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By DulceCLpez

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Saga <<La Era De Los Vampiros>> Libro I: <<Dulce Cautiverio>>
INTRODUCCIÓN
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
CAPÍTULO TRES
CAPÍTULO CUATRO
CAPÍTULO CINCO
CAPÍTULO SEIS
CAPÍTULO SIETE
CAPÍTULO OCHO
CAPÍTULO NUEVE
CAPÍTULO DIEZ
CAPÍTULO ONCE
CAPÍTULO DOCE (sin corregir)
CAPÍTULO TRECE (sin corregir)
CAPÍTULO QUINCE
CAPÍTULO DIECISEIS
CAPÍTULO DIECISIETE
CAPÍTULO DIECIOCHO
CAPÍTULO DIECINUEVE
CAPÍTULO VEINTE
EPÍLOGO
Informo:
¡¡¡ÚLTIMAS HORAS PARA RESERVAR ACOSADA...

CAPÍTULO CATORCE

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By DulceCLpez

   Estaba placidamente dormida, cuando una caricia íntima me despertó. Abrí los ojos y miré hacía abajo.

   Eric levantó en ese momento su cabeza de entre mis piernas, se relamió los labios y me miró dedicándome una sonrisa atrevida.

   —Siento haberte despertado amor... —sus dedos jugaban distraídos con mis dorados rizos—. Pero es que no pude resistirme. Te he estado esperando durante demasiado tiempo y aún tenía más hambre de ti... —aprovechó el momento para mostrarme sus palpitantes colmillos.

   Yo jadeé sin control, se me hizo un nudo en el estómago y sentí un calor inundando mi ingle. Giré un momento la cabeza y comprobé que aún no había amanecido, eran apenas las cinco de la madrugada.

   Medio me incorporé apoyada en mis codos. Alargué un brazo y le acaricié su rubia melena, él se inclinó más hacía delante y atrapó con su insaciable boca uno de mis pezones.

   Cerré mis soñolientos ojos y alcé la barbilla hacía arriba, echando la cabeza para atrás. Di un profundo suspiro. Mis dedos no dejaron de masajear su cuero cabelludo, mientras el se saciaba devorando mis pechos. Jugó con uno, luego con el otro. Iba de un seno al otro, totalmente descontrolado.

   Sin previo aviso, noté la presión de su húmeda cabeza empujando en la entrada de mi sexo. Con un ronco rugido, me penetró profundamente, hasta la empuñadura. Mi respiración se interrumpió por un breve momento, para luego retomarla de nuevo, con un ritmo entrecortado. La sentía muy dura dentro de mi, reclamándome, haciéndome suya una vez más.

   —¡Oh, pequeña!, estás tan caliente, tan mojada... —jadeó entre mis labios mientras me besaba.

   Su lengua se deslizó dentro de mi boca, exigiendo la atención de la mía. No lo defraudé, mi lengua se entrelazó con la suya en un ritual erótico.

   Su embiste se hizo más profundo. Mis apretados y resbaladizos músculos envolvían su formidable pene. Alcé mis largas piernas y las envolví alrededor de su cintura.

   Eric dejó de explorar mi boca y comenzó a besarme la barbilla, descendió por mi garganta y se detuvo a la altura de mi clavícula, arañándome cariñosamente con las puntas de sus afilados y blancos colmillos.

   Una línea delgada de sangre cálida apareció y él la lamió. No pudo reprimir el impulso que lo incitaba a doblarse más en sus caderas y enterrarse más profundo. Finalmente, sepultó sus colmillos donde mi cuello y hombros se unían.

   Mi sangre caliente llenó su boca, se estremeció y tembló de placer cuando el orgasmo se apoderó de su ser.

   Sentirlo llenándome una vez más de su esencia, produjo también mi liberación.

   Estábamos los dos completamente saciados, acostados boca arriba, mirando el blanco techo.

