Un corazón roto (Descontrol e...

By marion09

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La venganza de Emalene llegó a su fin y su desenlace fue el más amargo de todos. Pero la vida debe continuar... More

Un corazón roto

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Él no era ningún héroe, pero las personas no dejaban de verlo como a uno. Con cada paso que daba, podía sentir un nuevo par de ojos volteando hacia él, algún nuevo susurro en su dirección y a veces, hasta alguna que otra sonrisa coqueta por parte de una bella mujer.

Como ese día por ejemplo, caminaba hacia el despacho de rey y muchos de sus compañeros y superiores asentían en su dirección en señal de reconocimiento.

Un reconocimiento que no deseaba, no merecía.

Después de unos pocos segundos de aguardar en la puerta, los guardias la abrieron para él dándole un permiso implícito para ingresar a su audiencia con Su Majestad. Una que él mismo había solicitado.

Avanzó con lentitud, no porque estuviese asustado por lo que le esperaba, sino porque aún no había terminado de recuperarse después de salir del hospital días atrás.

Después del ataque que había sufrido en el procedimiento para capturar a Emalene y sus cómplices, había pasado un mes y medio internado y había abandonado la clínica solo tres días antes.

La recuperación no había terminado, ahora le quedaba un largo proceso de rehabilitación, pero había cosas que no podían postergarse.

Y por eso mismo estaba allí.

Alioth estaba sentado detrás de su escritorio donde ya lo había visto varias veces. Siempre parecía imponente, para él era la máxima autoridad. Le tenía mucho respeto, jamás se atrevería a desafiarlo como lo hacía su hija, y tampoco a contradecirlo.

Y en ese momento estaba mucho más que intimidado por la expresión grave que tenía en su rostro.

Enseguida entró, y aunque todavía algo serio, el rey se puso de pie y rodeó el escritorio para acercarse a Max.

—Majestad —dijo el muchacho. Entonces Alioth sonrió y estiró un brazo. Max no lo hizo esperar, se lo estrechó enseguida—. Gracias por recibirme. No le quitaré mucho tiempo.

—Eres bienvenido, a decir verdad, esperaba tu visita. Sabía que no me fallarías.

Max arrugó la frente. —Perdón, Majestad. Nadie me dijo que deseaba verme.

—Eso es porque no envié a nadie. Sabía que vendrías por ti mismo.

—Oh —musitó confundido.

—Por favor, siéntate.


Le señaló un sofá y él tomó asiento enfrente. Poniéndose cómodo, no dijo ni una palabra y aguardó a que el señor Nash lo hiciera.

Alioth no se negó a sí mismo que estaba divirtiéndose bastante aunque no entendía el temor que sentía Maximillian. Si no le temía a Charlotte, ¿por qué pensaba que él iba a morderlo?

Tendría que saber que ya había superado todos los obstáculos, cualquiera que lograra derribar las barreras de su hija menor era un campeón.

Un campeón que se quedaba con el premio más valioso, el corazón de la princesa.

Y además, Alioth y Brianna bien sabían la clase de persona que era Max, había dado su vida por Charlie, varías veces por si había quedaba alguna duda.

—Estoy seguro de que sabe porqué estoy aquí —comenzó Max.

—Tengo mis sospechas.

El muchacho asintió. —No sé por dónde comenzar, si disculparme con usted por haber fallado en mis obligaciones o...

Alioth lo interrumpió. —No creo que hayas fallado en tus obligaciones, Maximillian. Al contrario, mi esposa y yo no podemos estar más agradecidos contigo.

—Mi trabajo era cuidar a su hija.

—Cosa que hiciste muy bien. Aunque no sea lo único que hayas hecho —murmuró tratando de lucir lo más serio posible. Un año atrás quizás le habría molestado, se habría puesto furioso de saber que su hija menor se había involucrado con uno de sus guardaespaldas, pero sabiendo la historia completa, o gran parte de ella, se sentía más tranquilo y hasta aliviado.

Por mucho tiempo, Brianna y él habían creído que nadie lograría traspasar la muralla que Charlotte había construido a su alrededor.


Max tragó saliva y asintió. —Vengo a disculparme con usted por eso mismo, en parte, falté a mis responsabilidades. Pero señor, solo por eso voy a disculparme, no por querer a su hija, no podría hacerlo si quiero ser honesto con usted.

Alioth alzó las cejas. —Eres valiente.

—Si pudiera disculparme por quererla, entonces no podría decir que estoy enamorado de ella.

