"¡Boruto! ¡Despierta ya!" Naruto gritaba desde el primer piso. Era un día como otros, Boruto en la escuela y él en el trabajo.
El día de ayer, cuando padre e hijo regresaron a casa, tuvieron un encuentro muy emotivo. Los abuelos del infante lo abrazaron como si fuera el tesoro más preciado (que sí era) y Sasuke, en un acto de sorpresa para todos, agarró al niño y lo alzó por el aire, para luego sacudirle el cabello.
"¡Ya estoy papi!" Naruto termino de preparar el desayuno y puso lo necesario en la mesa. No era un gran desayuno si habla con la verdad, pero tenía lo necesario para que a su hijo no le de hambre hasta su hora de descanso en la escuela y para que él solo necesite un sándwich hasta el mediodía. "Hoy te quedarás con tu abuela, ella te recogerá del colegio hasta que yo me desocupe del trabajo ¿De acuerdo?" Boruto, quien ya estaba tomando desayuno junto a su padre, solo asintió.
Naruto se sintió un poco afligido al ver la naturalidad de Boruto a acceder quedarse con su abuela. Él era conciente del poco tiempo que pasaba con su hijo, el trabajo lo consumía más de lo que desearía. "Tengo vacaciones en poco tiempo, quizá podríamos ir de vacaciones." Boruto sonrió ni bien su papá terminó la oración. "Pero hey, buenas calificaciones eh."
El niño asintió frenéticamente mientras terminaba el último bocado de su desayuno. Como era rutina, dejó el plato y la taza en el lavabo y fue a cepillarse los dientes. Mientras tanto, Naruto agarraba las llaves del auto y se aseguraba de dejar todo en orden antes de salir.
"¡Vamos, Vamos Otou-chan!" Naruto sonrió mientras se dejaba llevar por su hijo emocionado, quien corría desde el baño hasta la puerta.
El camino a la escuela fue como siempre, Naruto aprovechaba el tiempo para preguntarle qué había hecho el día anterior en sus clases, si había hecho sus tareas con facilidad, si sus compañeros eran amables con él. Cuando llegaron a la escuela del niño, este se despidió con un beso en la mejilla de su papá y Naruto esperó hasta ver entrar a su hijo al establecimiento, luego siguió con su camino hasta la corporación en donde trabajaba como sub gerente general. Namikaze Corp.
Estacionó el auto en el mismo espacio de siempre, solo que esta vez ve a su padre esperando por él.
Raro.
"Naruto, hijo. " La voz de su padre era igual que en las últimas semanas, sospechosa, con miedo de decir algo. Su actitud había sido la misma. Hubo ocasiones dónde ni bien entraba en la oficina de su padre, todos se quedaban callados. También sabía que había un rumor en la oficina, pero él no le había prestado atención en lo absoluto.
Demasiado trabajo que hacer.
"Necesito que vayas a mi oficina al acabar el almuerzo." Naruto asintió.
"Claro padre, ahí te veo." Su padre asintió y le regaló una sonrisa un tanto incómoda, luego ambos entraron al establecimiento hablando de cosas banales.
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"Señorita Hinata, su padre desea verla."
"Claro, dile que en unos minutos me acerco." Hinata despegó los ojos de la pantalla de laptop para regalarle una sonrisa amable a su secretaria, está asintió y se despidió con una ligera inclinación.
Formalismos de la empresa.
Su padre no la llamaba muy seguido a su oficina, normalmente el enviaba el mensaje por medio de su propia secretaria, que le decía su secretaria, quien le decía a Hinata lo que sea que su padre deseaba.
Cuando la secretaria de su padre la vió, fue a tocar la puerta para anunciar su llegada.
"Padre, me mandaste a llamar."
Su padre la miró durante un momento y luego fijó su vista en unos papeles que estaban en el escritorio.
"Hinata." El tono frío y serio de su padre ya no la asustaba como cuando era niña, pero en estos momentos tenía una rara sensación en el pecho de que algo iba a suceder. Algo importante. "¿De acuerdas de la propuesta que te plantee hace unos meses?"
Oh.
Eso era.
