Tu música en mi silencio ©

By LunnaDF

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N°2 DE LA SERIE "AMOR EN UN MUNDO INCLUSIVO" ESTA OBRA HA SIDO PUBLICADA POR NOVA CASA EDITORIAL. L... More

De regreso por un tiempo
Epígrafe
Dedicatoria
Booktrailer
Prólogo
1. Primer Día
2. Panambí
3. Amigos
4. Música
5. Te quiero
6. Celos
7. Cumpleaños
8. Prohibido
9. Cambios
10. Teclas y piel
11. Vibrando
12. Más Cambios
13. Cuidado
14. Lejos
15. TRAICIÓN
16. Corazón Roto
17. Dolor
18.Sobrevivir
19. Pesadilla
20. Dificultades
21. Bebé
23. Encuentro
24. Te extrañé
25. La novia
26. Distancia
27. Te amo
28. Pasión
29. Vete
30. Verdades
31. Encuentro
32. Perdón
33. Nuevas oportunidades
34. Hermanas
35. Buenos Aires
36. Familia
37. Desconfianza
38. Un piano y un anillo
39. Un final feliz
40. EPILOGO
¡Gracias!
Presentación
*** Puntos de venta ***
FIL GUADALAJARA
Información Buenos Aires FIL 2022

22. Sueño

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By LunnaDF

—No puedo creer que mi bebé ya tenga veintisiete años —dijo Alicia apretando los cachetes de su hijo que intentó zafarse de esa expresión de cariño—, pero lo que menos puedo creer es que vamos a estar lejos ahora.

—Vamos a ir a visitarle —sonrió Paulo abrazando a Daniel en el enorme aeropuerto de San Pablo.

—Cuidate mucho Dani, te voy a extrañar —dijo Renato en portugués, su hermanito hablaba poco español aunque entendía todo.

—Yo también campeón, pero nos vamos a ver muy pronto.

—¿La vas a buscar? ¿Vas a buscar a Panambí? —le preguntó Alicia y Dani sonrió.

—Ya la busqué hace unos años cuando fui, no sé en dónde buscarla, ya no vive en la casa de antes, no está la revistería y la profe Raquel tampoco vive en su antigua casa. —Daniel había viajado a Asunción hacía un par de años para un congreso y caminó por el centro recordando escenas y buscando a su antigua amiga.

—¿Rocío cuándo se va? —le preguntó Paulo.

—En dos meses me alcanza allá, cuando termine con los últimos exámenes que le quedan.

Rocío era una chica con la que Dani estaba saliendo, era brasilera pero su padre era paraguayo. Daniel había conseguido hacer su residencia en un hospital público en Asunción, también había conseguido en uno de Brasil pero él sentía que debía volver, que quería estar allí.

Cuando llegó al aeropuerto, una cálida sensación lo hizo sentirse en casa. Sonrió y salió en busca de un taxi para poder dirigirse a su nuevo departamento, uno que había alquilado por internet y que le quedaba cerca del Hospital donde trabajaría. Rocío lo visitaría en un par de meses y vería si se acostumbraba, lo de ellos acababa de iniciar cuando Daniel decidió volver a Paraguay, ella intentó convencerlo de que se quedara pero no lo logró. A Daniel no le importaba ceder, era bastante cerrado y egoísta, pero Rocío estaba enamorada y dispuesta a ir detrás de él.

De todas formas Daniel no pretendía obligarla, le dijo que fuera a probar y que si no se sentía a gusto volviera. Rocío no estaba conforme con aquello, a él no parecía importarle demasiado su relación, de hecho casi siempre se mostraba frío, distante y más preocupado por su trabajo que por nada más. Daniel se había recibido de médico con honores y había hecho su especialidad en pediatría.

Rocío recordaba cuando lo vio por primera vez, con aquella divertida nariz roja en aquel hospital para niños con cáncer. Daniel amaba su profesión y adoraba a los niños, Rocío a veces no entendía cómo es que era tan bueno con ellos y tan desagradable con los adultos.

Era ocho de diciembre y el calor azotaba como siempre a la ciudad. El hospital estaba atestado de personas que venían afectadas por golpes de calor. Era el día de la Virgen de Caacupé y por tanto feriado nacional. Mientras algunos médicos atendían las urgencias, otros observaban por televisión las noticias en las que se mostraban constantemente a los fieles que peregrinaban a Caacupé, ciudad situada a sesenta kilómetros de Asunción.

Eran casi las cuatro de la tarde cuando Anita, Panambí y Jazmín venían de festejar el cumpleaños número seis de esta última en Burguer King. A Jazmín como a todos los niños de su edad le encantaba ir a ese sitio a comer y a jugar, pero por motivos económicos no podían ir muy a menudo, reservándose ese momento para algunas ocasiones especiales, como su cumpleaños.

—¿Pasaste bien? —preguntó Anita besando la frente de su hija a quien amaba con locura.

—Si mamá, gracias a vos y a la tía.

