El anillo perdido del Papa Lu...

By JavierGarrit

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En una conferencia sobre Benedicto XIII, más conocido como el Papa Luna, Jaime Ribas afirma que el Códice Imp... More

El anillo perdido del Papa Luna
Capítulo 1

Capítulo 2

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By JavierGarrit

Ajenos a lo que acababa de ocurrir en el castillo, Andrés y Laura continuaban paseando, entre ambos siempre había existido una especie de conexión; Laura sentía una gran atracción hacia él desde muy joven, casi desde que era todavía una niña, en realidad, estaba enamorada de él; sin embargo, al conocerse desde niños y ser Laura cinco años menor que Andrés, éste siempre la había visto como a la niña pequeña que protegía en el patio del colegio, cuando los tres vivían en Vinaròs. Allí es donde se conocieron en el patio de un colegio. Habían pasado los años y Andrés les consideraba, al igual que ellos a él, como parte de la familia. Pero esa misma mañana, cuando la vio llegar a la conferencia de su hermano, se dio cuenta que ya no era aquella niña, que tenía ante sí a una mujer muy atractiva.          

Llegaron a la altura del castillo, viendo las luces de los coches de policía y una multitud de gente que allí se aplegaba, lo cual les pareció extraño por la hora que era. Se acercaron para ver que ocurría. Le preguntaron a una mujer qué  había pasado.

—Han matado a un tipo —respondió la mujer—, pero ya se han llevado al asesino. Es un hombre muy conocido aquí... según me han comentado. No recuerdo como han dicho que se llama, pero lo que sí que sé es que esta mañana ha hablado sobre el Papa Luna en el Palacio de Congresos.

Andrés y Laura se miraron. Sin despedirse de aquella mujer, salieron corriendo, en busca de las dependencias policiales; por lo que la mujer les dijo, estaban prácticamente seguros de que se trataba de Jaime Ribas. 

Llevaban una hora en las dependencias policiales, les habían confirmado que el hombre que había sido detenido era Jaime Ribas, al oír aquello Laura rompió a llorar. Andrés intentó tranquilizarla.

—Todo se solucionará, ya lo verás, seguro que se trata de un error.

Laura se quedó atónita al ver entrar a Luis, el abogado de su hermano, era un poco más mayor que Ribas, pero siempre habían sido buenos amigos —aunque no tanto como con Andrés—; así que, cuando éste terminó la carrera, Ribas le pidió que fuese su abogado y el de Laura. Rápidamente se acercó a él.

—¿Qué ocurre?

—No lo sé —respondió Luis—. Lo único que sé es que tu hermano a sido detenido y que ha pedido que yo estuviera presente en su declaración. Tranquila, cuando salga te informaré de todo lo ocurrido.

Los dos vieron como Luis se alejaba por el pasillo, acompañado por un policía, que le guiaba hasta la sala en la que se encontraba Jaime Ribas. El abogado se dio la vuelta y le dedicó una sonrisa a Laura para tranquilizarla; pero no surgió efecto. Andrés y Laura se miraron.

—¿Cómo puede estar pasando esto? —preguntó Laura.

—Debes tranquilizarte —dijo Andrés—. A tu hermano no le gustaría saber que estás tan preocupada. Todo se solucionará, te lo prometo.

Hora y media después, salió el abogado de los Ribas.

—Su declaración no se sostiene demasiado, lo tiene crudo.

—¿Qué ha dicho? —preguntó Andrés, acercándose.

—Que se había citado con la víctima, pero que cuando llegó ya estaba muerto. Lo malo es que lo encontraron registrando los bolsillos del muerto. También debo añadir que hay algo bueno, no han encontrado la pistola con la que se disparó. Jaime no la tenía en su posesión; creen que pudo haberla tirado al mar. Si el arma no se encuentra, aún tendremos posibilidades.

Laura se dio cuenta de que el abogado creía que Jaime era culpable y que la única oportunidad de que un juez no le declarara culpable era que no hubiera pruebas suficientes. 

—¡No se trata de si se encuentra el arma o no! —gritó Laura enfurecida—. ¡Mi hermano no ha sido!

Luis, tras unas agradables palabras, que intentaban apaciguar los nervios de Laura, se fue.

Por fin les dejaron entrar a visitar a Jaime, sin embargo, solamente podía entrar uno de ellos.

—Esperaré aquí —dijo Andrés.

—Creo que será mejor que vayas tú —respondió Laura—. Confía mucho en ti. Seguro que le reconforta tu presencia.

—Seguro que le reconforta más ver a su hermana.

—Sé que no es buena idea que entre, no quiero derrumbarme delante de él, tú tienes más entereza.

—Está bien —respondió Andrés.

Andrés comenzó a caminar detrás de uno de los policías.

—Dile que estoy aquí fuera —dijo Laura.

Andrés asintió. Luego desapareció de la vista de Laura, al internarse en un largo pasillo.

