Le rozo sus labios contra los míos y ella los pega más cogiendo mi cara entre sus dos manos. Sus ganas hace presionar nuestros rostros y me hace separarme. Me mira con los ojos cristalizados y una suma afligía.
— ¡Vuelve a quererme, como lo hacías antes! —brama entonces, cambiando de estado bipolarmente.
Arremete contra mi cuerpo y yo le agarro por los hombros para que pare.
— ¡Ya no eres el mismo, vuelve!
Y entonces despierto; por el sonido que sale de mi móvil indicando que tengo un nuevo mensaje. Paso una mano por mi frente para quitar cada pelo y la dejo posada en esta asimilando lo que acabo de soñar. Eira tenía un comportamiento extraño y decía frases poco coherentes, pero lo más raro era... ¿Por qué nos besábamos? Cuando por fin estoy un poco orbitado, estiro mi mano para coger el iPhone y siento entonces la fuerza del frío cuando se destapa mi torso desnudo. Rápidamente me introduzco de nuevo entre la colcha blanca y desbloqueo el móvil viendo un mensaje de Eira.
‹‹¡Está nevando otra vez! Vamos, abrígate que paso a recogerte a las 11:00››
Sonrío al ver la Eir de siempre y no la de mis estúpidas pesadillas y entonces me levanto para encerrarme en el baño a ducharme larga y perezosamente. Al salir con la toalla amarrada en la cadera, deambulo por los cajones y me decido por una básica térmica, el jersey tan feo que me regalaron las navidades pasadas y unos vaqueros. Me gusta Eira porque con ella puedo ponerme la ropa más fea o cómoda posible, que nunca me juzgará (o bueno sí pero de broma) y siempre hará lo mismo con la suya. Entre los dos se respira la confianza de amigos de toda la vida y la verdad es que eso me encanta. Salto cada escalera en vez de bajarlas y a continuación me dirijo a la cocina, dándole un beso a mi madre sentada en el desayunador. Me hago una taza de leche con ColaCao que traje de España y cojo las galletas recién horneadas. Me lo zampo todo en un momento a la vez que le informo a mi madre de lo que haré hoy. A continuación, miro el reloj que marca las once menos cinco subiendo de nuevo los peldaños para coger mi móvil y algo de dinero. El timbre suena cuando me estoy ajustando el chaquetón desde arriba, así que me deslizo por la barandilla y llego a la puerta en un pis pas.
―Justo a tiempo―mi boca se curva hacia arriba en forma de saludo.
―Dios si te avisé hace unas dos horas―desciende por el porche y aterriza sus pies en al nieve.
―Yo no soy como tú, que se levanta a las nueve de la mañana para hacer un poco de ejercicio y mantenerse en forma―digo moviendo mis manos para dramatizarlo.
Es la chica más sana y perfeccionista que conozco. En ese campo es todo lo contrario a mí. ¿A quién no le gusta comerse una buena hamburguesa en vez de una ensaladita con tres hojas de lechuga?
―El día hoy está precioso, traje el trineo―miro hacia atrás viendo que lo está arrastrado con una cuerda
Está nevando débilmente, de nuevo está el pueblecillo blanco y me encanta aún más. También adoro cuando a Eira se le posan pequeños copos sobre su pelo pareciendo que tiene este recubierto de diamantes. Le miro en silencio y sonríe mostrando sus dientes blanco polar. Nos pasamos toda la mañana deslizándonos por cuestas juntos y riéndonos de nuestras tonterías...Ahora que recuerdo todo: añoraba estos ratos. He de decir que las calles hoy están vacías y los únicos por aquí somos nosotros. Cuando se van acercando las dos, decido llevarla a comer a un asador donde venden también sopas calentitas de verduras y esas cosas que le gustan a ella. Por supuesto se pide una de estas y yo me decido por un filete bien grasiento de cordero. Veo que toma el móvil y lo eleva demasiado; cosa que me extraña mucho pero no alcanzo a preguntarle. Y después nos vamos a dar un paseo para bajar un poco la comida, así que aprovecho para preguntarle por la fiesta del viernes:
― ¿Vas a ir tú el viernes?―me meto las manos en los bolsillos.
