Tu música en mi silencio ©

Von LunnaDF

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N°2 DE LA SERIE "AMOR EN UN MUNDO INCLUSIVO" ESTA OBRA HA SIDO PUBLICADA POR NOVA CASA EDITORIAL. L... Mehr

De regreso por un tiempo
Epígrafe
Dedicatoria
Booktrailer
Prólogo
1. Primer Día
2. Panambí
3. Amigos
4. Música
5. Te quiero
6. Celos
7. Cumpleaños
8. Prohibido
9. Cambios
10. Teclas y piel
11. Vibrando
12. Más Cambios
13. Cuidado
14. Lejos
15. TRAICIÓN
16. Corazón Roto
17. Dolor
18.Sobrevivir
19. Pesadilla
20. Dificultades
21. Bebé
22. Sueño
23. Encuentro
24. Te extrañé
25. La novia
26. Distancia
28. Pasión
29. Vete
30. Verdades
31. Encuentro
32. Perdón
33. Nuevas oportunidades
34. Hermanas
35. Buenos Aires
36. Familia
37. Desconfianza
38. Un piano y un anillo
39. Un final feliz
40. EPILOGO
¡Gracias!
Presentación
*** Puntos de venta ***
FIL GUADALAJARA
Información Buenos Aires FIL 2022

27. Te amo

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Von LunnaDF

Dos semanas después Roció decidió quedarse un poco más, necesitaba averiguar lo que sucedía con su novio quien tenía extrañas desapariciones que no tenían que ver con pacientes ni con el hospital. Desapariciones de las que a veces llegaba alegre y otras enfadado, a veces excitado y otras profundamente triste. Ella sospechaba que tenían que ver con esa chica, la del piano, pues él nunca le había hablado de ella a pesar de que había intentado sacarle información. Y cuando lo hacía se ponía nervioso y alterado, cosa que no era común en él.

Daniel ya no aguantaba la distancia que existía entre él y Panambí, no soportaba tenerla lejos y no poder abrazarla, no soportaba no ser parte de su mundo, no estar allí para ella. El periodista le hizo la entrevista prometida y su nota salió ese domingo en el diario. Le habían tomado unas fotos hermosas y él se encontraba viéndolas, acariciando su rostro a través de esas páginas.

—¿Me vas a decir quién es la chica esa? —lo increpó Rocío al verlo.

—Ya te dije que es una amiga, sos pesada, che —la regañó.

—Te comportás muy raro, llevás horas viendo su foto y sonriendo. No soy idiota Daniel. ¿Tenés algo con ella?

—No, no tengo nada con ella, Rocío. ¿Por qué te pones así?

—Mirá, si tenés otra decime bien y yo me abro, no tengo ganas de entrar en estos jueguitos.

Él había cumplido su promesa y había traducido para Panambí las preguntas del encuestador y viceversa. La entrevista estuvo genial y estaba feliz de que alguien hubiera reconocido su talento. Donde quiera que estuviera la profe Raquel estaría orgullosa de su niña.

Era domingo de tarde, Daniel sin responder y aun con el diario en su mano, salió corriendo de su casa, sin importarle lo que Rocío pensara o dejara de pensar. Ella le gritó cuando se iba pero él no se detuvo. Fue a casa de Ana pero no la encontró, Ana le comentó que Panambí estaba en el hotel, a ella a veces le gustaba ir a practicar y los domingos eran buenos días para hacerlo.

Daniel salió corriendo con su revista en mano camino al hotel, ingresó y solicitó una habitación. Se registró y le dieron la llave, luego ingresó al lobby buscando aquel sitio desde donde podía oír, provenían las notas. Panambí tocaba en una habitación de música, no era donde solía hacerlo frente al público, sino en un cuarto pequeño. Daniel la observó desde el umbral de la puerta, se hallaba con los ojos cerrados como siempre, sintiendo las vibraciones subir por su cuerpo.

Se acercó a ella cerrando la puerta tras de sí. Colocó sus manos en sus hombros y fue bajándolas con suavidad hasta llegar a sus manos, Panambí supo que era él apenas sintió su roce. No sabía si soñaba o era real, él dejó sus manos sobre las de ella sin poner ningún peso, solo dejándose guiar por el movimiento de las mismas. Panambí se dejó envolver por el aroma de su piel y por el movimiento de su pecho que pegado a su espalda subía y bajaba acelerado.

Detuvo sus manos y abrió suavemente los ojos para verlo, él se colocó a su lado y la miró a los ojos. Algo en su mirada era distinto, él la necesitaba, la extrañaba, la quería. Panambi vio a ese niño que una vez corrió tomándola del brazo para evitar que cruzara la calle, aquel que escribió un «hola» en su cuaderno pentagramado para saludarla. El mismo que aprendió a comunicarse con señas para hablarle, ese que la besó y la acarició por primera vez.

Sonrió al encontrar a su amigo en el cuerpo apuesto del hombre que la miraba como si ella fuera lo único importante en el mundo para él. Daniel le pasó la mano y ella se la tomó. La guio hasta el ascensor sin que ella supiera a donde iban. Pasó la llave por el cuarto trescientos dos del tercer piso e ingresó.

—Pensé que podíamos hablar un poco, necesitaba verte, te extrañaba demasiado. —Hacía días no se veían, al menos no para nada más que saludarse y conversar sobre alguna nimiedad.

