Mara (I)

Bởi Larena_Aquifolia

104K 8.8K 2.8K

Hace dos años acabaron con casi toda nuestra civilización. Hace dos años nos obligaron a huir a un universo... Xem Thêm

Nota de la autora
Mara
Prefacio
Capítulo 1 (parte 1)
Capítulo 1 (parte 2).
Capítulo 2.
Capítulo 3 (parte 1).
Capítulo 3 (parte 2).
Capítulo 4.
Capítulo 5 (parte 1).
Capítulo 5 (parte 2).
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14 (parte 1).
Capítulo 14 (parte 2).
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Aviso importante
Capítulo 33.
Capítulo 34 (parte 1).
Capítulo 34 (parte 2).
Capítulo 35.
Capítulo 36.
Epílogo
¿Y ahora qué?

Capítulo 8.

1.7K 194 62
Bởi Larena_Aquifolia

A ninguno de los exploradores se le ocurrió mover un dedo tras la amenaza. La voz provenía de la entrada del salón, aunque se había oído extrañamente amplificada por toda la estancia. Se trataba de un sonido profundo y distorsionado, sin apenas entonación. Entre ellos no podían verse las caras debido a las protecciones, pero Ciro estaba seguro de que todos tenían una mueca de terror dibujada en sus rostros, incluido él. Aquella voz sólo podía pertenecer a un soldado.

—Las armas al suelo. Daos la vuelta con las manos en alto. — El pelotón obedeció sin rechistar y sin realizar movimientos bruscos. A pesar de llevar las gafas infrarrojas, el joven no veía ningún foco de calor que indicase la presencia de alguien. ¿Acaso el enemigo había desarrollado una nueva tecnología que impedía ser localizado a través de la emisión de calor corporal?—. Salid en fila de a uno, y si alguno de vosotros realiza un movimiento extraño, dispararé a todo el grupo.

Tal y como se encontraban dispuestos, fueron acercándose a la puerta del salón para salir de éste y a continuación llegar al rellano del primer piso. Mientras caminaban en silencio, Ciro consiguió salir del bloqueo mental causado por el miedo. No hacía falta ser muy inteligente para darse cuenta de que había varias cosas que no cuadraban. La primera de ellas, que el soldado hablase su idioma. Nunca había oído a uno hablar, ni siquiera cuando iban en grupos, pero era absurdo que fuesen invasores planetarios y que supiesen hablar su misma lengua. La segunda, el hecho de que sus gafas no fuesen capaces de detectar el cuerpo. Hasta escasos días atrás, los soldados habían sido avistados a través de las gafas infrarrojas sin ningún problema. ¿Por qué no habían visto a éste?

—Trax, ¿ocurre algo? —La pregunta de Sylvan les llegó a través de los auriculares— Me ha parecido oír un ruido.

Ciro esperó impaciente a que Trax contestase a través del comunicador interno, pero no hubo respuesta alguna.

—¿Nos recibís? —insistió Aera. Su tono de voz denotaba preocupación.

—¿Trax? —inquirió Ciro, en vista de que su capitán no contestaba—. Trax, ¿me oyes? ¡Joder, mierda!

—Voy a entrar —informó Sylvan tras esperar unos segundos—. Aera e Ikino, vigilad bien las salidas de la calle, no quiero sorpresas.

—Recibido —contestaron ambas exploradoras al unísono.

—¡No! —chilló—. ¡No subáis! ¿Me recibís? Hemos sido capturados, ¡no subáis! ¿Hola? ¡¿HOLA?!

Aquello estaba tomando muy mal cariz. Si Sylvan entraba y se encontraba con el soldado de bruces, había unas probabilidades muy altas de que éste último disparase por precaución. ¿Por qué entre ellos parecían poder comunicarse y sin embargo no le escuchaban a ni a él ni ninguno de los que estaba arriba? ¿Qué clase de inhibidor de señal llevaba el soldado?

—Vamos Sylvan, no subas, no subas, no subas. —Ciro repitió la las mismas palabras una y otra vez, como si de un mantra se tratase.  Sylvan era precavido; se pensaría las cosas dos veces antes de entrar sin más. Si habían escuchado ruidos y no recibían contestación por el intercomunicador, era obvio que algo estaba ocurriendo.

Ziaya se disponía a salir del cuarto siguiendo las órdenes del soldado, cuando se volvió a escuchar la voz de Sylvan por el auricular:

—Os veo, ¿qué demonios estáis haciendo?

La silueta infrarroja del explorador se recortó al final de las escaleras de caracol. Ciro vio cómo se acercaba a ellos con paso decidido. Debía advertirle; si su compañero daba un paso más, moriría.