—¡Así que enamorado de ella! —Exclamó Alioth sin poder dejar a un lado su vena de padre protector.

Max habría preferido que la reina Brianna estuviera allí también, sin dudas una mujer en medio serviría para suavizar las cosas. La situación era muy incómoda de por sí y el Rey no estaba ayudando con sus exclamaciones inteligentes que parecían dirigidas a incordiarlo aún más.

Pero se mantuvo firme. Si había podido contra una bala y sobrevivido a varias puñaladas por parte de una loca vengativa, tenía que superar también esa prueba.

—Sí, señor. Ella es inteligente, valiente y hermosa. Tiene un gran corazón aunque se esfuerza por ocultarlo, y me considero afortunado de que me haya permitido verlo.

Al rey le gustó la forma en la que él la describió. Incluso había escogido el correcto orden de las palabras y eso le daba puntos extras.

—Y lo eres —le apuntó y se permitió sonreír—. Muy afortunado.


***


A los oídos de Charlotte llegó la noticia de que Maximillian estaba en el palacio, posiblemente para una audiencia privada con el rey.

—¿Estás segura de que era él? —Le preguntó a una de sus empleadas. ¿Qué haría ella sin sus informantes? Nadie se dignaba a contarle las cosas importantes que sucedían en esa casa.

—Sí, princesa. Era él, estoy segura. Todos lo comentan.

De golpe, se puso de pie y sobresaltó a su madre que estaba intentando leer un libro de autoayuda para superar la pérdida de un ser querido. Un desesperado intento más para sacar a Robert de la depresión en la que estaba sumido.

—¡Charlie! —Exclamó asustada—. ¿Qué sucede?

Como de costumbre, su hija la ignoró. —¿Cómo puede ser tan egoísta? ¡Max apenas se está recuperando, no puede hacerlo venir!

—¿Quién lo hizo venir? —Volvió a preguntar Brianna, insistente.

—Padre, por supuesto. ¡Y no pretendas que no lo sabías! —Le apuntó de forma acusadora.

La reina dejó el libro a un lado y se puso de pie con calma y lentitud. —Tu padre no llamó a nadie, fue el propio Max quien solicitó una audiencia. ¿No lo sabías?

—Obviamente, madre. ¿Crees que lo habría permitido de saberlo?

Acostumbrada a sus contestaciones mordaces, Brianna le siguió la corriente. —No creo que hubieses podido evitarlo, Charlotte. No puedes controlarlo todo.

—Ay mamá —murmuró con una sonrisa—. ¿Es que acaso no me conoces?

No le dio tiempo de formular una respuesta, se giró y salió de la sala en la que se encontraban con un firme propósito en mente. Brianna suspiró y se dispuso a seguirla. Alguien tendría que calmar las aguas si comenzaban a agitarse.



No tuvo que esforzarse mucho para que los guardias se corrieran a un lado y la dejaran pasar. Eran hombres rudos, con sus armas y sus expresiones severas y agrias que espantaban a todo el mundo, pero en el fondo, eran todos unos blandengues. Ella podía manejarlos casi sin abrir la boca.

Abrió las dos puertas del despacho de su padre y entró tan ciega, que hasta le costó hallarlos.

—¿Qué haces aquí? —Demandó mirando a Max y evitando al rey—. Se supone que tienes que hacer reposo, Maximillian. No salir a pasear.

Max sonrió y se puso de pie, manteniéndose fijo en su lugar. —Charlotte. No he salido a pasear, he venido a ver a tu padre. Te dije que tenía que hablar con él.

Char continuó caminando hacia él, ignorando a su madre que había llegado y cerrado las puertas detrás de ella y a Alioth que no podía dejar de contemplarlos.

—Y yo te dije que no era necesario. No hay tal prisa, tienes que ponerte bien y no vas a hacerlo si no te cuidas.

Cuando lo tuvo al lado, le acarició una mejilla y él sonrió, encantando por su ternura, por la forma en la que ella se preocupaba y su extraña manera de expresarlo.

—Pero yo estoy bien, me siento mucho mejor —contestó—. Las heridas están cerrando perfectamente. Y esto no podía esperar más.

La joven se giró hacia su padre. —Tendrías que haber rechazado su pedido, o al menos podrías haberme contado para que pudiera ocuparme de que no tuviera que subir todas las escaleras y entrar por otro lado.

Alioth le dio una mirada burlona. —¿Por qué iba a contártelo cuando puedo hacerlo yo solo? —Soltó una carcajada cuando su expresión se llenó de sorpresa—. Te encanta hacerme ver como a un ogro ¿no?

