en mis pensamientos, sentí que alguien llamaba a mi puerta, con la peor gana del mundo fui lentamente a abrir la puerta y me encontré con la persona que menos esperaba.