—¡No, par...!

Un disparo procedente del interior del salón impactó de lleno en Sylvan.

—¡Joder! ¡¡SYLVAN!!

Ciro hizo el amago de adelantarse para asistir a su compañero, pero la voz en el interior del salón rugió a modo de advertencia:

—¡No se te ocurra moverte, explorador!

—¡¿Qué coño está pasando?! —preguntó Aera desde el exterior, cada vez más confusa.

La situación se estaba saliendo de control. Ciro conocía muy bien a Aera, y sabía que su carácter le impediría quedarse quieta vigilando la calle mientras arriba no paraban de escucharse disparos y nadie decía nada a través del intercomunicador. Si ella subía, recibiría otro disparo con total seguridad.

—Si tenéis a alguien más abajo, decidle que suba con las manos en alto. Si intenta cualquier cosa, todos correréis la misma suerte que vuestro compañero.

—No funciona nuestro canal de comunicación —repuso Trax como única respuesta.

—Ahora sí —contestó el soldado.

Ciro soltó varios improperios y deseó con todas su fuerzas retorcer el cuello de aquella voz con sus propias manos. Habían sido acorralados por completo, y lo peor de todo era lo fácil que le había resultado a su agresor hacerse con el mando de la situación. Impotente, contempló a través de sus gafas la silueta de Sylvan tendida en el suelo.

—Aera, Ikino —murmuró Ziaya.

—Joder, ya era hora. ¿Qué estáis haciendo? ¿Por qué no contestabais? No ha tenido ni puta gracia la bromita.

—Tenemos compañía. —La capitana del pelotón EX:B-18 endureció su tono de voz—. Subid con las manos en alto y no intentéis nada o moriremos todos. Sylvan ha sido abatido.

Aera farfulló algo en un idioma que Ciro fue incapaz de entender e Ikino respondió con un simple "recibido". A los pocos minutos, el explorador pudo observar a ambas siluetas avanzando lentamente y con los brazos alzados para que todos pudiesen ver sus manos.

—Contra la pared, las manos sobre vuestras cabezas —ordenó la voz. Sin hacerse de rogar, todos se dirigieron a la pared más cercana e hicieron lo que se les dictaba—. ¿Qué hacen dos pelotones juntos patrullando? —preguntó acto seguido.

¿Qué clase de pregunta era esa? ¿De dónde había salido aquel soldado? ¿Cabría la posibilidad de que no todos estuviesen enterados del incidente provocado por Mara?

«Demasiadas preguntas, Ciro».

—Estábamos haciendo lo que hacemos siempre —contestó Aera, desafiante.

—Aera, nadie te ha dado permiso para hablar —repuso Trax.

—Pero Trax, ¡han matado a Sylvan, joder! —La voz de la joven se quebró para dar paso a un ligero sollozo.

—Tranquilízate —contestó Ikino con voz suave—. Ha entrado en...

Antes de que Ikino pudiese contestar, Ciro escuchó unos pasos acercarse. Parecía que el soldado por fin había decidido dejarse ver.

—No me gustan los exploradores que hablan de más.

Ikino dejó escapar un aullido cuando el dueño de la voz tiró de su larga y oscura melena, obligándola a mirar hacia el techo.

—Por favor... —imploró la joven.

—¿Por favor? ¿Has dicho por favor? —Una risa inhumana retumbó en la habitación, entremezclada con otro grito de Ikino provocado por un violento tirón de pelo—. A mí no se te ocurra implorarme nunca, hija de puta.

—¡Para ya! —chilló Aera desde su posición— ¡La estás haciendo daño!

Ciro apretó la mandíbula para contener el grito que luchaba por salir de su interior. ¿Por qué Aera no podía mantenerse callada ni siquiera en ese momento? Iba a conseguir que la matasen, a ella y a todos. Trató de observar por el rabillo del ojo cómo el soldado avanzaba en dirección a su compañera. No podía verlo, pero escuchaba sus pasos retumbar en el silencio hostil que se había formado tras el chillido de la exploradora.

Los pasos se detuvieron. Por un momento los oídos de Ciro sólo captaron su respiración agitada. ¿Qué estaba pasando? ¿Dónde estaba el soldado? La angustia se estaba apoderando de sus constantes vitales. Las pulsaciones iban en aumento y sentía que le faltaba el aire dentro del casco. Abrió la boca para captar más oxígeno; necesitaba abrir sus pulmones.

—Dime. —La voz del soldado le llegó desde su derecha—. ¿Qué clase de adiestramiento os dan? A nadie se le ocurriría dejarse el cabello suelto por fuera del casco.

