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Por EMMolleja

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Scarlett Brandon está desesperada por encontrar un trabajo de verano y así poder ganar dinero para pagar un a... Más

Prólogo
Capítulo 1: La jugosa propuesta
Capítulo 2: La familia Patterson
Capítulo 3: Un "refrescante" primer día
Capitulo 4: La vista exótica del ventanal
Capítulo 6: A las tres de la madrugada
Capítulo 7: Las paredes que se derriban
Capítulo 8: El primo Luke
Capítulo 9: Hellboy
Capítulo 10: Noche en Zathura
Capítulo 11: Ceguera cortical
Capítulo 12: La canción de Evan
Capítulo 13: Evangeline Reneé Patterson
Capítulo 14: Luke y su poder de persuasión

Capítulo 5: Mañana en el parque

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Por EMMolleja

    —Déjalo ya, por el amor de Cristo bendito —le espeté a Theodore sacada de quicio, volviendo a poner el CD de Coldplay a sonar en el increíble auto que me encontraba conduciendo.

Nos dirigíamos al parque que me llevaba el GPS. Les digo, no fue fácil convencer a Theo de venir con nosotros, pero logré hacer un trato con él; aceptaría venir si lo dejaba tranquilo durante el resto del día, no lo molestaría más, ni invadiría su burbuja de idiotez... y créanme, no fue difícil aceptar sus condiciones. El trato era un ganar-ganar, sin duda.

Sin embargo, Theo se había comprometido a dificultarme el paseo, desde que salimos de la casa buscaba cualquier cosa para joderme. Como justo ahora, que nos encontrábamos teniendo una batalla debido nuestros diferentes gustos musicales. Él quería escuchar un maratón de AC/DC en la radio, y yo quería escuchar a mi banda favorita Coldplay. Evan simplemente se quedaba observándonos en silencio en la parte de atrás.

—El auto no es tuyo, es prácticamente mío, así que puedo poner lo que me dé la gana —sentenció el ogro, apretando un botón que apagó la voz de Chris Martin en Paradise y mis oídos comenzaron a palpitar al escuchar Back in Black.

No era que no me gustaba la banda de rock, era sólo muy temprano para tanto bullicio.

Gruñí en voz alta, girando el volante hacia donde el GPS indicó, la repentina voz de una mujer diciéndome "Ha llegado a su destino" me sobresaltó y oculté mi torpeza antes de que mi copiloto se percatara.

El lugar no era tan grande, pero a juzgar de las personas tan imposiblemente perfectas y forzosamente elegantes para un simple patio de juego, deduje que no cualquiera podía venir aquí. No bromeo, creo haber visto más de un par de bolsos Chanel y zapatos Gucci mientras buscábamos una banca donde poder sentarnos.

—¿Ya puedo ir a jugar? Mi amigo Billy me está esperando —me preguntó la vocecita de Evan, jalando de mi blusa para que lo mirara.

Me agaché hasta quedar a su nivel y mirarlo a sus lindos ojos.

—Puedes ir, pero ten cuidado. Si necesitas algo búscame, ¿de acuerdo? No te vayas muy lejos, no quiero perderte de vista. —Me sentí como una sobreprotectora madre e intenté ignorar esa pequeña sensación de saber si Theodore había escuchado eso.

Honestamente, no me sorprendería si se molestara por tratar tan bien a su hermano.

—Está bien. —El niño me sonrió radiante, antes de acercarse por un sorpresivo beso en la mejilla y salir corriendo hacia los demás niños.

Era toda una dulzura, no me cansaría de decirlo.

Me senté junto al detestable ogro en la banca de madera. Él ahora tenía puestos sus audífonos con el volumen tan alto que hasta yo podía escuchar la poderosa voz de Axel Rose cantando Welcome to the Jungle.

Pasaron algunos minutos en los cuales nos limitábamos a estar callados. Theodore seguía en su mundo de Guns N' Roses y yo procuraba seguir con mis ojos cada movimiento que Evan daba. Sentía que estaba siendo tal vez demasiado paranoica, pero en verdad no quería perderlo de vista.

Sacudí mi repentino estado de sobreprotección e intenté distraerme con algo más. Saqué mi teléfono y lo revisé. Cero llamadas sin contestar de Alice. Cero mensajes de texto. Cero de mensajes de voz. Genial, mi madre al parecer se había olvidado de mi existencia o estaba demasiado enojada por dejarla que ahora no me hablaba. Cualquiera de los escenarios hacía que se me apretara el corazón.

Siempre había estado clara en que nuestra relación estaba lejos de ser convencional y tradicional; que no éramos la madre e hija que van al centro comercial de compras y hornean galletas juntas. No obstante, su actitud muchas veces seguía afectándome, como si los años nunca hubiesen avanzado y yo continuara siendo aquella niña esperanzada, aquella que esperaba algo más de su madre; apoyo, protección y seguridad. Eso que nunca tuve al crecer. Y para este punto, nunca iba a tener.