* * * *

Dejó la pistola sobre la mesa, no había ido con la intención de utilizarla, pero aquel hombre no le había dejado más remedio. Se sentó en el sofá, abatido. Se acarició la pierna, le dolía; no estaba acostumbrado a correr tanto.

«Si se hubiera mostrado más colaborador, esto no hubiera pasado» —pensó. Además, oír que alguien se acercaba llamando al otro le puso nervioso. Se acarició la barbilla pensativo. Lo peor no era el haber matado a un hombre, lo peor era que no había conseguido lo que buscaba; no pudo quitarle el anillo. Debía pensar algún modo de conseguirlo, aunque estuviera en manos de la policía.

* * * *

Se quedaron un momento en silencio, en aquella pequeña sala. Ribas mantenía la cabeza agachada, sentía como si aquellas cuatro paredes se fueran aproximando a él, poco a poco, haciendo su habitáculo más pequeño de lo que era. Frente a la puerta había un policía custodiando el lugar. Andrés se sentó en la silla de enfrente.

—Tu hermana está fuera —fue lo primero que se le ocurrió decir—. Está preocupada, quiere saber qué ha ocurrido.

Ribas alzó su mirada, viendo a un entristecido Andrés.

—Sabes que no soy incapaz —dijo, viendo el gesto de asentimiento de su amigo—. Cuando llegué ya estaba muerto.

—¿Quién era? —preguntó Andrés.

—No, puedo decirtelo.

—Os vi hablando tras la conferencia.

—Te juro que no puedo decirtelo; ahora y aquí, no. Sólo puedo decirte que me pidió que nos viéramos en el castillo a las doce, nada más.

»Únicamente accedí a encontrarme con él por que reconocí el anillo que llevaba —luego bajó el tono de voz, mirando al policía que había al lado de la puerta—; era un anillo Papal.

—Eso es imposible —comentó Andrés.

—Tal vez sólo fuera una imitación, pero quería comprobarlo. Eso es todo —sentenció Ribas, volvió a mirar de reojo al policía.

Andrés intuyó que su amigo le ocultaba algo, sin embargo, prefirió no hurgar en ello, así que comenzaron a hablar de Laura.

Poco después el policía les indicó que se había terminado el tiempo del que disponían. Andrés se levantó apesadumbrado, parecía que su amigo no quería contarle lo que realmente había sucedido, lo cual hizo que un pensamiento cruzase su mente, ¿y si realmente había sido él?. Se negó a aceptarlo, conocía demasiado bien a Ribas como para saber que él no hubiera sido capaz, o por lo menos eso quería creer. Se dirigió a la puerta, cuando el policía la abrió para que saliera, su amigo le dirigió unas palabras que le llamaron la atención:

—Mañana ya hablaréis Laura y tú.

* * * *

Laura entró en su apartamento, estaba cansada y ello se reflejaba en sus ojos llorosos. Su hermano acusado de asesinato, no lo podía creer. Hacía cinco minutos que Andrés se había ido en taxi a Vinaròs, ciudad en la que residía. Él había insistido en quedarse allí aquella noche, pero ella le había dicho que prefería estar sola, que estaría bien y que no se preocupase.

Vio que una luz del teléfono parpadeaba, indicando que tenía un mensaje de voz, en un principio pensó que ya lo escucharía al día siguiente, pero algo en su interior le dijo que podía ser importante; no se equivocaba, era la voz de su hermano.

«Laura soy Jaime, escúchame atentamente. Hoy un tipo me ha dicho que me reúna con él en el Castillo de Peñíscola, no te lo he comentado durante la cena por que no quería que el profesor y Andrés se enterarán de lo que me traigo entre manos. Ese hombre me advirtió que era peligroso, por ello he decidido antes de reunirme con él que Andrés debe también saberlo para que te proteja. En mi apartamento hay una pequeña caja de zapatos sobre el armario de la habitación, dentro hay un pequeño cuaderno negro, si a mí me pasara algo esta noche quiero que lo cojas y se lo entregues a Andrés, él lo entenderá. Sólo puedo confiar en vosotros, así que no le hables a nadie más de este mensaje, pase lo que pase».

El mensaje se había terminado, Laura miró la hora que éste marcaba, su hermano lo había mandado a las 11:58, justo después de la cena, el número del interlocutor pertenecía a una cabina de teléfono cercana al castillo, había llamado posiblemente en el mismo momento del crimen. Eso podría proporcionarle a Jaime una coartada, sin embargo, recordó las últimas palabras del mensaje: «... no le hables a nadie más de este mensaje, pase lo que pase»

No sabía por qué, pero algo en su interior le decía que era mejor no hablarle a nadie sobre el mensaje, a nadie salvo a Andrés Taída. Si su hermano se lo pedía así, sería por algo y ella siempre había confiado en su hermano y en Andrés. Estuvo un rato pensando en Andrés; aunque incluso a ella le extrañó, sus sentimientos hacia Andrés continuaban allí, latentes en su interior; no habían cambiado, pero si evolucionado, como ella, y ahora más que nunca deseaba estar con él. 

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