Ciro trató de girar la cabeza para visualizar al agresor, pero apenas había luz natural y las gafas seguían sin mostrar un cuerpo. El explorador cada vez se encontraba más confuso, y a juzgar por los movimientos de cabeza de sus compañeros, ellos también.

—¿Quién eres? —Aera fue la única que se atrevió a formular la pregunta que ambos pelotones se realizaban desde hacía varios minutos.

—¿Qué coño es lo que no entiendes de "nadie te ha dado permiso para hablar", Aera? —rugió Trax a través del comunicador interno.

—¡Me importa una mierda lo que me hayas dicho! —chilló la exploradora con el micrófono abierto—. Dime, ¿quién eres? —volvió a preguntar mientras movía la cabeza de lado a lado, tratando de ver algo.

Los improperios de Aera cesaron en cuanto el soldado presionó la boca del arma contra su espalda.

—Aquí sólo pregunto yo —contestó la voz—, y si tu capitán es incapaz de callarte la puta boca, lo haré yo. Si piensas que no puedo desintegrar tu cuerpo de un solo disparo, estás equivocada—prosiguió—. Como alguien vuelva a decir una sola palabra, no quedará de él ni el uniforme. —Mientras hablaba, un sonido familiar invadió la estancia, seguido de un breve destello de luz—. No quiero ni un ruido hasta que hayamos atravesado la puerta dimensional. Coged a vuestro compañero del suelo y teletransportadlo el primero. Si alguno hace un movimiento que me resulte sospechoso u oigo el más leve suspiro, dispararé a bocajarro. Entrad cinco.

Sin pensárselo dos veces, Ciro corrió hacia Sylvan, seguido de Aera, Varik e Ikino. El explorador posó los dedos índice y corazón sobre el cuello de su compañero, buscando su pulso.

Nada.

Sylvan estaba muerto.

—Ha entrado en catalepsia —susurró Ikino—. No está muerto, pero pronto lo estará si no lo despiertan.

Ciro frunció el ceño tras sus gafas. Ikino comenzaba a resultar incómodamente inteligente. Se disponía a formular una pregunta cuando notó el cañón del arma del soldado presionándole la sien izquierda.

—¿Es necesario que repita lo que os acabo de decir? —preguntó.

Sin mediar palabra, entre Ciro y Aera cogieron a Sylvan en volandas y se dirigieron hacia la puerta dimensional recién abierta. Ciro pudo ver de soslayo al dueño de la voz gracias a la tenue luz que proporcionaba el campo de fuerza. Con cierta sorpresa comprobó que se trataba de un soldado. Su vestimenta era la de siempre: uniforme plateado, botas plateadas y escafandra tintada con forma aerodinámica. El arma también era la misma, así que Ciro no entendía cómo Sylvan había entrado en lo que Ikino había denominado catalepsia y no había muerto como el resto de exploradores. En realidad no entendía nada de lo que estaba sucediendo, pero concluyó que en aquel momento lo mejor era hacerse cargo de su compañero de pelotón y dejar las preguntas para más adelante.

Una vez los cinco se encontraron dentro de la puerta dimensional, sobre el característico campo de fuerza de color azul eléctrico, el soldado activó el proceso de teletransporte. Las puertas se cerraron y Ciro sintió el tirón peculiar, seguido del desagradable empujón con el que acabaría el viaje hacia un destino que ignoraba.

Đọc tiếp

Bạn Cũng Sẽ Thích

97.6K 11.1K 33
Denisse siempre ha odiado las reglas implícitas del amor romántico y jamás ha entendido el porqué las personas a su alrededor siguen cayendo en su re...
23.8K 1.3K 15
𝙻𝚞𝚌𝚒𝚏𝚎𝚛 𝚛𝚎𝚢 𝚍𝚎𝚕 𝚒𝚗𝚏𝚒𝚎𝚛𝚗𝚘 ¿𝙷𝚊𝚌𝚒𝚎𝚗𝚍𝚘 𝚞𝚗 𝚝𝚛𝚊𝚝𝚘 𝚌𝚘𝚗 𝚎𝚕 𝚐𝚛𝚊𝚗 𝚝𝚎𝚖𝚒𝚍𝚘 𝚍𝚎𝚖𝚘𝚗𝚒𝚘 𝚍𝚎 𝚕𝚊 𝚛𝚊𝚍𝚒𝚘...
37K 4.5K 30
¿Qué harías para no perder el apoyo de tu padre, el BMW que tanto presumes de poseer, la independencia de vivir sólo, las tarjetas de créditos y la e...
200K 21.5K 122
Había una vez una joven princesa dormida, escondida en un hermoso Fiordo, todos ustedes pensaran que algún príncipe o rey valiente iría a despertarla...