   Cuando mi respiración se estabilizó, me incorporé en la cama, quedando sentada en ella. Sentí una humedad extraña entre mis muslos. Pasé mi mano entre ellos y toqué algo pegajoso y caliente entre mis dedos. Alcé mi mano y descubrí de que se trataba, era el semen de Eric.

   Lo miré fijamente, con los ojos abiertos. ¡Por Dios!, ¡que tonta había sido! ¿Habíamos hecho tres veces el amor sin protección alguna?

   La preocupación y el pánico se apoderaron de mi...no estaba preparada para estar embarazada y ser madre... ¡De un vampiro nada más ni menos!, no, aún no.

   —Eric... —comencé a balbucear—. Dime que no me dejaste en cinta.

   Él se incorporó y se sentó junto a mi. Después de limpiarme, pasó su brazo por encima de mis hombros y colocó mi cara sobre su pecho, para que descansara allí.

   Su mano acariciaba mi larga melena, mientras me hablaba casi en un susurro.

  —No tienes porqué estar preocupada pequeña... —me besó en la frente—. Los vampiros sabemos cuando están las mujeres en su periodo más fértil. De momento, tú no lo estas.

   Suspiré aliviada y lo abracé con más fuerza. Estaba muy cómoda entre sus brazos y no pude remediarlo: de nuevo caí dormida.

                                                                   ***

   Los días fueron pasando sin novedades, ya estábamos a mediados de Octubre, justo un mes después de mi <<despertar>>.

   Comenzaba a refrescar también por el día, pero dentro de la mansión hacía buena temperatura y por eso no era necesario cambiar mi vestuario compuesto exclusivamente de túnicas.

   Acababa de terminar con mi periodo, pudiendo probar una vez más, que Eric era sincero y que nunca se equivocaba; definitivamente, no estaba embarazada.

   Hoy era viernes, por lo tanto tenía una cita con Lisa esa misma mañana, la iba a acompañar al mercado para hacer la compra semanal. Bueno, íbamos a ir allí y algún sitio más.

   Lucan había llamado a Lisa la noche anterior para informarnos que tenía una noticia muy importante para darnos. Así que, nos esperaba a las once de la mañana en la base oculta.

   Me había puesto el despertador para que sonase bien temprano -a las siete y media-, pues tendríamos que hacer la compra con prisas y corriendo. Con todo lo que teníamos que hacer esa mañana, nos faltaba tiempo y los vampiros no deberían de sospechar nada de nuestra escapada.

   Pero no fue el sonido del aparato despertador  el que me despertó bien temprano, no, era el teléfono. Lo cogí antes de que se despertara Eric y comprobé que eran las siete de la mañana.

   —¿Diga? —pregunté con voz soñolienta.

   —Carla, soy tu madre —respondieron desde el otro lado de la línea.

   ¿Mi madre? ¿Qué hacía mi madre llamándome tan temprano? En seguida me alarmé, algo tenía que haber pasado...

   —¿Va todo bien mamá? —pregunté a la vez que me sentaba en el borde la cama.

   —Tengo que hablar contigo... —dijo con un tono de voz extraño, como si estuviera nerviosa. Luego, tras una pequeña pausa, añadió—. Necesito que vengas a casa. Hazlo tú sola y no le digas a nadie que vienes a verme, ¿entendido?

   —¿Que vaya sola?, me estas asustando mamá. ¿Ocurre algo?

   Silencio, no se oyó nada desde el otro lado del auricular.

   —De acuerdo —dije al fin—. ¿A que hora?

   —En media hora te quiero aquí.

   Y eso fue todo, no dijo nada más, dejándome toda preocupada. Me levanté de un salto y me puse corriendo la ropa que me ponía para salir, unos jeans y una camisa de manga larga. A toda prisa fui a la cocina, donde sabía que me encontraría con Lisa.

   Efectivamente, estaba desayunando. Aunque aún quedaba más de media hora para nuestra cita, ella solía madrugar bastante a diario.

