DEMON © ¡A la venta en librer...

Von Itssamleon

15.2M 1.3M 1.6M

TRILOGÍA DEMON #1 ¡A LA VENTA EN LIBRERÍAS! "El infierno está vacío. Todos los demonios están aquí." -William... Mehr

DEMON
ADVERTENCIA
1. "Heridas"
2. "Paranoia"
3. "Confusión"
4. "Mikhail"
5. "Summa Daemoniaca"
6. "Estigmas"
7. "Conmoción"
8. "Irritante"
9. "Roce"
10. "Celos"
11. "Revelaciones"
12. "Tortura"
13. "Alivio"
14. "Ángeles"
16. "Negación"
17. "Tormento"
18. "Redención"
19. "Confesión"
20. "Tensión"
21. "Caída"
22. "Poder"
23. "Abandono"
24. "Mentira"
25. "Preludio"
26. "Pérdida"
27. "Dolor"
28. "Lazo"
29. "Sacrificio"
EPÍLOGO
Nota de la Autora | Agradecimientos [Importante]
¡Sigue leyendo!...
STIGMATA [Demon #2]
¡NOTICIA! [Importante]
Puntos de venta Latinoamérica y España

15. "Gabrielle"

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Von Itssamleon




Mis ojos están fijos en las impresionantes alas platinadas que parecen emanar luz propia. Son bellísimas. Tan hermosas, que duele mirarlas en un entorno tan gris como lo es mi habitación.

La mujer frente a mí parece atemporal. No luce joven. Tampoco luce vieja. Hay algo andrógino en su rostro, pero no deja de ser lo más hermoso que he podido ver en mi vida.


—No has cambiado demasiado —dice ella, con voz neutra y carente de emoción, mientras vuelve su vista hacia mí. Ni siquiera se molesta en cuidarse las espaldas.

— ¿Eso crees?, yo siento que he cambiado un infierno —la sonrisa de Mikhail se ensancha. Entonces, avanza a paso perezoso y lento hasta interponerse entre ella y yo—. El poder demoníaco me sienta bien.

Una ceja se arquea en el rostro de la mujer y, de pronto, luce arrogante y fría.

—Sigue diciéndote eso a ti mismo —dice ella, con desprecio—. Sabes que no eres ni la mitad de lo que eras. No sé cómo diablos es que te empeñas en demostrarle a todo el Reino que no es así.

—Yo no trato de demostrarle nada a nadie —dice Mikhail, y no me pasa desapercibido el tono duro y tenso que utiliza.

Una risa carente de humor brota de los labios de Gabrielle.

—No has hecho otra cosa más que desafiar al Cielo. Te has dedicado en cuerpo y alma a gritarle al Creador que ahora estás con la escoria —suena, medio aburrida.

—Al Creador no le importa una puta mierda lo que yo haga —La voz de Mikhail pasa de ser relajada a molesta en un abrir y cerrar de ojos.

La mirada de Gabrielle refleja algo que no logro identificar.

—Está muy decepcionado de ti y de tus acciones —dice ella, con dureza, pero hay un tinte dolido en su tono—. Confiaba en ti. Puso en tus manos a su ejército y mira en qué te has convertido...

— ¡Él me convirtió en esto! —Mikhail estalla. Su voz truena y reverbera en toda la estancia y me encojo a mí misma debido al miedo.


Gabrielle sacude la cabeza mientras que lo mira con una mezcla de lástima y decepción.

—No tienes idea de la lástima que me da ver en qué te has convertido.

—No tienes una idea de la lástima que me da que sigas siendo así de cerrada —el demonio frente a mí crispa sus dedos en puños y, a pesar de que me da la espalda, puedo notar la ira que emana de su cuerpo—. Ni siquiera sé por qué pierdo mi tiempo hablando contigo.

Ella esboza una sonrisa cargada de... ¿tristeza?

—Solía creer que eras un ejemplo para todos nosotros, ¿sabes? —Suelta una pequeña risa dolida—. Creía que eras el ángel más honorario que existía. Que nunca serías capaz de hacer nada que fuera en contra de la doctrina que nos enseñaron. Te admiré durante mucho tiempo por ser el hombre recto que eras... —niega con la cabeza—. Rafael tenía razón. No eras más que un idiota arrogante con poder.

