Todos mis futuros son contigo...

By LorenithaH

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Yo subía las escaleras de su cuerpo, ella se tiraba del abismo. Hacíamos una buena pareja. Siempre nos enc... More

Introducción
Marwan-Todos mis futuros son contigo
LA INCREÍBLE HISTORIA-Del Cantante y La Pediatra
UNA CHICA-en ámbar

PRIMERA LÍNEA -De batalla-

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By LorenithaH


1. ¿PERO QUIÉN SE A CREÍDO QUE ES?

Estoy harto del poeta que llevo dentro. 

Cada vez que viene un buen mes a presentar su dimisión o la tristeza se detiene en mi puerta para untarme su inquietud en las tostadas, se frota las manos pensando en sacar algún rédito de todo aquel desorden. 

No se queda parado ni conmovido por el golpe y ni mucho menos corre como un chiflado hacia mí -que soy el- para preguntarme cómoestás, puedoayudarteenalgo, tranquiloqueestoyyoaquí.

Qué va... Se queda ahí en su Parnaso apuntando en su libreta o en su cabeza de chorlito todo lo que siento, el relato de mi desplome a cámara lenta. 

Se pone cirujano el muy cabrón y comienza a hacerme la autopsia. 

Cada vez que me quedo dormido sobre una zanja, cuando me cae un meteorito en pleno lunes, siempre que encojo el camino del verano o la soledad por accidente y la vida me zarandea como un papel de chicle en un tornado, allí se queda, mirándome, y se pone a juntar palabras en su probeta como quien pone fichas de dominó para un derrumbe y se pone a construir frases, como un mecano del desastre y con mis miembros doloridos y el tumulto que me queda me regala un poema de tal altura que da igual lo que haya pasado hasta ese momento, cuando me lo da a leer siempre lo miro agradecido y lo perdono, pensando que todo aquello, su forma de ignorarme y mi dolor, en realidad, ha merecido la pena. 

2. TENGO UN AMIGO POETA

Tengo un amigo poeta.

Se llama Diego y al igual que yo está loco por juntar palabras, por plasmar la palabra sentimientos sobre la palabra cuaderno. 

La palabra poesía nos tiene a los dos un poco obsesionados.

No paramos de pensar en escribir la palabra adjetivos, en diseccionar con la palabra bolígrafo la palabra nostalgia, en relatar la palabra infancia o la palabra pasado. 

A veces la palabra inquietud me ronda por la cabeza porque empleo todo el tiempo en los cuadernos y entonces marco en la palabra teléfono el numero de la palabra Diego para que olvidemos nuestro oficio por un rato. 

 Ey, papi, le digo. Si quieres quedamos en la palabra noche y organizamos la palabra fiesta e invitamos a la palabra amigos.

Tráete a la palabra novia que también va estar la mía.

Nos vemos en la palabra metro.

Llama a la palabra Ramito y a la palabra Marino que yo llamo a la palabra hermano y a la palabra Lucas. 

Y así pasamos la palabra horas, entre la palabra rones y la palabra risas, arreglando la palabra compañía.

Con eso basta. No necesitamos ninguna palabra más.

Porque ahí está ella desde hace un rato, a nuestro lado, con su risa perfecta, la palabra felicidad. 

 3. LAS TARDES DE DOMINGO 

                                                                                                              Las tardes de domingo esperaré tu llamada.
                                                                                                                                                                   ISMAEL SERRANO

Ahora que hemos venido a entender que los domingos no son otra cosa que la nostalgia de los sábados, mañana de luz festiva y tardes grises donde dos manos se aprietan sin fuerza en unos cines. 

Tienen la tristeza de la mirada del culpable los domingos por la tarde.

Se parecen demasiado a las renuncias, a palabras que se pronuncian con poco que decir, sin energía que las lleve. 

Poseen un cuarto propio en la cabeza del poeta, que los visita y los odia como a su desasosiego tan corrosivo e inspirador.

Quizás el fútbol o un paseo por el centro, quizá un buen libro en el Retiro o la promesa de una semana mejor, pero toda vuelta a casa vuelve a convertirlo en un epílogo, en un tétrico desfile de fantasmas. 

No hay manera, hay que aceptarlo, es imposible salvar a los domingos de la literatura. 

 4. LA CHICA DEL BAR

Sentado al fondo de un bar.

La camarera me sirve con calma.

Levanto los ojos de la sección de deportes de El País.

Una mujer me mira fijamente desde la barra. La evito. 

Vuelvo a leer pensando en si me seguirá mirando. 

Repito movimientos. Ahí sigue vigilando. 