—Ahora te vas a quedar con la tía porque yo tengo que ir a trabajar ¿está bien?, ¿te vas a portar bien? —le preguntó en señas.

—Claro que sí —sonrió la niña.

Jazmín no era sorda, oía y hablaba perfectamente aunque se había tardado bastante en hacerlo, pues no tenía estímulo en casa. Por la recomendación de una pediatra la llevaron a una fonoaudióloga para que pudiera aprender a hablar. Jazmín había aprendido a comunicarse con señas antes que de forma oral, porque esa era la única manera en que su mamá y su tía le entendían.

Anita había dejado la prostitución desde que decidió tener a Jazmín, si no quería que su hija llevase esa vida ella primero debía alejarse. Consiguió trabajo como limpiadora en una casa y luego, le dieron trabajo en el Hotel donde también trabajaba Panambí. Ella era mucama, limpiaba los cuartos y las habitaciones, así se ganaba un sueldo mínimo y tenía seguro social.

Ese feriado le tocaba trabajar así que Panambí se quedaría a cuidar de Jazmín, cosa que siempre hacía, ellas se turnaban y Jazmín sentía que tenía dos mamás. Al llegar a la casa Panambí encendió un par de velas y se dispuso a rezarle el rosario a la virgencita de Caacupé. Para ella el hecho de que Jazmín hubiera nacido en su día era un claro mensaje de bonanza y bendición para su amiga.

Como las cosas les iban mejor a ambas, se habían mudado a un departamentito un poco más grande, tenía dos habitaciones con sus baños, una sala y una cocina comedor. Jazmín le preguntó a su tía si podía ir a jugar con su mejor amiga Laura, que vivía en el departamento de enfrente y Panambí aceptó. Se quedó entonces rezando en aquel silencio, sintiendo y visualizando que su oración llegaba al cielo. Pidió por su hermano, de quien hacía rato no sabía nada, ni siquiera si estaba con vida. Pidió por el alma de su mamá y de su papá, pidió por su amiga y por sus trabajos, para que pudieran conservarlos siempre. Dio gracias por un año más de vida de la pequeña Jazmín y porque ahora su vida era tranquila y ella era feliz. Pidió por Daniel, recordó su rostro en sus pensamientos y le pidió a la Virgen que lo cuidara mucho, que lo cubriera con su manto y lo protegiera siempre. Abrió los ojos y miró la imagen de la Virgencita pidiéndole que le diera una señal de que Daniel era feliz. Luego pensó para sí misma que aquello era una tontería, la Virgen no entraría a darle señales de eso, menos en su día que seguro recibía más pedidos que de costumbre.

Cuando terminó su rosario se recostó en su cama, observó la llama de la vela flamear tranquila en aquel altillo donde tenía la imagen de la Virgen y una de Jesús misericordioso. Sonrió pensando en Daniel, recordó las cosas que solían hacer y todo lo que ella lo amaba. Podía ser niña, inexperta y soñadora, pero aquello que había sentido por él, definitivamente era amor del bueno.

Entonces el sueño fue envolviéndola con su manto brumoso de paz, sus ojos se fueron cerrando y fue cayendo en un sueño en el cual ella tenía solo quince años y caminaba con Daniel de la mano por la plaza. Él la había apartado un poco y la había acorralado por un árbol, era casi de noche y no había muchas personas en la zona. Daniel la besaba con pasión y rudeza mientras colaba su mano derecha bajo su blusa para acariciarle un seno, ella lo disfrutaba y acariciaba su espalda acercándolo hacia sí.

—Mi mamá y Paulo van a salir esta noche —le dijo él y ella sonrió.

—¿Vamos a tu casa?

—Vamos —gesticuló Dani y luego corrieron hasta el edificio. Cuando subieron encontraron la mesa puesta para la cena, Alicia no tuvo problemas de adicionar un plato más, ellos irían al cine luego de la cena.

Comieron tranquilos y cuando los mayores se fueron, ellos hicieron de la suya en la habitación de Alicia. Eso les parecía divertido y diferente.

Entonces el sueño comenzó a distorsionarse, la habitación en la que estaba con Dani se llenó de humo y empezó a hacer muchísimo calor. Panambí sudaba y Daniel también. No aguantando la temperatura elevada él se separó de ella y salió del cuarto.

—¿A dónde vas? —gesticuló Panambí pero él no la miró.

Ella quiso seguirle pero la puerta se cerró tras él. Quedó encerrada en ese cuarto mientras el humo negro salía por todos lados, Panambí sintió que no podía respirar y por un instante pensó que moriría asfixiada, allí desnuda, en la cama de Alicia.

Quería gritar pero no sabía qué decir, no conocía las palabras y no sabía si Daniel podría escucharla. Se atajó la garganta y comenzó a toser, ya no podía respirar, quizás era su hora... iba a morir.

El calor le quemaba la piel y dolía, ella se recostó entonces en la cama y se dejó ir. Estaba sola, Daniel se había ido dejándola allí en ese cuarto del infierno muriendo sola.

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