   Alzó su mirada del cuenco de leche con cereales que estaba tomando para mirarme con ojos sorprendidos.

  —¡Que madrugadora!, tampoco hacía falta levantarse tan tempra...

   No la dejé terminar la frase, la agarré del brazo y me la llevé a los aseos más próximos.

   —¿Qué ocurre Carla? —preguntó ella algo alarmada por mi extraño comportamiento.

  —No lo sé Lisa, y eso es lo que más me preocupa... —me acerqué al lavamanos y me eché agua en la cara—. Me acaba de llamar mi madre y se comportó de una forma muy rara —le conté mientras me secaba—. Creo que algo malo pasa.

  Ella se acercó a mi cuando vio que mi cuerpo temblaba de miedo. Me puso la mano sobre la mía, que ahora descansaba en la encimera del lavamanos.

  —Tranquilízate Carla —me dijo con voz calmada— A ver... ¿Qué fue exactamente lo que te dijo?

   —Quiere que vaya a casa a verla y quiere que vaya sola. ¿Porqué querría eso?

  Lisa pareció pensarlo un poco antes de hablar. Ahora su cara reflejaba preocupación cómo la mía.

  —Bien, si es eso lo que ella quiere... —me miró fijamente a los ojos y continuó—: Escucha, no le digas nada a nadie más, ni si quiera a Eric. Ve a verla, yo te llevaré y te esperaré en la gasolinera. Así Adriana creerá que fuiste sola y que nadie sabe sobre esto.

   Seguí mirándola fijamente, comprendiendo a dónde quería llegar.

   —La gasolinera está muy cerca de tu casa, si pasa algo, me llamas y yo me presentaré allí en cinco minutos. No estaré sola, le diré a Brenda y Brad que me acompañen.

  —Tengo miedo —fue lo único que pude decir.

   —Lo sé, pero no te preocupes. Seguro no es nada importante... Además, nosotros estaremos muy cerca y expectantes. Cuando todo haya terminado, iremos a ver lo que Lucan nos tiene reservado, ¿vale?

   Asentí, ahora más tranquila sabiendo que no estaba sola en esto.

   —Bien. Llamaré a un par de colegas del equipo para que se encarguen ellos de las compras en el mercado, mientras resolvemos esto —sentenció, mientras sacaba su teléfono móvi y yo la observaba, esperando...

                                                                   ***

   Lisa mantenía en sus pequeñas manos su teléfono móvil, mientras esperaba en el Ford Fiesta blanco junto a Brad y Brenda.

   Yo cogí el coche que habíamos utilizado para llegar hasta allí, un Audí A3 plateado, y me dirigí rumbo a la casa de mis padres. No tardé en llegar desde allí, aunque llegaba casi diez minutos tarde a la cita con mi madre.

  La gran puerta de hierro de la parcela estaba abierta, cosa inusual, pero por lo visto, cómo sabían que yo llegaría de un momento a otro, no se molestaron en cerrarla. La puerta de la casa también estaba abierta de par en par y eso me incomodó más todavía.

   El sol del amanecer bañaba el exterior, prometiendo un día caluroso a expensas de estar ya oficialmente en Otoño.

   Dudé en entrar, si había algún vampiro dentro, podría hacerse conmigo y en cambio, aquí fuera, estaba más segura. Me quedé mirando el hueco de la puerta, todo estaba muy oscuro dentro y no se oía sonido alguno.

   Me armé de valor y llamé a mi madre en voz alta. Sin respuesta. Lo volví ha hacer varias veces más. Nada. Tampoco me respondía mi padre. Le di la vuelta a la casa y abrí la gran puerta de la cochera y comprobé, que estaba el Citroën C5 de mi padre estacionado correctamente en su lugar. Por lo que pude ver, no había nadie en casa. ¿En que vehículo se habían ido entonces?

