Tu música en mi silencio ©

By LunnaDF

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N°2 DE LA SERIE "AMOR EN UN MUNDO INCLUSIVO" ESTA OBRA HA SIDO PUBLICADA POR NOVA CASA EDITORIAL. L... More

De regreso por un tiempo
Epígrafe
Dedicatoria
Booktrailer
Prólogo
1. Primer Día
2. Panambí
3. Amigos
4. Música
5. Te quiero
6. Celos
7. Cumpleaños
8. Prohibido
9. Cambios
10. Teclas y piel
11. Vibrando
12. Más Cambios
13. Cuidado
14. Lejos
15. TRAICIÓN
16. Corazón Roto
17. Dolor
18.Sobrevivir
19. Pesadilla
20. Dificultades
21. Bebé
22. Sueño
23. Encuentro
24. Te extrañé
25. La novia
26. Distancia
27. Te amo
28. Pasión
29. Vete
30. Verdades
31. Encuentro
32. Perdón
33. Nuevas oportunidades
34. Hermanas
35. Buenos Aires
36. Familia
37. Desconfianza
39. Un final feliz
40. EPILOGO
¡Gracias!
Presentación
*** Puntos de venta ***
FIL GUADALAJARA
Información Buenos Aires FIL 2022

38. Un piano y un anillo

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By LunnaDF

Arandu la vio sentada en aquel vagón del viejo tren. Sabía que si no estaba en la plaza la encontraría allí. No era un lugar que visitara a menudo, pero un par de veces cuando eran chicos él la encontró pensando allí. Según Panambí era como transportarse en el tiempo. Caminó hasta ella y se sentó a su lado sin decirle nada por un largo rato.

—Sabés que estás exagerando, ¿verdad? No pasó nada, no vimos nada más que una chica tomándolo de la mano.

—Lo sé, pero no puedo evitar sentir todo lo que sentí al verlo con la misma chica tantos años atrás. Fue a causa de esa situación que jamás me pude despedir de él y que tantas cosas salieron mal. Es difícil confiar en alguien y que venga el destino y te juegue una broma así de nuevo.

—Daniel te ama, está desesperado. Te estuvimos buscando, quiere que vayas a su casa esta noche, me pidió que te lo dijera si te veía.

—No sé...

—Vas a cometer los mismos errores si no lo dejás explicarte. ¿No te das cuenta? Él solo te ama a vos, hace todo por vos.

—A veces las cosas son obvias pero dentro nuestro hay algo que nos dice otra cosa. Me cuesta mucho no volver en el tiempo cuando pasa algo así, siento mi corazón romperse de nuevo, pienso que quizás él no es lo que yo creo que es, y que me fallará a la primera oportunidad. Es difícil de explicar Arandu, solo... quizás yo no soy suficiente.

—No puedo creer que estés hablando así. Vos que nos perdonaste a todos, vos que nos enseñaste a Ana y a mí a creer en el amor, en la vida, en la familia. Vos que sos el pilar de nuestras vidas... ¿Creés que no sos suficiente para Daniel o cualquier chico? Sos perfecta, sos inteligente, talentosa, tenés un corazón enorme, sos sabia y madura...

—Salvo cuando siento que puedo perder. Y ante esta chica o cualquiera, siempre me siento así.

—Eso es porque no aceptás que Dani no es más el nene que hace unos años atrás no se animó a decidirse por vos. Él es un hombre que dejó todo en otro país para vivir acá, dejó a su novia para estar contigo y te pone siempre primero en su vida. No seas tonta, están sufriendo los dos sin ningún motivo, Panambí. Ya sufriste demasiado, ahora tenés que ser feliz. No le busques la quinta pata al gato, él te ama y vos a él. Dense una oportunidad como nos alentaste a Ana y a mí a que nos la diéramos y mirá lo bien que estamos. Si hubiera sido por mí no me hubiera animado, ni ella tampoco... y nosotros sí que tenemos cosas feas en el pasado, vos y Dani se amaron siempre a pesar de todo.

—Estoy embarazada —dijo ella acariciando su vientre.

—¿En serio? ¡Con más razón! ¿Él ya lo sabe?

—No, iba a decírselo esta noche.

—Bueno, andá a decírselo porque le vas a hacer el hombre más feliz del mundo, Panambí. Dale, ánimo, no te quiero ver así. No te merecés esto, tenés que ser feliz.

—Gracias —gesticuló ella antes de recostarse en los brazos de su hermano y quedar allí por un rato.

Luego volvieron juntos a la casa y ella se encerró en su habitación para pensar un poco sobre todo lo sucedido. Sabía que estaba siendo inmadura pero no podía controlar sus miedos y eso la rebasaba. Ana entró y se sentó en su cama mirándola con dulzura.

—Arandu me contó todo, Panambí no seas tonta. Al menos conversen, andá a ver qué es lo que tiene para decirte.

—Tengo miedo.

—Si mal no recuerdo, hace poco me dijiste que todos tenemos miedo, pero que debemos arriesgarnos, amar y vivir.

—Estoy embarazada, iba a decírselo esta noche.

—Aun estás a tiempo, andá y decíselo. Sabés que él te ama...

Ana abrazó a su amiga y le dio un beso en la frente antes de dejarla sola de nuevo. Ella sabía que no era fácil vencer a los propios temores, pero confiaba en Panambí, en su fortaleza y en el amor que la unía a Daniel. Ahora que su corazón también amaba, era capaz de entender mejor a su amiga.