Char respondió solo a la parte que era relevante. —¿Eso hiciste? ¿Tú te ocupaste?

Brianna intervino, rodeando el brazo de su esposo con el suyo. —No seas mala, Charlie. Tu padre es muy considerado. Además, le debemos mucho al señor Nash.

—No me deben nada, Majestad. Solo hacía mi trabajo, y espero poder seguir haciéndolo cuando esté apto de nuevo.

Alioth asintió y estuvo a punto de contestar él, pero Bri no lo dejó ni comenzar. —Y eso lo valoramos mucho, Maximillian, y perdona, pero voy a tutearte, tanto formalismo con el novio de mi hija me parece absurdo. Pero no me refería a eso cuando digo que te debemos mucho, sino a que has logrado con Charlotte lo que ninguno de nosotros ha conseguido en toda su vida.

—Ay mamá —masculló la chica apretando los dientes—. No empieces con tonterías.

—No es ninguna tontería. Tú has cambiado muchísimo, y todo hacia bien. Y el responsable aquí es Max, solo él. No lo niegues y no te avergüences.

Charlie no se avergonzaba de lo que sentía, sino de que su madre estuviese hablando de eso con su padre y Max presentes. ¿Por qué tenía que ser tan cursi? Pero dado que en el último tiempo todos habían tenido más razones para llorar que para sonreír, decidió dejarlo pasar.

Podrían pensar que a ella no le interesaban los sentimientos de los demás, pero poder darle un poquito de felicidad a su madre cuando estaba tan destruida por la pérdida de Nina y por el dolor de Robert, era algo precioso.

—No lo hago, mamá. Max sabe que lo quiero —compuso girando la cabeza para mirarlo por un instante y tomarle una mano—. Y es por eso que reaccioné así cuando me enteré que había venido. Quiero que se recupere.

—Todos lo deseamos, Char. —Coincidió Alioth—. Pero también tendrías que alegrarte porque ha sido todo un hombre y ha venido a hablar conmigo de frente. Eso significa mucho. Y por si no quedó claro, cuentan con mi aprobación.

La princesa ladeó la cabeza mientras esbozaba una sonrisa burlona. —¿Y qué crees que habría pasado si no nos dabas tu aprobación, papá?

Bri respondió con una exclamación. —¡Ay cariño! Pero si al final eres toda una romántica. Y yo que pensaba que esa era tu hermana.

Charlotte prefirió no contestarle. Estaba claro que su madre disfrutaba muchísimo con todo eso. Se dirigió a su padre una vez más. —¿Tienen tú y Max algo más de qué hablar?

—La verdad es que estábamos teniendo una conversación bastante entretenida hasta que entraste. Pero si estás tan deseosa por llevártelo contigo, adelante. Ya hemos dejado claro lo más importante. Solo una cosa más, sobre el trabajo. En cuanto te recuperes, Maximillian, Frankie hablará contigo. Por razones obvias no puedes volver a ocupar tu puesto anterior. Pero ya decidirán a qué sector quieres pasar cuando te reintegres.

Para sorpresa de la joven que no se creía lo que oía, Max estuvo de acuerdo. —Por supuesto.

—¿Por qué no puede volver a su puesto? —Preguntó dando unos pasos hacia el rey y quedando a la misma distancia de los dos hombres. Se puso en una posición que le permitió tenerlos a sus dos lados y navegó la vista entre ambos.

El rey fue el primero en hablar. —Por cuestiones de ética laboral, Char. Si estás con él, si es tu novio, o como sea que ustedes lo llamen, no puede ser tu guardaespaldas.

—Pero papá...

—Eso es algo que tenía muy claro, Charlotte —agregó Max—. Y es lo mejor para todos.

—¿Para todos? —Repitió incrédula—. ¿Para quién? Yo estoy contando los días para librarme de tu hermano y ahora me dicen que él no se va a ir.

John la odiaba. No podía haber otra causa para que fuese tan insoportable e insubordinado. Y era un idiota. Ella también lo odiaba, y ni siquiera sabiendo que era el hermano de Max podía tolerarlo un poco más ni esforzarse por hacerlo.

Odiaba su sonrisa sabelotodo y que la tratara como si fuese una niña tonta. Lo peor era que estaba segura de que él creía que ella era caprichosa y estúpida, una niña malcriada. ¡Era tan diferente a Max!