   Escuché el teléfono sonar dentro de la casa, así que, regresé corriendo hacía la puerta de entrada de la misma. La mesita de mimbre donde descansaba el teléfono, estaba en el recibidor, junto a la puerta. Sólo tenía que estirar un poco el brazo y podría atender a la llamada...

   No paraba de sonar, insistiendo una y otra vez. Finalmente, me asomé y miré primero dentro del recibidor antes de alcanzar el teléfono. Nerviosamente lo descolgué y atendí a la llamada desde el porche de la vivienda.

   —Niña, nos has hecho esperar demasiado —me recriminó una voz desconocida—. No nos gusta que nos hagan esperar.

   —¿Quién eres y donde están mis padres? —mi voz temblaba, mezcla de rabia y miedo.

   —Directa al grano... Así me gusta humana —hizo una pausa para reírse—. Me pregunto si has sido buena y no le has dicho a nadie sobre esta cita...

   —Nadie sabe nada —contesté enérgicamente, mintiéndole descaradamente—. Y aún no me has respondido.

  No sabía porqué, pero la palabra <<Renegados>>, se me pasó por la cabeza en esos momentos de angustia. Eric ya me había advertido que algo de esto podría pasar...

   —¡Niña, soy yo el que hago las preguntas! —su voz sonaba ahora bastante irritada—. ¿Quieres que tus padres continúen con vida, si o no?

  —Por favor, ¡no le hagáis daño! —supliqué alarmada.

   Ahora el miedo se propagó dentro de mi, nublando mi mente y mis sentidos. No sabía qué decir o hacer. Alguien tenía a mis padres y corrían peligro.

   —Bien, bien... ¿Puedo tomar eso como una afirmación?

  Su voz tenia un timbre de burla.

  —Sí —jadeé.

  —En ese caso, tengo una propuesta que hacerte...

  Escuché atentamente lo que me tenía que decir y sin dudarlo, acepté el trato.

   Me quedé un buen rato parada, sin reaccionar. No sé cuanto tiempo había pasado desde que la otra línea se hubiera desconectado, cuando al fin, separé el auricular de mi oído y lo dejé en su sitio.

   Ahora estaba segura, los Renegados tenían a mis padres y serían liberados de una sola manera: entregándome yo a cambio. Me querían a mí.

   Me monté en el coche sin entrar en la casa por precaución -alguno de ellos podrían estar esperándome dentro- y fui directamente a la gasolinera.

   Finalmente, las lágrimas se apoderaron de mí.

   Lisa se bajó del coche en cuanto me vio venir y se me acercó.

   —¿Carla?, ¿te encuentras bien?

   Bajé del coche y la apreté contra mí. Estuvimos abrazadas lo que me parecieron horas, mientras lloraba en su hombro, mojándoselo.

   Cuando al fin pude controlarme y calmarme, me separé de ella.

   —Ellos los tienen —empecé a balbucear—. ¡Los vampiros Regenados tienen a mis padres!

   —¡Jesús! —exclamó ella— ¿Y que pretenden ellos con eso?

   —Me quieren a mí a cambio. Me imagino que para chantajear a Eri... No estoy segura...

   Empecé a secarme la cara con la manga de la camisa, avergonzada por mi debilidad. Tenía que ser fuerte y afrontar este problema. No me iba a derrumbar, aún no.

   —¿Para?

   —No lo sé, en realidad no me lo dijeron. Pero yo creo que lo han hecho porque quieren el apoyo y la colaboración de Eric en su radical política —repliqué asqueada—. Van a utilizar mi encierro para que Eric coopere.

   —¡No podemos dejar que eso ocurra! —explotó ella—. Ellos no pueden hacerse con el control, ¡sería nuestra perdición! —gritó ella indignada—. Tenemos que hablar con mi padre, seguro que él nos dará una solución.

    Esperaba que tuviera razón y no se equivocara. Y tenía que ser pronto, pues esa misma noche se iba a producir el intercambio.