Hinata asintió lentamente. Sentía como su cuerpo sudaba en frío y el pecho se apretaba cada vez más. Claro que se acordaba de la dichosa propuesta, que de eso no tenía nada y eso lo sabía ella. Su padre había decidido por ella.
Como siempre.
"Los números en la empresa están en rojo, Hinata, ya no hay prestamistas, no quieren invertir en nosotros y el tiempo corre. Cada minuto que no hacemos algo para solucionar esto, estamos más cerca de irnos a la quiebra. No podemos permitir eso. "
No, claro que no podían hacer eso. La empresa era algo que su madre había construido con tanto esfuerzo, era su segundo más grande tesoro (el primero, obviamente, sus hijas.) y era lo más grande que les había dejado al morir.
Era su legado.
"Lo sé, padre. Sé lo inminente que se ve la... caída si no actuamos rápido." Hiashi asintió.
"Me alegra que lo hayas comprendió, Hinata. Por lo tanto, es imperante que la alianza con la corporación Namikaze sea lo más antes posible. Sabes que lo es."
Hinata no tenia mucha expectativa en el amor. Realmente nunca le había importando enamorarse, comprometerse, casarse o tener hijos. Su prioridad desde la partida de su madre fue mantener el legado que ella había forjado. Pero en las noches, cuando estaba en su apartamento siendo alumbrada solo por las luces de la ciudad de su gran ventanal, se preguntaba si algún día dejaría de sentirse tan sola. Si algún día despertaría con alguien al otro lado de la cama y compartirían asqueroso besos mañaneros, si su pareja se levantaría a hacerle el desayuno mientras ella recién despertaba.
Si algún día sus ojos brillarían tanto como lo hacían los de su madre cada que veía a su padre entrar en una habitación.
Pero ya no había posibilidad, la alianza era un hecho que ella misma acababa de aceptar.
Ella sabría lidiar con las consecuencias de no darse una oportunidad de encontrar el amor, quizá en otra vida sea más egoísta.
Ella no estaba prestando atención cuando su padre le llamó.
"Hinata."
"¿Sí, padre?" Hiashi suspiró.
"Te estoy diciendo que trabajarás mediodía, iremos en el almuerzo a corporaciones Namikaze." Ella asintió. Hubo un silencio, tensión en el aire. Hinata estaba por retirarse de la habitación cuando su padre volvió hablar. "Gracias por hacer esto, hija."
Hinata volvió asentir, con el pecho apretándose y pequeñas lágrimas en los ojos, salió de la habitación.
Hija.
Su padre no la llamaba así casi nunca.
Caminó por los pasillos de la empresa, practicando ejercicios de respiración para controlar el manojo de nervios que se volvía a cada minuto. Había sacrificado cosas más grandes por la empresa, ella tenía una lista.
El tiempo pasó volando entre el papeleo que tenía que hacer, verificaba todo dos o tres veces, se mantenía ocupada. La hora del almuerzo llegó y su secretaria le aviso que se iba a comer con otras compañeras. Ella solo asintió.
"¡Hinata!" Estaba saliendo de su oficina cuando TenTen la llama, alzando la mano y todo.
No tienen ni idea, pensó.
A su lado estaba Kiba, otro de sus amigos, ellos iban por ella a almorzar ya que a ninguno le gustaba hacerlo solo.
"Chicos." saludó si demasiadas ganas. Kiba y TenTen intercambiaron miradas antes de responder.
"Hey, Hina, vamos a comer." Ella iba a responder, inventar cualquier excusa, luego lidearía con la gran noticia de la alianza.
Pero su padre apareció en su campo de visión, imponente como siempre, apresurandola con la mirada para marcharse de una vez.
"Eh, si bueno no. No almorzaré hoy con ustedes chicos, tengo... asuntos que lidear." Ambos jóvenes mostraron cara de confusión, pero el carraspeó de su padre fue suficiente para que Kiba y TenTen guardaran silencio.
Hinata se despidió silenciosamente de sus amigos mientras le seguía el paso a su padre y se subía al auto negro que los llevaría a Namikaze Corporaciones. Sin embargo, a medio camino una pregunta saltó en su mente.
¿Con quién demonios se iba a casar?