—Creo que lo que ocurre con el señor Nash, es que él no te teme —se burló su padre—. Y tiene órdenes directas de mi parte de no dejarse intimidar por ti. Es hora de que tu seguridad sea efectiva, no quiero más juegos, ni escapadas. Si tiene que pasar por encima de ti para controlar una situación, está autorizado a hacerlo.

—Me parece que te estás confundiendo de hija, papá. Esa es Geraldine, yo no me escapo. —Sonrió alzando la cabeza y vio por el rabillo del ojo cómo Max contenía en vano una sonrisa—. Además, ya no hay peligro. Todo terminó, finalmente, todo terminó.

—Nunca estás a salvo, Char. Lo sabes —intervino Max.

Sabiendo que no iba a ganar esa conversación, decidió darla por terminado. —Bien. Entonces ahora sí hemos acabado. Nos vamos.



Max apenas logró despedirse, Charlie se lo llevó antes de que sus padres siguieran hundiéndola o poniéndolos más incómodos. ¿Y no se suponía que él tenía que ponerse de su lado?

Lo tomó del brazo y caminando a su ritmo, no se detuvo hasta que estuvieron dentro de un salón pequeño y pudo cerrar la puerta para alejar los oídos chismosos. Sabía que todos estaban atentos a sus movimientos, y ahora no solo por ella, sino porque Max se había vuelto famoso, en especial en el palacio. Allí los rumores corrían como el agua en el río.

—¿Por qué has venido sin avisarme? —Demandó saber sin preludio.

Él se sentó en un sofá, tranquilo. —Porque era lo que tenía que hacer. Te dije que vendría, Char. Lo necesitábamos. Tenía que hablar con él, es tu padre. Después de todo lo que ocurrió, creo que es lo menos que podía hacer.

Estiró un brazo y alcanzó su mano. Ella todavía estaba de pie, frente a él. Tiró de ella para acercarla más y Charlie terminó sentándose a su lado.

—Lo entiendes, ¿verdad? —Insistió.

La castaña terminó por asentir y lo abrazó sin decir nada. Max cerró los brazos entorno a la princesa y la besó en la frente. La veía a diario porque nunca dejaba de visitarlo, ni en la clínica ni en su casa. Había algo tan triste dentro de ella, en sus ojos e incluso en las pocas sonrisas que lograba robarle de vez en cuando.

Se habían librado de Emalene, pero el costo había sido demasiado alto. Nadie lograría recuperarse de eso por completo, podrían pasar años, pero el vacio no los abandonaría. Tal vez con el tiempo el dolor fuese disminuyendo, pero todavía era demasiado pronto.

Las familias estaban destruidas, habían perdido a una hija, una hermana, una amiga y al amor de su vida. Una mujer joven con un futuro brillante. Nina había sido tan buena con todo el mundo que no había nada que opacara sus recuerdos excepto las desgraciadas circunstancias que condujeron a su muerte..

—¿Y qué te dijo? —Preguntó Char después de un rato de silencio—. ¿Fue amable? Ya no sé cómo va a reaccionar.

—Tu padre fue muy amable, no tienes que preocuparte. Creo que nos apoya, solo quiere verte bien.

Habría dicho feliz, pero no sentía que fuese una palabra correcta por esos días.

—Tú me haces bien —le apuntó y lo besó en la mejilla—. No sé qué haría sin ti. A veces miro a mi hermano, veo todo su dolor y siento que por mucho que yo la extrañe, jamás voy a poder entender lo que él está sintiendo. Me aterra solo pensar que podrías haber sido tú y me siento tan culpable por agradecer que todavía estés conmigo.

Max volvió a abrazarla porque no sabía qué contestar a aquello, no era fácil consolarla, no había nada que decir ni promesas que hacer para que se sintiera un poco mejor. Tenía el corazón roto, y sanarlo tomaría mucho tiempo, fortaleza y cariño.

Ella tenía mucho de lo segundo y él iba a darle lo último. El tiempo haría el resto por su cuenta.

—No hay razón para sentirse culpable por eso, tú también estás sufriendo.

—Es que no soporto verlo así. Me siento tan impotente por no poder ayudarlo. A él y a los demás. A Eric, a Frankie, a Charles. —Lo miró con los ojos llenos de lágrimas y apretó los labios como cada vez que quería reprimirse—. A su madre. Ella la amaba tanto, la había esperado tanto. Su única hija, estaba tan orgullosa de ella. ¿Cómo va a recuperarse?