Esta vez decido mantenerle la mirada, agacha la cabeza, se queda pensativa pero vuelve a dirigir sus ojos hacia mí. 

Se establece algún tipo de comunicación. 

Está claro, esa mujer está buscando algo. 

Me sonríe. Yo hago lo propio, como quien celebra una victoria.

Vuelve a bajar la mirada hacia su taza y me va regalando atenciones fugaces, dejando claro que no es solo un coqueteo. 

Pido la cuenta. Me dirijo hacia donde está.

Con la cabeza de nuevo agachada, sin mover nada más que sus ojos, levanta provocadora su vista hacia mí. 

Paso de largo. Salgo del bar. 

La fidelidad tiene sus limitaciones. 

5. RESPONSABILIDAD 

Dime que no te has encontrado en la barra de un bar con alguien con cara de chica triste de aeropuerto. 

Dime que no te has preguntado qué gris desgracia la arrojó hasta este instante, qué golpe la trajo hasta ese puerto de soledad. 

A las dos de la mañana, en el pub de Beni, tras salir del trabajo. Siempre es buen momento para saludarlo y tomar un trago. Allí se encuentra sentada una de esas personas, una de esas mujeres de luz desencantada y ojos marchitos. 

Me recuerda a aquellos púgiles que tuvieron sus días de gloria en el pasado, esas estrellas que después dilapidaron su fortuna por rodearse de la gente equivocada y hoy nadie recuerda. 

 Ciertos bares de madrugada son lugares para los náufragos. Los camareros son los capitanes que conducen los destinos sin rumbo y los sueltan cinco copas más allá. 

Vuelvo a mirar a la mujer. No es angustia lo suyo. Es soledad. Soledad sólida y cruda como una vaca de camino al matadero.

Ojalá pudiera hacer algo por ella. Pero no puedo. Nadie puede. La soledad de otro es demasiada responsabilidad. Le pago la cerveza a Beni y me marcho. 

6. EL ANTES Y EL DESPUÉS

La mirada que precede al amor. 

La copa que precede al beso. 

El beso que precede a la alcoba.

El fuego que precede a la ternura. 

La ternura que va perdiendo fuelle.

Las flores que preceden a la espina.

La desgana que precede a la pregunta. 

los malentendidos que preceden a las ruinas. 

La herida que precede a la ruptura. 

La ruptura que precede al desengaño.

El desengaño que precede al dolor.

El dolor que precede a la madurez.

La madurez abriéndote otras puertas, 

otros corazones,

          y así siempre,

                todo en la vida

                         en un ciclo inagotable, 

                                      amor y desamor

                                                  todo dispuesto -tan solo- 

                                                             para que tú puedas crecer. 

7. SI 

Se conocieron en un chat. Conversaciones, risas, complicidad, la protección que te brinda la pantalla y que da pie a decir ciertas cosas que no nos atreveríamos a soltar cara a cara, el resto del día pensando en encontrarse otra vez por el chat, la complicidad creciente, algunas fotos y finalmente una cita. 

Ya en la cita, los nervios de antes, el saludo extraño, la sonrisa algo forzada, el tic de él que ella observa con disgusto, los incómodos silencios que él salva con su ingenio, el físico de ella que no es como las fotos anunciaban, la conversación tirante que se va aflojando poco a poco, algunos temas comunes que los van haciendo sentir cómodos, el tic que desaparece con la calma, la sonrisa de ella como una invitación que supera todo el resto, ella cada vez más guapa, él cada vez más tierno, la tarde que termina en noche, el vino que también ayuda, la noche cada vez más larga y el deseo que toma el volante y un beso y muchos más y ¿en tu casa o en la mía? y la noche que sigue girando hacia ellos y el sudor y la cama desarmada y la misma pregunta en la cabeza de ambos, ¿me estoy enamorando?, y la misma respuesta en la cabeza de los dos dando título a este poema. 

8. DOS DE ESAS SOLEDADES

                                                                                             Poema reservado a cuatro manos de Blas Martínez 

Una ciudad es, por definición, un enjambre de soledades, y en esa he llegado a contar cuatro millones, de las cuales habrá unas cincuenta mil, contadas a ojo, alas que les apasiona la poesía (soledad arriba, soledad abajo). 

Para todas ellas la vida consiste en juntar su soledad con otra para dejar de pensar en la poesía y empezar a hacerla. 

Me pregunto si en este momento están dos de esas soledades leyendo este poema al mismo tiempo cada una en un lugar. 

Sería maravilloso pensar que estas líneas son el cabo de una cuerda que cada uno tiene entre sus manos, de la cual solo deben ir tirando para dar con el otro, para encontrarse frente a frente y hacerse poesía. 



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