—Rafael puede besarme el culo si quiere —Mikhail dice y casi sonrío porque no puedo creer que haga un comentario como ese en una situación como esta—. Todo el mundo allá arriba puede venir a lamerme los pies. Me importa una mierda lo que tú o los demás piensan acerca de mí. Yo no traicioné a nadie y, si no son capaces de darse cuenta, quiere decir que no merecen el lugar en el que están.

— ¡Miguel, el Arcángel justiciero ha hablado! —Exclama ella, con ironía—, ¡el que juzga y deshecha lo impuro lejos del Cielo! —Niega con la cabeza—. Haznos un favor a todos y deja de interponerte en asuntos que ni siquiera son de tu incumbencia. Entrégame a la chica.

— ¡Oh!, ¡claro! —Mikhail se burla—, ¿te la envuelvo para llevar?

—No cambias, ¿no es cierto? —Suelta un suspiro cargado de pesadez—. Nunca vas a dejar de ser ese idiota que no puede tomarse nada en serio.

Casi puedo dibujar la sonrisa arrogante en el rostro de Mikhail cuando se encoje de hombros.

—Hierba mala nunca muere, amor —dice—. Lo sé porque tú tampoco has dejado de ser una jodida estatua.

— ¿Se supone que eso es un insulto?

—Para nada, Gabe —la voz de Mikhail suena pretenciosa y divertida—. Sólo estoy puntualizando un hecho.

—Entrégamela, Miguel.

—No me llames así —escupe, pero ella ni siquiera se inmuta.

—No voy a repetirlo una vez más. Apártate de mi camino. Debo llevármela de aquí.

— ¿Cómo te lo digo, Gabrielle?... —Mikhail da un paso hacia enfrente, mientras que coloca un dedo en su barbilla, como quien hace ademán de estar pensando algo detalladamente—. ¿Cómo te lo explico para que lo entiendas?... —Gira su cuello con lentitud y separa las piernas para colocarse en una posición amedrentadora y hostil—. Vas a llevártela sobre mi puto cadáver.


Las cejas de Gabrielle se alzan, pero sigue luciendo aburrida hasta la mierda.

—No tengo intención alguna de pelear contigo.

— ¿Por qué?, ¿me tienes miedo?

Ella suspira con irritación.

—No te tengo miedo, Miguel. Sólo trato de evitarnos un mal momento. Puedes redimirte un poco si nos la entregas.

— ¿Y a mí de qué me sirve redimirme ante un montón de ególatras arrogantes?, la chica se queda justo donde está y se acabó.

—No me obligues a hacerte daño —ella advierte, pero el destello asustado en su mirada me saca de balance.

Mi ceño se frunce ligeramente, en confusión. No se supone que deba lucir asustada. No cuando es el Arcángel Gabrielle.


—Quiero ver cómo lo intentas —el tono que Mikhail utiliza suena jovial y frío al mismo tiempo.

En ese momento, a chica se coloca en posición de batalla pero, de pronto, algo se acciona dentro de mi cerebro—: ¡Diablos, no!, ¡aquí dentro no!, ¡Dahlia va a matarme!

Mikhail me mira por encima del hombro y su expresión casi me hace reír a carcajadas.

— ¿Me estás jodiendo? —Dice, con una sonrisa irritada pintada en el rostro—, ¿tienes a un demonio de Primera Jerarquía y a un Arcángel a punto de pelear delante de ti y en lo único que puedes pensar es en no arruinar el apartamento de tu tía?

Hago una mueca.

—Si tiran el apartamento, ¿cómo voy a explicárselo?, suficiente tengo con la ventana destrozada —digo, medio horrorizada.

Una risa corta brota de los labios de Mikhail y niega con la cabeza.

—No puedo creerlo —masculla y vuelve su vista hacia Gabrielle, quien aún luce a la defensiva—. Parece que Bonita no quiere que peleemos aquí, así que, o nos largamos a otro lugar, o te marchas y hago como que no estuvimos frente a frente.

