Mi hermano menor, Alejandro, se acercó con sigilo hasta donde me encontraba ubicado, sentado en el sillón de la sala.
—Oye, oye, oye, oye, oye, Alexander, oye, oye, oye, oye, oye, Alexander escúchame, oye, oye, oye, oye, oye, oye, oye, oye, oye, oye, oye, oye, oye, oye, oye, oye, oye, oye—decía Alejandro, tocando mi mejilla repetidamente.
—¡¿Qué demonios quieres?!—exclamé furioso por su insistencia.
—Hola—dijo él, burlándose.
¤¤¤¤¤
Éste capítulo me recordó a mis hermanos. Algunos son demasiado insoportables, y además te molestan para llamar la atención.