—Tu novia estará esperándote —respondió ella dolida.

—No me importa —contestó Daniel encogiéndose de hombros.

—¿De qué querés hablar?

—No sé, de lo que sea... Mirá que bella saliste en el diario —dijo mostrándoselo. Ella sonrió y leyó la entrevista asintiendo.

—Quedó muy buena, me siento importante.

—Lo sos Panambi, lo sos.

Daniel le sacó el diario de la mano dejándolo en una mesa al lado de la cama y la abrazó. Ella se dejó ir en el abrazo mientras sentía lágrimas caer por sus mejillas. Daniel se apartó para mirarla y la vio llorar, recogió sus lágrimas con su dedo índice y le preguntó por qué lloraba.

—No puedo más estar lejos de vos —gesticuló ella suspirando.

—Yo tampoco, mi nena.

—Pero no podemos estar juntos Daniel, vos estás de novio.

—Pero ella no me importa.

—¿Y yo sí?

—¿Necesitás preguntarlo?

—Nunca me lo dijiste, nunca me dijiste qué es lo que te pasa conmigo.

—Me pasa todo contigo Panambí. Yo te amo.

Panambí lloró con más fuerza. Él, su Daniel, el príncipe de sus cuentos de hadas le estaba diciendo que la amaba, por primera vez, en vivo y en directo.

—Dios mío, yo te amo también, te he amado siempre Daniel —sollozó.

—No llores más, voy a dejar a Rocío y me voy a quedar contigo, para siempre. Ya no vamos a separarnos nunca más. Por favor perdoname por todo, por haberte hecho tanto daño, por haberte dejado sola.

Panambí sonrió con tristeza y luego acarició el rostro de Daniel, se veía apenado, lastimado, culpable.

—No hay nada que perdonar, éramos chicos, ya te lo dije.

Se abrazaron una vez más, con tantas ganas y tantas fuerzas como si fueran a fundirse en un solo cuerpo, como si sus pieles fueran a mezclarse y ellos ya nunca pudieran separarse. Daniel también lloraba, por los años sufridos en silencio, por los recuerdos, por su propia soledad y el peso de aquello por lo que se sentía culpable.

Panambí se alejó para mirarlo, sus ojos estaban rojos y las lágrimas caían de él. Ella comenzó a besar sus mejillas, a secar sus lágrimas con besos, aquel líquido salado era un brebaje mágico para ella, era sanador, era reparador. Los besos que comenzaron lentos y tiernos fueron acelerándose como cuando ejecutaba una melodía que aumentaba su velocidad y su intensidad. Terminó devorando los labios de su chico, los labios aquellos con los cuales tanto había soñado, a los que tanto había deseado.

Daniel se dejó ir en ese beso, su lengua despertó al contacto de Panambi como si le perteneciera y reaccionara sólo ante su llamado. Todo su cuerpo empezaba a reaccionar así, como si él no tuviera ninguna voluntad sobre sí mismo y solo ella fuera capaz de guiar su mundo. El beso fue largo, intenso, dulce y salado. Tan lleno de sentimientos que por momentos lastimaba, mordidas que eran un poco más fuertes de lo que comúnmente soportarían eran solo una forma de expresar aquella fiereza con la que se habían extrañado, era una manera de marcarse el uno al otro para dejar en claro a quien pertenecían.

Se alejaron lentamente entre suspiros y sonrisas. Ambos sabían que se habían descontrolado pero se sentían bien, la tensión al fin iba cediendo.

—¿Te hice daño? —le preguntó ella al ver una pequeña herida en su labio inferior.

—Ha sido perfecto, mágico, intenso, excitante y doloroso, como toda nuestra historia.

—¿Qué vamos a hacer?

—Miles de cosas vamos a hacer, tenemos que hablar, tenemos que vivir, amarnos... planificar el futuro. —Daniel se sentía tan emocionado que tenía ganas de ponerse a saltar como si fuera un niño.

—Me refiero a ahora mismo. ¿Qué querés hacer? —dijo ella divertida.

—Alquilé esta habitación por un día, vos decime.

—Se me ocurren muchas cosas Doctor, pero creo que tengo algo que le quiero mostrar —gesticuló entonces con señas y Daniel sonrió. Esa era ella, su chica atolondrada, aquella llena de vida, llena de músicas y silencios.

Gente linda, me olvidé de avisarles que he subido un libro llamado "Los secretos de Luna", no es que les vaya a contar mis secretos jajaja, es un libro de cuentos y relatos. Estaré subiendo un cuento cada domingo. ¿Qué les parece si lo van a ver?

Por otro lado, he cambiado las portadas de la serie y ya tengo la portada y los dos primeros capítulos del tercer libro. Les pregunto si quieren que suba ya la portada con la sinopsis y el capítulo uno y luego continuamos cuando termine esta o prefieren que la suba al terminar esta.

Por cierto, como estoy con la edición de "El amor después del dolor" para publicarla, no creo que pueda actualizar muy seguido esa novela, por tanto creo que actualizaré una o dos veces por semana, es decir, iremos más lento al menos hasta que termine con todos los proyectos en mi cabeza. Esta sí porque ya la tengo casi terminada, sólo me falta el epílogo.

¿Qué dicen?

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