—Ya te dije que no quiero pelear contigo —dice ella, al tiempo que me mira a los ojos—. Ella no puede seguir más tiempo en la tierra y lo sabes. Ya es demasiado fuerte.


—No me lo tomes a mal, pero sigo siendo tan frágil como cualquier ser humano —mascullo y, para puntualizar lo que digo, hago una seña en dirección al cabestrillo que sostiene mi hombro lastimado.

Ella aprieta la mandíbula y vuelca su atención hacia Mikhail.

—Sabes que no puedo lastimarte —dice y, por primera vez, noto algo más que frialdad en su expresión. Luce casi... ¿preocupada? —. No después de... —sacude la cabeza—. Miguel, por favor, no hagas esto. La próxima vez no seré yo quien venga. Será Rafael, con toda La Legión. Por favor...

Mikhail niega con la cabeza.

—Él sabe que no puede hacer eso. Va en contra de El Acuerdo.

— ¡El Acuerdo ya no le importa a nadie, por el amor de Dios! —Exclama ella y la angustia se filtra en su tono. Por primera vez, luce más como un humano y menos como una estatua—, ¡El Fin está aquí, a la vuelta de la esquina!, ¡¿qué más da si la lucha comienza antes?! ¡Vamos a luchar pase lo que pase, Miguel!, ¿acaso no lo entiendes?, ¡se acabó!, ¡debes entregar a la chica y prepararte para la batalla!

—Si Rafael se atreve a venir a desafiarme, Lucifer no contendrá a las Bestias. Sabes que la tierra es prácticamente suya —Mikhail dice, en tono calmado—. Y, lamento decírtelo, Gabrielle, pero es precisamente la tierra el campo de batalla. Si ese idiota viola El Acuerdo, El Creador va a dejarlos a su merced. Tienen mucho que perder sólo por violar un jodido tratado de paz.

—Rafael tomó tu lugar —Gabrielle sisea y se acerca un paso hacia él—, ¿no lo comprendes?, puede hacer lo que le plazca porque ha tomado tu lugar. El Creador nunca te cuestionó a ti. Eras libre de decidir. ¿Qué te hace pensar que Rafael no tiene esa misma libertad?, ahora es como eras tú.

— ¡Ese hijo de puta no es como yo! —La voz de Mikhail truena y ella se encoje debido al miedo—, ¡ese imbécil nunca va a ser como yo!, ¿entiendes? ¡Nunca!

—Vas a iniciar una guerra antes de que deba hacerlo, si sigues así, Miguel —Gabrielle ignora la protesta de Mikhail y me mira de reojo mientras habla—. ¡Por Dios!, ¡es sólo una humana!

—Me importa una mierda si es sólo una humana. No voy a entregártela —escupe él—. Sólo vete de aquí, Gabrielle y, por el Infierno, libera al íncubo de donde sea que lo hayas metido.

—No puedo volver con las manos vacías.

—Entonces di que has luchado conmigo y que llamé a más de los míos —Mikhail hace un gesto impaciente—. Sólo libéralo y vete, Gabe. Es tiempo de que lo hagas.

La mandíbula de la chica se tensa, pero termina asintiendo.

—No digas que no te lo advertí, Miguel —dice—. Cuida tus espaldas —se gira sobre sus talones, pero se detiene en seco y me mira por encima de su hombro antes de añadir—: Debes comprender, chica, que esto va más allá de tu poder de decisión. No puedes elegir no formar parte, así que no te pongas muy cómoda —mira hacia Mikhail—. Recuerda que él también quiere asesinarte.

Entonces, vuelve su vista hacia la ventana, sube al alfeizar y despega con un furioso batir de alas.


El silencio se apodera de la estancia en el momento en el que nos quedamos solos. Mikhail ni siquiera se gira para encararme. Se queda ahí, con la mirada fija en el punto por el cual desapareció el arcángel Gabrielle.

La incomodidad irradia por los poros del demonio frente a mí, pero no se me ocurre algo para aminorar la tensión que se ha instalado entre nosotros. No cuando me siento tan aturdida como lo hago.