                                                                    ***

    Cuando llegamos a la base, Lucan nos esperaba algo molesto por nuestra tardanza. Pero en cuanto le contamos lo sucedido, su enfado con nosotros cambió en otra dirección. Los Renegados eran ahora el centro de su furia...Y de la nuestra.

   —¿Qué vamos a hacer papá?, no podemos dejar que los chupa sangres se salgan con la suya.

   —Y a la cita de esta noche sólo puedo ir yo y nadie más, no podéis acompañarme —le informé.

   Después de estar pensándoselo durante un largo tiempo, en el cuál sólo reinaba un intenso silencio en la habitación, Lucan me miró primero a mi y luego a Lisa; Brad y Brenda se quedaron al margen en todo momento, sin ni siquiera opinar.

   —Vamos a ver, creo tener una solución... —hizo una pausa mientras se colocaba bien las gafas sobre su nariz—. Pero antes, dejadme que os muestre lo que quería contaros hoy.

   Le seguimos hasta el laboratorio donde se encontraba la celda con el vampiro prisionero dentro. Se acercó a un mueble con puertas de cristal, abrió una de ellas y sacó un tarro blanco de plástico. Le quitó el tapón y nos mostró su contenido. Se trataba de unas cápsulas rosadas.

   —¡Por fin lo hemos conseguido! —exclamó él con aire triunfante—. Después de tantos meses de estudio y pruebas... ¡Lo conseguimos!

   Si no fuera por el dolor y preocupación que sentía por mis padres, me hubiera contagiado de su alegría.

   —¿En serio padre? —preguntó una Lisa que ya no le importaba reconocer su parentesco con él.

   —Así es, esto que veis aquí es el remedio para obtener de nuevo nuestra libertad —sus ojos brillaban de emoción.

   —Explícate por que estoy perdida —reconocí.

   —Tengo aquí, en la palma de mi mano, nada más ni menos, un arma contra los vampiros muy eficaz.

   Alcé una ceja expectante, esperando impacientemente su explicación.

   —Esta cápsula tan pequeñita, contiene una sustancia totalmente inofensiva para el ser humano, pero en cambio, para los vampiros es diferente. Si alguno de ellos se alimentara de una persona que haya consumido este medicamento, su cuerpo se debilitara de tal manera que parecerá un humano también. Nada de velocidad extrema, fuerza poderosa y otras habilidades importantes. Nada —concluyó.

   Ahora lo miré asombrada, creo que decir que me quedé con la boca abierta es quedarse corta... Y no fui la única.

   —¿Y dices que no afecta al ser humano? —preguntó Lisa.

   Él se giró mirando a la puerta de acero de la celda, apoyó ambas palmas de sus manos sobre ésta y se asomó por la ventanilla mientras explicaba.

   —No, hice la prueba conmigo mismo. Pero los efectos sólo duran unas cinco horas, tanto en el cuerpo humano, cómo en el de un vampiro. Si eres mordido después de ese tiempo, el vampiro no notará cambio alguno.

   —Y después de cinco horas, el vampiro que haya ingerido sangre contaminada, volverá a recuperarse de nuevo ¿no? —pregunté.

   —Exactamente.

   Se dio la vuelta y se apoyó otra vez en la puerta, pero con la espalda descansando en ella y con los brazos cruzados sobre su pecho.

   —¿Y en que me ayudará a mi todo esto con lo de mis padres?

   —Antes de irte a la cita que has concretado con ellos, tomarás una dosis de esta droga, pero sólo una. No nos afecta en pequeñas cantidades, pero si tomas tres o más, también te debilitarás.

   —¿A qué te refieres con eso? —sentía curiosidad—. ¿Tendré también menos fuerza de la que ya tengo? —dije con sarcasmo. Estaba muy alterada y no pensaba las cosas antes de decirlas...