Mi tono de llamada Viva la Vida sonó al momento en que pretendía guardar mi teléfono para volver a mi trabajo. Lo saqué de nuevo del bolsillo de su chaqueta y vi el identificador de llamadas con la esperanza de que fuera mamá.

Pero era sólo Bess.

Miré en dirección a Theodore, por suerte, él seguía con sus audífonos puestos. Al tenerlo de perfil, pude notar que sus ojos estaban cerrados tras sus gafas de sol y sus piernas seguían el ritmo de cualquiera que fuese la canción que escuchaba. Su posición era despreocupada, relajada, con la cabeza ligeramente hacia atrás como si estuviese tomando el sol. Se veía bastante atractivo.

Bien, la llamada de Bess.

—Creí escuchar que me llamarías la última vez que hablamos. —Era agradable escuchar su voz, apenas habían pasado un par de días y ya la extrañaba.

—Lo siento, no he tenido tiempo —me disculpé sinceramente—. Cuidar a dos niños no es algo fácil.

—¿Ya conociste al ciego? —Puse los ojos en blanco, desconcertada. ¿Podía ser menos discreta esta chica?—. ¿Cómo es? ¿Es lindo, ardiente o sexy? ¿Extremadamente sexy? ¿Tirable?

—¿Tirable?— Le pregunté, enarcando una ceja, divertida—. ¿Es esa una nueva palabra? ¿La han puesto en el diccionario ya? Lo siento, no estoy aún familiarizada.

—Scar, sabes a lo que me refiero, no le des vueltas al asunto —me reprochó con tono de fastidio—. Sigo esperando la respuesta, amiga.

—Él es... —Le eché una mirada de reojo, bajando la voz sólo en caso de que escuchara algo de esta conversación—. Él es un completo idiota.

Escuché a Bess bufar al otro lado de la línea.

—Kathlyn, te pregunté acerca del físico, no que si es un idiota o no. No intentes voltear la cosa.

Ugh. Odiaba cuando me llamaba por mi segundo nombre. Odiaba a muerte mi segundo nombre.

—Tiene los ojos más hermosos que jamás he visto en mi vida. —Traté de no sonar tan ridícula, pero mi suspiro al recordar aquellos ojos no se contuvo. Por alguna razón, cada vez que los recordaba me robaban el aliento—. No estoy exagerando, Bess. Y también tiene cuerpo atlético, muy atlético. —Y un lindo trasero, quise decir, pero no lo dije, probablemente se volvería loca.

—Vaya, ¿o sea que es tirable? —airó, atontada—. ¿O sea que puede ser que la virgen María deje de serlo antes de la universidad? ¿Antes de que acabe el verano?

—¡Bess! —repliqué con mis mejillas coloradas—. ¡No haré nada con nadie! Y mucho menos con un idiota ogro como él. Estoy aquí por trabajo y lo sabes.

—Uh-oh, ¿percibo algo de tensión por ahí? ¿De tensión sexual quizá? ¿Te atrae el chico? —opinó, sugerente—. Sabes que puedes decírmelo, no tienes que ocultar nada de mí.

—Nos odiamos desde el preciso momento en que nos conocimos. Hemos discutido la mayoría del tiempo, no me agrada, es un odioso imbécil. Los amigables genes de la familia al parecer no funcionaron con él. —Con tan sólo pensar en sus palabras me hacía querer gruñir—. En resumen, prefiero involucrarme con un árbol, al menos sé que tendrá más sentimientos que él.

—Nunca digas nunca, Scar, el verano es largo y las cosas pueden cambiar, hasta entonces, estaré esperando esa llamada que me harás para contarme como salió todo, con detalles, por supuesto —me dijo, dejando escapar una de sus risitas malévolas.

—Esa llamada nunca llegará, así que no la esperes —espeté—. No pasará nada sexual, o mucho menos, amoroso entre ese ogro y yo. Jamás.

—Scarlett, Scarlett, tan ingenua Scarlett...

—Nada. Pasará. Y punto.

—Apuesto a que sí.

—No, Bess, no apuestes nada, perderás.

—Estoy bastante segura de que no perderé.

—Sí lo harás.

—No lo haré.

—¡Sí lo harás!

—¡No lo haré, Scarlett!

—Adiós, Bess, tengo que volver a mi trabajo.

—Bien, adiós, y no perderé, me recordarás cuando todo pase, ya verás.

Colgué, molesta. Para Bess, todo se trataba de chicos "tirables", a veces se tornaba irritante. El hecho de tener a Theodore y a mí en una misma oración, de esa manera, era indiscutible. Primero, esto era un trabajo y no pensaba estropearlo. Segundo, el tema del sexo era delicado para mí, mamá se había encargado de convertirlo en un acto que me aterraba. Pero eso es otra conversación.

Puse mi atención de nuevo en el parque. Evan se encontraba jugando a salvo con un grupo de niños, parecía que todo estaba en orden hasta ahora, así que desvié mi vista hacia otro lugar, dispuesta a conocer más el lindo espacio.