El chico de los ojos grises se gira con lentitud al cabo de unos instantes y, de pronto, me encuentro mirando sus facciones duras y afiladas. Luce diferente al chico de siempre. Más cansado. Viejo. Herido por la sombra de los recuerdos que la presencia de Gabrielle trajo a él...

Su mandíbula está tan tensa. Tanto, que temo que pueda partirla en dos, y su mirada es una tormenta incontenible de emociones encontradas. El gesto abrumado que tiene pintado en el rostro me hace sentir extraña y vulnerable.


— ¡Esa zorra me dejó caer! —La voz de Axel inunda mis oídos, de pronto, y mi vista se vuelca de inmediato hacia la ventana—, ¿tú sabías que podía guardar demonios dentro de esas espeluznantes cosas que dice llamar alas?

La figura del íncubo aparece en mi campo de visión y no puedo evitar reparar en las impresionantes alas de murciélago que hay en su espalda. Su piel se ha tornado grisácea y hay un par de cuernos sobresaliendo de entre su cabello. No me atrevo a apostar, pero luce un poco encorvado hacia adelante. No sé si tenga que ver con su condición de demonio o sea debido al ataque de Gabrielle.

En el instante en el que pone un pie dentro de la estancia, se desploma en el suelo y corro en su auxilio. Un gemido de dolor brota de la garganta del demonio y mi corazón se acelera en ese instante. Un destello de preocupación inunda mi cuerpo, pero me las arreglo para mantenerlo a raya mientras que paso mi mano sana por sus costados, en busca de alguna herida grave.

— ¿Dónde te duele? —Pregunto. La angustia se filtra en el tono de mi voz.

—En el puto orgullo, Bess —dice, con un gruñido y una risa ansiosa brota de mis labios—. ¡No pude defenderme!, ¡soy una vergüenza!

— ¿Te ha hecho daño? —Ignoro su ataque de frustración, mientras que tiento su cabeza, en busca de alguna especie de contusión.

—Creo que me ha roto algo —dice y suelta un quejido cuando trata de moverse.


Una figura imponente se acuclilla a mi lado y sé, sin siquiera mirar, que se trata de Mikhail.

—Sabes que debes volver allá abajo —dice, en voz baja y preocupada—. No vas a sanar aquí en la tierra. Y, por cierto, las alas de los Arcángeles pueden contener demonios menores dentro de ellas. Sólo para que lo sepas y seas más cuidadoso la próxima vez.

— ¡¿Y hasta ahora lo dices?! —Axel se queja y añade, con un gemido adolorido—. ¡Maldición!, no quiero irme —esboza una mueca cargada de dolor—. No quiero dejarte sólo con ella.

Es el tiempo de Mikhail para reír. Yo no quiero sonreír, pero lo hago de cualquier modo. Lo hago porque es un idiota impertinente y porque no es capaz de perder el sentido del humor aun estando herido.


—Si no vas por tu cuenta, haré que tu par venga por ti —dice, el chico de los ojos grises, en un tono que pretende ser duro.

— ¿Su par?

— ¡No te atrevas a llamar a esa hija de puta!, ¡sabes que la detesto!

—Los íncubos y súcubos nacen en parejas —Mikhail ignora las quejas de Axel mientras explica—: Su hermana y él no se llevan bien.

— ¡Esa estúpida no es mi hermana! —Axel resuella, en medio de un grito adolorido. Mi ansiedad y nerviosismo incrementan en ese momento.


— ¿Qué tanto te duele? —Pregunto cuando noto cómo pone una mano sobre las costillas de su costado izquierdo.

—Peor que cuando me follaron por primera vez —Axel gimotea y Mikhail esboza una sonrisa, a pesar de la mueca tensa y preocupada que hay en su rostro. Hay algo más en su expresión, sin embargo. Algo que lo hace lucir diferente. Lejano...

—Debo llevarte allá abajo —dice, y sus palabras me sacan de mis cavilaciones. Entonces, coloca el brazo libre del íncubo alrededor de su cuello—. Necesito que me ayudes un poco aquí, ¿de acuerdo?


Axel ni siquiera tiene tiempo de decir nada cuando Mikhail lo levanta del suelo. Trato de estabilizar el peso del demonio herido, pero parece que el chico de los ojos grises lo tiene todo controlado.