― ¿Eh, a dónde?
― ¿A la fiesta de Ronald?―inquiero con obviedad.
―No me ha invitado―deduce.
Típico de mí: cagarla...pero me parece muy extraño que no la haya invitado.
― ¿No te ha invitado? Pero si llevamos toda la vida juntos, a veces es un capullo.
― ¿De qué va esa fiesta?―me observa por un momento.
―Que se ha sacado el carnet de conducir, ya sabes: excusa para montarte un fiestorro― ella se limita a decir un "ah"―. Hey, te vas a venir conmigo, eso está claro.
― ¡No! Si no me ha invitado será por algo.
―No te ha invitado porque no se habrá acordado. Y si no, me da igual, vasa venir; además de que seguro que pueden llevarse acompañante ¿no?―alzo las cejas.
―No, déjalo enserio.
Le ignoro lo que acabo de decir y le digo que le quiero ese día a las nueve menos cuarto en mi casa. Caminamos por la nieve en silencio un rato hasta que yo veo un ciervo a lo lejos de la espesa arboleada. Doy un pequeño grito emocionado y corro para verlo más de cerca, me dispongo a bajar por una pequeña eminencia cubierta por una capa blanca no sin antes avisar a Eira de que me acompañe. Ella sacude la cabeza y se queda a unos metros de mí. Yo me lanzo como loco a bajarla y de repente el falso suelo se rompe y ruedo por la nieve. Doy seguidas vueltas y cuando por fin paro, me quedo recostado boca abajo dejando que la nevada cubra mi cuerpo. Siento ardor del frío pero estoy medio mareado por el viaje, así que no me muevo. Oigo a Eir acercarse asustada y entonces una mano me gira quedando boca arriba. La capucha protege mi cabeza de la fría cellisca pero ya es tarde para mi ropa, que se ha calado. Me quita alguna que otra nevisca de la cara y también aparta mi flequillo de la frente. Me mira con aire preocupado.
―¿Rubén estás bien?
Logro articular un "sí" pero noto que el quemazón aumenta cada vez que se me va derritiendo debajo mi cuerpo la nieve.
―Si no quieres pillar un catarro será mejor que te levantes de ahí. Te has caído bien con la mierda del deshielo―suelta una pequeña risilla.
―No. espérate―contesto cerrando los ojos, un poco confuso.
Pero no me obedece y mete su palma bajo mi cabeza, haciendo como palanca para levantarme. Me quita el chaquetón cambiándolo por el suyo y deja que apoye el brazo por sus hombros. Al llegar a casa subimos a mi cuarto y me aconseja que me duche. Le hago caso y me meto en el baño con un pijama calentito de recambio.
―Rubén cuando te desnudes sácame la ropa que te la voy poniendo en la silla para que se seque.
―Vale, te la doy y ves mi sexy cuerpo―secundo al otro lado de la puerta.
Ella hace un sonido como si vomitara y entonces me hace reírme.
―Mejor me tapo los ojos y tú me la pasas.
Y eso hacemos, abriendo yo un poco la puerta y dándosela en una mano porque la otra la tiene posada en sus párpados. Mientras el agua me calienta de nuevo, le oigo cantar la canción de ayer (ella canta tan bien). Tras ponerme mi pijama, salgo y le devuelvo su abrigo. Se despide de mí moviendo su mano y justo cuando hace el amago de abrir la puerta digo:
―Gracias Eir.
―De nada estúpido.
Y se marcha.
Miro Snapchat antes de irme a la cama y veo que Eira subido a su historia varias fotos, sin duda la pulso antes que las demás y veo varias fotos: La primera trata de mi silueta cuando estábamos en aquel asador, escribiendo en esta "I missed u boy"
La segunda trata de mí otra vez justo antes de caerme.
Y la última es solo un fondo negro en la que pone: "Perfect day with my favourite boy"
La forma en la que me hace sonreír tan fácilmente es impresionante.