Me encontré con un castillo de juego, donde se encontraban jugando muchas niñas bien vestidas. Se reían y corrían alrededor como si fuesen perseguidas por algo, me dio mucha gracia y recordé que a esa edad yo no tenía tiempo para jugar de esa manera. Mi niñez se resumió a ayudar a Alice en cualquier trabajo que consiguiese para pagar las deudas que terminaba teniendo como consecuencia de su adicción al alcohol.

Entorné mis ojos, al notar algo extraño junto a un muro del castillo de madera. Una personita vestida de amarillo permanecía sentada en el suelo, abrazando sus piernas y con la cabeza castaña entre las rodillas. Parecía que la niña lloraba.

Busqué con la mirada alguna mujer con cara de preocupación, pero no encontré a nadie en especial. No pude resistirme y me levanté para acercarme a la pequeña. Los niños cuando lloran son mi completa debilidad.

—Hola, ¿estás bien? —le pregunté, inclinándome hacia ella.

La niña alzó su cabeza y se vio asustada por un momento.

—Tranquila, no voy a hacerte daño, es sólo que te he visto llorar —le expliqué en un tono suave—. ¿Te has lastimado?

Ella negó con la cabeza mientras se secaba las lágrimas.

—¿Te has perdido entonces?

Ella volvió a negar con la cabeza.

Cuando iba a preguntar otra cosa más, una mujer —bastante joven— se acercó a nosotras, frunciendo el ceño con recelo hacia mí.

—Cariño, ¿por qué estas llorando? —Su rostro se suavizó al ver que la pequeña tenía sus mejillas mojadas.

—La vi hace un momento y me acerqué, pregunté que le pasaba pero no quiso hablarme. Supongo que le enseñó bien el no hablar con desconocidos —dije, sonriéndole con amabilidad.

La mujer era increíblemente joven, podía tener unos fácil veintisiete o veintiocho, no había manera de que pasara los treinta. Era más alta que yo y tenía un sedoso cabello dorado, cualquier otra persona diría que se trataba de una modelo, sus ojos eran marrones y su piel levemente bronceada y cuidada. Hermosa.

—Gracias por preocuparte —Ella me devolvió la sonrisa, sosteniendo a la niña en sus brazos, esta enterró su cabeza en el cuello de su madre.

—Oh, no hay de qué.

—Mi nombre es Lilianne. —Extendió su mano hacia mí, no teniendo otro remedio que estrecharla—. Ella es mi hija, Sue.

—Mucho gusto, soy Scarlett. —Le di un cariñoso apretón en su mano.

—No te he visto por aquí antes, ¿acabas de mudarte? —me preguntó, luciendo curiosa por saber más acerca de mí.

—No, soy la nueva niñera de un niño, aquel que está allá. —Señalé a Evan con mi dedo a lo lejos.

Lilianne asintió lentamente.

—Ah, de Evan Patterson, ahora comprendo porque no te había visto antes. Supongo que Nadia renunció. —Y yo supongo que Nadia era la antigua niñera.

—Sí, empecé hace dos días. —Me encogí de hombros, tímida.

—¿Y hasta ahora cómo va? —La mujer me dedicó una linda sonrisa.

Me agradaba.

—Creo que puedo manejarlo, si sabes a lo que me refiero. —Inconscientemente, las dos nos volvimos hacia Theodore, el cual aún se encontraba en la misma posición en la banca. Parecía una condenada estatua.

—Así que ese es el famoso Theodore que las otras tanto hablaban, en mi cabeza era el diablo en persona. —Vaya, hasta su risa era contagiosa.

Esperen... ¿Él nunca ha venido acá antes?

—¿Theodore nunca había venido antes al parque? —le pregunté, frunciendo el ceño.

—No, usualmente las niñeras sólo traían a Evan, y descargaban todo su odio contra el hermano mayor en este lugar. ¿Cómo hiciste que viniera, de todos modos?

No supe responder esa pregunta, estaba algo conmocionada. Claramente había sido la primera en lograr sacar al ogro de su cueva. Sonreí como si me acabase de decir que me gané la lotería.

—Oh, lo siento, se me hace tarde para visitar a mi madre. —Su resoplido me hizo volver en sí—. Me caes bien, Scarlett, es la primera niñera de los Patterson que parece cuerda.

No pude evitar reír.

—Anota mi número de teléfono —me pidió, dándome tiempo para sacar mi teléfono y anotar los números que me dictaba—. Espero que podamos seguir nuestra conversación en otra ocasión.

—Sí, a mí también —respondí, aceptando otro apretón de manos de despedida.

—Fue un placer conocerte —dijo mientras caminaba lejos de mí.

Bueno, había hecho una amiga más.


Nota de la autora:

Este Theodore está lleno de sorpresas, ¿o no? Lilianne, creo que veremos más de ella mientras la historia avanza. Tal vez sí, tal vez no.

Hasta ahora, ¿qué les ha parecido? 

P.D.: Evan es una bolita de ternurita ;)

Me despido,

Besitos venezolanos :D

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