IMPORTANTE:
El capítulo que leerán a continuación y los próximos, tratan temas muy delicados sobre la agresión y las consecuencias de estos actos. Les pido que lean bajo su propio riesgo, sin embargo, también les recuerdo que esta no es cualquier historia y no estoy tratando de romantizar nada de esto. Al contrario, me gustaría crear conciencia sobre el tema. Les ruego no juzguen sin antes terminar el libro completo.
Gracias :)
VERA
Un día más...
Un día más de que estoy en la casa que siempre perteneció a mis padres, la casa por la que tanto luché, la que tanto lloré, la casa por la que dejé al amor de mi vida atrás y decidí continuar peleando.
Finalmente había conseguido lo que tanto buscaba.
¿Y por qué no estoy feliz?
Lanzo un cojín contra la pared y lloro. Lloro como si la vida se me fuera en ello, como si todo lo que no lamenté antes, lo lamentara en ese preciso momento. No sé por qué las cosas entre Christian y yo tenían que ser tan complicadas, pero así nos tocó y dolía, dolía mucho. Sus problemas de indecisión y de ira eran graves, pero no me correspondía a mí decírselo o actuar; le correspondía a su esposa, a su legítima esposa. Estaba muy equivocada si creía que él y yo estaríamos juntos, el daño estaba hecho y no podía ser remediado.
—¿¡POR QUÉ!? —grité en medio del llanto.
No me sentía en paz, no me sentía tranquila. Dejé que todos me arrastraran como un peón en su juego y no lo quise ver. Di la vida por todo y todos, pero no por mí, no por mi bienestar. No encontré otra razón para alejarme del daño y gracias a eso me encontraba sola y vacía. Estaba inmensamente triste y por un segundo llegué a pensar que ese sería mi destino, vivir una amarga tristeza hasta ahogarme en la soledad.
Los Harris fueron mi perdición y yo no lo quise ver por amor, porque él fue mi primer amor, mi primer deseo, mi primera experiencia.
—Cuesta tomar una decisión cuando sabes que te dolerá —susurré.
De repente, varios golpes en la puerta lograron sobresaltarme y sacarme de mis pensamientos. Me coloqué mis zapatillas y corrí escaleras abajo esperando encontrarme con Ryan. Tratando de controlar mis lágrimas, abrí la puerta dispuesta a lanzarme a sus brazos, pero me detuve al notar a la persona que estaba parada en el umbral de mi puerta.
Christian Harris.
—¿Qué crees que haces...? —no me dejó terminar, pues sus enormes brazos me estamparon contra la pared.
—¿¡Qué clase de jodida bruja eres!? —gritó mientras hacía presión sobre mi cuello.
Arañé su cara y traté de patearlo, pero no lo lastimé. Estaba tan cegado por la furia que parecía no sentir nada, no parecía él mismo. Las lágrimas comenzaron a salir, pero no se inmutó. Estaba agrediéndome y no entendía por qué.
—Christian... me... estás... —intenté zafarme de su agarre, pero fue imposible.
De pronto, sentí como el aire iba abandonando mis pulmones y me aterroricé. ¿De veras Christian Harris iba a matarme?
—¿¡Por qué demonios jugaste a ser la victima cuando nunca lo fuiste!? —golpeó de nuevo mi cuerpo contra la pared—. ¿POR QUÉ? —intenté rasguñar sus ojos, pero fue imposible, mi visión estaba borrosa.
—Suéltame —rogué con las pocas fuerzas que me quedaban.
—¡Tú mataste a mi padre! —gritó y golpeó mi cráneo contra la pared.
Antes de que pudiera cerrar mis ojos, vi la figura de Gabriela aparecer detrás de Christian, su rostro reflejando el miedo y la furia de ver a su hermano maltratarme.
—¡Vera! —chilló y yo me dejé llevar por la oscuridad.
CHRISTIAN
Antes de pudiera soltar otro golpe, algo cayó sobre mi cabeza, provocándome gran dolor y logrando que regresara al presente. Volteé lentamente, encontrándome con el gesto horrorizado de Gabriela. Rápidamente, ella me apartó de una patada en la ingle. Me doblé de inmediato, mientras ella corría hacia lo que parecía ser una pared ensangrentada.