En ese momento, su mirada encuentra la mía y afianza su agarre en Axel antes de decir—: Tengo que llevarlo a casa. Sólo allá podrá tomar su forma real y sanar como es debido.

— ¿Volverás? —Mi voz suena inestable y débil. No quiero que piense que soy una completa idiota necesitada, pero necesito saber si voy a verlo de nuevo o va a volver a desaparecer.

Mikhail esboza una suave sonrisa.

—Estaré aquí para cuando vuelvas de tu terapia y, ¿eso?... —hace un gesto hacia la ventana destrozada—, estará arreglado para ese entonces. Es una promesa.



~*~



En el instante en el que bajo del auto, mi mirada se vuelca hacia arriba, en dirección al apartamento de mi tía Dahlia. Hace un rato, cuando llegó ni siquiera le di oportunidad de acercarse demasiado al edificio. Le dije que la esperaba abajo porque se nos haría tarde para ir con el psicólogo. Sólo pude rogarle al cielo que no alzara la vista hacia el complejo habitacional, para que no pudiese toparse con la vista de mi ventana destrozada.

Es por eso que, el alivio que siento ahora mismo al ver la ventana en perfectas condiciones, es casi tan intenso como la emoción que me da saber que Mikhail ha regresado. No puedo esperar para entrar y llamarlo. No puedo esperar para verlo de nuevo...


Tengo muchas dudas respecto a toda la información que fue revelada por Gabrielle. Eso, aunado a la poca información que tengo acerca de Miguel Arcángel, me hacen sentir insegura e incierta respecto a él.

Para ser honesta, en el instante en el que leí acerca de la importancia del Arcángel para el Cielo, lo descarté inmediatamente. A pesar de las similitudes en la pronunciación de Mikhail y Miguel, lo deseché casi de inmediato. Me siento una completa idiota por no haber podido concluir lo obvio.

Estaba tan concentrada en leer entre líneas, que ni siquiera consideré la posibilidad de que el demonio que me protege fuese alguien así de importante.

Ahora todo tiene sentido, sin embargo. Si yo fuese el líder de los demonios, enviaría a mi guerrero más poderoso a velar por mis intereses y, ¿quién mejor que Miguel Arcángel para eso?, ¿quién más poderoso que el Arcángel justiciero?...


Subo las escaleras al paso de Dahila. Trato de no lucir tan ansiosa como me siento, pero apenas puedo contener las ganas que tengo de echarme a correr hasta el piso donde vivimos.

Al llegar al apartamento, lo primero que hago, es encaminarme a mi habitación. Dahila me mira como si me hubiese vuelto loca mientras camino a paso apresurado hasta mi pequeño recinto.

La decepción me invade cuando me encuentro con la visión de mi cuarto en perfecto estado, pero sin ningún rastro de él...

Trato de ahuyentar la sensación de decepción que me invade y tomo asiento en la silla frente al escritorio antes de prender mi computadora portátil.


Como puedo -y con una sola mano-, tecleo 'Miguel Arcángel', antes de comenzar a navegar.

Wikipedia dice que Miguel es el Jefe de los Ejércitos de Dios, el protector de la iglesia y el abogado del pueblo elegido. Dice, también, que será él quien tocará la primera trompeta del Apocalipsis y que es, por esencia, el enemigo principal de Lucifer.

Otras páginas de internet, lo describen como el Arcángel que llevará a la gloria al pueblo de Dios y que, además, será quien juzgue a los seres humanos en la hora final. He leído, también, que es imparcial y justo en todo momento y que es un guerrero impresionante. Capaz de enfrentar al ángel que osó desafiar a Dios: Lucifer.


Para cuando termino de leer, me siento abrumada. Una mezcla de admiración, fascinación, terror y confusión se arremolina en mi pecho y amenaza con ahogarme. No puedo imaginar a Mikhail como un ángel justiciero. No puedo imaginarlo siendo todo seriedad y hermetismo, tal y como lo describen.