Panambí cerró los ojos y pensó acerca de lo sucedido, trató de analizar la situación de forma fría, apartando sus temores e inseguridades. Recordó los consejos de su hermano y también lo que le había dicho su amiga. La verdad es que ella sabía que Daniel la amaba, había terminado con la novia brasilera por ella, se lo había demostrado. Esta mujer era nada más que un punto débil para ella por aquella historia pasada, pero sabía que tenía que madurar y eso implicaba no cometer los mismos errores que ya había comentido antes, como por ejemplo huir y no dejarle a Dani que diera ninguna explicación.

Se levantó decidida a actuar distinto esta vez, miró su reloj, eran casi las ocho. Entró a la ducha y luego se vistió, un vestido de verano negro y liviano fue su elección. Hacía calor y la humedad podía sentirse en el ambiente. Se peinó recogiéndose el cabello en una coleta alta, se puso unas sandalias cómodas, guardó el pequeño escarpín en su bolso y se dirigió al departamento.

Daniel se había preparado para ella, había arreglado la casa y la mesa que compartirían. Recibió la comida encargada y colocó velas en la mesa. No sabía si vendría pero no perdía la esperanza. Cuando dieron las ocho no hubo señal de ella, y Panambí era alguien demasiado puntual. El corazón de Daniel apretaba en el pecho y las manos le sudaban debido a la ansiedad de no saber si la vería. Caminó hasta el cuarto donde colocó el piano, lo observó brillante, reluciente. La pequeña cajita roja estaba sobre las teclas, pensaba dejarla allí para que ella la encontrara. Se acercó y la guardó en un bolsillo del pantalón mientras se sentaba para tocar alguna melodía. Hacía mucho que no practicaba, pero no había olvidado lo básico.

Panambí ingresó al departamento usando sus propias llaves, caminó por el recibidor y pasó a la sala comedor donde vio la mesa preparada románticamente. Sonrió al acercarse y acariciar algunos suaves pétalos de rosa derramados sobre el mantel. Observó a su alrededor pero no lo vio, pensó que estaría en el dormitorio y se dirigió a la habitación. Pero entonces una luz encendida en una de las habitaciones que normalmente Daniel usaba como depósito le llamó la atención y se encaminó hasta allí.

Desde el umbral de la puerta lo vio tocando un hermoso piano, sonrió al recordar la primera vez que lo acompañó a su clase y como desde allí cambió para siempre su vida. Él levantó la cabeza al verla, la observó mirándolo sonriente, pensó que se veía hermosa en ese vestido que dejaba al descubierto sus piernas y sus hombros. Ella se acercó a él y se sentó a su lado, colocó la mano sobre el piano y ambos iniciaron una melodía que solían tocar a cuatro manos cuando eran pequeños. Sonreían y se veían a los ojos. Daniel estaba contento de tenerla allí y Panambí sentía que no había otro lugar mejor para estar.

Cuando terminaron de tocar se observaron, Daniel tomó un mechón de su cabello y lo colocó tras su oreja, Panambí se estremeció por su suave toque.

—¿Cenamos? —le preguntó él y ella asintió. Ambos se encaminaron de la mano hasta la mesa que Dani había preparado.

—Esto te quedó genial —gesticuló Panambí.

—Lo hice por y para vos —sonrió corriendo la silla para que se sentara. Luego sirvió la cena y una copa de vino para ambos y se sentó.

Disfrutaron de aquella comida en silencio y sin dejar de mirarse, una extraña atmósfera se estaba creando alrededor de ellos. Él pensaba en su propuesta y ella en la noticia que debía darle. Al término de la cena se dirigieron a la sala, donde se sentaron para conversar.

—No hice nada, estaba almorzando solo y ella se sentó sin más. Me empezó a preguntar si no quería concluir aquello que dejamos inconcluso y me tomó de la mano. Sé que debí reaccionar más rápido, pero es que solo me quedé estático pensando en cómo alguien podía ser tan lanzada.

—¿Desde cuándo la ves?

—Es la segunda vez que la veo, llevó a su hijo a la consulta un día. Me dijo que estaba divorciada y que quería salir. Le dije que no, pero hoy solo me vio y se sentó. No me dio tiempo, fui un estúpido, le diré que lleve a su hijo a otro doctor. No la quiero volver a ver...

—No tenés que hacer eso, yo confío en vos. Disculpame por salir corriendo y esconderme. Verla a ella me afectó, me llevó al pasado sin pensarlo... a mis inseguridades y mis miedos.

—Yo lo entiendo, me dolió un poco que desconfíes, siempre te demostré que solo tengo ojos para vos.

—Lo sé, dejemos de lado esto... no vale la pena —dijo ella recostándose en su pecho. Daniel acarició su cabello y le besó en la frente. Era el momento perfecto.

—El piano, es un regalo para vos —gesticuló mirándola y haciendo que ella lo mire.

—¿De verdad? —le preguntó asombrada

—Vamos, tengo otro regalo más.

Daniel la tomó de la mano llevándola de nuevo a la habitación del piano. Pidiéndole que cerrara los ojos, colocó la cajita donde estaba el anillo de nuevo sobre las teclas y luego bajó la tapa que las cubría. Caminó de nuevo hasta Panambí y tocándole el hombro le pidió que tocara algo.

Ella se dirigió al instrumento y levantó la tapa, y entonces lo vio.

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