   —No concretamente, simplemente te desmayarías y estarías caos al menos un par de horas. Lógicamente, una sobredosis te llevaría a la tumba. Tu ritmo cardiaco y tensión descenderían tan bruscamente y a unos niveles tan bajos que...

   Bastante información, ¿no?

   —Así que... —hice una pequeña pausa, mientras recapacitaba un poco sobre todo esto—. Me recomiendas que me lo tome. ¿Así si deciden alimentarse de mí, los podré debilitar y vencer?

   —Eso espero... —se giró y me miró fijamente, cómo si sólo estuviéramos los dos allí—. Tendrían la fuerza de cualquier humano, dependerá de ti si puedes vencerlos o no.

    Eso nos llevaría a una lucha cuerpo a cuerpo... ¿Sería yo capaz de ganarle a uno de ellos? No estaba tan segura.

   —No creo que esto me vaya a servir de gran ayuda —comencé a renegar—. No sé cuántos son, ni si soy lo suficientemente fuerte para defenderme.

   Entonces me desmoroné, la poca esperanza que había creído sentir se esfumó en un ir y venir.

   —Algo es algo, nunca se sabe. Tendrás que ir con idea, a veces vale más maña que fuerza.

   Las palabras de Lucan no me reconfortaban lo suficiente, aunque en cierto modo, tenían razón.

   —Pero papá, va a ir sola a enfrentarse con esas sanguijuelas, ¿qué podemos hacer sobre eso?

   Él se quedó mirándola con los ojos entornados, mientras las ideas golpeaban su mente intentando dar con una salida a ese punto en concreto. Se giró y salió del laboratorio, dejándonos a todos esperando una respuesta.

   Nos quedamos mirando unos a otros, sin saber que decir, mientras esperábamos a ver que pasaba.

   A los diez minutos o así, Lucan entró con algo minúsculo en sus manos. Después de echarme una ligera ojeada, se acercó a mi y me cogió del brazo donde tenía puesto mi brazalete dorado. Lo sujetó y le dio la vuelta sobre mi muñeca, dejándolo del revés y pegó en ella la pequeña pieza que traía consigo. En cuanto terminó de colocármelo, me lo dejó de nuevo en su antigua y correcta posición.

   —Esto es un localizador, un GPS. Es indetectable y nos informará en cualquier momento sobre tu ubicación.

   Lo miré sorprendida, sin duda alguna era una buena idea. ¿Cómo no se me había ocurrido a mi antes?

   —Cuando veas a tus padres en el momento del intercambio, diles que una vez libres, vayan directos a su casa —toda mi atención estaba concentrada en sus palabras—, nosotros estaremos vigilándola y en cuanto los veamos venir y aseguremos su seguridad, iremos a rescatarte.

   Me parecía un buen plan, sólo esperaba que lo de la droga esa fuera realmente eficaz.

   No me gustaría que la muerte de varios miembros de la resistencia recayera sobre mi conciencia.

   —¿Y si la engañan y no los liberan?

   Esta vez fue Brenda la que habló, sorprendiéndome ya que casi nunca decía nada.

   —Esperaremos hasta un par de horas después de vuestro encuentro y si no aparecen, iremos de todos modos. Pero para entonces, no sabremos en que estado encontraremos las cosas.

   Dijo esto último desviando su mirada de la mía, y yo sabía a que se refería: Si no los liberaban, o bien eran por que ya estaban muertos o por que querrían que continuarían presos cómo hasta ahora. Pero con una diferencia: con mi compañía.

   A partir de ahí, estaríamos a merced de ellos hasta que la resistencia vinieran para liberarnos. Y para entonces, podrían cambiar mucho las cosas... Podríamos estar muertos.

   Por lo menos yo tenía un as bajo la manga, ellos no sabían nada sobre la existencia de esta droga. Quizás lograría salir de allí con vida después de todo...Sólo era cuestión de suerte.

Nota: A la derecha, foto de Lucan (científico y jefe de la Resistencia, así como padre de Lisa)

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