Mikhail no es sereno, ni tranquilo, ni frío. Es un idiota arrogante con un horrible y negro sentido del humor. Es lo opuesto a la persona que plasman aquí y, a pesar de que sé que hablan sobre él, no puedo evitar creer que se han equivocado de chico. Mikhail no es recto y equilibrado. Es un desastre caminando.


— ¿Por qué te gusta complicarte la vida?

Un sonido similar a un grito ahogado brota de mis labios y giro sobre la silla para encarar a la persona que habla detrás de mí; sin embargo, mi movimiento es tan violento que caigo al suelo de la forma más ridícula posible.

El dolor estalla en mi hombro y un jadeo adolorido se me escapa. La sensación de quemazón es tan intensa, que un montón de puntos negros se apoderan de mi visión.


— ¡Joder! —Un brazo se envuelve alrededor de mi cintura en ese momento, y tira de mí hacia arriba. En el proceso, el material de mi blusa se eleva. Los dedos de Mikhail tocan la piel caliente que se curva en mi cintura y mi cuerpo entero se estremece debido al contacto.

De pronto, todo el ambiente se torna denso y extraño. El dolor es apenas un una sombra extraña cuando un demonio como él te sostiene de esta forma.

Soy plenamente consciente de cómo sus dedos ásperos se crispan alrededor de mi piel blanda y de cómo su respiración golpea mi mejilla. Su cabello desordenado roza mi mejilla y me hace cosquillas, pero eso no impide que alce la vista para mirarlo a los ojos.

El tono grisáceo luce un poco más azul que de costumbre y su habitual ceño fruncido no está ahí. Su aliento cálido me da de lleno en los labios y es entonces cuando noto cuán cerca nos encontramos el uno del otro.

— ¿Estás bien? —Su voz sale en un susurro ronco.

—Si —suelto, en el mismo tono que él—. No me ocurrió nada.


En ese instante, su vista se posa en mis labios entreabiertos.

—Juro por el Infierno que esto no fue intencional —dice y una sonrisa tira de las comisuras de sus labios y mi estómago se estruja.

— ¿Qué cosa? —Mi voz suena áspera, ronca e inestable.

—Esto... —su mano baja y se introduce por debajo de mi blusa, de modo que su palma entera se presiona en mi espalda baja.

Trago duro.

— ¿No sé supone que te dolía?

Una sonrisa perezosa se desliza en sus labios.

—Tengo resistencia al dolor, Bonita —me guiña un ojo—. No te preocupes por eso.

Un escalofrío me recorre la espina dorsal y trago una vez más.


—No puedes abandonarme durante casi dos semanas y pretender que puedes venir a hacer esto —reprocho, con un hilo de voz.

Un destello divertido e irritado inunda sus ojos.

—Bess, no se supone que deba hacer esto —dice, mientras que su palma me presiona contra su cuerpo. Mis caderas y las suyas están unidas ahora y lo único que impide que nuestros cuerpos se unan por completo, es mi brazo acomodado en el cabestrillo—. Va contra las reglas. Se supone que debo cuidarte y nada más —dice y no puedo evitar sentirme decepcionada—. No debería querer besar las preciosas pecas de tu piel, ni recorrer con mis dedos la longitud de tu espalda... —como para probar su punto, su dedo índice se desliza hacia arriba por mi columna vertebral—. Tampoco debería querer besarte como se debe, y mírame aquí... —su voz es una canción de tonos melifluos y dulces—, intentando no arruinarlo todo para mí. Intentando evitar que me condenen a una eternidad en los pozos del Infierno por haberte besado.


Mi respiración se atasca en mi garganta.

—Déjame ir, entonces...

—El problema es, Bess, que no quiero —susurra—.No quiero dejarte ir. No puedo.

Mis piernas tiemblan, mi corazón ruje contra mi pecho y mis manos tiemblan con intensidad. Mis párpados se cierran en ese momento y mi frente se inclina para descansar contra su mejilla.


— ¿Qué es lo que estás haciendo?, ¿qué quieres de mí? —Digo.

Él no dice nada, se limita a empujar mi cara con su nariz, de modo que sus labios son capaces de rozar la piel ardiente de mi pómulo. Un montón de escalofríos me recorre el cuerpo cuando siento cómo sus dedos trazan patrones suaves en la piel de mi espalda.