Max entendía, de verdad lo hacía. Frankie y Eric habían ido a verlo mientras había estado internado. A pesar de todo por lo que estaban pasando se habían tomado el tiempo de visitarlo, preocupados por su recuperación. Y a pesar de que no habían hecho mención a su hermana, era palpable que lo estaban pasando muy mal.

Pero Charlotte tenía que entender que no podía arreglarlo todo, que no era posible ni sano.

Le tomó el rostro entre las manos y la miró a los ojos siendo tan honesto como siempre había sido con ella. —No lo sé, amor, tampoco puedo asegurarte que algún día lo consiga. Pero sí sé que tiene otros hijos y un nieto por quienes mantenerse de pie. Ella no va a rendirse. Y Robert... nosotros lo ayudaremos a ser fuerte, a ver que la vida tiene que seguir por mucho que cueste. Le prometí a Nina que cuidaría de los dos y voy a cumplirle.

Char asintió, mostrando estar de acuerdo y se secó las lágrimas que habían escapado. —Eres tan bueno conmigo. Te quiero tanto —sonrió y le acarició una mejilla. No era la persona más cariñosa del mundo, o por lo menos no lo demostraba del mismo modo que cualquier otra persona. Era por eso que cada gesto de amor que salía de ella era muy importante, significaba muchísimo. No fingiría nada, sabía que ella no le veía el sentido a las mentiras ni al engaño—. Hasta me siento una mejor persona cuando estoy contigo.

—¿Mejor? No conozco a nadie con un corazón más bueno que el tuyo.

Ella alzó las cejas. —Eso es mentira. Yo no soy buena, cualquiera podría decírtelo.

—Ellos no te conocen tan bien como yo. No saben lo mucho que te preocupas por los que quieres, no saben todo lo que has luchado contra quienes querían hacerles daño. Si no fuese por ti, muchos más podrían haber salido lastimados.

La expresión de Charlotte se endureció y Max vio que su opinión no era la misma. —Yo no soy buena —dijo en un susurro—, Geraldine, mamá, papá, mi tía Ana, todos ellos lamentaron la muerte de Emalene. Por la vida que tuvo, por todo lo que sufrió. Yo no puedo hacer eso, a mi me alegra que esté muerta, ojalá pudiera haberle disparado yo misma. A veces hasta me encuentro pensando en que tendría que haber sufrido más por todo lo que nos hizo pasar. Eso no me hace una buena persona, Max.

Él lo comprendió. Charlie era tan joven y estaba tan confundida que no podía aceptar ni sus propios sentimientos. Y era mucho más difícil de sobrellevar si no lo hablaba con nadie y se lo guardaba porque no quería preocupar a los que la rodeaban.

—Eso no te hace mala persona, Char. Te hace humana. Es normal, muchas veces pienso que tendría que haberle disparado antes y acabado con todo de una vez. Estoy seguro que Frankie piensa lo mismo. Él estuvo punto de darle el último disparo, la tenía al alcance justo, pero hizo lo correcto y la arrestó. Emalene le pagó asesinando a su hermana.

—Pero, ¿tú no sientes pena por ella? —Inquirió mientras lo observaba intentando deducir la respuesta por ella misma.

Max negó con la cabeza y le corrió todo el cabello hacia atrás con las dos manos. Buscó la forma de explicarlo mejor. —Emalene tenía problemas psicológicos, pudo haber tenido una vida difícil, pero la venganza no era el camino correcto. Hacer daño a personas inocentes fue algo injustificado. Y no, no siento pena por ella, Charlotte.

Char asintió y se puso de pie. Se alejó de él y empezó a caminar hacia una de las ventanas que daban al frente del palacio.

—Está bien —murmuró—. Voy a intentar pensar de esa forma. Deseo tanto que el dolor se vaya, que me duele más. Y luego me siento culpable porque siento que de esa forma voy a olvidarla.

Max se levantó y la siguió con la mirada antes de empezar a aproximarse con paso lento. —No vamos a olvidarla. Ella siempre va a estar en nuestros corazones, como un ángel.

Se paró detrás de ella que continuaba mirando por la ventana, y la abrazó dejando que apoyara la espalda contra su pecho. Le dio un beso en la mejilla y posó la barbilla sobre su cuello.

—Juntos y poco a poco vamos a salir de esto —compuso despacito a su oído—. Te lo prometo, Char. Vamos a estar bien.


Y ella le creyó, porque lo amaba, porque si no lo hacía ya no tendría nada a qué aferrarse. Pero sobretodo, le creyó porque necesitaba tener esperanza, fe en que sus corazones algún día llegarían a sanar.


                                                                                                                   Fin.

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