—¡Eres un maldito desgraciado! —gritó mientras se arrodillaba ante un cuerpo y sacaba su celular—. ¡Vas a ir a prisión, gran imbécil!
Fruncí el ceño, tratando de entender qué sucedía, hasta que todo volvió a mí en forma de flashbacks. Joder, no podía ser.
Era el cuerpo de Vera.
Vera estaba inconsciente.
Vera estaba ensangrentada.
Yo golpeé a Vera.
—¡Despierta por favor! —chilló Gabriela mientras presionaba el cuerpo inerte de Vera contra su pecho.
Intenté acercarme, pero su mirada llena de odio me frenó de inmediato. Nunca vi a Gabriela de esa forma, pero era muy claro que sentía miedo, ira y decepción. Yo había perdido el control con la mujer que amaba y la había lastimado, ni si quiera sabía si la había matado, ella no se movía. Los ojos de mi hermana estaban llenos de lágrimas y sollozaba desconsoladamente, lo que provocó que quisiera vomitar.
Me había convertido en un monstruo.
—Lárgate —siseó—. Lárgate ahora antes de que llame a la policía y te acuse por intento de homicidio.
Me quedé helado en mi sitio tratando de procesar sus palabras. Yo había agredido a mi novia de forma violenta.
—¿¡Qué no oíste maldito idiota!? —gritó—. ¡Que te largues, gilipollas!
A sabiendas de que Gabriela no mentía y era capaz de meterme preso, me marché sin mirar atrás y me alejé de ambas. Yo había lastimado a la mujer de mi vida.
Una semana.
Una jodida semana en la que me he sentido como un completo miserable a causa de mis acciones. Luego de que me marchara de la casa de Vera, supe por Javier que Gabriela había llamado a una ambulancia y mintió diciendo que había encontrado a Vera así cuando llegó y creía que había sido un intento de asalto. También le mencionó a mi hermano sobre los traumas severos que le había causado a Vera. Una costilla rota, una lesión grave en la cabeza y para terminar de empeorarlo, llevaba más de cuatro días en los que había sido inducida a un coma por causa de mis golpes. Creyeron que podría reaccionar, pero no, no fue así.
Mi Vera estaba muy mal y todo era mi maldita culpa.
—Gabriela no quiere saber nada de ti —Javier entró a la habitación mientras se revolvía el cabello—, y mucho menos quiere que vayas a ver a Vera al hospital.
Suspiré y lo miré, en sus ojos se veía el mismo gesto de decepción que pude ver en Gabriela, pero no lo reproché. Javier jamás fue de perder el control, pero era claro que yo sí lo había hecho más de una vez.
—Lo supuse —pasé las manos por mi rostro—. Javier, yo no pensé llegar a tanto, te lo juro.
Sabía que estaba teniendo problemas para decirme lo que realmente pensaba, así que se limitó a asentir y sentarse a mi lado.
—Ya lo sé, hermano —su voz era neutra—. Tú no lastimarías a la persona que amas de esa manera —me dio palmadas en los hombros en señal de confort, pero sabía que él pensaba otra cosa.
—Pero lo hice.
Javier y yo permanecimos en silencio por lo que pareció una eternidad y sentí que mi desespero aumentaba. Había echado todo a perder de forma nuclear y no podía repararlo.
—Si lo hiciste como tú dices que lo hiciste —él habló luego de un rato—. ¿Por qué lo hiciste?
—Porque ella mató a nuestro padre, Javier. Vera lo envenenó y provocó su muerte.
Lo observé esperando una reacción de enojo o sorpresa, pero nada de eso pasó. En su lugar él se levantó y me miró directo a los ojos.
—¿Matarlo? —preguntó incrédulo—. Christian, quizá tu ignoraste ese hecho a causa del trauma o tu problema con el alcoholismo, pero papá murió de un infarto al miocardio —dijo totalmente seguro.
¿Qué?
Eso tenía que ser una broma.