—Quiero besarte... —gruñe, y siento el movimiento de su boca muy cerca de la mía.

Mis dedos se cierran entorno al material de la chaqueta que lleva puesta e inclino mi cara ligeramente en su dirección. Él se aparta un segundo y duda. Puedo sentir la incertidumbre que emana por los poros.


—Mikhail... —susurro, pero suena más como una súplica que como un nombre dicho al aire.

—No puedo, Bess —suena torturado—. No puedo arriesgar tanto, ¿entiendes?, esto es... —sacude la cabeza y trata de apartarse.

Mis dedos alcanzan su nuca y tiro de él en mi dirección. Él se resiste durante un segundo, pero termina con la frente unida a la mía.

— ¿Aún vas a asesinarme? —No sé por qué lo pregunto. Ni siquiera sé por qué quiero que me lo diga. Quizás, una parte de mí desea que me lo diga para así poder alejarme. Quizás soy una idiota masoquista que desea escucharlo decirlo una vez más.

—Bess —su voz destila advertencia—. No hagas esto...

Miguel —pruebo su nombre real en mis labios y él suelta un gruñido en ese instante—, ¿vas a asesinarme?


Entonces, sin decir una sola palabra, une su boca con la mía. Mi cuerpo entero se estremece cuando su lengua se abre paso dentro de mí y el sabor mentolado de su beso me golpea de lleno.

Sus labios se mueven contra los míos con tanta ferocidad, que me quedo sin aliento. Sus brazos se envuelven alrededor de mi cintura y me atrae más hacia él, mientras que mi cabeza se inclina para profundizar el beso un poco más.

El contacto es feroz, desesperado, urgente... Y todo mi cuerpo grita. Grita porque no puedo tenerlo más cerca; porque la presión de sus labios mullidos contra los míos es maravillosa, y porque un agujero se ha instalado en mi estómago debido a las emociones acumuladas.

Mis dedos se enredan en las hebras oscuras de su cabello, y un sonido ronco y profundo retumba en su pecho para reverberar en el mío cuando tiro de él con suavidad.


Entonces, rompe el contacto. Un sonido torturado y adolorido brota de sus labios y me deja ir.

En ese momento, tira de su cabello con manos temblorosas. Una palabrota sale de su boca y, cuando baja las manos de nuevo, toda la sensación vertiginosa se desvanece. El horror se apodera de mi cuerpo cuando noto el estado de la piel de sus palmas.

Luce irritada, enrojecida e hinchada y, de pronto, me siento enferma. Yo le hice eso. Yo lo herí...

Su vista se posa en sus manos y el entendimiento se apodera de su cuerpo. Rápidamente, su mirada se alza y aprieta los puños antes de decir—: No duele.

Mis ojos se posan en los suyos y sé que puede ver que no le he creído una mierda.

—Bess... —trata de llegar a mí, pero me aparto. Entonces, lo intenta de nuevo—. Bess, por favor.

— ¡No! —Me aparto cuando trata de tocarme de nuevo—. No me toques.

—Bess, maldita sea, debes...

—No vuelvas a tocarme nunca más —suplico, mientras lucho contra el nudo que se ha formado en mi garganta— Voy a hacerte  daño.

Mikhail aprieta la mandíbula y busco en su rostro algún indicio de laceración en su piel. La confusión momentánea que me invade por no verle heridas en la cara, es eclipsada por la horrible sensación de culpa que se instala en mis huesos.


— ¡Bess!, ¡la cena está lista! —La voz de Dahila viene a mí desde la sala y poso mi vista en la puerta durante una fracción de segundo antes de obligarme a avanzar a toda velocidad fuera de la habitación.

Los dedos de Mikhail se cierran en la piel de mi brazo sano y me aparto con violencia y brusquedad.

— ¡Te dije que no! —Mi voz es apenas un siseo, pero él luce como si le hubiese gritado a todo pulmón—. No vuelvas a tocarme nunca más, Mikhail.

Entonces, sin darle oportunidad de responder, me echo a andar fuera de la habitación.

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